El gobierno de Francia planea destinar unos 150.000 millones de dólares en los próximos 30 años a plantas nucleares, incluyendo el Reactor Termonuclear Experimental Internacional (Iter, por sus siglas en inglés), pese a advertencias de expertos sobre problemas tecnológicos y ambientales. El Iter fue concebido en los años 80 como un proyecto de cooperación para […]
El gobierno de Francia planea destinar unos 150.000 millones de dólares en los próximos 30 años a plantas nucleares, incluyendo el Reactor Termonuclear Experimental Internacional (Iter, por sus siglas en inglés), pese a advertencias de expertos sobre problemas tecnológicos y ambientales. El Iter fue concebido en los años 80 como un proyecto de cooperación para uso civil de la energía nuclear, con participación de China, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón, la Unión Europea (UE) y la Unión Soviética.
Luego Francia ofreció a la UE duplicar su aporte económico al reactor, cuyo costo previsto en los próximos 10 años es 12.000 millones de dólares, a cambio de que se ubicara en Cadarache, al sur del país.
En los últimos 18 meses, China, Rusia y la UE aceptaron esa propuesta, y París convenció al bloque europeo de lanzar el proyecto sin participación de Estados Unidos ni de Japón, que también quería albergar el reactor.
En el marco de la oposición francesa a la invasión de Iraq liderada por Washington, el emplazamiento del Iter se convirtió por completo en una cuestión política.
A fines de noviembre, la Comisión Europea, organismo ejecutivo de la UE, anunció que estaba dispuesta a financiar sola el Iter e instalarlo en Cadarache, y dio a los participantes no europeos plazo hasta fines de este año para decidir si permanecerán en el proyecto.
El Iter busca emular la fusión nuclear de dos isótopos de hidrógeno (el deuterio y el tritio) que ocurre en las estrellas, y producir helio con una generación colosal de electricidad.
El primer ministro francés Jean-Pierre Rafarin dijo en noviembre de 2003 que el proyecto aportaría «la energía del futuro, una fuente inextinguible y sin problemas significativos, gracias a la abundancia del hidrógeno contenido en el agua».
La información científica, sin embargo, contradice al funcionario. El deuterio efectivamente abunda en la naturaleza, pero el tritio, radiactivo, es muy raro e inestable.
Los físicos nucleares franceses Sebastien Balibar, Yves Pomeau y Jacques Treiner escribieron el 25 de octubre en el diario francés Le Monde que un reactor termonuclear presenta tres problemas técnicos de primera magnitud: la producción de los elementos a fusionar, su resistencia a la fusión y el control de la reacción.
Sin embargo, alegaron, el proyecto Iter sólo se interesa por el último, «e ignora los otros dos, cuya solución es, sin embargo, esencial».
Para generar un gigavatio de electricidad, un reactor de fusión nuclear necesitaría quemar 56 kilogramos de tritio, pero el Iter no considera el problema de producir ese isótopo ni el de la basura nuclear que generaría esa producción, insistieron los científicos.
Similares dudas provoca el otro gran proyecto nuclear francés, de modernizar las 57 centrales nucleares del país sustituyéndolas por reactores de agua presurizada (EPR, por las siglas en inglés de Reactor Presurizado Europeo).
A fines de octubre, Electricité de France (EdF), el monopolio estatal francés de la electricidad, anunció que en 2007 comenzará la construcción de un primer EPR en Flamanville, en la costa atlántica al noroeste del país, y que espera ponerlo en funcionamiento en 2012, con un costo de 4.000 millones a 5.000 millones de dólares.
El actual parque nuclear francés será obsoleto en 2020, y sustituir la mitad de las centrales por EPR antes de ese año costaría unos 150.000 millones de dólares.
Francia produce 80 por ciento de su energía en centrales nucleares, y es el segundo país del mundo en dependencia de la energía atómica, sólo después de Ucrania.
Actualmente, las únicas naciones europeas con planes de construir nuevas centrales nucleares son Francia, Finlandia y algunas que integraron el llamado bloque socialista.
Alemania, Bélgica y Suecia están entre los países de Europa que, en cambio, han iniciado un desmantelamiento progresivo de centrales nucleares, y Francia es uno de los pocos ausentes de una campaña cuya meta es que 21 por ciento de la energía producida en cada país de la UE surja de fuentes renovables en 2010.
Esa proporción en Francia es actualmente menos de 15 por ciento, y el país «debería producir ya unos 7.000 megavatios a partir de energía eólica, pero apenas produce 300», señaló a Tierramérica Hélène Gassin, de la filial francesa de Greenpeace.
La construcción del primer EPR «contribuirá a garantizar la independencia energética de Francia, y servirá como vitrina para la exportación de esta tecnología» francesa y alemana, según el presidente de EdF, Pierre Gadonneix.
Pero el director de la asociación antinuclear Sortir du Nucléaire, Stephane Lhomme, dijo a Tierramérica que «no hay prácticamente ningún EPR en funcionamiento en el mundo, y sólo hay tres en construcción», de modo que faltan «garantías objetivas de eficiencia de la tecnología».
Además, las centrales de tipo EPR deberían funcionar 60 años sin interrupción para empezar a dar ganancias, y las autoridades han reconocido que no están concebidas para resistir ataques terroristas o terremotos, sostuvo.
Julio Godoy es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 18 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.