Para Francesc Vicens, que un día me habló conmovido y con rabia de las torturas a las que fue sometido su compañero Joan Keyer Sabaté en la Jefatura Superior de Policía de Barcelona. [las revoluciones obreras] practican consistentemente la autocrítica y ven interrumpido su curso repetidamente. Regresan a lo que aparentemente ya se ha […]
[las revoluciones obreras] practican consistentemente la autocrítica y ven interrumpido su curso repetidamente. Regresan a lo que aparentemente ya se ha logrado a fin de comenzar de nuevo con la tarea: con meticulosidad implacable se burlan de los aspectos inadecuados, débiles e infelices de sus primeros intentos; parecen derribar por tierra a su oponente solo para verlo sacar fuerzas del suelo y volverse a alzar ante ellas, más colosal que nunca: se amilanan una y otra vez ante la inmensidad de sus propios objetivos, hasta que se crea una situación en la que toda retirada resulta imposible y las condiciones mismas claman: ¡hic Rodhus, hic salta! ¡Aquí está Rodas, salta aquí!
Karl Marx (1852)
El hombre no es nada que no sea la conciencia que tiene de sí mismo, se fabrica a sí mismo. Si no sabes de qué estás compuesto y de qué se compone lo que usas o lo que transformas con tu trabajo, no eres nada. Mulo de carga. El conocimiento convierte el trabajo en razonable, y a ti en un hombre que piensa, hombre es sólo el que piensa. Para millones de personas el trabajo es la única actividad que los desasna y civiliza. Para otros una forma de embrutecerse a cambio de pesebre o de dinero. Hoy la gente empieza a vivir mejor -aunque esta guerra seguramente nos devuelva a la miseria-, ya lo sé, nosotros mismos tenemos más comodidades, pero seguramente somos menos personas, los generales que se han sublevado tienen en sus casas muebles de palo de rosa y de nogal, pero son unos mulos, desconocen el valor del trabajo, piensan que un trabajador es una mera herramienta a su servicio, sin capacidad para pensar por su cuenta ni libertad para decidir, no saben lo que vale lo que usan, sólo saben lo que cuesta, el dinero que han pagado. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Yo afirmo con la cabeza.
Rafael Chirbes (2013)
Solo cuando se asume que el capitalismo no es ni globalmente irresistible (y que es, por tanto, localizado) ni el único horizonte histórico imaginable (y que, por tanto, implica nuestro consentimiento) puedan apreciarse de manera adecuada la profundidad, las complejidades y las posibilidades de los desarrollos nacionales a partir de la construcción de una «nueva nación» poscolonial o socialista. Sin embargo, las alternativas -especialmente una alternativa al universo capitalista socialmente deseable, factible y democrática- parecen muy difíciles de alcanzar bajo el imperio de una ideología de superioridad e inevitabilidad del capitalismo que cada vez penetra más en todo el planeta. Ello es cierto a pesar de las calamidades históricas del capitalismo y de sus aventuras y destrucciones en curso, tanto en el Norte como en el Sur…
Lin Chun (2013)
Rafael Chirbes leyó a Marx. Al lector de Cervantes y de Goethe, no hay riesgo en la conjetura, le hubiera interesado la literatura del primero. En la orilla, por ejemplo. Los dos textos seleccionados tienen que ver directamente con el que puede y debe ser «nuestro 26J», uno de nuestros días. Ambos autores, ambas reflexiones, abonan la justa rabia, la lucha que piensa con su propia cabeza, la indignación, la necesaria memoria a lo lejos (y a lo ancho) y el esperancismo (Guillevic) no cegado, prudente y precavido. El texto de Lin Chun es una excusa para recomendar la lectura del que creo su último libro: China y el capitalismo global. Reflexiones sobre marxismo, historia y política, Barcelona El Viejo Topo, 2016, traducción Esther Pérez.
