Poco se habla, cuando se habla de las cloacas del Estado, del exministro del Interior Jorge Fernández Díaz
Jorge Fernández Díaz,ministro del Interior hasta finales de 2016, está desaparecido de la escena pública. Este veterano político franquea el periodo electoral sin apenas dejar rastro, mientras ve cómo sus antiguos subordinados desfilan por los juzgados, arrastrados por una larga lista de casos de corrupción y espionaje político.Los medios de mayor difusión tampoco dan cuenta del «fontanero jefe de las cloacas del Estado«, como le define David Jiménez en el libro que narra su año al frente del diario El Mundo. Sus redes sociales acumulan polvo desde octubre de 2016, coincidiendo con su destitución. Solo Moncloa.com, el misterioso portal que divulga filtraciones del entorno del excomisario Villarejo, da cuenta del ajetreo actual de sus escoltas en Fitero (Navarra), la localidad natal de su padre, a la que acude con frecuencia en busca de discreción y abrigo familiar.
Dos días después de que el PP obtuviera el peor resultado electoral de su historia, el exministro Jorge Fernández Díaz reapareció en Génova con semblante sereno. El primer titular de Interior del gobierno Rajoy llevaba meses sin dejarse ver en los saraos del partido ni por el Congreso, donde acaba de perder su escaño por Barcelona (fue excluido de las listas del PP) y el aforamiento, lo que le sitúa en un escenario judicial incierto. En la Cámara Baja todavía es recordado como uno de los pocos diputados que casi nunca se saltó un pleno.
Desde el PP aseguran -en voz baja, con prisa y por teléfono- que mantiene sus cargos en la Ejecutiva nacional del partido (Casado le nombró secretario de Interior y Libertades). Un popular del Congreso verbaliza lo que, a su parecer, es evidente: Fernández Díaz «mantiene perfil bajo para no dañar la imagen del partido», aunque «sigue trabajando detrás de las bambalinas».»Ahora dedica más tiempo a estar con su familia, en especial con sus dos nietos», señala un conocido periodista que comparte amistad con él desde hace varias décadas.
Fernández Díaz es uno de los ministros que más peticiones de dimisión ha enfrentado -la primera, poco después de jurar el cargo, por ordenar la puesta en libertad condicional del etarra Josu Uribetxeberria Bolinaga por lo avanzado del cáncer que sufría- y uno de los más impopulares de la democracia española, a pesar de que sus homólogos figuran entre los mejor valorados. También es el único ministro del Interior que nunca ha recibido una llamada informando sobre un atentado. De derecha a izquierda, quienes le han tratado -incluido Íñigo Errejón- destacan sus maneras afables y su perfil dialogante. Por el contrario, quienes le han «padecido» le describen como un animal político con nervios de acero y profundas convicciones religiosas. Tras 40 años en primera línea política -empezó con 28 años como delegado de Trabajo gracias a UCD-, todavía cabe preguntarse: ¿quién es realmente Jorge Fernández Díaz?
Cara y cruz
Cataluña es el mejor espejo para contemplar los distintos rostros del exministro, a quien por esos lares se le conocía como El Pato. Corría el año 96. Por primera vez Aznar se encontraba a las puertas de La Moncloa, pero los catalanistas, liderados por Jordi Pujol, tenían la llave de la investidura. La persona que sirvió de correa de transmisión entre el PP nacional y Convergència fue Fernández Díaz, un diputado cercano a las figuras del catalanismo, conocido por su mano dura como gobernador civil de Barcelona, que se saldó con varios independentistas encarcelados a principios de los 80. Sus gestiones dieron fruto. El ya presidente Aznar se lo agradeció concediéndole la primera secretaría de Estado de las tres que acumula en su palmarés. Tendrían que pasar 20 años para que Fernández Díaz se convirtiera en uno de los personajes más detestados por el independentismo catalán.
El día que Rajoy lo nombró ministro del Interior, Fernández Díaz solo atendió un reducido número de llamadas, entre ellas la de su amigo Artur Mas, que no dudó en apoyar la política de recortes y austeridad del PP. Cuando Mas fue investido president, organizó una cena íntima que contó con el titular de Interior entre sus comensales, junto con el matrimonio Pujol y Duran i Lleida. Cuando el procés catalán desatornilló los frenos y se adentró en la incertidumbre, Rajoy autorizó a Fernández Díaz para hacer de correa de transmisión -una vez más- y se reunió en secreto con Pujol, por entonces líder moral del independentismo. En esos días, el ministro mostraba en público una postura conciliadora y contradecía a su propio partido, por ejemplo, al negarse a la recogida de firmas contra el Estatut de Cataluña.
