El 8 de julio pasado, a las 20 horas y 20 minutos, un terremoto de magnitud 3 se produjo en la región de Provenza. Para la red sismográfica civil francesa (ReNass), el temblor tuvo su epicentro unos kilómetros al sur de la ciudad de Manosque. Pero, para la red oficial de los organismos relacionados con […]
El 8 de julio pasado, a las 20 horas y 20 minutos, un terremoto de magnitud 3 se produjo en la región de Provenza. Para la red sismográfica civil francesa (ReNass), el temblor tuvo su epicentro unos kilómetros al sur de la ciudad de Manosque. Pero, para la red oficial de los organismos relacionados con la industria nuclear francesa, en realidad ese epicentro estuvo muy al norte de la ciudad. Esa manera de catalogar el epicentro oficial aleja la sacudida del lugar donde, actualmente, se están excavando los cimientos del futuro reactor de fusión termonuclear internacional, el célebre ITER.
Francia, el país que acoge las multimillonarias obras de construcción del ITER, está jugando con las estadísticas de sismología en esta región. Una zona donde la industria nuclear gala intenta salvar, mediante el proyecto que representa el ITER, el histórico centro del Comisariado de la Energía Atómica en Cadarache (CEA Cadarache). Ese CEA Cadarache fue abierto allí, en la confluencia de los departamentos del Vaucluse, Alpes de Alta Provenza, Var y Bocas del Ródano, en 1959, en plena era del optimismo atómico, cuando no se planteó el problema de que se concentren allí al menos cuatro fallas sísmicas, dos de ellas activas y consideradas de riesgo elevado.
La red de sismografía LDG, del Comisariado de la Enegía Atómica y del Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear, fijó el epicentro del temblor del 8 de julio pasado unos kilómetros al norte de Manosque. Por el contrario, las redes civiles del ReNass y del Buró Central de Sismología Francés (BCSF) lo colocaron al sur, realmente cerca de las obras del ITER y del inmenso laboratorio del CEA Cadarache, que alberga otros reactores experimentales ya en funcionamiento o en construcción.
Esa no es la única contradicción aún no aclarada sobre el problema sísmico de la región. Hay otra duda. Para las obras del ITER, así como para el conjunto de instalaciones del CEA Cadarache, las autoridades oficiales en materia nuclear fijaron, en 2001, el llamado aleas sismique, concepto oficial francés equiparable a riesgo sísmico, que fija un nivel de resistencia al que deben responder los edificios nucleares que se construyan en la zona.
Para fijar ese concepto, se basaron en los datos de sismología proporcionados por las propias instituciones del CEA, ignorando los datos de otras redes sismográficas. En especial, ignoran el informe de junio de 2006, elaborado por la principal autoridad geológica francesa, el Buró de Investigaciones Geológicas y Mineras (BRGM). Ese informe, titulado Identificación y jerarquización de fallas activas de la región Provenza Alpes Costa Azul, señala que, sin contar el de julio de 2010, al menos otros tres terremotos se produjeron entre 1980 y 2004 con epicentros a menos de diez kilómetros al norte o al sur del CEA Cadarache y de las obras del ITER.
Las autoridades nucleares francesas, hasta ahora, no han considerado necesario tener en cuenta esa actividad sísmica para fijar el nivel oficial de aleas sismique en la región. Este sigue tomando como referencias los terremotos del siglo XVIII y uno de 1909 en la región.
Más controles
A consecuencia de la catástrofe de la central japonesa de Fukushima, la Autoridad de Seguridad Nuclear francesa (ASN) parece haber tomado la delantera en cuanto a exigencias. Pese a que el 12 de mayo pasado las autoridades europeas fracasaron a la hora de ponerse de acuerdo en cuanto a armonización de normas para las pruebas de resistencia de las instalaciones nucleares, la ASN ha empezado a cursar instrucciones para esos controles suplementarios.
ITER Organization, pese a ser una entidad multinacional, se encuentra en suelo francés y sometida, por lo tanto, a las exigencias de la ASN. Estas cayeron la semana pasada bajo la forma de una carta de la autoridad. En ella, los gendarmes de la industria nuclear, que siguen sin haber puesto el sello de visto bueno a los proyectos de obras para la construcción del reactor internacional de fusión, ordenan toda una serie de operaciones.