También ha sido elegido para recordar-comentar el clamoroso silencio durante la campaña de temas de gran importancia: la UEES (Unión Europea de Explotadores Salvajes) no idealizada; el euro como régimen carcelario para los pueblos y países del Sur; la viabilidad -no hablo de sueños- de una Europa unida, democrática y solidaria no esclavizada por el neoliberalismo; el cambio climático acelerado; las alocadas apuestas atómicas militares; la energía e industria nuclear y sus residuos; la contaminación (química, sonora, estética) que mata prematuramente y genera mal vivir; la subordinación servil al Imperio y a sus estrategias de acoso y derribo; las enormes y abyectas desigualdades sociales jamás alcanzadas hasta el momento; la prioridad de la justicia social sobre la eficacia (y no a la inversa o equiparadas); la opción republicana democrática; el desgarro que representa para millones de trabajadores, sobre todo trabajadoras, los trabajos realmente existentes y despóticamente ordenados y organizados; el infierno de la economía sumergida para millones de trabajadores en paro estructural impuesto; los asesinatos de mujeres por violencia machista; las migraciones y la total cosificación de los seres humanos; los recortes-hachazos contra los sectores más desfavorecidos y vulnerables, etc. También la necesidad de honradez argumentativa cuando se interviene en el ágora pública. Admitámoslo: algunos discursos de candidatos de la izquierda, algunas definiciones (o indefiniciones) ideológicas, podían haber sido mucho mejores. Sin tanto ruido y con más estudio.
Precavido decía antes. Con ilusiones ciertamente… ¡pero no con ilusiones entregadas como nos ha pasado en otras ocasiones! Realismo esperanzando y crítico. Como principio de precaución que debe regir en nuestra situación: nuestro voto (más esfuerzo y convicción para conseguir algunos más, el cartero y las oportunidades no llaman tres veces a la puerta), pero también y principalmente organización, formación, discusión, compromiso, prácticas políticas limpias, unidad y claridad, ninguna confianza ciega en ningún líder por bien que pueda expresar nuestras posiciones y sentimientos, lucha tenaz, convicciones, crítica de la crítica,… Recordemos la hermosa noción de libertad republicana defendida en el Manifiesto sin olvidar esta otra, no siempre recordada, de los Manuscritos: «El trabajador se convierte en una mercancía cada vez más barata a medida que crea más mercancías . La devaluación del mundo de los hombres es directamente proporcional al valor creciente del mundo de las cosas» [1]. Ni empezamos el 26J ni finalizamos ese día… aunque sin duda haya mucho en juego en este 26J.
Dejo reposar una semana el caso Fernández Díaz Opus Dei (que, por ahora, sólo beneficia a CiU, a ERC, a la causa secesionista… y tal vez, de rebote, al PP). Una recomendación sobre el tema-monotema: si tienen ocasión no dejen de ver el «debate» entre Josep Borrell y Oriol Junqueras, vicepresidente económico del gobierno del Generalitat, el pasado martes en el programa de Josep Cuní en 8TV (de 10 a 11 de la noche). Busquen ayuda, vale la pena, si tienen problemas con el catalán hablado. Sin olvidar el europeísmo acrítico de Borrell y algunas afirmaciones poco matizadas sobre los argumentos de los partidarios del Brexit (colocó a todos ellos en el mismo saco), para todos nosotros, para toda la ciudadanía, especialmente para los enseñantes o interesados en la lógica, la filosofía, la teoría de la argumentación, la economía o el pensamiento crítico, es necesario escuchar con la mayor atención posible a don Oriol Junqueras. Sumando todas sus intervenciones (pesadas como el plomo pesado, cansinas como lo más cansino) tal vez sumen unos 20 minutos. Analizándolas con atención media, todas las falacias que se suelen explicar en cualquier aproximación al tema están ahí reunidas (además, en algunos casos, acompañadas de la peor intención). Que según resultados del propio programa, el 55% de los televidentes pensara que fue don Oriol el vencedor del debate, merece ser incorporado inmediatamente y con urgencia a la historia universal del disparate o de los datos sesgados por los medios. Si alguien tiene alguna duda del verdadero «peso argumentativo» del secesionismo catalán, aquí tiene un buen material.
El asunto de hoy: una historia de calabozos fascistas, torturas y poemas arañados en paredes. Tal vez piensen que no tiene nada que ver con nuestro asunto; juzguemos al final. Hablo de entrada (pero no de salida) de asuntos de filosofía y política de la ciencia. Paciencia por favor. ¿El narrador? Alguien que una vez comentó, conmovido, que Antonio Gramsci -recordemos el «Amor y revolución» de su amigo y compañero Francisco Fernández Buey- era alguien digno de amor.
Para situarnos: Facultad de Económicas -entonces aún no de Economía y Empresa- de la Universidad de Barcelona; curso 1981-82; asignatura de 5º curso, «Metodología de las Ciencias sociales». Profesor (no era aún titular, no había sido nombrado catedrático extraordinario, lo sería en 1984, un año antes de su fallecimiento): Manuel Sacristán, el filósofo que eligió, en un aleccionador y más que significativo toque de modestia (¡qué cunda y se extienda el ejemplo!, ¡que nazcan mil flores similares!) para la publicación de una parte de su obra, el título de «Panfletos y Materiales».
El largo paréntesis que había explicado (y que yo no explico), señaló Sacristán, había sido para no robustecer la imagen bastante falsa que se solía dar de Francis Bacon, «igual por sus admiradores que por sus detractores». Si uno cogía un texto de la contracultura norteamericana de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, Bacon aparecía como un verdadero monstruo «que simplemente ha propuesto la «brutalización» de la Naturaleza y del ser humano por la técnica», mientras que si se elegía textos de entusiastas, Adrian Berry por ejemplo, un físico-filósofo alocado que proponía el desarrollismo desaforado y la conquista de la galaxia o, «en los momentos más ingenuos, que son muchos en su carrera, Ramón Tamames», el mismo Bacon aparecía como una persona enjuiciada muy positivamente pero también de modo simplista «como si no hubiera tenido él mismo, como en efecto tuvo, sus reservas respecto del mensaje que ofrecía».
En lo que Bacon llevaba sin ninguna duda razón, había sido en la anticipación de hecho. Fácticamente, nos gustara o no, la ciencia se había desarrollado en el sentido de una compenetración creciente con las técnicas. Mientras que un técnico de los siglos XIII o XIV, aunque hubiese tenido un grandísimo talento para su tarea, era o podía ser un ignorante respecto de la cultura científica de su época, y muy probablemente en algunos casos podía no saber leer ni escribir, era, en cambio, inimaginable un técnico o tecnólogo de punta en nuestra época con estas características. De tal modo que el desarrollo había sido como había señalado Bacon, prescindiendo de juicios de valor.
Ahora bien, dado que en la segunda mitad del siglo XX, particularmente después de la fabricación y la explosión de las dos bombas nucleares en Japón; después de las investigaciones de fisiólogos del cerebro, «entre los cuales tenemos un conciudadano tan meritorio como temible, el doctor Rodríguez Delgado», que era entonces uno de los más destacados especialistas en los procedimientos, teoría y posibilidades de control físico (externo) del cerebro; más algunos desarrollos «muy puramente tecnológicos, por ejemplo, en la informática», que estaban suscitando ya entonces ciertos temores acerca de la posibilidad que van adquiriendo los poderes, políticos o económicos, de controlar fuertemente a la ciudadanía de cada país; más, por último, añadía, los desarrollos en el campo de la genética molecular a raíz de los trabajos de Watson y Crick, «sobre todo los del Premio Nobel por el descubrimiento de la estructura de la molécula del ADN, que ha podido dar lugar a una tecnología, a una biotécnica, por así decirlo, con una media docena larga de empresas fuertes que tienen ya patentados descubrimientos, inventos, hasta entonces relativos generalmente, a la agronomía y, en algunos casos, pocos, a la sanidad», toda esa acumulación había sido percibida por una parte considerable de las poblaciones informadas por lo menos con sentimientos ambiguos. Era más que razonable esa actitud.
Cojamos por ejemplo, señalaba el autor de El orden y el tiempo , el caso de la ingeniería genética, «de la técnica directamente basada en la genética teórica que permite intervenir en el equipo genético de ciertos seres», h asta ahora y señaladamente «en el equipo genético de uno de los grandes mártires de la biología», la mosca drosófila, la mosca de la fruta. No cabía duda de que e ra razonable pensar que e ra una vía de acceso, posiblemente importante, a enfermedades degenerativas. A l cáncer, por ejemplo. No hacía falta ejemplificar mucho cuáles eran los peligros potenciales de semejante técnica. Los l ectores de El mundo feliz de Huxley, por ejemplo, era conscientes de los peligros de la situación.
Tampoco era necesario comentar con detalle otros ejemplos que ya entonces eran mucho más visibles. «Toda la física nuclear, al mismo tiempo que, por una parte, significa en estos momentos el que los riesgos de guerra alcancen dimensiones apocalípticas, por otra parte es algo que se está usando constantemente en numerosas clínicas para explorar defectos circulatorios de las personas. Tuvo riesgos, no porque no tenga riesgos, tiene un riesgo altísimo, pero de todas maneras parece menos que el riesgo de no hacer nada». Todo ello determina ba desde aproximadamente los años cuarenta del siglo XX, y luego ya muy acusadamente en los años cincuenta y sesenta, una reacción de una parte considerable de las poblaciones -no desinformadas- de algunos países «en sentido anticientífico, anticientificista, de un modo u otro, y vale la pena observar que esto suele ocurrir en dos planos a la vez», cultural-social y epistemológico. Él, hasta ese momento, al exponer brevemente las bases de la reacción anticientificista, había hablado sólo «en un plano, he hablado en el plano de la práctica, no he dicho nada sobre el valor epistemológico, es decir, el valor de conocimiento, ni de la genética, ni de la física, ni de ninguna otra cosa».
Por otra parte, proseguía y ya vamos llegando a nuestro asunto, los casos puros de aceptación entusiasta de la ciencia porque se supone que la calidad epistemológica implica la calidad práctica, porque se supone, también con frase bíblica, que «la verdad os hará libres», que de la corrección teórica iba a salir por fuerza e inexorablemente la libertad, la corrección práctica, «que se puede decir con palabras bíblicas o con palabras de filósofos de la ciencia progresistas, o bien, a la inversa, porque se suponga que de la maldad de consecuencias prácticas se puede inferir la falsedad teórica, la falsedad epistemológica», casos puros de esta naturaleza no ha bía habido muchos. Él quería comentar dos casos que consideraba muy notables, uno de ellos muy conocido. Me refiero ahora a este último.
El ejemplo más conocido de anticientificismo, de romanticismo, de regresismo en materia científica si quer ía mos llamarlo así, era el del Frankenstein de Mary Shelley. Era, además, «una de las primeras manifestaciones de este sentimiento de rechazo, incluso epistemológico de la ciencia, en función de temidas consecuencias prácticas». Suponía que nosotros, los asistentes, habíamos leído la novela o habíamos visto alguna de las varias películas que se habían hecho sobre la novela. «Todo el mundo sabe de qué trata Frankenstein . La novela cuenta la historia de un médico y fisiólogo… ¿perdón? Sí, sí, la novela de Mary Shelley, Frankenstein. Las películas no son más que versiones de la novela. Pocas veces a la altura de la novela, por lo menos las versiones que yo conozco. No sé si alguien conoce algún Frankenstein mejor». La novela estaba escrita en 1818. Es decir, la reacción de temor ante la ciencia moderna, ante la tecnociencia contemporánea, había empezado bastante pronto, «como se puede apreciar: 1818 es una fecha relativamente temprana».
La complejidad del cuadro cultural, intelectual, filosófico, en que se enmarcaba esa reacción, señaló el estudioso de Heine y Goethe, estaba muy bien ilustrada por la personalidad de Mary Shelley y por la novela. Mary S. era la mujer de Shelley, el poeta, «y se puede estar seguro de que Shelley estaba de acuerdo con la novela. Entre otras cosas porque Mary Shelley la ha escrito en Roma, en una de esas convivencias en que estaban los Shelley, los Keats, esa primera división de la poesía inglesa de la época, que solían estar mucho más en Roma que en Inglaterra». Era inverosímil que no estuvieran todos ellos más o menos de acuerdo con lo que estaba allí escribiendo la autora. Pues bien, este libro que leído por una persona muy progresista y sin reservas de la segunda mitad del siglo XX, «parecería fruto de una mentalidad sumamente tradicionalista o reaccionaria, más que conservadora», el ambiente del que provenía, el ambiente de los Shelley, era, prácticamente, «el de la extrema izquierda intelectual inglesa de la época».
Shelley, el compañero de Mary, señaló Sacristán, era el poeta seguramente más de izquierda de la tradición romántica inglesa, hasta extremos conmovedores… ¿Hasta extremos conmovedores?
Una vez, recordó, al bajar a uno de los calabozos de la Jefatura Superior de Policía en Barcelona, probablemente fuera en 1966, al ser detenido tras el encierro de Capuchinos, cuando se fundó el SDEUB, el Sindicato Democrático de Estudiantes de Barcelona (él, como se recuerda, es el autor del «Manifiesto por una Universidad democrática»), al cabo de un rato de estar encerrado y de estar sentado allí, se dio cuenta «que en una de las paredes algún preso había arañado, con las uñas, unos versos de Shelley precisamente, y en inglés». No sé que raro preso sería éste, comentó, «pero el hecho es que allí estaba».
