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Honduras

Garifunas: «Demandamos respuestas ante cambio climático»

Fuentes: Alai-amlatina

A partir del primero de junio pasado, se dio inicio a la temporada ciclónica en el caribe, la cual han vaticinado los expertos en la materia será comparable con la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos que se presentaron en el año 2005. Las 46 comunidades garífunas de Honduras se encuentran diseminadas a lo […]

A partir del primero de junio pasado, se dio inicio a la temporada ciclónica en el caribe, la cual han vaticinado los expertos en la materia será comparable con la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos que se presentaron en el año 2005.

Las 46 comunidades garífunas de Honduras se encuentran diseminadas a lo largo de la costa norte, ubicadas en los esteros y desembocaduras de ríos, lugares de alta vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático, situación que pone en peligro la sobrevivencia de nuestro pueblo.

De acuerdo a informes publicados por el Centro Tyndall para investigaciones sobre cambio climático, Honduras es el segundo país en el mundo en materia de vulnerabilidad después de Bangladesh. El huracán Micth, acontecido hace nueve años demostró la gran fragilidad ambiental del istmo centroamericano y de como las cuencas hidrográficas de Honduras se encuentran severamente afectadas.

La depresión tropical Gamma acontecida en noviembre del año 2005, azotó a las comunidades de Batalla y Tocamacho (municipio de Walumugu) donde sus habitantes vieron desaparecer mas de medio de centenar de viviendas, al mismo tiempo que contemplaron la aparición de varias barras a lo largo de la franja costera, hasta el punto que la comunidad de Pueblo Nuevo pasó en su momento a ser una isla.

La misma depresión tropical afectó sorpresivamente la comunidad de Triunfo de la Cruz, convirtiéndose en desagüe del río Lean, dando lugar a un nuevo río que divide la comunidad, denominado por los habitantes de Triunfo como el Gamma.

Días antes, la cola del huracán Beta afectó de forma severa la comunidad de Guadalupe, donde el río David inundó la comunidad destruyendo viviendas y cultivos. Al mismo tiempo que las comunidades del corredor Trujillo Guadalupe quedaron aisladas debido a la desaparición parcial de la carretera.

El ecocidio que se ha venido efectuando en Honduras requiere una pronta reacción de parte del Estado y del pueblo en general, el que debe incluir una recuperación de cuencas hidrográficas, replantación de manglares en los humedales y siembras de uvas de mar e icacos en las playas.

Desafortunadamente en el imaginario social de los hondureños, la conservación de la naturaleza no es vital. Al contrario, persiste el concepto de «explotación» de los recursos naturales y de la aplicación de un desarrollo insostenible. Como ejemplo totalmente anacrónico cabe mencionar el relleno de parte del humedal en Laguna de Micos que pretende efectuar miembros de la elite de poder, alterando el sistema hídrico de la zona. Este proyecto es señal de la poca conciencia que existe sobre la fragilidad de los ecosistemas costeros y los posibles impactos en las poblaciones circunvecinas.

La ausencia de apoyo de parte del gobierno central después de las tormentas en el 2005, dejó malestar entre los pobladores de las comunidades afectadas, a los que se les ofreció la excusa de como los helicópteros se encontraban copados por las actividades pre-electorales. Pasaron varios días después de la tormenta para que los funcionarios de COPECO se presentaran al Departamento de Gracias a Dios, y más allá de repartir pequeños fardos de vituallas, no dieron mayor respuesta a la crisis que se presentó en esas comunidades.

La estrecha franja entre el mar y los humedales de Tocamacho y Bacalar, nutren la posibilidad de una catástrofe, al igual que sucede con la mayoría de las aldeas localizadas en los esteros y contiguas a las lagunas. El corte indiscriminado de los manglares a lo largo de la costa esta condenando a muerte a los humedales.

La muerte del coco como consecuencia del amarillamiento letal, ha dejado desnudas a las playas, siendo esencial una urgente reforestación con uvas de mar, icacos y almendros; plantas vernáculas que protegían la costa antes de la introducción de los cocos por los españoles. La erosión costera viene devorando las playas de forma lenta, incrementado la vulnerabilidad ante las marejadas y tormentas, permitiendo que la acción del viento y las mareas vayan devorando poco a poco el litoral hondureño.

La dramática explosión de refugiados ambientales que aparecerán en la costa norte de Honduras, y en general a lo largo de la costa caribe mesoamericano, cambiará el panorama social de la región. Los cambios de patrones de producción agrícola como consecuencia directa del cambio climático inducirán a hambrunas de dimensiones desconocidas para nuestros pueblos, que al parecer han olvidado las secuelas del Micth, Stan, Gamma, y las tantas otras tormentas y huracanes que han sembrado la muerte a lo largo de sus trayectorias.

Sin embargo, los estados nación del istmo se regodean con sus metas del milenio, estrategias de reducción de la pobreza y otros tantos discursos huecos con que suelen bombardear a los medios de «información», sin que se vean resultados concretos y acordes a las crisis existentes.

Para nuestra organización es vital que se efectúe un análisis de vulnerabilidades, al mismo tiempo que se comience a tomar las medidas pertinentes para que se logre mitigar la destrucción acontecida hasta la fecha. Es clave para los garífunas que como habitantes de ecosistemas frágiles y ante el tercer informe presentado este año en mayo por el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), logremos consensuar las medias necesarias para lograr mitigar futuras catástrofes.

A los casi dos años del Gamma y Beta, las comunidades garífunas reclaman un análisis sobre la vulnerabilidad y posibles acciones para mitigar los efectos del cambio climático, y lograr frenar la destrucción sistemática de cuencas hidrográficas y manglares.

– Mirian Miranda Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH)