Durante el último periodo del «bienio reformista» republicano y a partir del triunfo de la derecha, revestida de republicana en las elecciones de octubre de 1933, pero sobre todo a partir de 1935, se extiende rápidamente por el estamento militar la UME (Unión de Militares españoles).
Ideológicamente la UME era un magma que absorbía todo el espectro ideológico ultraconservador, fascista, monárquico y tradicionalista, al que se adhirieron militares en activo, jubilados y separados voluntariamente del servicio acogiéndose a la Ley Azaña, tampoco faltaron conexiones con la derecha política y económica.
Los servicios de información en el ámbito civil y militar republicano creados por la II República, detectaron el progreso de esta organización clandestina, infiltrada en absolutamente toda la institución militar, y fueron informando de forma metódica -en unos casos- y aleatoria -en los más-, de la labor minadora del prestigio de la institución republicana y de los partidos y líderes políticos de la izquierda, inventándose todo un catecismo de argumentos falsos, según los cuales preparaban en España el desembarco de un régimen comunista soviético y dictatorial.
Perdió algo de fuelle a partir del triunfo de la derecha (octubre de 1933) pensando en que de momento la situación estaba salvada. Pero como pese a estar en la oposición, la izquierda política y sindical iba ganando la calle y presentando batalla en el Parlamento, denunciando el desmontaje de las conquistas sociales alcanzadas en el anterior bienio, la UME adquirió nuevos bríos, y fue tejiendo una malla de complicidades entre muchos mandos subalternos y algunos generales, para propiciar un golpe de Estado de carácter militar, trufado con las ideologías radicales de derechas imperantes, movimiento del cual tuvo información el jefe del Estado Mayor Central, a la sazón el general Francisco Franco, que lógicamente tomó nota pero no hizo nada para desbaratar aquel complot perfectamente organizado, pensando cautamente en que todavía no era el momento, porque podrían empeorar aún más las cosas, para poder justificar la asonada. Para eso estaban ellos.
La UME era un secreto a gritos, y su acción de continuos sabotajes y difamación de los partidos, líderes y organizaciones de la izquierda, así como la difusión del mantra sostenido de que España caminaba hacia «una república comunista Soviética», se fue agudizando hasta que, con el triunfo de la izquierda en las elecciones febrero de 1936, con el Frente Popular en el poder, los miembros de la UME cerraron filas, al producirse los primeros cambios en el mando militar y el desalojo de Franco desde el EMC a la Capitanía Gral. de Canarias.
La izquierda estaba ya en el poder y no había razón para demorar más el golpe de Estado militar, así que cuando el general Mola puso en marcha la maquinaria de la sublevación en junio de 1936, el inmenso aparato afín a los golpistas encuadrado en la UME, se sumó entusiasmado al Movimiento Salvador de la Patria el 17 de julio de 1936.
Por suerte para la República, los servicios de inteligencia republicanos, al iniciarse la sublevación, pudieron echar el guante en Madrid al registro de miembros de la UME, lo que permitió la detención de miles de militares comprometidos, en los acuartelamientos del Ejército, Guardia Civil, Guardia de Asalto, Carabineros y Aviación, de la capital de España.
Muchos de ellos que estaban a la espera de ser juzgados, serían sacados de la cárcel Modelo de Madrid en noviembre de 1936, cuando las tropas de Yagüe habían cruzado el Manzanares y amenazaban con liberarles, siendo fusilados en Paracuellos del Jarama.
Al rebufo de la UME, los pocos mandos subalternos leales al gobierno de Azaña (unos pocos jefes y algunos oficiales), conociendo los planes subversivos de sus compañeros golpistas, crearon en 1935 la UMRA, (Unión de Militares Republicanos Antifascistas), igualmente de carácter clandestino, y que por su más reducida extensión y discreta actuación en un medio hostil, fue pasando por vías indirectas al gobierno, noticia de lo que estaba sucediendo en el seno de las FAS.
En su libro «El gran error de la República» , el historiador Ángel Viñas da cumplida y puntual información sobre la actuación de la UME y de la UMRA.
El Gobierno de la República de Manuel Azaña como presidente y de Casares Quiroga como ministro de la Guerra, subidos en la inopia de su infundada confianza en los mandos militares, no tuvieron en cuenta estos avisos… y luego pasó lo que pasó.
Floren Dimas. Oficial del Ejército del Aire (R). Presidente de ACMYR y miembro de ANEMOI y de la Asociación Memoria Militar Republicana
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