Hasta que diseñaron las bien estudiadas siglas de los GAL, en 1983, fueron múltiples las siglas utilizadas para reivindicar los atentados de la guerra sucia. La más conocida, la del Batallón Vasco-Español, BVE, que la Policía pretendió haber desarticulado cuando detuvieron a dos ultras. Ahora bien, los asesinatos cometidos por aquellos dos ultras se reivindicaron […]
Hasta que diseñaron las bien estudiadas siglas de los GAL, en 1983, fueron múltiples las siglas utilizadas para reivindicar los atentados de la guerra sucia. La más conocida, la del Batallón Vasco-Español, BVE, que la Policía pretendió haber desarticulado cuando detuvieron a dos ultras. Ahora bien, los asesinatos cometidos por aquellos dos ultras se reivindicaron usando tres siglas diferentes: Triple A, GAE y BVE. Ninguna de ellas fue jamás desarticulada, porque eran simples siglas. Eran pantallas destinadas a ocultar la directísima responsabilidad del Estado en la guerra sucia.
Con los GAL intentaron hacer otro tanto, deteniendo a algunos ultras para que pareciera que se trataba de incontrolados, pero tanto fue el cántaro a la fuente que terminó por romperse, y por poner al descubierto que aquella guerra sucia era puro terrorismo de estado. Una guerra sucia que no se terminó, ni mucho menos, con el último asesinato reivindicado usando las siglas GAL, en julio de 1987, sino que continuó. Eso sí, sin utilizar sigla alguna.
Véase, por ejemplo, el atentado con paquete-bomba que causó la muerte en Errenteria al cartero Josean Cardosa, el 20 de septiembre de 1989. Un atentado que las autoridades se empeñaron en adjudicar a ETA, pese a ser evidente que el objetivo era el concejal de Herri Batasuna Ildefonso Salazar, introduciendo el cartero dicho paquete cuando le explotó.
Seguir leyendo: Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.