Desarrollo brevemente a continuación, intentando hacer un esfuerzo de síntesis, exponiendo mi visión sobre algunos conceptos elementales no tratados en el manifiesto sobre la paz y el alto el fuego en Ucrania, del que es promotor el colectivo al que hace referencia el título de este artículo.
Soy pacifista, aunque no me tengo por ingenuo. Sabemos que los ejércitos seguirán existiendo y constituyendo el núcleo duro de los estados, de su aparato coercitivo, es decir la última ratio.
El diccionario panhispánico del español jurídico define el carácter de última ratio:
Condición que se predica del derecho penal, que solo puede ser utilizado por el Estado como el último recurso para proteger bienes jurídicos, cuando otros órdenes jurídicos han resultado insuficientes, al implicar su uso la razón de la fuerza.
La razón de la fuerza es la que prima cuando el poder real decide actuar al margen de la soberanía popular.
Por otro lado, sabemos que el Estado está atravesado por los antagonismos entre clases sociales; es decir, por los conflictos de intereses entre los propietarios de los medios de producción (la clase rica) y por el otro los productores (la clase trabajadora).
La correlación de fuerzas entre ambas clases sociales se concreta en forma de Constitución, su “carta magna”, en los periodos de crisis aguda del régimen de producción capitalista, lo que determina -para el siguiente periodo histórico- la estructura e ideología dominante de los aparatos coercitivos (ejército, judicatura, policía) y su relación con la llamada “soberanía popular”, cuya expresión efectiva queda limitada en cada hito constituyente mediante la “carta magna”.
En la España de la segunda mitad del siglo pasado, la crisis de la dictadura franquista, agudizada por la muerte del dictador, dio lugar a la llamada Transición y su Constitución monárquica de 1978. Dicha transición se desarrolló subordinada al dominio abrumador que el poder financiero y terrateniente detentaba, y sigue detentando, sobre el aparato coercitivo del estado español y sobre sus medios de persuasión social.
Por todo ello la jefatura del estado y de las fuerzas armadas recae actualmente en un miembro -inviolable y por tanto impune, aunque delinca- de la dinastía Borbón, sin más “mérito” que ser el beneficiario de las leyes de sucesión decretadas por el dictador genocida Franco, representante de la oligarquía financiera y terrateniente española. Una oligarquía amenazante que sigue robando y oprimiendo a trabajadores y pueblos, impunemente blanqueada por el régimen vigente.
La principal contradicción de esta relación antagonista entre clases se concreta en la apropiación privada del trabajo social; es decir, la clase poseedora de los medios de producción tiende a apropiarse del excedente; que es aquella parte de la riqueza producida que excede a la satisfacción de las necesidades sociales. Es lo que en teoría marxista se denomina plusvalía; es decir, trabajo no retribuido del que se apropia el capital, constituyendo la forma de acumulación capitalista.
Este aspecto lesivo e injusto de la apropiación privada del trabajo social, tiende a ser mitigado en los gobiernos de coalición progresista, tanto más cuanto mayor es la representación efectiva de las clases populares, y de los pueblos y naciones oprimidas, en la composición del gobierno.
El vertiginoso desarrollo de las fuerzas productivas -base del capitalismo- ha propiciado una gigantesca concentración de riqueza y poder en manos de una oligarquía internacional explotadora. Concentración de riqueza y poder base del capitalismo monopolista de estado y, por extensión, del imperialismo.
El imperialismo, última fase de la forma de producción capitalista, ha dado lugar, con sus crisis cíclicas, a dos gigantescas guerras mundiales. La tercera guerra mundial, aún en ciernes, se está gestando impulsada por las contradicciones económicas que enfrentan a los grandes bloques.
El llamado golpe del Maidán en 2014, auspiciado por los USA, derivó en guerra civil. La orden de intervención militar en 2022 del presidente Putin agravó el conflicto, espoleado por la creciente agresividad de la OTAN, dominada por los USA. El estancamiento de la guerra incrementa el riesgo de estallido generalizado de la III Guerra Mundial.
Vivimos una situación análoga al preludio que supuso -salvando las diferencias- la Guerra de España, desencadenada por el golpe militar clerical-fascista, que también derivó en guerra civil, con implicación de las grandes potencias, previa al inicio de la II Guerra Mundial.
Se trata en realidad de una guerra de Occidente contra Rusia -por intermediación del régimen filonazi de Kiev- que arrastra, en contra de los intereses de sus pueblos, a la Unión Europea.
Las sumas exorbitantes que siguen aplicándose a la compra de armas prolonga el conflicto bélico, con el consiguiente enriquecimiento de los señores de la guerra, detrayéndose de otras partidas vitales para el pueblo trabajador (sanidad, enseñanza, pensiones) pauperizando al conjunto de las clases populares europeas.
No hay dinero bastante para sanidad, enseñanza y pensiones, pero sí para engrosar la cifra de negocios de los mercaderes de la muerte.
Por otro lado, las sanciones contra Rusia están teniendo un serio impacto negativo en la industria alemana, así como en el encarecimiento de la energía y los productos de primera necesidad, con el consiguiente riesgo de una grave recesión en Europa.
Recientemente, un grupo de militares españoles de los tres ejércitos, estimulados por el movimiento internacional contra la guerra, y conscientes de las graves amenazas que se ciernen sobre la Humanidad, hemos constituido un colectivo, promotor del manifiesto sobre la paz y el alto el fuego en Ucrania, que está teniendo un amplio eco internacional.
Se trata, a mi juicio, de un serio llamamiento a todos los militares demócratas, a todos los miliares progresistas; y es, sobre todo, una alerta frente la barbarie imperialista, porque mañana será tarde.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío (r) de la Armada española, firmante del manifiesto
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