La máscara del ministro cayó y su amistad con los líderes catalanes saltó por los aires cuando Público.es empezó a divulgar sus conspiraciones, grabadas en su despacho oficial, con Daniel de Alfonso Laso, jefe de la oficina Antifraude en Cataluña («esto la Fiscalía te lo afina», le decía el ministro con impaciencia), y otros miembros de la policía patriótica del Ministerio del Interior, liderada por el comisario Villarejo, que supuestamente espiaba a los líderes del independentismo y de Podemos y fabricaba pruebas falsas en su contra. También se supo que el ministerio, bajo las órdenes de Fernández Díaz, filtró los apuntes contables de las cuentas de su amigo Pujol en Andorra. Villarejo, en prisión por el caso Tándem(que incluye cohecho, blanqueo de capitales y delitos de organización criminal, como el supuesto espionaje a Pablo Iglesias) e imputado en una larga lista de casos, asegura que Fernández Díaz -que le concedió cuatro medallas policiales- daba el visto bueno a todo lo que hacía pero, tanto en privado como en sede parlamentaria, el exministro asegura no saber nada. La Fiscalía se plantea citar como imputado al exministro, pero fuentes de la misma creen que no se tomará una decisión al respecto hasta después de las elecciones de finales de mayo.
Fernández Díaz tiene dos rostros dispares. Esa característica le permite, por ejemplo, apoyar las propuestas de Podemos sobre las puertas giratorias estando precisamente en uno de los partidos con más altos cargos reubicados en empresas públicas privatizadas. Intercambia sus caretas con sutileza en función del momento, un arte que ha perfeccionado tras cinco décadas en la arena política: se muestra moderado ante amigos, enemigos y desconocidos, pero actúa y ordena sin rubor creyendo cumplir con su deber supremo: la defensa de España, que está por delante de todo -incluso de los españoles-. En un bar de Baeza, un grupo de guardias civiles se refiere a él como «el Jóker». Sus compañeros de partido le atribuyen la etiqueta de «vieja escuela» y valoran su fama de ser «un tipo que no necesita maquillaje», aunque le reprochan que considere al PP como un feudo particular.
Cosa del pasado
Fernández Díaz también es una metáfora viva del último medio siglo de la historia de España. Sus palabras y hechos hacen honor a aquello de «cambiar todo para que nada cambie». Este ingeniero industrial de formación tomó el exclusivo ascensor del franquismo (su padre fue teniente coronel de caballería), pero un día despertó siendo demócrata y pudo seguir escalando hasta la cúspide de la política española. Al llegar a lo más alto, continuó trabajando en línea con sus valores nacionalcatólicos. Su paso por Interior deja como legado la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza, las devoluciones en caliente en Ceuta y Melilla, o la policía política bajo el mando de Eugenio Pino, creada supuestamente para obstaculizar investigaciones contra el PP y espiar a sus adversarios, principalmente Podemos (Informe PISA), el exalcalde de Barcelona Xavier Trías, el PSOE (creación de la Brigada de Análisis y Revisión de Casos, como las sentencias del 11-M) y el propio tesorero del PP, Luis Bárcenas, en la llamada operación Kitchen, que cuenta con seis imputados condecorados por el propio Fernández Díaz. Los papeles del extesorero dan cuenta de sobresueldos a nombre de un tal ‘J. Fdez’ por valor de 72.237 euros. Tan seguro estaba de su estabilidad política que anunció su candidatura tres semanas antes de las elecciones de 2015, cuando Rajoy todavía no había confirmado quiénes integrarían su equipo.
