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La Librería Primado de Valencia presenta “Comunicación musical y cultura popular” y “¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa”

«Hay músicas consideradas ruido, que no se enseñan en los conservatorios»

Fuentes: Rebelión

A simple vista pudiera parecer una pregunta un tanto metafísica. ¿Qué relación tiene la música con la sociedad que la produce y en la que se inserta? El crítico musical Alex Ross se adentró en esos jardines: «Articular la conexión entre la música y el mundo exterior sigue siendo endiabladamente difícil». A reflexionar sobre el […]

A simple vista pudiera parecer una pregunta un tanto metafísica. ¿Qué relación tiene la música con la sociedad que la produce y en la que se inserta? El crítico musical Alex Ross se adentró en esos jardines: «Articular la conexión entre la música y el mundo exterior sigue siendo endiabladamente difícil». A reflexionar sobre el asunto ha dedicado el ensayista, profesor y poeta Antonio Méndez Rubio el libro «Comunicación musical y cultura popular: una introducción crítica», recientemente publicado por Tirant Lo Blanc y presentado por la Librería Primado en la Fira del Llibre de València. En ocasiones se habla de «música absoluta» o de «música autónoma», pero ni siquiera estas nociones implican una liberación de las condiciones sociales o del contexto. Incluso las formas más netamente abstractas de lenguaje y arte tienen, en la práctica, consecuencias políticas y sociales. Méndez Rubio pone varios ejemplos: al nazismo le inquietó profundamente lo que la crítica estética venía llamando «arte abstracto» y que en 1936 se denominó «arte degenerado». Algunas vanguardias expresionistas fueron consideradas por el poder no como una pose ornamental, sino como amenazas simbólicas de primer orden. Otro caso es el de las actuales emisoras comerciales (también las más escuchadas), que dejan fuera de antena los lenguajes y sonidos más estridentes y ajenos a la norma.

 

Antonio Méndez Rubio es profesor de Teoría de la Comunicación en la Universitat de València, y su extensa obra poética ha sido recogida en las compilaciones «Todo en el aire» (1995-2005), «Nada y menos» (2002-2008) y «Ultimátum» (1991-2011). Además ha publicado ensayos como «Fascismo de baja intensidad» (2015), «La desaparición del exterior» (2012) o «Perspectivas sobre comunicación y sociedad» (2004). En su último libro bebe entre otras fuentes de P. Kivy, autor de «Nuevos ensayos sobre la comprensión musical» (Paidós). Considera que el canon moderno no se puede separar del desarrollo de la música instrumental, de tipo armónico y tonal. Tampoco de un marco específico de recepción, el concierto público; y de un tipo de escucha, contemplativa y estética. Tal como ocurre con la perspectiva en pintura y el realismo en literatura, el canon armónico-tonal establece en la música («clásica») un paradigma «que encaja en los imperativos ideológicos de la sociedad oficial». Méndez Rubio ya avanzó estos argumentos en un artículo («Música, sociedad y libertad») publicado en octubre de 2011 en la revista «Faro», de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso).

El libro «Comunicación musical y cultura popular» aborda la industria musical contemporánea, el rock como cultura, las nuevas músicas globales (pop, hip-hop o la revolución electrónica). El autor rechaza en la Fira del Llibre de València considerar la música como un ente exento de la experiencia social, «algo metafísico y más allá del bien y del mal cuyo exponente máximo sería la música clásica». Acompañaría a esta consideración el desprecio, desde tiempos de Platón, por las músicas basadas en el ritmo, el baile o el placer. «Pasó en su día con el rap, el hip-hop, el rock and roll y la música electrónica; hay músicas consideradas ruido, de tercera fila e invisibilizadas tanto en las universidades como en las escuelas de música». Méndez Rubio esboza otro argumento de peso: «autores como Bach o Mozart valoraban la música popular de su época y escuchaban todo lo que se producía a ras de tierra». También difuminó las fronteras Frank Zappa, a quien la editorial Malpaso definió -al publicar sus memorias- del siguiente modo: un músico «que con más de 70 discos cargados de sosa cáustica, se convirtió en una anomalía para el rock reglamentario». El compositor y cantante afirmaba que la música «del periodo ‘clásico’ me resulta aburrida porque me recuerda a los cuadernos de ‘aprender a colorear’ (…); la gente que piensa que la música clásica es algo más ‘elevado» que la música de la radio, debería fijarse en su forma y en quién paga. Antiguamente eran éste o aquel rey o papa, hoy en día hay responsables de medios de comunicación». Estos son «reencarnaciones banales de los capullos que moldearon la música del pasado».

