Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A las 9 de una mañana nublada en el paraíso, cientos de manifestantes se reunieron y recitaron tradicionales salmodias e invocaciones hawaianas. Al escuchar el sonido de la caracola, conocida aquí como Pū, los manifestantes siguieron a un grupo de mujeres hacia los terrenos de Monsanto.
«A’ole OGM» gritaban las madres mientras marchaban hacia los maizales de Monsanto, situados solo a unos metros de sus casas en Molokai, una de las islas principales más pequeñas de Hawái. En un pequeño rincón tropical del Pacífico que ha evitado el turismo y la urbanización, los campos de Monsanto son una de las pocas entidades corporativas que separan el terreno desprovisto de vegetación de las montañas y océanos.
La entusiasta marcha era la última de una serie de protestas en las cinco islas hawaianas que Monsanto y otras compañías de biotecnología han convertido en la zona cero del mundo de ensayos químicos e ingeniería alimentaria. Hawái se encuentra actualmente en el epicentro del debate sobre los organismos genéticamente modificados, generalmente abreviados como OGM. Porque Hawái está geográficamente aislada del público en general, es un sitio ideal para la realización de experimentos químicos. El clima de las islas y sus abundantes recursos naturales han atraído a cinco de las mayores corporaciones químicas de biotecnología del mundo: Monsanto, Syngenta, Dow AgroSciences, DuPont Pioneer y BASF. En los últimos 20 años, esas compañías químicas han realizado más de 5.000 experimentos a campo abierto de cultivos resistentes a los pesticidas en una superficie de entre 16.000 y 24.000 hectáreas de tierra hawaiana sin ninguna divulgación, convirtiendo el lugar y a su gente en conejillos de Indias de la ingeniería biotecnológica.
La presencia de esas corporaciones ha llevado a una de las mayores movilizaciones de Hawái en décadas. Similar a las protestas ecológicas y de la tierra en Canadá y en EE.UU. continental, el movimiento está influenciado por la cultura indígena.
«Necesitamos todos los recursos que nuestros kapuna [ancianos] nos dieron, para cuidar el presente para la próxima generación», dijo Walter Ritte, un activista hawaiano, hablando en parte en el lenguaje indígena hawaiano.
«Es nuestra kuleana [responsabilidad]. Es la kuleana de todos».
En la cultura indígena hawaiana, la idea misma de los OGM es efectivamente sacrílega.
«Para los pueblos indígenas de Hawái, los conceptos que subyacen en la manipulación genética de las formas de vida son ofensivos para los valores culturales de aloha ‘ʻāina [amor de la tierra],» escribió Mililani B. Strask, un abogado nativo hawaiano.
Prácticas letales
Monsanto tiene una larga historia de producción de químicos que causan devastación. La compañía participó en el Proyecto Manhattan que ayudó a fabricar la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial. Desarrolló el herbicida «Agente Naranja» usado por las fuerzas militares de EE.UU. en la Guerra de Vietnam, el cual causó aproximadamente medio millón de malformaciones congénitas. Últimamente, Monsanto ha llevado al suicidio a miles de agricultores en India, a menudo bebiendo insecticida químico, después de que el elevado coste de las semillas de la compañía los hundió en deudas impagables.
Los impactos de los ensayos químicos y de OGM son inmediatos, y a largo plazo podrían ser letales. En Hawái, Monsanto y otras corporaciones de biotecnología han fumigado más de 70 diferentes productos químicos en pruebas sobre el terreno de cultivos genéticamente modificados, más ensayos químicos que en cualquier otro lugar del mundo. No se han realizado estudios humanos con alimentos de OGM, pero los experimentos con animales muestran que los alimentos genéticamente modificados llevan a un crecimiento precanceroso de células, infertilidad y serios daños en los riñones, el hígado y el intestino grueso. Además, los peligros para la salud de los herbicidas químicos fumigados sobre cultivos de OGM causan disrupción hormonal, cáncer, desórdenes neurológicos y defectos congénitos. En Hawái, algunos sitios de pruebas en la práctica real están cerca de casas y escuelas. Las tasas de nacimientos prematuros, diabetes adulta y cáncer han aumentado significativamente en Hawái en los últimos diez años. Muchos residentes temen que el desplazamiento de productos químicos los esté envenenando.
Los procedimientos agrícolas de Monsanto también aumentan la práctica del monocultivo, que contribuye a la degradación medioambiental, especialmente en una isla como Hawái. El monocultivo es una práctica agrícola en la cual un cultivo se planta repetidamente en el mismo lugar, un sistema que despoja el suelo de sus nutrientes y lleva a los agricultores a utilizar un herbicida llamado Roundup, que se relaciona con la infertilidad. Los agricultores también se ven obligados a usar pesticidas y fertilizantes que causan el cambio climático, dañan los arrecifes de coral y disminuyen la biodiversidad de Hawái.