La trayectoria de Fernández Díaz se desarrolla en un entorno con escasa presencia femenina y va de la mano de un nutrido grupo de medios de comunicación, a pesar de su animadversión a las entrevistas. De las pocas que concedió, pasaron a la historia sus frases polémicas sobre el aborto, la homosexualidad, los refugiados o Dios, así como varias meteduras de pata en la radio que arruinaron operativos policiales contra ETA y objetivos yihadistas. Cuenta David Jiménez que en su primer encuentro con Fernández Díaz, poco antes de las elecciones de 2015, este le pidió apoyo. «No son tiempos para la neutralidad (…). La Razón y ABC no nos preocupan. Ya sabemos que están con nosotros y dirán que todo lo hacemos estupendamente», le explicó el ministro. Jiménez asegura que se negó a someter la independencia del diario y días después publicó los encuentros del ministro en su despacho oficial con Rodrigo Rato, imputado por el caso Bankia. En más de una ocasión, a Fernández Díaz se le ha visto almorzando con el comisario Villarejo, Antonio García Ferreras, director de La Sexta, y Eduardo Inda, director de OK Diario, antaño medio predilecto de las filtraciones de Villarejo. También es conocida su cercanía con Mauricio Casals, presidente deLa Razón y adjunto al presidente de Atresmedia, el grupo que controla La Sexta y Antena 3, entre otros.
En una de las filtraciones más hediondas de las cloacas, Daniel de Alfonso Laso, jefe de la Oficina Antifraude catalana, explica a Fernández Díaz que estaba haciendo lo siguiente: «Intentando convencer ahora al Grupo Planeta para que me haga una investigación, para que no aparezca nadie y no sea nada sospechosa». La citada investigación se refería al intento del Ministerio por divulgar información comprometedora -cierta o no- sobre la familia de Oriol Junqueras (ERC). Planeta controla el 40% de Atresmedia y edita La Razón, cabecera de referencia del exministro. El director de este diario, Francisco Marhuenda, es amigo íntimo del exministro, que le nombró comisario honorífico. Su amistad se remonta a los 80, cuando Vicente Cardellach, suegro de Fernández Díaz y entonces presidente del Colegio de Graduados Sociales de Barcelona, pagó sobresueldos a Marhuenda destapados cuando el posible delito ya había prescrito. En junio, la exmano derecha de Rajoy publicará un libro de memorias editado por Planeta.
Premio al silencio
En el Partido Popular impera una ley no escrita que estipula la obligación de guardar silencio y fidelidad ciega. Es lo que la mafia italiana denomina omertá. Fernández Díaz la respetó a rajatabla incluso en los momentos más difíciles, como cuando trascendió su reunión con el imputado Rodrigo Rato, y el presidente Rajoy y el PP supieron compensarle por ello. Tras un año de complicaciones en su estado de salud y el petardazo de las cloacas del Estado, El Pato dejó el ministerio por la puerta de atrás y pidió ser embajador en el Vaticano, pero el entorno del Papa Francisco dejó ver su rechazo, esgrimiendo su trato hacia los migrantes en Ceuta y Melilla, y alertado por religiosos españoles que temían que apoyara conspiraciones para derrocar al Pontífice, según fuentes de Religión Digital. Entonces Rajoy decidió ponerle al frente de la Comisión de Exteriores del Congreso, pero todos los partidos del hemiciclo -menos el PP y Ciudadanos- se opusieron. Finalmente acabó presidiendo la Comisión de Peticiones, para la que no se requerían votos. Su esposa, Asunción Cárcoba, mantuvo chófer y coche oficial hasta un año después de su salida del Gobierno.
Fernández Díaz también ha practicado la omertáa la inversa, otorgando medallas policiales a un amplio elenco de agentes bajo sus órdenes que ahora están siendo investigados y juzgados por espionaje ilegal, malversación, prevaricación, amenazas, falsedad documental, tortura y otros delitos. La generosidad del exministro trasciende las fronteras patrias, y en 2014 otorgó la máxima condecoración policial a Abdellatif Hammouchi, jefe del servicio secreto marroquí, meses antes del atentado contra Charlie Hebdo, en un momento en que Marruecos se negaba a cooperar con Francia en materia antiterrorista porque la Justicia gala había tratado de detener al jefe de los espías por torturar a ciudadanos franceses. Al exministro, ser católico practicante no le impidió otorgar una medalla a Hamouchi, que acumula varias denuncias por supuestas torturas contra cristianos marroquíes.
Fuente: http://www.lamarea.com/2019/08/15/fernandez-diaz-el-rey-del-subsuelo/