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Gracias Fidel por Ítaca

Fuentes: Rebelión

En aquel discurso, de hace más de 50 años, Palabras a los intelectuales, Fidel dijo: «la revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo» (1). Regreso a Ítaca, desde una de las esquinas que permite mirarla, […]


En aquel discurso, de hace más de 50 años, Palabras a los intelectuales, Fidel dijo: «la revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo» (1).

Regreso a Ítaca, desde una de las esquinas que permite mirarla, es el reflejo de esa aspiración; es lo que se esconde, si uno puede encontrarlo, en la trama, titubeante por momentos, del último filme del francés Laurent Cantet.

Desde una terraza de La Habana, los amigos de un escritor cubano que se fue y que ha decidido volver para quedarse, enfrentan el exorcismo de sus propias vidas, desgranando las mentiras o medias verdades que ellos mismos se creyeron, para, a continuación, asistir a su desplome.

Cuatro hombres y una mujer, que no son la única realidad de Cuba, pero sí una parte de ella, repasan aquellas historias que llevan 40 años siendo eso, historias, pero que los protagonistas de este viaje al ser humano desnudo, les han servido para excusarse y renunciar a una vida, con mayúsculas, por la que debieron luchar a brazo partido.

Amadeo (Néstor Jiménez) no quiso pelear contra los errores que veía y se quedó en España, y, a Rafa (Fernando Hechavarría), un revés simple lo frustró y, sin más, se dejó dominar por quién sabe cuántas botellas de ron. Tania (Isabel Santos), que aceptó las promesas de las comodidades que vendrían del exterior y permitió que el padre de sus hijos se los llevara a EEUU, sin embargo repudia lo que la vida fácil significa en Cuba y que ella personaliza en Eddy (Jorge Perugorría), quien dice y repite que decidió «vivir bien», aunque sabe que sólo es funcionario mediocre hasta en su capacidad de corromperse y que sabe, además, que no le va a salir a cuenta su elección.

Eddy es, al tiempo, un personaje de picos; el que se burla del bullicio amoroso regado por el barrio habanero diciendo: » (…) señores, aquí está el pueblo más culto del mundo» para, a renglón seguido, retar a sus amigos a que reciten (y lo hacen de memoria) pasajes de Vargas Llosa.

Luego está Aldo (Pedro Julio Díaz); pero Aldo es otra cosa. Aldo es la conciencia.

Mientras sus compañeros de guión se ponen, una tras otra, las máscaras de su teatro, el hombre negro -que reconoce que él sí llegó a ser ingeniero, aunque repara baterías en un taller improvisado- las va arrancando.

Lo hace buscando las fotos reveladoras del «abuso» que fue la escuela al campo, donde todos están exultantes y el cansancio y el hambre brillan por su ausencia. Lo hace subiendo a la azotea uno de los cuadros que Rafa no entendió que debía seguir pintando y, sobre todo, recordándoles a todos que la guerra de Angola fue una cuestión de justicia, que él, como tantos otros, asumió y por la que, además, arriesgaría su vida de nuevo.

La verdad, se me antoja irrelevante que sea precisamente Aldo quien frunza el gesto cuando Amadeo (al que no le da igual que digan que lleva en España 15 años, en vez 16) les plantea que se queda en Cuba «porque éste también es mi país». Lo que me importa de su papel es que, arropando al grupo en su azotea, esforzándose para no dejar que alguno o todos se fueran antes de tiempo, convierte en práctica vital las palabras de Fidel en aquel discurso de hace más de 50 años y no renuncia a que las dudas que puedan albergar sus amigos, incluso las de su propio hijo, les impidan lograr la única certeza que él posee, la de que la respuesta a cualquiera de ellas está en Cuba y no fuera.

No estoy segura de que a Cantet le corresponda superar los planteamientos ya hechos por directores cubanos; eso, seguro, lo harán ellos mismos. Lo que aprecio es que el realizador francés ha hecho el suyo propio, partiendo de lugares comunes, es cierto, pero para echarlos por tierra y afirmar que Cuba no es un todo homogéneo, que tiene luces y sombras, pero que, por encima de todo, merece la pena confiar en la conciencia acumulada del pueblo.

Un plano corto preludia la escena final. La cámara se aleja y, poco a poco, van apareciendo los rostros y las vidas que llevan consigo. No se ha ido nadie de allí, no se ha ido nadie de Cuba.

Quizás por eso el criterio del público cubano convirtió un cerrado aplauso en protagonista del estreno de esta película en La Habana.

A su modo, es posible que le estuvieran reconociendo a Fidel su empeño en la construcción de una conciencia a la que la cinta nos propone volver.

Y sí, gracias, Fidel, por la nueva Ítaca.

NOTA

  1. Hoy, 13 de agosto, Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución cubana, cumple 89 años. Hace 54, pronunció un discurso de máxima vigencia hoy, Palabras a los intelectuales (http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/07/03/releyendo-palabras-a-los-intelectuales/#.VcvHO_l_Oko)

Ficha técnica:

REGRESO A ÍTACA

Dirección: Laurent Cantet.

Intérpretes: Néstor Jiménez (Amadeo), Jorge Perugorría, Isabel Santos, Fernando Hechavarría, Pedro Julio Díaz Ferrán, Carmen Solar, Rone Luis Reinoso, Andrea Doimeadios.

Género: drama. Francia, 2014.

Duración: 95 minutos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.