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Dos años después (XVII)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

  Para Joaquim Sempere, que siempre supo ver su enorme grandeza Nos hemos ido un poco del tema. Un poco más si me lo permiten. Algunos pasajes de la conferencia de Sacristán dictada en Valencia en 1969. Dicen mucho de su concepción de la filosofía, de la ciencia y del compromiso. Transitando por la misma […]


 

Para Joaquim Sempere, que siempre supo ver su enorme grandeza

Nos hemos ido un poco del tema. Un poco más si me lo permiten. Algunos pasajes de la conferencia de Sacristán dictada en Valencia en 1969. Dicen mucho de su concepción de la filosofía, de la ciencia y del compromiso. Transitando por la misma senda que su amigo y compañero FFB.

Una selección de sus posiciones, una antología mínima, un filosofar praxeológico desde abajo:

1.»[…] El tema en cuestión puede ser también un poco desagradable, en el sentido de restringir al título de «Actitudes ideológicas ante la ciencia». Habría que añadirle delante, para fijar más fielmente el tema, algún adjetivo que lo delimitara: «Algunas actitudes ideológicas ante la ciencia», no todas, y aquellas por las cuales voy a interesarles me preocupan a mí particularmente y no es seguro que les interesen a todos ustedes: se trata de actitudes manifiestas ante el tema de la ciencia en grupos intelectuales, incluyendo entre ellos a los estudiantes, de lo que podríamos llamar corrientes progresistas, inconformistas, rebeldes o hasta socialistas y revolucionarias en casi todo el mundo. No sé hasta qué punto este tema puede ser vivo hoy en la Universidad de Valencia. De todos modos, me parece honrado y obligado cargar con el riesgo de aburrirles, en el supuesto de que el tema hoy no tenga actualidad en Valencia, aunque, si no me equivoco, es de todos modos un problema que sí que va a tener vigencia en cualquier Universidad. Donde la tiene ya, no sólo entre intelectuales, sino también entre estudiantes, es en el movimiento universitario americano, alemán, francés e italiano y también, por ejemplo, en Barcelona. Se trata de una serie de actitudes y de maneras de entender la actividad científica y su relación con la práctica, que importan mucho para todos aquellos que, teniendo intereses científicos, los tienen también de tipo social en general.»

¿Hay grandes diferencias con la situación actual?

2. «En la descripción que brevemente he hecho del tipo de hombres en el que se presentan estas actitudes y hoy vamos a comentar, he usado los calificativos de «rebelde’, «inconformista», «progresista», hasta «socialista», pero eso no quiere decir que esta crisis de conceptos que vamos a examinar no se produzca también en países socialistas, del mismo modo que también en países socialistas se han producido, como ustedes saben, en los últimos años, movimientos estudiantiles de cierta importancia. Lo que yo ya no sé es hasta qué punto esta incipiente crisis en la idea de las relaciones entre trabajo científico, conocimiento científico y actividad práctica social, progresista y revolucionaria, llega también a sectores que no sean estrictamente universitarios e intelectuales. Esto sería de mucho interés, pero, desgraciadamente, no tengo mucho conocimiento al respecto. Tradicionalmente, el obrero de la Europa Occidental, estaba acostumbrado a pensar que lucha política y espíritu científico iban juntos y, tradicionalmente también -por ejemplo, en la tradición socialista, socialdemócrata o leninista, que es la más numerosa en la Europa Occidental-, en esas tres ramas, la idea era que el pensamiento político obrero era una alianza del movimiento de la clase con la ciencia, según la célebre fórmula de un poeta amigo de Marx, de Heine: la asociación, decía Heine para describir el trabajo de Marx, del movimiento obrero con la ciencia. En cambio, en estas tres líneas que ahora paso a examinar, lo que se observa es la pérdida de ese buen encaje clásico, tradicional en el movimiento revolucionario, entre espíritu científico o actividad científica, y práctica, práctica social, práctica humana en general.»

Hay pasajes inolvidables sobre este nudo en el editorial del primero número de la revista mientras tanto (se editó unos diez años después de la conferencia).

