Mientras el juez Baltasar Garzón se ensañaba contra la izquierda patriótica vasca, era mirado por la derecha española (y también por la mexicana) como un héroe. En tanto Garzón clausuraba ilegalmente periódicos de la causa independentista vascuence, los franquistas lo veían como a uno de los suyos. Si ordenaba el cierre de un diario escrito […]
Mientras el juez Baltasar Garzón se ensañaba contra la izquierda patriótica vasca, era mirado por la derecha española (y también por la mexicana) como un héroe. En tanto Garzón clausuraba ilegalmente periódicos de la causa independentista vascuence, los franquistas lo veían como a uno de los suyos. Si ordenaba el cierre de un diario escrito íntegramente en lengua vasca, Garzón se mostraba consecuente con el afán franquista de prohibir el habla de ese idioma, perseguir a sus hablantes y borrar del mapamundi esa lengua.
Si Garzón hacía la vista gorda ante las muchas denuncias de tortura practicadas por las policías de Su Majestad, don Juan Carlos, en agravio de luchadores sociales, sindicalistas, defensores de derechos humanos y líderes vascos, entre otras víctimas de esa nefanda práctica, pues la derecha española (y también la mexicana) hacían, a su vez, la vista gorda ante las conductas ilegales, abominables y aberrantes de uno de los suyos.
Ahora bien: si Garzón se extralimitaba un poco en sus desmesurados afanes protagonistas y osaba meterse con el franquista chileno Augusto Pinochet, se le podía perdonar tal exceso, porque a fin de cuentas se trataba de un fascista de una antigua colonia, muy desprestigiado y, finalmente, ya caído en desgracia. Simplemente un sudaca apestado.
Ah, pero eso de meterse a investigar y a enjuiciar los crímenes del franquismo es intolerable. Y esto por dos razones principalísimas. Primera, porque Francisco Franco Bahamonde sigue siendo el líder de la España fascista. Y segunda, porque «el franquismo somos nosotros, los legítimos herederos del Movimiento».
Y para los legítimos herederos del franquismo alzado en armas contra la República, Garzón ha pasado de ser un juez a modo y un letrado reaccionario y servicial, a un enemigo de la patria («es decir, de nosotros los franquistas»). Garzón: «un comunista», «un vasco», «un rojo», «un comecuras», «un estalinista». «Hay que matarle (matarle, con e final, como decimos los castizos)».
«Maldito: te estás metiendo con media España. ¿No recuerdas, descastado, que el Caudillo dejó todo atado y bien atado? ¿Qué esperabas, gilipollas? ¿Que te aplaudiéramos? Bellaco malnacido: nos las vas a pagar».
«Te has vendido a los rojos, prevaricador. Te destruiremos. Haremos polvo tu brillante carrera judicial. Ve con Zapatero a pedir clemencia. No te la dará. Él es uno de los nuestros. Él es el Presidente del Gobierno. De nuestro Gobierno. Del Gobierno franquista del nuevo siglo. Del nuevo Siglo de Oro español. Aznar y Rajoy te quieren despellejar vivo. ¡Macho: la cagaste!».
«¡Macho: tan bien que ibas contra los vascos. Debiste seguir por ahí. Y empezar a dar palos a catalanes, canarios, valencianos, gallegos y otros nacionalistas trasnochados que no entienden que, como decía el Caudillo, España es una, libre y grande».
«Ya sabemos que acudirás al Supremo. Y que tus retruécanos legaloides te pueden ayudar a salvar el pellejo. Y el cargo y la pasta que ello lleva. Pero estás apestado. Te vendiste a los rojos, prevaricador. Se te acaba de escapar el Premio Príncipe de Asturias (de lo que sea)».
«Te habíamos pagado bien. Pero teníamos mejores planes para ti, gamberro. Todo lo has echado a perder. Nos engañaste, rojo. Te vendiste a los enemigos de España. A esos que querían entregarnos a los comunistas, a los soviéticos. A los que hubo que liquidar o echar para salvar a España. Sí, sí. A los García Lorca, a los Miguel Hernández, a los Antonio Machado. Maricones todos».
«Fíjate bien lo que te digo: de rojos como tú están repletas miles de fosas comunes en toda España. Y no vas a ser tú, malagradecido, quien nos castigue por defender a España. ¡Viva el Caudillo!».
Miguel Ángel Ferrer. Periodista mexicano.
www.miguelangelferrer-mentor.
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