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Fresno trasmocho, un árbol ligado al hombre

Fuentes: Ecologistas en acción

Los fresnos trasmochos son árboles que se desarrollan ligados a la actividad humana. Debido a los cambios de uso del suelo, la disminución de rebaños y los daños urbanísticos estas especies corren riesgo de desaparecer.

 Las fresnedas configuran paisajes culturales debido a la larga interacción del ser humano con el medio. Son paisajes de alta calidad y fragilidad que cobijan comunidades de flora y fauna amenazadas por el cambio de usos del territorio, las operaciones urbanísticas, disminución o cese de las actividades ganaderas y de aprovechamientos forestalesrenovables [3] . Todo esto supone el abandono de la gestión de los fresnos trasmochos y, a la larga, la desaparición de las fresnedas, que se encuentran en regresión, aunque existe un amplio territorio potencial para su conservación como es el de la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama.

En la Península Ibérica contamos con tres especies autóctonas de fresnos: Fraxinus excelsior, Fraxinus ornus y Fraxinus angustifolia [4] . Todas ellas precisan de una cierta humedad edáfica y se encuentran localizadas de manera natural en las proximidades de los cursos de agua, zonas temporalmente inundables o donde la capa freática está al alcance de sus raíces, formando asociaciones con otras plantas que precisan condiciones similares, y constituyen hábitat prioritarios de la Unión Europea (Hábitats 91B0 y 91E0 para F. angustifolia).

Fresneda de Añe, Segovia. Foto Ecologistas en Acción.

La madera de los fresnos de fibra larga y flexible se ha venido aprovechando desde antiguo para diversos usos, lo que junto al valor nutritivo para el ganado bovino, ovino y caprino de su «ramón»(hojas y ramillos tiernos) y los pastos asociados, ha propiciado que sus poblaciones se extendieran por la acción humana a zonas donde, normalmente, su presencia hubiera sido menor, o incluso una excepción.

En navas, valles y pie de monte

En particular, las mayores poblaciones del fresno de hoja estrecha, Fraxinus angustifolia, se encuentran sobre todo en navas, fondos de valle y en el pie de monte en torno al Sistema Central, submeseta norte y sistemas montañosos colindantes. Situados desde los 700 metros de altitud a laderas de hasta los 1.300 metros (Monte Abantos), en los pisos propios del encinar mesomediterráneo y del melojar supramediterráneo, acompañando, o llegando a sustituir en zonas concretas a las especies dominantes, encina y roble melojo o rebollo.

Buena parte de las fresnedas son de origen antrópico y su convivencia con especies como el rebollo y la encina han hecho que habitualmente se considerase a este fresno como parte de algunas tipologías de las dehesas de ambas especies; así es notable su presencia o dominio en las dehesas boyales, comunales de muchos pueblos de ambas vertientes de la Sierra de Guadarrama.

Distribución de las fresnedas de trasmochos en el piedemonte meridional de la Sierra de Guadarrama

No obstante, hay diferencias fundamentales en la dinámica de las dehesas y las fresnedas de origen ganadero. Si una dehesa de encinas o rebollos se abandona a su propia evolución, la tendencia natural con el tiempo es a irse cerrando y convertirse en encinares o rebollares. Pero si una fresneda de trasmochos se abandona, el fresno irá disminuyendo su presencia paulatinamente, muriendo los ejemplares por el deterioro que conlleva el no seguir manteniéndolos, sustituyéndolos al cabo del tiempo por pastos arbustivos o especies arbóreas potencialmente dominantes, viéndose los fresnos relegados a enclaves cercanos a cauces [5] .

Fresnos trasmochos

La fresneda trasmochada no es simplemente un monte adehesado de fresnos, la especie principal no es el fresno, sino el fresno trasmochado. Las particularidades de su aprovechamiento lo convierten en un árbol con unas pautas de crecimiento, unas necesidades de gestión y, sobre todo, unos valores culturales, medioambientales y paisajísticos, que nada tienen que ver con los fresnos que crecen con su porte natural.

Estas fresnedas trasmochas han surgido por intervención humana directa. Durante siglos se han aclarado bosques o aprovechado zonas desarboladas para plantar fresnos y se ha gestionado ya desde antiguo estos bosques abiertos mediante un sistema peculiar: el trasmochado. La escamonda, o poda completa cuando el árbol alcanza una determinada altura (entre los dos y los tres metros) que ocasiona que brote los años siguientes a partir de la cabeza resultante, genera varas largas que tras unos años se vuelven a cortar y sirven de alimento al ganado, al final del verano, cuando el pasto está ya agostado; las partes gruesas de las ramas se aprovechan como leña.

La poda

El tronco va ensanchando progresivamente por medio de estas podas configurando una forma característica. Bien realizada esta poda, o trasmochado, con el conocimiento acumulado por generaciones en cuanto al método y época, se consigue que el árbol mantenga una gran vitalidad, superando con creces la expectativa vital de los fresnos no intervenidos. Lo que aparentemente puede parecer un maltrato, para el árbol supone en realidad una mayor longevidad, a condición de un mantenimiento correcto y periódico. El trasmochado se practica también con especies como robles y hayas en el norte de la Península y en Centroeuropa, con sauces y mimbreras (en Gran Bretaña constituye un paisaje característico), con olmos, o con chopos en Aragón (los chopos cabeceros de Teruel se han reconocido recientemente como patrimonio inmaterial [6] y otros lugares. Asimismo, en el Sistema Central también se ha trasmochado el rebollo.

Poda del fresno trasmocho. Foto elguadarramista.org

Un hábitat rico

Los trasmochos han merecido atención por la Unión Europea, constituyen hábitats muy ricos de biodiversidad, refugio para numerosas aves protegidas, murciélagos e insectos. En el caso de las fresnedas de trasmochos, sus pastos, fruto de una correcta gestión ganadera, prácticas heredada por generaciones, constituyen majadales de gramíneas y leguminosas (Poa bulbosa y Trifollium subterraneum [7] ) y en zonas más secas vallicares de Agrostis castellana, con diversos tréboles y otras especies complementarias (Hábitats prioritarios de la UE) que permiten la presencia de una cabaña ganadera extensiva y un uso sostenible del medio rural. En zonas concretas se conservan estructuras de campos de siega cercados con muros de mampostería y setos vivos en los que fresnos y otros árboles se sitúan en los lindes y en donde el pasto se aprovechaba mediante siegas; son el equivalente a los bocages del norte de España y de Centroeuropa, y en algunos casos participan de las mismas características; en los fondos de valle hay bonales y prados mesohigrófilos, zonas con una alta humedad edáfica parte del año y que en ocasiones se anegan temporalmente, dando lugar a una gran riqueza florística.

En estos campos, la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama, subsisten especies endémicas escasas y otras en peligro de extinción, cuyas poblaciones se encuentran en regresión, localizándose allí sus últimos enclaves, como es el caso de las comunidades de Arrhenatherum elatius (Hábitat de interés comunitario 6510) en el Valle del Lozoya, donde se han citado los ya únicos efectivos madrileños de las raras Carex tomentosa, Lychnis flos-cuculi o del endemismo Pedicularis schizocalys [8] . En setos vivos de fresnedas adehesadas de la Sierra del Ricón se han localizado las moras endémicas Rubus castellarnaui y R. laenzii junto a la eurosiberiana R. canescens [9] . Paralelamente, se pueden considerar como indicadores de la riqueza de especies en los pastos de fresnedas trasmochadas las monocotiledóneas silvestres presentes (orquídeas, narcisos, gladiolos, crocus, romuleas, gageas, escilas y jacintos…).

Próspero autumnale en fresneda de La Herrería El Escorial, indicador de buena calidad del terreno. Foto Andrés Revilla

En cuanto a los usos actuales se pueden considerar dos tipologías: las que continúan manteniendo su carácter agrosilvopastoral tradicional y las que, ya sin esos aprovechamientos, siguen aportando otros servicios de carácter social, paisajístico y de hábitat.

Recientemente se organizó un Seminario del Fresno Trasmocho por parte de diferentes colectivos, desde el ámbito de la investigación (CSIC, universidades), del ecologismo y la ciudadanía, que están tomando conciencia de las amenazas de estos árboles. Distintos actores han iniciado un proceso de patrimonialización de las fresnedas de trasmochos como bien natural y cultural. Este reconocimiento pretende valorizar los recursos y servicios ecosistémicos y sociales que aportan estos fresnos y recuperar todo su patrimonio cultural inmaterial

Notas:

[3] J. López: Dinámicas de la vegetación en montes trasmochados: las fresnedas. 2015.

[4] E. Blanco, H. Sainz, C. Morla et al.: Los bosques ibéricos. 2005. S. Castroviejo et al.: Flora Ibérica.

[5] G. Gómez, N. López, F. Allande: Las fresnedas trasmochadas del piedemonte del Sistema Central en Madrid (España): cambios y usos actuales. 2016.

[6] C. de Jaime, F. Herrero: El chopo cabecero en el sur de Aragón, la identidad de un paisaje.

[7] A. San Miguel, S. Roig et al.: Los pastos de la Comunidad de Madrid. 2009. F. Fernández González: La vegetación del valle del Paular. 1991. F. Fernández González, A. Molina: Datos fitosociológicos sobre las fresnedas guadarrámicas. 1988.

[8] G. Martínez, R. Caparrós, C. Cebolla, V. Lucía. 2013.

[9] G. Baonza: Citas de flora vascular de interés de la Sierra del Rincón. 2012.

Federico Castro Fernández-Alfaro, ingeniero de montes, y Francisco Felipe Figueroa, técnico forestal, miembro de ARBA.

Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/article35724.html