Tiene razón Ramón Zallo [RZ]. Los análisis deben ser más complejos y los actores sociales no son equinumerables con los componentes de la Santísima Trinidad. Hay mucho más en el cielo, en la tierra, y tenía que haber habido mucho más en mi demediado pensamiento. Además de las luchas de clases, y cruzadas por ellas, […]
Tiene razón Ramón Zallo [RZ]. Los análisis deben ser más complejos y los actores sociales no son equinumerables con los componentes de la Santísima Trinidad. Hay mucho más en el cielo, en la tierra, y tenía que haber habido mucho más en mi demediado pensamiento. Además de las luchas de clases, y cruzadas por ellas, están las luchas de derechos humanos, de género, de trato al ecosistema, et alteri. Si escribí -o puede inferirse de lo que escribí- una afirmación contraria, me equivoqué. Y no poco. Pido disculpas. Complemento: habría que precisar un poco más y más concretamente de lo de «cruzadas por ellas» (que, por supuesto, no puede hacerse en una breve nota) y no es contradictorio con lo anterior señalar que algunas de esas otras luchas también estén cruzadas a su vez por enfrentamientos de clases, como una red fuertemente interrelacionada y pletórica de contraposiciones. Añado finalmente que los combates nacionales y nacionalistas que estamos viviendo en la tierra de Salvat-Papasseit, Salvador Espriu, Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey, sin negar otros nudos que acaso no destaqué, están fuertemente cruzadas por perspectivas clasistas, por cosmovisiones que esconden o muestran a las claras intereses asociados al poder, a la ubicación social privilegiada y, desde luego, al color de un dinero que no huele pero que se ansía acumular.
Tiene también razón RZ -aunque tal vez se olvide un poco de lo ya realizado- cuando señala que las «tradiciones de izquierda se enriquecerán en la medida que respondan, desde su propia autotransformación y lógica, a todos y cada de estos retos, sin fosilizarlos con esquemas que ni siquiera eran más útiles para otros tiempos porque ya dejaban muchos flecos sin resolver». Ningún esquema fosilizado es ni ha sido útil. La revisión permanente es característica central de todo pensamiento que se precie y no caiga en el pantano de la repetición talmúdica. Además, en cosmovisiones en las que la práctica social, ciudadana, popular, no es un mero adorno esteticista (que tampoco merece despreciarse), es parte sustantiva de la cultura alternativa que se quiere construir y proponer el reflexionar de nuevo, el volver siempre sobre los pasos trazados. Es asunto esencial y principalísimo.
Se trata de pensar, otro acuerdo más con RZ, «desde una izquierda polivalente y emancipadora, sabiendo que los marcos nacionales (en los Estados y en las naciones sin Estado) condicionan la implicación emocional, el proyecto, los contenidos y las alianzas». Condicionar, como es obvio, no significa separar, alejar o enfrentar. Todos podemos aprender de las implicaciones emocionales, de los proyectos y contenidos de los otros. En mi caso, por ejemplo, por razones biográficas, yo estoy fuertemente implicado con la lucha del pueblo vasco, del cubano, del chileno y del nicaragüense. Todos esos pueblos -no afirmo que sean los únicos- los siento muy míos, me siento parte de ellos. Y no oculto, y no es simple cortesía y mucho menos servilismo político-intelectual, del vasco en primer lugar.
