Un grupo de expertos, encabezado por el profesor de la Universidad de Castilla-la Mancha Rafael Mateo, ha elaborado el informe Intoxicación por munición de plomo en aves silvestres en España y medidas para reducir el riesgo, publicado en la revista Ecosistemas, editada por la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET). Riesgo para la salud humana […]
Un grupo de expertos, encabezado por el profesor de la Universidad de Castilla-la Mancha Rafael Mateo, ha elaborado el informe Intoxicación por munición de plomo en aves silvestres en España y medidas para reducir el riesgo, publicado en la revista Ecosistemas, editada por la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET).
Riesgo para la salud humana por dos motivos
El informe hace una revisión de estudios de los últimos 40 años sobre este tema, llegando a la conclusión de que «la munición de plomo representa un riesgo para la salud pública» por dos motivos: porque las aves que han ingerido perdigones de plomo presentan unos niveles de plomo en sus tejidos, especialmente en hígado, pero también en músculo, que supera en la mayoría de los casos los niveles máximos de residuos establecidos por la Unión Europea para el plomo en vísceras (0.5 μg/g) y carne ((0.1 μg/g) para los animales de granja destinados al consumo humano. Y en segundo lugar, porque la carne de caza cocinada con recetas que incluyen vinagre, como es el caso del escabeche presenta una mayor biodisponibilidad de plomo (es más fácil que este material tóxico sea absorbido) que en la carne cruda o cocinada sin vinagre, por lo que el riesgo para el consumidor es mayor.
Riesgos para las aves, y especies más afectadas
El plomo absorbido produce en las aves principalmente efectos adversos en el aparato circulatorio, sistema nervioso, riñón y aparato digestivo, aunque otras funciones, como la inmune o la reproducción, también pueden verse alteradas.
Según estudios, el ánade rabudo (Anas acuta) y el porrón común (Aythya ferina), presentaban tasas de ingestión de perdigones cercanas al 70%. Además, la intoxicación por munición de plomo ha sido causa importante de muerte en la malvasía cabeciblanca (Oxyura Leucocephala), que está en peligro, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y se han registrado casos de muertes masivas en el flamenco común (Phoenicopterus ruber) en las Marismas del Guadalquivir y el Hondo (Alicante).
Medidas y soluciones
En España, la única medida adoptada para evitar este riesgo es la prohibición, desde 2001, del uso de perdigones de plomo en humedales protegidos. Mientras, en Europa, quince países han prohibido el uso del perdigón de plomo en la caza de aves acuáticas o sobre humedales, y cinco de ellos han extendido la restricción a modalidades de caza terrestre: Alemania, Bélgica, Dinamarca, Holanda y Suecia. En el caso concreto del Delta del Ebro (Tarragona), el cumplimiento de la prohibición del perdigón de plomo es casi total desde 2008, sin que ello haya afectado a las bolsas de caza anuales. No obstante, la no aplicación de la prohibición del plomo en zonas no protegidas, como los arrozales, hace que las tasas de ingestión de perdigones hayan disminuido tan solo a la mitad diez años después de la aplicación de esta ley.
La medida para reducir la incidencia del plumbismo, y a su vez proteger a los consumidores de carne de caza, pasa por utilizar municiones alternativas que no contengan plomo, como acero, en el caso de los perdigones, o el cobre en el caso de las balas. Con medidas de este tipo se frena la deposición de más plomo en los humedales y cotos de caza terrestre intensiva, se elimina el riesgo de contaminación de la carne de caza por la presencia de munición en la pieza cobrada y al mismo tiempo la posibilidad de intoxicación en las aves rapaces, algunas de ellas en peligro de extinción. Quedaría pues sólo la contaminación residual por los perdigones acumulados, debido a su alta persistencia, ya que tardan en degradarse entre 30 y 300 años.
¿Por qué ingieren munición de plomo?
Las aves ingieren perdigones a través de dos vías: por lo general, las granívoras confunden los perdigones residuales que se han quedado en el suelo tras la actividad cinegética, con las partículas de grit (gastrolitos), que necesitan comer para romper y triturar los alimentos. Por otro lado, las aves de presa, especialmente las que tienen hábitos carroñeros y las oportunistas, se comen los restos de los cadáveres de animales abatidos por los cazadores, con la consiguiente munición incrustada en la carne; es el caso, por ejemplo, del águila imperial ibérica (Aquila adalberti), que se alimenta, entre otras cosas de la perdiz.
Enlace al informe de revisión completo: http://www.revistaecosistemas.net/index.php/ecosistemas/article/view/735