El 13 de marzo de 2011, dos días después del accidente-hecatombe nuclear de Japón, el primer ministro de Japón, Naoto Kan, declaraba [1]: «Esto es diferente al accidente de Chernóbil». El día siguiente, 14 de marzo, la presidente del foro nuclear español, María Teresa Domínguez, aseguraba: «Después de ver las imágenes de la catástrofe en […]
El 13 de marzo de 2011, dos días después del accidente-hecatombe nuclear de Japón, el primer ministro de Japón, Naoto Kan, declaraba [1]: «Esto es diferente al accidente de Chernóbil».
El día siguiente, 14 de marzo, la presidente del foro nuclear español, María Teresa Domínguez, aseguraba: «Después de ver las imágenes de la catástrofe en Japón, poder decir que todas las centrales han parado, están intactas, soportaron el terremoto y no se ha producido un impacto al exterior.. Yo creo que esto da un mensaje positivo que refuerza la energía nuclear». Hechos (manipulados) para interesadas teorías (inalterables).
El mismo 14 de marzo, Yikiya Amano, del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), afirmó: «Es muy poco probable que se convierta en algo como Chernóbil». ¿Por qué era poco probable? No se detuvo en esta insignificancia en representante de la organización atómica
La señora presiden Esperanza Aguirre no se mantuvo callada desde luego. Ahí la tuvimos afirmando ese mismo día 14 de marzo que «desde que existe las nucleares, el único accidente verdaderamente grave ha sido el de Chernóbil». La memoria y la ignorancia, sabido es, no acuñan bien su moneda.
El día 15, el presidente de la ASN, André-Claude Lacoste, introducía un gramo de sal de sensatez en el mundo pro-nuclear. «El incidente propiciado por el tsunami es peor que el de Three Mile Island y merecería una calificación de 6. No se sabe hasta qué punto el sistema de contención está dañado, pero ya no es estanco».
Tampoco Luis Echevarri de la OCDE estuvo al margen. El 18 de marzo decía: «Los daños en Fukushima pueden no ser tan graves». Y a otra cosa, que ya está dicho y no pasa nada.
El 13 de abril, tras declararse el nivel 7, el subdirector de Seguridad Nuclear del OIEA señaló: «Los accidentes [Chernobil, Fukushima] son totalmente distintos; las mecánicas son completamente diferentes». Nada es uno y lo mismo, pero ¿»totalmente» es el adverbio adecuado?
Ese mismo día, o el día anterior, el primer ministro nipón apuntó confiadamente. «La situación se está estabilizando lentamente, paso a paso, y la emisión de sustancias radiactivas sigue una tendencia a la baja». Con cara recién levada…
Incluso el director general de actividades nucleares de la EDF francesa, Hervé Machenaud, ha tenido que admitir que la cuestión que plantea el accidente de Fukushima «tiene que ver con los límites de las hipótesis que habíamos considerado». Ahora, ha concluido, hay que reconsiderarlas; o incluso abandonarlas podríamos añadir.
Sea como sea, la guinda la puso el ministro de finanzas japonés muy pocos días después del accidente, tras una reunión del consejo de ministros nipón: la gente debe entender que si pretende vivir como está viviendo, tiene que asumir accidentes como el de Fukushima. Hay que apechugar con ello.
Ni más ni menos.
Nota:
[1] Tomo como fuente Público, 13 de abril de 2011, pp. 4- y 5.
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