«Pero la muerte es natural, y la vida es hermosa. ¡Hasta mañana! se debe decir al morir, y no ¡adiós!» José Martí Quien lo iba a decir, Comandante, que en estos días, de la mañana a la noche, tendríamos la oportunidad de tenerle con nosotros, a pesar de su real partida vital, en un viaje […]
«Pero la muerte es natural, y la vida es hermosa. ¡Hasta mañana! se debe decir al morir, y no ¡adiós!» José Martí
Quien lo iba a decir, Comandante, que en estos días, de la mañana a la noche, tendríamos la oportunidad de tenerle con nosotros, a pesar de su real partida vital, en un viaje continuo, signado por lo real maravilloso de la televisión, en el que su imagen y su voz han ido mostrándonos la trayectoria de su vida con ese arte especial de decir y contar, de forma llana, los asuntos más diversos, lo cual provocaba la empatía y lograba que el mensaje se adentrara en el corazón y la conciencia.
Quien lo iba a pensar, Comandante, que a pesar del luto de estos días, iba a estar presente tanta emoción viva y optimista, con una mezcla de tristeza y alegría, en el seno del pueblo venezolano y de otros muchos pueblos del mundo, ante el conjuro milagroso de sus actos y palabras que todavía derraman sueños inacabables.
Comandante, ¡qué mar de pueblo agradecido y amoroso le ha acompañado en estos días como si tratase de consolarle cualquier pasado dolor o desgarradura! ¡Cuántas lágrimas, cuántas voces quebradas, cuántos cantos, cuántos vivas, cuántas ideas sublimes y cuántos testimonios le recuerdan y le saludan por su vida generosa, Comandante! ¡Cuántas voces, cantos, promesas, compromisos y juramentos se han compartido entre millones de seres humanos que les siguen fieles más allá de su muerte! ¡Cuánto dolor multiplicado y cuánta esperanza renovada para proseguir el camino que trazaste con una huella indeleble!
¡Qué misterios son esos, Comandante, para que muchos de los imprescindibles, a veces, mueran tan prematuramente! ¿Cómo es posible que si es bueno repartir panes y peces, y mucho más entre los hambrientos y los pobres, cueste tanto trabajo y tanta lucha, hacerlo en cualquier parte de este mundo?
¿Cómo entender que todavía, después de ese adiós – mejor será decir de ese hasta mañana- sentido del pueblo venezolano y muchos pueblos del mundo, los reaccionarios resentidos aún manifiesten su encono y odio contra un generoso bienhechor de las causas buenas para todas las patrias bonitas? Sólo la eterna lucha del bien contra el mal presente en la historia de la humanidad, puede explicar que haya que combatir cada día contra enemigos acérrimos y colosales, a pesar de todos los peligros y acechanzas de sus confabulaciones, para tratar de construir la máxima felicidad posible de los pueblos.
Y usted, Comandante, después de más de 30 años – desde aquel 1982 de la fundación del Movimiento Bolivariano 200 y del juramento bajo el Samán de Güere – de concebir la idea de los cambios imprescindibles, empezó a ascender la cima difícil con aquella sublevación rebelde del 4 de febrero de 1992, que fue una derrota victoriosa, anunciada en su «por ahora». Era sólo el comienzo. Y más tarde, tras la victoria definitiva en las urnas y de los hombros del pueblo, aquel 2 de febrero de 1999, con el inicio de su primera asunción a la presidencia, ratificada durante catorce años, fue la era de creación y transformaciones que lo sembraron para siempre en el corazón del pueblo.
Pero Comandante, ¡qué gran valentía y visión fue aquella de visitar a Cuba, y encontrarse con su Comandante en Jefe Fidel, quien supo presentir y aquilatar en usted, mucho antes que nadie en este mundo, su madera de héroe y de protagonista futuro de las transformaciones radicales en Venezuela y el continente! ¡Qué encuentro decisivo para la historia futura de América Latina y el Caribe, aquel día del 14 de diciembre de 1994, entre usted y Fidel! ¡Qué hermosa amistad y hermandad, qué leal y sincero intercambio de ideas y sueños, qué amor filial y paterno, qué ayuda y colaboración iluminadas por las ideas de Bolívar y Martí, crecieron y se desarrollaron entre usted y Fidel como algo natural de almas revolucionarias gemelas del presente y del porvenir!
¡Qué gran desafío el de Ud., Comandante, al proclamar y enarbolar el socialismo del siglo XXI después de la euforia neoliberal y los postulados capitalistas del fin de la historia! ¡Qué inmensa y osada estrategia la de cambiar la historia de los ninguneados y preteridos de su patria y darle a su lucha un sentido humanista latinoamericano, caribeño y mundial! Porque Ud., Comandante, supo interpretar la política, según el enfoque martiano, «que al fin y al cabo es el arte de asegurar al hombre el goce de sus facultades naturales en el bienestar de la existencia».
Porque con su obra gigantesca en periodo tan corto, en Venezuela, en Nuestra América y en otras partes del mundo, el significado de la unidad, la solidaridad y la fraternidad alcanzaron una nueva dimensión y fue carne de realidad lo postulado por Martí: «Construir: he ahí la gran labor del hombre».
Mucho se ha dicho en estas horas de su desaparición física. Su reposo en capilla ardiente ha servido para desatar emociones, sentimientos, opiniones y convicciones de la gente variopinta del pueblo bolivariano y de mucho más allá.
Y esa realidad y esas manifestaciones no pueden asombrar a nadie. Porque es que como Ud. gustaba repetir, citando a Martí, amor con amor se paga. Y se podría añadir, con las ideas hermosas del Maestro, que «la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.», y que «cuando se muere en brazos de la patria agradecida… empieza, al fin, con el morir, la vida.» «Morir no es nada, morir es vivir, morir es sembrar. El que muere, si muere donde debe, sirve…Vale, y vivirás. Sirve y vivirás. Ama y vivirás. Despídete de ti mismo y vivirás. Cae bien y te levantarás.» Y ahí radica, Comandante, el misterio de que sigas y seguirás vivo, librando las batallas del porvenir.
Y en cuanto al futuro previsible hay que confiar en que la lealtad se impondrá frente a toda adversidad y escollo en el camino. Porque «la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida» y «los muertos son las raíces de los pueblos, y, abonada con ellos la tierra, el aire nos los devuelve y nutre de ellos.»
Porque es una verdad incontrovertible que «los muertos, no son más que semilla, y morir bien es el único modo seguro de continuar viviendo», sabemos, Comandante, que Ud. ha burlado a la muerte y a todos aquellos que en vida trataron de vilipendiarlo, y tendrá vida eterna en el seno del pueblo agradecido y agigantado por su obra de fundador y realizador de sueños.
Por eso y muchas otras razones, tenemos motivos suficientes para que en esta hora expresemos conscientemente este saludo: ¡Hasta mañana y hasta siempre, Comandante Chávez!
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