En el artículo 2 de la orden, del 5 de mayo pasado, los expertos de la ASN ordenan a ITER Organization que proceda a una «evaluación complementaria de la seguridad de la instalación nuclear de base en función del accidente ocurrido en la central nuclear de Fukushima». Además, reclama a ITER que decida una nueva metodología de estudio del riesgo sísmico antes del 15 de enero de 2012, y que entregue el nuevo informe de riesgo antes de septiembre de 2012. Ese informe deberá tener en cuenta «los datos disponibles, y apoyarse sobre estudios de seguridad existentes y evaluaciones de ingenieros». La ASN no descarta que puedan ser necesarios más estudios tras ese primero que debería concluir en septiembre de 2012.
Según indicó a este diario Laurent Patisson, responsable de construcciones nucleares del ITER, hasta ahora todo el proyecto antisísmico del edificio del futuro tokamak el corazón del ITER «se ha basado en la definición del riesgo sísmico que quedó fijado en 2001». En función de ese dato, los constructores han previsto una primera base de hormigón enterrada, sobre la cual se elevarán unos pilares de cemento coronados por unos cojinetes de polímero.
Sobre esos postes, bautizados «ejército durmiente antisísmico», reposaría el tokamak, donde un plasma calentado a entre 100 y 200 millones de grados debe permitir la fusión de átomos de deuterio y de tritio, para generar energía. El responsable del ensamblaje del tokamak del ITER, Ken Blackler, indicó a este diario que ninguna de las dos cámaras de vacío de este horno pararán la radiación que allí se generará, sino que lo hará el recinto de hormigón previsto, de entre uno y dos metros de espesor.
Laurent Patisson, responsable del «ejército durmiente antisísmico», indicó a este diario que «todos los expertos querrían introducir las últimas modificaciones, las últimas tecnologías, las últimas innovaciones, pero eso no siempre es posible porque modificar un punto implica luego modificaciones en cascada en el conjunto del proyecto. En algún momento hay que decir stop y fijar el proyecto definitivamente», aclara el experto.
Con la nueva revisión, ordenada tras Fukushima, los expertos tendrán que optar por la alternativa: o introducir en sus bases de datos sobre riesgo sísmico todo lo que hasta ahora habían preferido ignorar, con la consecuencia de hacer aún más caro y más retrasado un proyecto que ya está en serios aprietos; o bien seguir aplicando la política del avestruz adoptada en algunas ocasiones por la industria nuclear gala.
El anterior programa de evaluación sísmica en curso en el CEA Cadarache había adoptado el nombre de Kashima. Ese nombre era tanto unas siglas como un guiño: Kashima es el nombre del dios tradicional japonés que se ocupa de vigilar a su enemigo Namazu, monstruo submarino cuyos coletazos causan los seísmos en el archipiélago del Sol Naciente.
La lucha por un presupuesto menguante
Unos 15 eurodiputados iniciaron el lunes una controvertida misión de evaluación en el ITER. Tras la decisión de la Cámara en otoño pasado de no aprobar un aumento de los créditos al programa, y la réplica de la Comisión -consistente en destinar al ITER fondos inicialmente previstos para otros fines-, los parlamentarios pretenden estudiar el caso ahora de cerca. Quieren comprender por qué se ha pasado a un coste de unos 16.000 millones de euros cuando inicialmente lo previsto para el ITER eran unos 5.000 millones. Varios municipios en torno al ITER están muy apegados al ideal ecologista y rechazan, como explica el concejal anti-ITER Hervé Guerrera, que «más dinero vaya destinado al sector nuclear, vampirizando así la investigación en energías alternativas». Ayer se concentraron manifestantes ecologistas a las puertas del ITER.
Sólo para cerrar el apartado europeo del ITER para 2012-2013 hacen falta 1.300 millones de euros.
La eurodiputada verde Michèle Rivasi estima que ha llegado el momento de decidir si se abandona o se retrasa el proyecto, «dado que los problemas de dinero y los problemas tecnológicos» aún no controlados complican todavía más un calendario que ya se alargaba hasta 2080 o 2100, fecha prevista de la primera producción del primer kilowatio originado por la fusión termonuclear.
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