El marxismo clásico, señala RZ, «era democrático y bastante respetuoso con las «burguesías nacionales» y las clases medias de las naciones sin estado cuando, por mor de una alianza de clases antioligárquica o antiimperial, reconocía el derecho de autodeterminación en los casos de conflictos nacionales». Me da que la afirmación exige un matiz corrector: el marxismo clásico -pongamos, Lenin y parte de la tradición leninista para entendernos- defendía y postulada el derecho de autodeterminación no por mor de una alianza de clases sino por principios y no de esos que se tienen y si no gusten me saco otros que tengo guardados en un baúl inagotable siempre renovado. Cuando en Catalunya apenas nadie hablaba del derecho de autodeterminación (nadie es aquí «apenas nadie»), el PSUC y otras fuerzas de izquierda comunista (yo militaba en el Movimiento Comunista de Catalunya) lo hacían con consistencia y peligros indudables. A riesgo de gastar sus nombres, recordaré que Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey (al igual que RZ) defendieron ese derecho (a veces, en fuerte minoría y con no menos incomprensión) hasta el final de sus días. Mientras ellos lo hacían, otros se dedicaban al estudio, a los negocios o a preparar oposiciones para situarse. Creo, por ello, que RZ es algo injusto o inexacto cuando afirma «que el derecho de autodeterminación […] nunca debió entenderse como una concesión utilitarista sino como una convicción que también tocaba a las clases trabajadoras». Tocaba y toca, unido, eso sí, a otros principios, a otros valores y a una cosmovisión que sigue teniendo en el internacionalismo un vértice esencial, uno de los mejores valores de la tradición, como -siento repetirme de nuevo- también nos enseñaron Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey (y muchos otros desde luego)
RZ sostiene que por las limitaciones, que él apunta en su nota, en la percepción clásica, «hace años que nacieron izquierdas nacionalistas y/o soberanistas en muchos países con cuestión nacional pendiente. Pueden ser más consecuentes que las izquierdas unívocas al uso. Negarles su filiación de clase es un error sectario». No acabo de ver que nadie niegue la filiación de clase de Bildu o de sectores del BNG, pero no estoy totalmente seguro de que el surgimiento de esas izquierdas nacionalistas responda siempre a aquello que señala RZ. LKI o EMK, por ejemplo, nacieron de la evolución primordialmente nacionalista de ETA. Y no veo del todo claro que esas fuerzas sean siempre más consecuentes que las «izquierdas unívocas al uso». La experiencia de gobierno del BNG nos puede enseñar a todos. No hablo de la ERC actual porque la supeditación política a CiU es de manual gastado (En la fase anterior de la organización, los valores de izquierda tampoco eran plato fuerte de la casa. Por ejemplo, en las concentraciones anuales ante el monumento a los inmolados por Catalunya, mi abuelo materno cenetista es uno de ellos, sólo se ha cantado Els Segadors. Ni la internacional, ni el himno de Riego ni las barricadas pertenecían a la cosmovisión sonora de aquellos encuentros a pesar de las peticiones de algunos asistentes).
RZ entiende perfectamente «que confederalistas y federalistas convencidos deriven por reacción, y sin fanatismo alguno, hacia el independentismo para una época o para una eventual consulta». Es el caso reciente de IVC. Lo que él entiende, yo no lo entiendo. Limitaciones mías. Creo, además, que el transformismo sugerido es netamente opuesto a la cosmovisión, buena de verdad en este punto, de las izquierdas no entregadas: autodeterminación, federalismo, solidaridad e internacionalismo.
No sé exactamente si RZ incluye a IU o a Izquierda Anticapitalista entre las izquierdas «españolistas» o «estatalistas» (designaciones nada inocentes desde luego) o si solo se refiere al PSOE al que otorga, generosamente, la etiqueta de izquierdas. Si no fuera así, si hablara de IU e IA, no veo por qué no haya que esperar nada de esas fuerzas. Todo lo contrario. Para no hablar de los que conozco más, no me parece justo ni informado dudar de las sólidas posiciones de IA sobre la, para entendernos, cuestión nacional. Se han jugado la piel en el tema, comportamos o no todas sus posiciones. Yo, por ejemplo, no las comparto.
De todos modos, recuerda RZ, no hay que olvidar que «además de partidos nacionalistas y soberanistas de izquierda, hay en el interior de los partidos clásicos con referencia en España, alas catalanistas y vasquistas. El tripartito catalán anterior no se entendería sin ello». Si RZ se está refiriendo al PSC y a su llamado sector «catalanista», debería también recordar que el sector más ultraliberal de la organización los tiene a ellos como líderes. El que incomprensiblemente sigue siendo el diputado Ernest Maragall, el que fuera conseller en el último gobierno tripartito, ha sido el peor y más privatizador conseller de Educación en los treinta últimos años. Nada que ver con la izquierda. Nada. La actual consellera Rigau, a pesar de lo mucho que ya ha hecho, no ha logrado superarlo hasta el momento.
