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Fauna especialmente protegida

Fuentes: Rebelión

Los abispos, curos y manjas están más protegidos que el lince ibérico, y mucho más, infinitamente más que los trabajadores. Pos ejemplo: un avispo, un curo o una manja, miembros de una misma especie, frente a un trabajador tienen el grado de protección máxima que puede recibir cualquier ser, téngase en cuenta que es una […]

Los abispos, curos y manjas están más protegidos que el lince ibérico, y mucho más, infinitamente más que los trabajadores. Pos ejemplo: un avispo, un curo o una manja, miembros de una misma especie, frente a un trabajador tienen el grado de protección máxima que puede recibir cualquier ser, téngase en cuenta que es una especie que entre sus características anuncia ella misma la castidad; mientras que el trabajador recibe de las mismas instituciones, estatales y privadas, desplantes, rebajas, malos tratos, violencia continua en forma de contratos de miseria, despidos, impuestos, eliminación de percepciones, persecución, desamparo total, el, ella, y sus hijos.

El gobierno es protector del abispo y sus congéneres, por eso da para su conservación 5.000 millones de euros, multiplique por 166 y lo convertirá en pesetas, y es enemigo del trabajador que expulsado de su medio de vida no encuentra refugio, amparo, ayuda, y sobrevive mal, deambula hambriento y hambrienta en número oficial de un millón, más casi tres millones que atenazados por el subsidio de desempleo solo puede esperar que se le termine.

El abispo solo tiene parangón en la mula, fruto del cruce de especies que da hijos estériles, no reproductivos; más aún, nada más que en ese punto se encuentran puesto que la mula trabaja y produce y el abispo y sus congéneres no trabajan y por tanto no producen, son parásitos de los trabajadores. El abispo y sus congéneres cantan, como la cigarra.

El masculino de cigarra es cigarro, y el cigarro se hace humo cuando cumple su función en la vida. El femenino de abispo no es avispa, ese animal, más aún, es un insecto, solo el término lo dice, es de otra especie, el femenino de abispo, de curo en escalón más bajo de la especie, es chuperiora, o manja en el escalón más bajo, ninguno de ellos se hace humo porque al contrario que la cigarra y el cigarro no tienen más cometido en la vida que el de vivir a costa de nosotros, perdón, si cumplen un cometido: atemorizar a la población general desde la infancia para que no rechiste cuando se quedan con lo que es de todos, eso es chantaje.

Sigamos, la manja, fruto ¡cómo no! de cruces, cruces he dicho, de especies distintas, es un animal no apto para la reproducción, volvemos a lo mismo, aunque la excepción hace a la regla y cada tanto de su ser inútil nace una nueva criatura, que, desgraciada, sabrá del rechazo de la madre y la comunidad manjil.

El abispo, el curo, y la manja, tienen ritos ancestrales y los muestran en sus cuevas o en la calle según las ocasiones con mayor o menor alarde de aparato: se adornan con telas de colores, sacan cirios, cruces, esparcen humos de olor dulzón a lo brujo, gesticulan a lo brujo, y meten miedo al inocente o crédulo que han modelado desde su más tierna infancia emitiendo unos sonidos lastimosos, quejumbrosos, y si advierten que la presencia humana sometida pierde tensión y mira a otros lados, entonces, esto es verídico, esta comprobado históricamente, su ¿cacareo?, no, su … chillido gutural, rugido, atruena amenazante amenazante,… Ya en alguna ocasión se han sumado los abispos y sus recuas a otras especies parásitas, es la fauna especialmente protegida, que se extinguían y de manera aviesa, enloquecida y traidora, atacaron y asesinaron a muchos seres humanos que también nos denominamos trabajadores. Pero no se olvide que siendo como son, unos y otros, antisociales, seres inútiles, tienen la particularidad de ser individuos en los que habita la vileza, no hacen ascos a arrastrarse ante otro más fuerte tal y como decía Swift: «La ambición suele llevar a las personas, léase aquí abispos,…, a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse.»

La selección natural, que diría Darwin, los haría desaparecer, no pueden alimentarse por si mismos, pero lo que es cierto es que ahí están, porque la historia requiere de un empujón para que la desaparición se cumpla. El papanatismo, el monarbanquismo, necesitan un empujón, las especies parásitas especialmente protegidas se llevan todo lo producido en sociedad. ¿Seremos capaces de mirar lo que tenemos y arrimar el hombre con el fin de dar el empujón, y dejar de atender a los cacareos de abispos y demás especies inútiles, que se cruzan con los de sus delegados gubernamentales y así doblan su efecto? 5.000 millones de euros de bellón, para empezar, bien les permite, de vez en cuando, montar un numerito con el fin de que sus delegados gubernamentales parezcan salvarnos la cara. ¿Seremos capaces…? Depende de nosotros.

Abispos, curos, manjas,… ¡hasta cuando!