La soberanía alimentaria como resistencia
En la primera de una serie de manifestaciones contra los OGM, los organizadores plantaron cocoteros en Haleiwa, una comunidad de la costa norte de la Isla Oahu. En el movimiento, la protesta y la acción como protectores de la tierra ya no se ven como acciones separadas, en particular en una región en la cual Monsanto arrienda más de 500 hectáreas de suelo agrícola de primera calidad.
Durante la marcha, la gente cantó y alzó letreros declarando: «Aloha ‘āina: Desocupad Hawái.»
Se ve y se escucha regularmente la frase aloha ‘āina en protestas contra los OGM. Actualmente esas palabras se definen como «amor a la tierra», pero la frase también ha significado «amor al país». Históricamente, fue utilizada comúnmente por individuos y grupos que luchaban por la restauración de la nación hawaiana independiente y ahora se usa comúnmente en protestas contra los OGM cuando la gente habla de la soberanía e independencia de Hawái.
Después de la manifestación, los participantes se reunieron en Haleiwa Beach Park, donde presentaron discursos, música, poesía y danzas mientras compartían alimentos gratuitos producidos localmente. La estrategia de vincularse a la tierra también fue una característica de la siguiente protesta en la Isla Grade, donde la gente plantó taro antes de la marcha, y también en la manifestación en el capitolio del Estado, donde cientos de personas participaron en el proceso tradicional de machacar taro para hacer poi un alimento básico polinésico.
La economía de importación es una nueva realidad en Hawái, vinculada directamente a la imposición de prácticas alimentarias modernas en la isla. Hawái antiguo operaba dentro del sistema Ahupua, un modelo comunal de distribución de la tierra y del trabajo que permitía que las islas fueran totalmente autosuficientes.
«La propiedad privada de la tierra era desconocida y el uso público y común de los recursos de ahupua exigía que se trazaran límites para incluir suficiente tierra para residencia y cultivo, recursos de agua fresca, línea de la costa y acceso al mar abierto», explicó Carol Silva, historiadora y profesora de lenguaje hawaiano.
Inspirado por el modelo de Ahupua, el movimiento por la soberanía alimentaria está organizando un sistema orgánico local que fomenta las conexiones entre comunidades y su alimentación, una manera de resistir a los OGM mientras simultáneamente se crean alternativas.
Historia colonial
La caída del sistema Ahupua no solo colocó a Hawái en el camino alejado de la soberanía alimentaria, sino que además destruyó la independencia política del Estado, que ahora pertenece a EE.UU. Y por cierto, cuando los manifestantes corean «aloha ‘āina» en las marchas anti OGM, están aludiendo al hecho de que esta lucha no solo tiene que ver con visiones opuestas del uso de la tierra y de la creación de alimento. También es una batalla por la soberanía política de las islas.
Históricamente, los intereses corporativos extranjeros han tomado repetidamente el control de Hawái y han explotado y maltratado al país y a su pueblo al hacerlo.
«Es un problema sistémico, y el problema de los OGM solo aparece en el primer plano del debate público por el momento», dijo Keoni Lee de ʻŌiwi TV. «ʻĀina [tierra] equivale al que provee. ¿Provee para quién?
La presencia de Monsanto y de las demás corporaciones químicas recuerda de manera extraña e inquietante los intereses empresariales que condujeron al derrocamiento del Reino Hawaiano. Durante todo el Siglo XIX, el Reino Hawaiano estaba reconocido como una nación independiente. Esa realidad cambió en 1893, cuando un grupo de empresarios y dueños de plantaciones de azúcar estadounidenses orquestaron un golpe de Estado armado de los marines de EE.UU. contra el gobierno del Reino Hawaiano.
Cinco años después, EE.UU. se apoderó de las islas para uso militar estratégico en la Guerra Hispano-Estadounidense a pesar de la resistencia local. Incluso el presidente de entonces, Grover Cleveland, calificó el derrocamiento de «mal sustancial» y prometió restaurar el reino hawaiano. Pero los intereses económicos dominaron sobre la voluntad política, y Hawái siguió siendo una colonia de EE.UU. durante los 60 años siguientes.
La anexión de Hawái benefició a cinco compañías fabricantes de caña de azúcar, conocidas comúnmente como las Cinco Grandes: Alexander & Baldwin, Amfac (American Factors), Castle & Cooke, C. Brewer, y Theo H. Davies. La mayoría de los fundadores de esas compañías eran misioneros que estuvieron activamente involucrados en el cabildeo por la anexión de las islas hawaianas en 1898. Después de la apropiación, las Cinco Grandes manipularon gran poder político e influencia en lo que entonces se consideraba el «Territorio de Hawái», obteniendo un control sin igual de la banca, el transporte marítimo y la importación en la cadena de islas. Las compañías también patrocinaron a los republicanos blancos en el gobierno, creando una oligarquía que amenazaba a la fuerza laboral si votaba contra sus intereses. Las prácticas ecológicas de las compañías, entretanto, causaron la contaminación del aire y el agua y alteraron la biodiversidad.