La raíz de la música culta, del canon armónico y tonal, hunde sus raíces en la Grecia clásica. Prueba de que la música y la poesía no caminan en solitario es que Platón las considera centrales en su proyecto pedagógico. «La falta de gracia, ritmo o armonía están íntimamente ligadas con la maldad en las palabras y modo de ser», escribía en el libro III de la República. El objetivo del artista era, por tanto, «imitar, amar y obrar de acuerdo con la idea de belleza». Pero en los márgenes del paradigma occidental «moderno», pueden explorarse otras culturas musicales. Méndez Rubio propone, entre otras, las que se despliegan en las periferias coloniales, por ejemplo el canto coral propio del estilo «hoquetus» de los pigmeos. También las músicas europeas o angloajonas, subalternas en su relación con la «alta» cultura; podría analizarse en este apartado «la virtual eliminación de la armonía en las músicas populares afroamericanas que van del jazz al blues o el rap». Otra línea de investigación podría centrarse en corrientes estéticas que plantean fisuras dentro de las tradición «clásica» occidental, por ejemplo «la implosión vanguardista que supuso la atonalidad desde Schoenberg, Debussy y otros desde 1900».

El autor de «Comunicación musical y cultura popular» considera que no debería desatenderse la noción de «ruido» y, para ello, se apoya en el texto de Jacques Attali «Ruidos: Ensayo sobre la economía política de la música», publicado en 1977. Básicamente se establece una distinción entre «música» y «condición musical». Ésta incluye el ruido como «elemento activo y creativo», mientras que la música «tiende a expulsarlo de su radio de acción». Por eso el ruido es también un arma frente a la domesticación, una fuente de exaltación, y no necesariamente -como tradicionalmente se ha considerado- desorden y agresión a las estructuras establecidas. Antonio Méndez Rubio resume así la esencia del problema: «La cultura oficial llama ruido a toda forma de producción sonora que cuestione el orden del discurso instituido». De ese modo se ha limitado el potencial creativo tanto de la música llamada «culta» (la música clásica de los siglos XVIII y XIX) como de la «popular» (el pop de los siglos XX y XXI).

En el acto organizado por la Librería Primado ha participado el profesor de Comunicación Audiovisual en la Universitat de Valéncia, Manuel de la Fuente, traductor con Vicente Forés del libro «¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa», de Pauline Butcher. Editado por Malpaso, es el testimonio de una (entonces) joven secretaria británica sobre el músico iconoclasta que integró la atonalidad, el Doo-Wop, Stravinsky, Stockhausen, Charles Mingus y Bob Marley. Y que compuso rock, jazz, blues, música electrónica y música concreta. «Creo que una de las causas de la mala salud mental de Estados Unidos es que la gente se ha educado con letras de amor», afirmaba Frank Zappa. Cuatro décadas después de convivir con el músico y su universo creativo, Pauline Butcher redactó el texto a partir de recuerdos, lecturas de su diario, cartas y búsquedas en la hemeroteca. Poco a poco, la joven fue conociendo «a un artista de verbo afilado y cultura musical enciclopédica, obsesionado con el trabajo y contrario al consumo de drogas», explica Manuel de la Fuente en el prólogo de «¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa».

En su primer disco, «Freak Out!», ya fustigaba a la sociedad estadounidense de los años 60; en el segundo, «Absolutely Free», apostaba por la mezcla de estilos y alterar -en el receptor- esa pasividad que denunciaba en sus canciones. Pretendía que letras y música se convirtieran en un aldabonazo contra el conformismo (ciudadano) y contra el «establishment». «A lo largo de casi 30 años -entre 1976 y 1993- Frank Zappa grabó más de setenta discos, dirigió ocho largometrajes y desarrolló una intensa campaña a favor de la libertad de expresión», recuerda de la Fuente. Técnica virtuosa, letras corrosivas, sin sensiblerías, y con una rotunda defensa de la libertad y los derechos civiles. «Llegó a comparecer ante el Senado de los Estados Unidos para denunciar la censura cultural impuesta por Reagan y sus grupos afines»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.