Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Juan Vivanco
Es lamentable oír la radio pública France Culture. Y ese incesante desfile de periodistas del gremio judío que acaparan y manipulan el debate. Entre la monserga cotidiana, teñida de propaganda proisraelí, de Alexandre Adler y los delirios acerca del «antisemitismo» de Alain Finkielkraut [1], como esta misma mañana, dan ganas de echarse a llorar.
Cuando sabemos lo que pasa todas las noches en Palestina, donde el ocupante antiárabe ha detenido a 450 personas de forma arbitraria en menos de dos semanas -por no hablar de los muertos, que ya no sufren-, incluidos mujeres y niños, encerrados en mazmorras (mazmorras que un periodista israelí, el único autorizado a filmar, nos presentó en junio como un paraíso en la cadena Arte); cuando oímos los gritos de las mujeres y los niños bajo las bombas israelíes -bombas de Estado- que siguen cayendo sobre los civiles de Gaza y Yenín sin que nadie se inmute; cuando asistimos a matanzas cada vez más atroces y vemos correr tanta sangre, entran ganas de gritar o desaparecer, para no seguir viendo este mundo tan espantoso, tan terriblemente colonizado por los impostores proisraelíes, con todas sus complicidades.
¿Habrá que esperar a la tumba para no seguir escuchando las mentiras y manipulaciones que nos endilgan estos señores, Adler y Finkielkraut, con la arrogancia que les caracteriza?
Son envenenadores públicos. En el fondo no hay mucha diferencia entre los responsables de una política criminal, como Bush y Pearl, los torturadores de la CIA y los asesinos del Mossad que fomentan atentados para atribuírselos a los musulmanes, y los que emplean su dialéctica para justificar estas políticas.
Les aborrezco porque abusan sin vergüenza de nuestra paciencia y de sus largas horas en antena para contribuir, con argumentos engañosos y sofisticados, a que la opinión pública acepte todo lo que nos horroriza y nos angustia desde 1990: el castigo a los ciudadanos iraquíes, la destrucción de Afganistán, las matanzas, las torturas, Guantánamo, los crímenes cometidos en Gaza y la destrucción del pueblo palestino e iraquí; todo esto lo arropan con su propaganda y su vínculo con Israel.
Hay que ser muy pretencioso para adjudicarse el poder de condenar y excluir a quienes les contradicen pretextando combatir con ello un supuesto «antisemitismo», y usarlo para humillar a los que no son judíos. No hay «antisemitas», como ellos pretenden. El judaísmo es una religión como cualquier otra: no hay pueblo judío ni nación judía, como quieren hacer creer.
Hay personas de confesión musulmana, judía, budista, etc., y todos tienen los mismos derechos. No puede haber una comunidad que se considere superior, ni doble rasero en la lucha contra el racismo, según la comunidad de que se trate.
Somos muchos los que nos hemos cansado ya de todo esto. ¿Cuántas personas más tendrán que sufrir a causa de la arrogancia de estos periodistas que colocan a Israel y la judeidad por encima de todo y, desde hace muchos años, nos humillan y nos mienten descaradamente?
(1) http://www.radiofrance.fr/chaines/france-culture2/emissions/matins/fiche.php?diffusion_id=47159
http://www.radiofrance.fr/chaines/france-culture2/emissions/matins/fiche.php?diffusion_id=47159ss
Silvia Cattori es periodista suiza.
Juan Vivanco es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta página se puede reproducir libremente con fines no comerciales, a condición de respetar su integridad y de mencionar a sus autores y la fuente.