En una carta publicada el pasado 25 de junio en estas páginas, la Fundación Antama, cuestiona la información que ofreció el artículo «Chefs antitransgénicos» en este periódico a propósito de la Iniciativa de Legislación Popular que la campaña Som lo que Sembrem gestiona para conseguir que nuestros representantes políticos aborden el siempre conflictivo tema de […]
En una carta publicada el pasado 25 de junio en estas páginas, la Fundación Antama, cuestiona la información que ofreció el artículo «Chefs antitransgénicos» en este periódico a propósito de la Iniciativa de Legislación Popular que la campaña Som lo que Sembrem gestiona para conseguir que nuestros representantes políticos aborden el siempre conflictivo tema de los alimentos modificados genéticamente.
El Sr. Quintana en su carta despliega una serie de argumentos técnicos que son cuanto menos imprecisos. Porque es desde la imprecisión, desde el parece que, del probemos a ver qué pasa, corramos el riesgo, etc. que se han implantado los cultivos transgénicos. Sus argumentos los vamos a rebatir sin cansar a los lectores con datos y referencias que existen en abundancia, pero de antemano una información relevante: el transgénico que se cultiva en España, el maíz Bt, ha sido recientemente prohibido en Alemania, Francia, Grecia, Austria, Hungría y Luxemburgo.
Efectivamente el maíz Bt sólo está permitido para consumo animal pero desde el consumo de carne, huevos y leche de una manera u otra llega a nuestros estómagos. Estos alimentos no están etiquetados conforme han sido o no alimentados con piensos transgénicos. Pero es que además se ha demostrado que el maíz Bt ha contaminado a los maíces aptos para la alimentación humana. En definitiva, no podemos elegir entre alimentación con o sin transgénicos. No se puede hablar de que «no se han detectado ni denunciado efectos perniciosos para la salud» -como dice el Sr. Quintana- cuando no se ha realizado ningún estudio epidemiológico. Pero lo que sí existen son estudios de laboratorio que muestran efectos negativos en el sistema inmunológico y en la fertilidad. Acaba diciendo que no pasa nada porque el maíz produzca él mismo su propio insecticida, que gracias a eso se fumiga menos. Pues resulta que este insecticida fumigado una vez expuesto al sol se degrada en menos de dos semanas, mientras que el insecticida que contiene el maíz Bt puede tardar hasta 200 días en degradarse, lo que supone una exposición crónica del maíz al insecticida mucho más intensa.
Y si resulta que con los transgénicos tenemos sospechas serias de sus repercusiones en la salud, que hay problemas de plagas y resistencias, que disminuyen la biodiversidad de la naturaleza, etc. ¿qué problema hay en solicitar una moratoria de estos cultivos? La respuesta ya la saben Ustedes: que caerían los ingresos de las empresas que se aglutinan bajo la Fundación Antama.
Acabo con unos versos de Robert Desnos: «El capitán Jonathan/ a la edad de dieciocho años/ captura un pelícano/ en una isla del Extremo Oriente./ El pelícano de Jonathan/ por la mañana, pone un huevo muy blanco/ del cual sale un pelícano/ que se le parece extraordinariamente/ Y este segundo pelícano/ pone, a su vez un huevo muy blanco/ del que sale inevitablemente/ otro, que lo mismo hace/ Esto puede durar mucho tiempo/ si antes no se hace una tortilla». Empresas transgénicas metidas en la cocina: haciendo tortillas.