En unos casos se trataba propiamente del olvido de la naturaleza filosófica de la ciencia, «de la trascendencia filosófica de la ciencia, de la importancia que el conocimiento científico tiene para niveles filosóficos de la vida, para la conducta, para la estimación de los objetivos de cada individuo».

A veces iba junto con un claro desprecio, con una condena incluso «de la civilización científica o de la técnica, pero esto, repito, en grupos o en líneas de pensamiento que quieren ser revolucionarias, socialistas o anarquizantes, en cualquier caso, anticapitalistas.»

3. «Si no me equivoco, la sesión que tenían ustedes ayer aquí con Castilla [del Pino], más o menos giró en tomo a este tema, es decir, [en torno] a la relación entre conocimiento científico y conciencia revolucionaria… Lo que hoy vamos a hacer es, por tanto, sin que yo supiera antes que iba a tratarlo Castilla, preguntarnos hoy por qué algunos grupos de cierta importancia, sobre todo, en intelectuales americanos y de Europa Occidental que quieren ser revolucionarios, se presenta en cambio una conciencia anticientífica, o, por lo menos, falsamente científica. Primero hagamos una descripción de esas corrientes. Por un lado, se trata de eso que les decía como desconocimiento del aspecto filosófico del conocimiento científico, de su trascendencia, con desprecio de la investigación científica. Esto, por empezar documentándolo con personajes de importancia, se puede, por ejemplo, apreciar muy bien en un teórico muy influyente en el movimiento intelectual y estudiantil de Norteamérica y de algunos países europeos, en Marcuse, del que habló también ayer bastante Castilla, y habló con más inequívoca adhesión de lo que voy a hacerlo yo. Por ejemplo, en El hombre unidimensional de Marcuse, se encuentra un párrafo como el siguiente, que es, en mi opinión, una buena muestra, a un nivel cultural alto, de desconocimiento de la importancia de la ciencia, del conocimiento científico y de la actitud científica, para el pensamiento en general.

«El conocimiento científico tiene un carácter íntimamente instrumental, parece haber una relación muy estrecha entre el pensamiento científico natural y su aplicación, entre el universo del discurso científico natural y el lenguaje y el comportamiento cotidiano, una relación en la cual ambos se mueven bajo la misma lógica irracionalidad del dominio».

Pensamiento científico, en la forma de método científico, estaba aquí caracterizado, señalaba Sacristán, «como algo íntimamente instrumental y, además, determinado por una lógica irracionalidad, sí, pero que manifiestamente no están descritas como lógica irracionalidad de búsqueda de la verdad». Incluso como lógica irracionalidad de búsqueda del dominio.

Era evidente que el carácter instrumental o instrumentalizable, y el carácter de búsqueda del dominio que tiene la ciencia moderna, e incluso en algunos aspectos la ciencia clásica, antigua -los primeros conatos de mecánica entre los griegos- eran un objetivo importante de la ciencia moderna y de la ciencia en general. Lo que ya no era tan claro era, en cambio, una conceptualización unilateral de la ciencia: «la reducción de toda actividad científica a carácter instrumental y a búsqueda de dominio».

«Sin que vaya a hacer un recorrido histórico, la historia de la ciencia más bien enseña que reducir la ciencia a instrumentalidad y a búsqueda de dominio puede resultar a la larga, paradójicamente, incluso peligroso para la misma búsqueda de dominio. Quiero decir que una ciencia o un trabajo científico unilateralmente orientado a los aspectos tecnológicos, podría acarrear muy fácilmente, al cabo de pocos años, una esterilidad tecnológica en la misma».

Un ejemplo de ello: «el desarrollo de la ciencia en el Renacimiento en donde las técnicas pudieron seguir adelante sin necesidad de innovación teórica, produciendo, por ejemplo, excelentes joyeros y excelentes pulidores de metal, pero con paralización de la técnica en lo que tiene de descubrimiento de problemas tecnológicos, es decir, en reconstrucción del mundo, por así decirlo. La técnica en cuanto mera operación de detalle, pulimentación o cálculo, sí puede ir adelante sin espíritu teórico, pero, en cambio, la ciencia, incluso la misma técnica como reconstructora del ambiente humano, difícilmente puede vivir mucho tiempo sin inspiración teórica, desinteresada -«desinteresada’ entre comillas-, cuando no se propone directamente la aplicación tecnológica, sino ideales que, en forma un poco clásica, se pueden llamar «búsqueda de la verdad»

No quería extenderse en eso: el texto de Marcuse lo daba sólo como documentación de la aparición en gentes que ideológicamente se podían considerar revolucionarias, de una nueva relación muy deteriorada con la ciencia, «en este caso por pérdida de vista del valor del conocimiento filosófico, de inspiradora, que puede tener la actividad cognoscitiva científica para la reducción de esta actividad a la mera tecnología.»

Era muy curioso que en esto, el autor de El marxismo soviético, un filósofo que él mismo tradujo, un pensador muy espontáneo que decía todo lo que pensaba, se contradijera «agradablemente»‘ No le achacaba esta contradicción como reproche, antes al contrario:

«[…] lo señalo como elogio, porque, en otro libro, por ejemplo, en El final de la utopía, arranca con la tesis de que la ciencia es capaz de cambiar las perspectivas de vida, no sólo tecnológicamente sino también críticamente. En realidad, si les cito este texto de Marcuse no lo hago para catalogarlo como hombre cuya idea de la ciencia sea puramente tecnológica e instrumental, porque también se podrían aducir otros textos suyos contradictorios, lo hago sólo para documentar, en un pensador de importancia y, sobre todo, de mucha influencia, la presencia de esa tendencia a renunciar al valor filosófico de la ciencia y, por tanto, también a su valor revolucionario, de inspirador de la conciencia.»

4. Era muy curioso que en el mismo libro, El hombre unidimensional, Marcuse llegara a usar una expresión de un filósofo que políticamente había estado en sus antípodas: Heidegger, el que había sido discípulo.

«Heidegger, que es un filósofo de mucha importancia, políticamente ha sido siempre un hombre sumamente reaccionario… fue rector de la Universidad bajo Hitler, en Alemania, y además convocó a los estudiantes a votar por Hitler. Pero, con una disparidad política tan grande como la que puede haber entre él y Marcuse, que era, en cambio, un exiliado de Alemania (precisamente en el momento en que Heidegger llegaba al rectorado, Marcuse tenía que huir), no sólo se puede encontrar una actitud paralela en el desprecio de la conciencia científica y su reducción a pura instrumentalidad, sino que Marcuse llega en El hombre unidimensional a citar a Heidegger, a citar un texto de Heidegger en el que se dice que la conciencia científica es pura hybris, que decían los griegos, soberbia, en la tradición cristiana. Soberbia, sí, función del conocimiento científico.»

De ahí se desprendía, como era natural, dentro de grupos de tendencia socialista o anticapitalista en general, la vuelta a una idea de socialismo, de revolución o de progreso social en general previa al marxismo. Era muy visible en un texto que había recogido también de Marcuse. En El final de la utopía, en la página 12, decía Marcuse:

«Hemos de concebir al menos la idea de un camino al socialismo desde la ciencia hasta la utopía, y no, como aún creyó Engels, desde la utopía hasta la ciencia».

El texto, montado sobre el desprecio o la condena de la conciencia científica, proponía «un socialismo premarxiano, desligado de consideraciones científicas, un socialismo -para decirlo con otras palabras- moral, hecho a golpes de voluntad, sea lo que sea lo que la ciencia enseña acerca de la sociedad o acerca de la naturaleza.»

Matiz de Sacristán: «Observen, para no ser injustos con un pensador de tanta importancia, que las formulaciones, de todos modos, cambian. Dice «Hemos de concebir al menos«; no propone abiertamente que se formule la idea de un socialismo acientífico. Pero, de todos modos, hay una posibilidad, que él abre.»

Todo el mundo sabía que esa interpretación puramente instrumental de la ciencia se encontraba también en otros ideólogos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes