Violeta nace en el mismo momento en que el visitante entra en la exposición ‘The Zone of Hope’ (La zona de la esperanza) y de su mano conocerá los efectos que el cambio climático tiene en su vida.
Barcelona, 19.01.2018.- Una mujer experimenta con la realidad virtual, la cual permite vivir las consecuencias del cambio climático, durante su visita a la exposición «The zone of hope», organizada por Aguas de Barcelona. EFE/ Marta Pérez
Tres espacios temporales -2038, 2068 y 2093- y tres espacios geográficos, el Ártico, Barcelona y el embalse de La Baells, en el río Llobregat.
Este es el contexto de una exposición de Aigües de Barcelona en colaboración con Mediapro que permite vivir en el Reial Cercle Artístic de Barcelona los efectos del cambio climático a través de un conjunto de tecnologías de última generación de realidad virtual denominadas «immersive extreme».
Una foto al comienzo de la exposición, la explicación de seguridad y un equipamiento compuesto, entre otros, por gafas de realidad virtual, son el punto de partida que permite al visitante iniciar un recorrido espacial y temporal.
La acción empieza en 2038, cuando Violeta tiene 20 años, en una cueva glaciar del Ártico, donde el usuario será testigo del deshielo y podrá vivir la experiencia sensorial de sentir el frío y tocar el hielo.
Pero cuando realmente el visitante sentirá de cerca los efectos del cambio climático será en 2068 y en un espacio muy familiar: la plaza España de Barcelona.
Desde la azotea de la antigua plaza de toros de las Arenas, vislumbrará una ciudad inundada y, en vez de coches, verá pasar barcos que navegan por los canales que antes fueron calles, con las dos torres venecianas que presiden la avenida de la Reina María Cristina, ahora con más sentido que nunca. Pero la panorámica no durará mucho: una voz en off le pedirá que abandone el espacio antes de que una nueva tormenta asuele la ciudad.
«Es el efecto de la proximidad y la localidad», ha explicado a Efe el comisario de la exposición, Manuel Cermerón. «Ver escritos en un periódico, leerlos o ver imágenes en la televisión de los efectos del cambio climático ayuda, pero que tus sentidos lo perciban y veas el riesgo de vivirlo en tu propia ciudad es clave», asegura Cermerón.
«Hay que ver qué te puede afectar directamente», dice el comisario, algo que el visitante podrá comprobar de nuevo en 2093 en el que un día fue el embalse de La Baells, ahora un espacio donde notar la incomodidad del calor excesivo y donde los efectos del cambio climático, que ha dejado completamente seco un lugar antiguamente ocupado por agua, canoas y familias divirtiéndose, son más devastadores que nunca.
Una Violeta de 75 años ya envejecida se disculpará ante los visitantes que ocupan su calurosa casa por no poder ofrecerles ni siquiera un vaso de agua: «Hay que esperar 9 horas para tener acceso al grifo y 5 para poder poner en marcha el aire acondicionado», alerta la anciana.
«Será mejor que os vayáis, este calor me deja muy cansada» serán las palabras que usará Violeta, sentada en una silla, para despedir a los visitantes, quienes, si el objetivo de «The Zone of Hope» cala en ellos, saldrán con «un sentimiento de necesidad de cambio y de la urgencia de actuar».
Esta experiencia sensorial pretende, según Cermerón, «divulgar la necesidad de pasar a la acción, porque cuando nos hablan de 2050 aún lo vemos muy lejos».
Para ello, a pesar del sentimiento de futuro devastador que presenta el recorrido, la exposición acaba con una muestra audiovisual, con los mensajes de personalidades como Barack Obama, el Dalai Lama o Leonardo di Caprio, para transmitir un mensaje de esperanza, y de ahí el nombre de la muestra. «Aún estamos a tiempo de reaccionar», ha asegurado Cermerón.
Una esperanza que requiere del compromiso de los ciudadanos: «Queremos remover la mente del visitante: ¿cuál es tu compromiso?», pregunta el comisario. Y, para que lo haga, el usuario verá la foto que se ha sacado en la entrada en un muro interactivo que le invita a comprometerse con el medio ambiente, con acciones como ir en bicicleta o reducir la cantidad de basura que genera.
Violeta se despide de los visitantes en su casa, cansada pero aún esperanzada de que el «cambio es posible» porque ya no es ella la protagonista de la historia: ahora somos todos nosotros.