Para RZ es obvio que «hay una Europa de los capitales y de los Estados y otra de las clases populares y de los pueblos». Parece razonable, prosigue, «que se quiera estar como país… en Europa sin intermediarios capadores (el Estado se autoatribuye las relaciones internacionales) y mejor si, además, se forja una alianza en Europa con izquierdas, verdes y pueblos para una Europa distinta». Que RZ distinga entre izquierdas y verdes está muy bien visto porque los verdes (cuanto menos los alemanes) empiezan a tener muy poco que ver con la izquierda, pero más allá de eso nada de esa alianza que señala está en el imaginario y en la práctica política del movimiento independentista catalán cuanto menos en los sectores que hoy lo hegemonizan. Nada de nada. Su mundo político es otro muy distinto. Cuando Xavier Rubert de Ventós, por poner un ejemplo significativo, vitorea entusiasmado a Artur Mas el soberbio no está pensando en aliarse con la Syriza. De eso nada.
La pregunta, en sentido contrario, señala RZ, «sería si seguir en España significa avanzar un ápice frente el neoliberalismo». La respuesta: si se tejen alianzas consistentes, sólidas, entre las clases trabajadoras y populares de Sefarad, es obvio que sí. La división nunca ha sido un arma de los desfavorecidos (y a veces condenados) de la Tierra. ¿Qué se gana con la separación?
RZ entiende (no tengo ninguna duda sobre ello) la diferencia entre a Asamblea de Catalunya de los 70 y la actual ANC. Cabe discutir, añade, «sobre la composición social y política de la Asamblea Nacional Catalana pero no parece que, al menos hasta ahora, haya estado hegemonizada por CIU o sus bases, ni por una deriva neoliberal». Mi impresión es que, en este punto, RZ no ajusta bien su posición: la recepción en el Parlamento de ANC el mismo día de la manifestación; el bombardeo publicitario desde TV3CiU (y radios afines); el encuentro el día 12, si no recuerdo mal, entre Mas y una representante de ANC navega en sentido contrario a la consideración de RZ. Muy pocos símbolos de la manifestación del 11 de septiembre, en el grueso de la manifestación, tuvieron que ver con el ideario de la izquierda por temperado y prudente que este sea. El seny convergent, cuyas figuras encabezan la marcha, estuvo muy pero que muy presente en la manifestación
No seré yo, sostiene RZ, quien «en función de garantías del escenario final que nadie puede dar (depende de la pugna entre actores y sujetos) me niegue a recorrer el camino (y disputar la hegemonía) con los aliados-adversarios. De ello depende el escenario final». La otra opción, concluye, «es quedarse como observador de un palenque que, pareciendo ajeno, organiza el patio propio». Nadie defiende una posición así, nadie hace un llamamiento a la pasividad política y a que los otros se lo cocinen como prefieran. La cuestión es qué camino se recorre, con quienes y hacia donde. La izquierda, en mi opinión, obrará mal, muy mal, si recorre ese camino con fuerzas como CiU o incluso, si se me permite, con el PNV. Para hablar con más claridad y refiriéndome a Sefarad: conseguir la independencia, conseguir un Estado propio, no debería ser la finalidad de un movimiento de izquierdas que no haya perdido el norte, la brújula, sus señas de identidad y el internacionalismo. La izquierda está y debe estar para otras cosas sin que eso signifique no decir ni hacer ni pío en el tema discutido. Se proponen otras cosas y se quieren recorrer otros caminos. Es muy posible que Lluís Companys, el president mártir, nos apoyara en ello.
Finalmente, señala RZ con razón, «en un debate de ideas no ha lugar que, con cierta intención, se atribuya que mi tuit del 11S buscaba el éxito (como echar caramelos en la puerta de un colegio)». Quise bromear sobre ello y metí la pata hasta lo más profundo. Pido disculpas por ello. Ni se me pasa por cabeza dudar de la honesta intencionalidad poliética de las posiciones y comentarios de RZ, una persona, un sabio compañero del que yo, como tantos otros y otras, no hemos dejado de aprender durante años y años.
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