La actual presencia de las cinco corporaciones químicas de biotecnología en Hawái refleja el colonialismo político y económico de las Cinco Grandes a principios del Siglo XX, particularmente porque Monsanto se ha convertido en el mayor empleador en Molokai.
«No hay diferencia entre las «Cinco Grandes» que realmente gobernaron Hawái en el pasado», dijo Walter Ritte. «Ahora son otras «Cinco Grandes», y todas son compañías químicas. Por lo tanto es como si fuera lo mismo. Es como un ‘déjà vu'».
Protestas
Al comienzo de la sesión legislativa de este año, el 16 de enero, cientos de agricultores, estudiantes y residentes marcharon al capitolio del Estado en una manifestación titulada «Basta de laxitud: Somos el pueblo». Allí, la especialista agrícola y activista de la soberanía alimentaria Vandana Shiva, quien viajó de India a Hawái para el evento, se dirigió a la multitud.
«No veo Hawái como un sitio al que llego y la gente dice: ‘Monsanto es el mayor empleador’, sino gente que dice: ‘esta tierra, su biodiversidad, nuestro patrimonio cultural son nuestro principal empleador'», dijo.
Señaló que un importante obstáculo al que se enfrenta el movimiento anti OGM es la percepción de que las corporaciones químicas proveen empleos que de otra manera podrían no existir, un espectro económico que las compañías de caña de azúcar también utilizaron en beneficio propio. Los organizadores contra los OGM son conscientes de lo arraigado que está ese poder.
«Las cosas a las que nos oponemos se encuentran realmente en el núcleo del capitalismo», proclamó en la manifestación el activista por los derechos hawaianos Andre Perez.
En vista de la enormidad del enemigo, los activistas contra los OGM están atacando el tema desde diversos frentes, que incluyen la organización de la educación de masas, la propugnación de la soberanía alimentaria sin OGM y la presión para conseguir protecciones legislativas. Los organizadores consideran que la educación, en particular, es el elemento crítico para ganar esta batalla.
«Hawái tiene la forma más barata de democracia», dijo Daniel Anthony, un joven activista local y fundador de un negocio de poi tradicional. «Aquí podemos educar a un millón de personas, y Monsanto se irá».
Otros utilizan el arte para educar al público, como el rapper hawaiano Hood Price, quien ataca a Monsanto en su canción «Say No to GMO» [Di no a los OGM]. Este movimiento también está educando a la comunidad mediante seminarios y la libre distribución de libro recientemente publicado Facing Hawaii’s Future: Essential Information about GMOs.
Hawái ya ha tenido éxito en la protección de su alimento tradicional contra la ingeniería genética. Igual que las Cinco Grandes controlaron diversos sectores de la sociedad, las compañías de ingeniería biotecnológica están vinculadas financieramente al gobierno local, a las escuelas y a la universidad. Monsanto financia parcialmente el Colegio de Agricultura Tropical y Recursos Humanos en la Universidad de Hawái. La Universidad y el Centro de Investigación de la Agricultura de Hawái comenzaron el proceso de ingeniería genética de taro en 2003 después de que la Universidad patentara tres de sus variedades. Una vez que esta información se conoció ampliamente, provocó una ola de objeciones en la comunidad hawaiana. El taro tiene un significado espiritual en la cultura indígena de las islas, en la que se le honra como el primer antepasado hawaiano en la historia de la creación.
«Nos sentimos como si la comunidad científica nos estuviera violando», escribió Ritte en Facing Hawaii’s Future. Para la comunidad hawaiana, el taro no es solo una planta. Es un miembro de la familia. Es nuestro antepasado común ‘Haloa…. No les bastó con apoderarse de nuestra tierra; ahora querían apoderarse también de nuestro mana, nuestro espíritu.»
La protesta pública acabó llevando a la Universidad a abandonar sus patentes.
Los activistas contra los OGM esperan lograr más éxitos en la detención de la ingeniería genética de alimentos. En la actual sesión legislativa hay cerca de una docena de propuestas de leyes que impulsan la regulación de los OGM, el etiquetado y una prohibición de todos los productos de OGM importados. Esas luchas por el etiquetado obligatorio de los OGM y la regulación en Hawái podrán parecer un tema remoto, pero lo que sucede en esas islas aisladas es esencial para los movimientos por la soberanía de la tierra en todo el globo.
«Esas cinco importantes compañías químicas nos escogieron para que seamos su centro», dijo Ritte. «Por lo tanto todo lo que hagamos tendrá impacto sobre todas las personas del mundo».
Imani Altemus-Williams se graduó recientemente en New School. Ha participado activamente en Ocupa Wall Street y trabaja con indocumentados y el activismo indígena, en la organización contra el encarcelamiento masivo y por proyectos de educación radical popular en la Ciudad de Nueva York.
Fuente: http://truth-out.org/news/item/15719-the-struggle-to-reclaim-paradise
rCR