Se hace urgente repensar la democracia como concepto filosófico a la vez que como proceso institucional y praxis política, actualizando su contenido a los desafíos del presente y sobre todo del futuro.
En un contexto global de crisis sistémica, el metabolismo capitalista se expresa en procesos de acumulación por desposesión, injusticias ambientales, desplazados climáticos y exposición desigual a los riesgos y amenazas del cambio climático. Así, la contemporánea cuestión ambiental adquiere una centralidad y transversalidad que a su vez hace ineludible el reconocimiento del estatuto político de lo socioambiental.
Como expresiones de una crisis de alcance sistémico, estos procesos tienen su correlato en una profunda crisis política global, en la que la legitimidad de los mecanismos de representación, el condicionamiento de la política al dinero, la brecha entre instituciones y ciudadanía, y la captura del estado por los intereses del capital, expresan también un proceso de desgaste y crisis de las democracias a nivel institucional.
Montesquieu planteó en El Espíritu de las leyes que las instituciones tienen siempre una inscripción y un condicionamiento necesario en sus circunstancias, en esa línea, si consideramos tanto la cuestión ambiental contemporánea y la crisis de representación en la política como componentes fundamentales de las circunstancias del siglo XXI, se hace urgente repensar la democracia como concepto filosófico a la vez que como proceso institucional y praxis política, actualizando su contenido a los desafíos del presente y sobre todo del futuro.
En gran parte de la tradición filosófica del pensamiento político occidental, desde Aristóteles, pasando por Rousseau, Arendt, Habermas o Bobbio, la democracia nunca fue pensada ni comprendida como un proceso con arraigo material y relacional en el ambiente
En gran parte de la tradición filosófica del pensamiento político occidental, desde Aristóteles, pasando por Rousseau, Arendt, Habermas o Bobbio, la democracia nunca fue pensada ni comprendida como un proceso con arraigo material y relacional en el ambiente. Al contrario, siempre ha sido concebida en formas abstractas, separada de su materialidad espacial en base a una concepción antropológica de lo humano como escindida de sus relaciones, vínculos y pertenencia a su entorno ambiental, y además con características androcéntricas y antropocéntricas.
Frente a esta perspectiva proponemos abrir discusiones en torno a la democracia socioambiental, a partir de una crítica a la perspectiva formalista, centrada en el individuo y destacando no solo la interdependencia política y social de los agentes sociales como expresión de fenómenos siempre colectivos, sino también respecto de nuestra necesaria ecodependencia como cuestión política transversal. Esta perspectiva supone simultáneamente un llamado a politizar la cuestión ambiental a la vez que a ambientalizar las discusiones políticas en el sur global.
La crisis de representación no supone así una negación de esta como dimensión del la política, sino su insuficiencia, por lo que la democracia socioambiental implica disputar una recomposición de lo político y de la soberanía democrática a través de la fuerza instituyente de la participación y la deliberación popular.
Frente a cuestiones urgentes como la distribución de recursos, la propiedad y gestión de los bienes comunes; el ordenamiento del territorio; la remediación ambiental del territorio o la soberanía económica entre otras cuestiones, las que históricamente han quedado marginalizadas de la política y en consecuencia, han sido sistemáticamente excluidas de los desafíos de la democratización, y que resultan fundamentales para la política y la democracia del presente y el futuro.
Es relevante destacar que tanto la contemporánea cuestión ambiental como la crisis de representación política son a su vez indisociables del metabolismo integral del capitalismo, el que es tanto económico, ambiental como político institucional.
En ese sentido, el lugar central y articulador de la contradicción sitúa a las emergentes discusiones en torno a la democracia socioambiental como un campo crítico, que se ve desafiado a sintetizar ensamblajes entre diversas formas de contradicción entre capital y trabajo, capital y naturaleza, producción y reproducción y la contradicción fundamental entre capital y democracia.
Este posicionamiento implica asumir una perspectiva de interseccionalidad, reconociendo múltiples nodos de conflictividad en los que las perspectivas de clase, etnicidad, género o de racialidades tejan tramas de movilización e impugnación desestabilizadora del estatus quo, en contextos de construcción de poder democrático frente a procesos que afectando el medioambiente vulneran derechos humanos, económicos sociales y culturales a la vez que a la naturaleza misma como sujeta de derechos.
Estas emergencias y conflictividades no responden en principio a una razón puramente ideológica sino más bien a una respuesta vía necesidad, de instituir el principio político de lo común frente a una realidad urgente en la que la hegemonía de la especulación ampliada ha mercantilizado y sacrificado por completo la vida colectiva.
La democracia socioambiental busca promover una apropiación de lo político como el campo de lo común, desafiando tanto la especulación ampliada del capital como la captura burocrática estatalizada de lo público
Sin embargo, la fuerza impugnadora y la politización de lo ambiental requieren también de una profunda reflexión ideológica en momentos en que la cuestión ecológica ha sido promovida a nivel global e intergubernamental a través de dinámicas despolitizadoras.
En este escenario, la democracia socioambiental busca promover una apropiación de lo político como el campo de lo común, desafiando tanto la especulación ampliada del capital como la captura burocrática estatalizada de lo público, ensayando horizontes en los que repensar el poder a través de una concepción plural y contradictoria de la política que incorpore tanto los saberes populares como originarios.
Estas reflexiones invitan a (re)politizar lo ambiental desde las periferias del estado y desde el subsuelo de lo político, renovando la imaginación política en tiempos de auge de la política del miedo, de las nuevas derechas y de giros autoritarios que actúan promoviendo la anti-política como vehículo de restitución del poder de las élites.
En esta perspectiva es fundamental el promover el desarrollo de instancias de participación y deliberación que apunten a redistribuir el poder en el territorio y alterar así, la hegemonía mercantilizadora contemporánea y su topografía política instituida.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/hacia-una-democracia-socioambiental