Pensaron convertir la ceremonia de despedida del responsable político de los asesinatos de Vitoria y presidente fundador del Partido neofranquista es un «acto de masas!». Fracaso absoluto. Según diversas informaciones radiofónicas, apenas unas dos mil personas acudieron al acto que se ha celebrado en la mañana del sábado 21 de enero. Aunque hubieran sido cuatro […]
Pensaron convertir la ceremonia de despedida del responsable político de los asesinatos de Vitoria y presidente fundador del Partido neofranquista es un «acto de masas!». Fracaso absoluto. Según diversas informaciones radiofónicas, apenas unas dos mil personas acudieron al acto que se ha celebrado en la mañana del sábado 21 de enero.
Aunque hubieran sido cuatro o cinco mil, nada que ver con sus cálculos y predicciones. Una hermosa y democrática lección de la ciudadanía gallega. Su memoria ha acuñado bien esta moneda de infamia.
El responsable de la Iglesia católica neofranquista pronunció las falsedades e infamias a las que nos tienen acostumbrados. Los mercaderes han ocupado sus templos. La presencia en el acto católico del presidente de gobierno de un Estado no confesional es consistente con su trayectoria política, al igual que la presencia masiva de «autoridades populares», de políticos profesionales próximos al caciquismo rural y urbano. Todo ello era de esperar. Nada nuevo bajo el sol de la Monarquía borbónica heredera del fascismo y de sus fuerzas políticas dirigentes, las mismas que consiguieron que el Parlamento europeo dedicara medio o un minuto de silencio a recordar a un ministro de una dictadura fascista que nunca abandonó su acuerdo con sus orígenes en un golpe militar ni con sus prácticas represivas, asesinas durante largos años. Lo nunca visto. Probablemente veremos cosas peores; ya estamos viendo algunas.
No ha sido éste el éxito de la ceremonia. Se ubica en otro nudo.
No ha asistido a ella ningún representante del BNG ni tampoco, por supuesto, de IU. Sí, en cambio, algunos ediles o cuadros políticos del PSOE, del mismo partido en el que militaron Juan Negrín y Largo Caballero. Una infamia inconmensurable.
Miss Thatcher lo expresó con claridad y brevedad: «¿Mi mejor legado? Mister Blair». Si no ando errado, el firmante de penas de muerte nunca fue preguntado sobre este particular. Si se le hubiera preguntado, no hubiera dudado probablemente: «Que miembros del Partido Socialista Obrero asistieran a mi despedida institucional».