Leía a Eduardo Galeano en Espejos aquella historia que cuenta: Brunete de 1937: en plena batalla, un balazo parte el pecho de Oliver Law -Oliver era negro y rojo y obrero. Desde Chicago se había venido a pelear por la república española en las filas de la Brigada Lincoln. En la brigada los negros no […]
Leía a Eduardo Galeano en Espejos aquella historia que cuenta:
Brunete de 1937: en plena batalla, un balazo parte el pecho de Oliver Law -Oliver era negro y rojo y obrero. Desde Chicago se había venido a pelear por la república española en las filas de la Brigada Lincoln.
En la brigada los negros no integran un regimiento aparte. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos blancos y negros están mezclados. Y por primera vez en la historia de los Estados Unidos soldados blancos han obedecido las órdenes de un comandante negro.
Un comandante raro: cuando Oliver Law daba orden de ataque no contemplaba a sus hombres con prismáticos, como los generales y políticos actuales, sino que se lanzaba a la pelea antes que ellos.
Pero raros son al fin y al cabo todos estos voluntarios de las brigadas internacionales que no combaten por ganar medallas, ni por conquistar territorios, ni por capturar pozos de petróleo.
A veces Oliver se preguntaba:
–Si ésta es una guerra entre blancos y los blancos nos han esclavizado durante siglos, ¿qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo, un negro, aquí?
Y se contestaba:
–Hay que barrer a los fascistas.
Y riendo agregaba, como si fuera chiste:
–Algunos de nosotros tendrán que morir haciendo este trabajo.
Y me acordé de José Mari Sagardui, el Nelson Mandela vasco, 31 años de cárcel, y me acordé de sus amigos y familia, que para darle un abrazo, un beso en la espalda y traerle a casa hicieron 730 kilómetros de ida y 730 de vuelta. Y me acordé de su recibimiento en Zornotza y de los numerosos policías embozados, cargados de armas y tiros, oliendo a munición y a porra, poniendo barrera al cariño y al saludo ¡Qué criminales estos demócratas! Y vi el abrazo con su hija y su puño en alto en el firmamento azul de Jaén, y su sonrisa mientras otros, con la bandera española en el pecho gritaban consignas de muerte. Y me acordé de los coches, autobuses y trenes que cada semana parten, cargados de cariño y deseos, a esas cárceles distantes y lejanas porque un gobierno quiso y quiere castigar el amor entre padres, hijos, hermanos, esposos y amigos, quiere hacer la cárcel más cárcel y más campo de exterminio, aplicando como antaño inquisiciones y torturas inhumanas a problemas humanos y solucionables.
Y me acordé de la frase de aquel combatiente internacionalista americano negro de piel y obrero rojo en Brunete en 1937, me acordé de Oliver Law: Hay que barrer a los fascistas. Haciendo este trabajo algunos de nosotros tendrán que morir.
¡Qué bueno que hayas regresado a casa, Gatza! Un beso a ti y a los tuyos. Agur.
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