Era un poema que, él mismo tradujo sobre la marcha, decía:
La luz del día,
después de un estallido,
penetrará
al fin
en esta oscuridad
No sé si con la democracia, comentó, «lo habrán quitado, cuando habría habido que ponerle un marco». Cambió de tema y volvió de nuevo al hilo central de su reflexión.
Hasta aquí el relato político-epistemológico.
No hay marco, no hay recuerdo por supuesto, no hay ni siquiera una sucinta indicación en la que fuera la terrible Jefatura Superior de Policía de lo que fue, de que durante décadas fue un centro de detención, maltrato, tortura y, en ocasiones, no exagero en absoluto, de muerte. El comisario Creix, que sí que hablaba catalán en la intimidad, fue uno de sus grandes responsables. Ocultamiento, silencio, no hay palabras, revisión por tanto. Como si nada hubiera pasado, nada de nada. Continuidad. Nada ha pasado donde todo pasó.
Pensarán, pueden pensar: no es central, no es esencial, no tiene importancia a estas alturas. La tiene. Detrás de ese detalle, hay miles de sufrimientos, vidas rotas y destrozadas, lucha antifascista, lucha comunista democrática ahora que muchos ocultan esa condición o la usan como espantapájaros o insulto. ¿Vamos a seguir permitiendo esta enorme indignidad, esta infamia, que habite el olvido donde nunca debería haber habitado, dónde debe habitar nuestro respeto y reconocimiento? No, claro que no.
Pues ya saben: cuando mañana vayan a depositar su voto, piensen también en eso, en la forma en que podemos lograr llamar horror al horror, tortura a la tortura, y muerte a la muerte. Por dignidad, porque la verdad acostumbra a ser revolucionaria o cuanto menos radical-reformista-allendista. Y, sobre todo, porque la gratitud y el recuerdo son también una manifestaciones de la solidaridad y fraternidad de los pueblos, de las clases trabajadoras.
De todos nosotros, de todas nosotras.
Por si hiciera falta: otro criterio complementario ha sido señalado por el imprescindible activista antinuclear Miguel Muñiz: «Lo que no quita que para las elecciones del 26J las personas que queremos avanzar hacia el final de los sufrimientos y la destrucción que provocan la energía nuclear tenemos un criterio para decidir. UNIDOS PODEMOS. Cuatro referencias (páginas 65, 66, 93 y 95). La más clara en la página 95. «1. Plan Nacional de Transició Energètica (PNTE). (…). El cierre definitivo de la central nuclear de Santa María de Garoña y la no extensión de los permisos de operación para el resto de centrales nucleares en funcionamiento, de modo que todas ellas estén cerradas en 2024«. EN COMÚ PODEM repite el planteamiento en la pág. 26 de su Programa. «Proceder al cierre progresivo de las centrales nucleares a medida que caduquen sus permisos de explotación.» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213600)
Otro más, el último: «Perdonad que insista en la violencia y asesinatos masivos que se siguen produciendo en México sin que los partidos políticos, la ONU, etc, denuncien tanto incumplimiento sistemático de los derechos humanos. Ruiz Gallardón, Vargas Llosa, Felipe Gonzalez, Rivera de C,s y toda la casta política de Europa podrían mostrar la misma sensibilidad que tienen respecto a Venezuela. Sigamos denunciando las matanzas que se producen en Centroamérica y Norteamérica. Pero como dice el informe de Amnistía Internacional, para los organismos internacionales de derechos humanos no cuenta el incumplimiento sistemático en Arabia Saudí, USA, España, México y cientos de países más». Ángel Cárcoba Alonso (2016)
Nota:
1) El comentario de Lin Chun (op cit, p. 141) está a la altura del pasaje citado de los Manuscritos de 1844: «Al final, solo cuando los trabajadores y las trabajadoras se liberan de las tediosas tareas cotidianas de la sobrevivencia y del temor por su sustento pueden tornarse individuos completos (por oposición a los «unidimensionales» de Marcuse) y ciudadanos activos. Por tanto, minsheng [«que no es lo mismo que crecimiento, que puede o no beneficiar a la sociedad de manera uniforme»] conlleva también una ambición política y trascendente».
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