Desde joven empezó a involucrarse en el activismo de la comunidad afrodescendiente, fue representante en el Consejo de Europa y actualmente es una de las diputadas más jóvenes del Congreso en representación de Sumar.

Nacida en Sant Joan de Despí, Viviane Ogou, graduada en Relaciones Internacionales, con un máster en Seguridad Internacional, desde joven empezó a involucrarse en el activismo de la comunidad afrodescendiente, fue representante en el Consejo de Europa y actualmente es una de las diputadas más jóvenes del Congreso en representación de Sumar.
De ascendencia costa marfileña por parte paterna e interesada por el empoderamiento y las relaciones con el continente africano, aboga por la inclusión de las personas pertenecientes a las comunidades y pueblos racializados en las instituciones.
¿Dónde naciste?
Nací en Barcelona, pero 
crecí en Sant Joan de Despí, que es un pueblo del área metropolitana. Es
 un pueblo muy familiar y tranquilo aunque hay barrios en los que hay 
bastante ajetreo, porque tenemos allí la TV3 y el campo del Barça. 
Recuerdo mi infancia con muchos cambios en Barcelona y en el área 
metropolitana, fueron unos años en los que había muchas inversiones en 
infraestructuras, se crearon medios de transporte y se empezaron a hacer
 reformas en las calles.
¿Sant Joan Despí es un pueblo con mucha presencia de población racializada y migrante?
Ahora
 cada vez más, pero cuando era pequeña éramos muy pocas. Es un pueblo 
con mucha presencia de migrantes andaluces y de sus descendientes 
catalanes, más que de migrantes internacionales.
¿Recuerdas experiencias de discriminación racial en tu infancia?
Sí,
 de insultos y risas. Violencia, en definitiva. Recuerdo que se metían 
mucho con mi pelo, me llamaban 11811 y peloestropajo, así que desde muy 
pequeñita decidir ir con una coleta y no soltarme el pelo nunca delante 
de nadie. Hasta los 15 años no me lo solté y fue porque una amiga del 
instituto me dijo que la belleza estaba en la naturalidad. Eso me marcó 
mucho.
¿Dirías que a partir de los 15 te empoderaste con respecto a tus características físicas y tu pelo?
Buff,
 no. Creo que me empoderé con respecto a mi pelo, pero con respecto a mi
 cuerpo pasaría todavía un tiempo. En esa época con lo último que me 
sentía a gusto era con mi cuerpo.
¿Qué estudiaste?
Con 
una beca de movilidad estudié Relaciones Internacionales en la Rey Juan 
Carlos de Madrid y, luego, volví a Barcelona para hacer un máster en 
Seguridad Internacional en el Institut Barcelona d’Estudis 
Internacionals, que está en la Pompeu Fabra.
¿En la carrera de 
Relaciones Internacionales cómo estaban los contenidos en cuanto al 
continente africano, sus políticas y sus diásporas?
Siempre ha 
habido mucha carencia de contenidos, pero yo era muy proactiva en cuanto
 a incluirlos y los profesores estaban encantados. Es cierto que 
faltaron muchos contenidos por su parte, pero sí que me dieron mucho 
apoyo para poder incorporarlos a la clase. Por ejemplo, me dejaron 
hablar de la Unión Africana en algún examen y me apoyaron en actividades
 extraescolares sobre el Sur Global.
¿Por aquella época ya estabas interesada en la política africana?
Sí.
 Cuando empiezo la carrera lo hago con un objetivo de profesionalización
 hacia el continente africano. Escogí la Rey Juan Carlos porque tenía un
 programa muy jurídico, siempre me ha parecido muy interesante la 
perspectiva legal, y también porque tenía un programa de intercambio con
 Costa de Marfil, que es el país de mi padre.
Mi padre hablaba mucho sobre la guerra en Costa de Marfil, que duró hasta 2011. El neocolonialismo francés y la guerra eran debates que estaban muy presentes durante mi infancia y marcaron también la posibilidad de conocer a mi familia. Durante mi adolescencia me quise centrar en cuestiones más nacionales, porque también era un momento de reivindicarme como igual y porque eran debates menos abstractos, de reforma institucional.
Yo estaba en un cau (scouts en catalán) y conseguí convencerles para irnos a Gambia, que fue el primer país negro en el que estuve. Nos pasamos 2 años centrados en la recaudación de fondos y debates sobre justicia social y racial.
¿Por qué tenías interés en irte a África?
Yo
 era consciente de que había colonialismo y eso era algo que estaba 
presente en mi discurso interno. También era consciente de la fuerza de 
la Unión Africana y quería contribuir a su desarrollo. Quería conocerlo y
 contribuir al cambio.
¿Cómo fue ese primer viaje al África negra, ese encuentro con Gambia?
Fue
 muy emocionante. Lo recuerdo con mucho cariño. En los scouts pensábamos
 mucho en si éramos blancos salvadores, ese concepto lo descubrimos 
bastante temprano. Pensábamos que, aunque nos podíamos equivocar en 
cosas, íbamos a hacer lo mismo que en España, donde ya organizábamos 
campamentos con niños blancos. Sí que tuvimos muchas actividades que no 
nos gustaron, pero también tuvimos muchos momentos para reflexionar 
sobre las alianzas norte-sur. Fue un viaje muy gozoso, imagínate un 
grupo de 18 años en la costa sonriente africana… 
Nosotros, que éramos apasionados de la naturaleza, bañándonos en el mar, conociendo cosas nuevas y viendo un paisaje increíble. También tuvimos la oportunidad de conocer a muchos adultos locales. Recuerdo a un profesor explicándome que estaba en contra del régimen de Yahya Jammeh pero que tenía que llevarlo en silencio. Siempre nos hicimos el cuestionamiento de si estábamos siendo coloniales y racistas, que creo que es algo muy potente para chavales de esa edad.
¿Has vuelto a Gambia alguna vez más?
No,
 pero la causa gambiana ha venido siempre conmigo. Siento mucha conexión
 con la comunidad gambiana, a la que sigo vinculada. En Barcelona las 
personas gambianas están sufriendo mucho y siento muchas ganas de 
trabajar a su lado porque es el primer país que me hizo reconocerme como
 africana.
¿En qué sentido está sufriendo mucho la comunidad gambiana en Barcelona?
Hay
 una comunidad gambiana muy fuerte y empoderada, pero el reconocimiento 
de los pasaportes gambianos en los últimos años está siendo 
problemático. Hay muchísimos jóvenes llegados por vía marítima que están
 en situación de calle. Es cierto que también hay muchos senegaleses, 
pero la población gambiana es mucho más pequeña en comparación con la 
senegalesa, por lo que diría que hay sobrerrepresentación de las 
personas gambianas en situaciones de extrema vulnerabilidad en nuestro 
país. Eso, sabiendo que Barcelona no es puerto de entrada directo, 
quiere decir que no se están reconociendo los pasaportes de los menores,
 los pasaportes en general, y están teniendo muchas más trabas 
administrativas que otras nacionalidades.
Antes
 me has dicho que fue en tu época universitaria cuando empezaste a 
relacionarte con el movimiento antirracista de Madrid, ¿qué supuso para 
ti esa relación?
Creo que vi en algún cartel en la Universidad o 
en Facebook que había un encuentro en Matadero y fui. Recuerdo que había
 mucha gente diferente. Fue un encuentro muy catártico. Salí de ahí 
apasionada por ver que se podía, que había historiadores, profesores y 
periodistas negros y de que sí había comunidad, de que estábamos ahí. 
Recuerdo que también fue una época de cierta rabia, porque había algunas
 cosas que no me había parado a plantearme. Yo pensaba que tenía mala 
suerte, que había nacido rara, que era fea y me tenía que aguantar. Pero
 no, no eres fea, es que hay todo un mundo que odia lo que eres, que te 
dice que no está bien lo que eres, pero fue por esa época que me di 
cuenta de nuestro poder, belleza y legado.
Luego estudias un máster de Seguridad Internacional, ¿verdad?
Sí,
 luego hice las prácticas en el Ministerio de Asuntos Exteriores en el 
2020. Además de estar en el movimiento negro, estaba en el movimiento 
universitario, entré paralelamente en ambos. El Parlamento Europeo 
empezó una campaña, #TodosJuntos, y yo comencé a colaborar con su 
oficina en España organizando actividades sobre todo de temas 
migratorios y siendo también portavoz en Madrid. Luego también estuve 2 
años en el Consejo de Europa, como delegada Joven por España, 
aprendiendo de su política. Como resultado de la beca tenía que hacer un
 proyecto y me embarqué en un documental sobre violaciones de derechos 
humanos, en este caso en los asentamientos en Lepe, que se llama “Empezar de cero” y está disponible en YouTube.
¿Cómo fue ese salto al Consejo de Europa?
Íbamos
 a las sesiones del Congreso de Autoridades locales y regionales, y fue 
apasionante descubrir el funcionamiento de las instituciones europeas. 
Recuerdo la sensación de redactar un discurso, levantarme y leerlo 
delante de políticos de todos los países de Europa. Tuve mucho apoyo por
 parte de mi grupo y les representé en muchos temas, pero mis 
intervenciones individuales siempre intentaba vincularlas con la 
migración. Tuve ese doble papel de, por una parte, representar a las 
personas jóvenes y, por otra, denunciar las violaciones de derechos 
humanos. Era emocionante pensar que habría como mínimo una persona en 
esa sala a la que le estaba llegando ese discurso y se iría a su casa 
pensando: “Igual tenemos que hacer algo al respecto”. A raíz de eso me 
empezó a contactar bastante gente en municipios y en diferentes espacios
 de España para hacer divulgación y activismo sobre los derechos de las 
personas migrantes.
¿Cómo es la Unión Europea por dentro? ¿Es un dinosaurio tan anquilosado como parece?
Creo
 que la Unión Europea es una herramienta muy útil, que sirve para 
facilitar trabajo en muchas materias. O, por ejemplo, para pedir 
préstamos a bajo interés, que nos salvaron a todos en la pandemia y 
hacer que menos personas muriesen. Pero también es verdad que es un 
sitio lleno de señores adultos con perspectivas muy poco decoloniales 
del mundo y de nosotros. El Consejo de Europa es diferente porque el 
núcleo son los derechos humanos, pero incluso allí lo puedes ver. Creo 
que ese es el problema que tienen las grandes instituciones, que hay muy
 poca gente que se parezca a la realidad de los países que habitamos y 
eso es lento. Pero también hay gente muy comprometida, que trasladaba 
una pregunta tuya a un eurodiputado y ese eurodiputado conseguía sacar 
una resolución del Parlamento Europeo sobre esa cuestión, que es lo que 
nos pasó con el documental de Lepe, por ejemplo.
¿Qué resolución salió en ese caso?
Una
 sobre la situación de los temporeros migrantes, no solamente en Lepe 
sino en toda Europa, pidiendo a los Estados que pusieran medios. Que no 
es vinculante, igual que una PNL aquí, pero que al menos supone un 
reconocimiento y una presión para los Estados.
¿Cómo surge la idea del documental y que cuentas en él?
Surge
 a través de un encuentro con Rita Bosaho en el que estaba presente 
Seydou Diop, que habló de las condiciones de vida de los temporeros y 
temporeras en Lepe. Yo lo había visto antes también un poco en redes, 
pero fue a raíz de eso que me empecé a informar un poco más. Ese verano 
hubo una serie de incendios en los asentamientos y también se hablaba de
 que estaban empezando a construir un albergue. Me planteé hacer una 
donación o empezar una campaña que facilitase que hubiese más 
donaciones. Estaba hablando con Seydou sobre cuándo ir y se produjeron 
los fuegos, esa misma noche decidí que me iba al día siguiente. Un 
compañero que me seguía en redes desde hacía algún tiempo me dijo que él
 estaba en Sevilla, que se dedicaba a la comunicación audiovisual y que 
se venía conmigo. Así acabó naciendo un documental en 3 días, que fue el
 tiempo que estuvimos allí, y que sacamos para poder apoyar en la 
campaña de denuncia y recogida de fondos.
La Unión Europea tiene una política migratoria muy dura…
Sí,
 los Estados miembros han acordado una política migratoria muy dura. 
Esto realmente es porque hay Estados que no quieren hacer ningún tipo de
 acogida, por lo que se ha llegado a acuerdos de mínimos en materia de 
derechos humanos. Es cierto que es una política muy dura, pero es así. 
Es decir, la Unión Europa es la institución que va a estar coordinando 
esta materia y, por tanto, hay que estar presente, denunciando e 
intentando modificar la opinión pública y conseguir que el brazo 
ejecutor esté concienciado y, cuando ejecute, haga una interpretación 
positiva. Ahora mismo esa revolución pendiente no es posible, por tanto,
 hay que estar presente y denunciar para que las consecuencias negativas
 sean las mínimas; esperando también ese movimiento migra y antirracista
 en las calles que genere una presión que haga que se modifique la 
política de los Estados.
Hay
 gente dentro de la comunidad afro, del antirracismo y de los 
movimientos sociales en general que aboga por salirse totalmente de las 
instituciones. Entiendo que tú no estás de acuerdo con esta postura.
La
 verdad es que no. O sea, entiendo la necesidad de que haya personas que
 no quieran estar en las instituciones y sean combativas desde las 
calles, y son muy necesarias, pero también es necesario que haya gente 
con voluntad política y comprensión de las demandas y de los lenguajes 
de nuestras comunidades para poder también hacer presión desde dentro. A
 veces parece que imaginamos esa revolución que estallará, pero no 
parece que vaya a estallar ninguna revolución. Entonces, la única 
garantía de derechos que tenemos es asegurar que las leyes que salen no 
estén en nuestra contra sino a nuestro favor. Pero, para poder modificar
 esas leyes, también es necesaria la presión en las calles. Por tanto, 
creo que es necesaria la unidad y el trabajo conjunto de sociedad civil y
 movimientos sociales con las personas que ejercen la política.
¿Cuál es el papel de los Estados del sur en esa política migratoria europea tan dura?
Hablaré
 de España. Creo que hay funcionarios públicos y personas vinculadas a 
la institución desde muchos frentes que están empujando ya y que quieren
 que haya una política mucho más humana, pero que también ven que solos 
no pueden hacerlo. Al mismo tiempo sabemos que nuestros cuerpos de 
seguridad y el Ministerio del Interior han cometido violaciones de 
derechos humanos que tienen que seguir denunciando, como las Masacres 
del Tarajal o Melilla. Es decir, España no tiene la mejor política 
migratoria, se tiene que derogar la Ley de Extranjería, se tiene que 
crear una Ley de Extranjería adaptada a nuestro momento histórico, que 
ponga los derechos humanos en el centro. Y, aun así, España tiene una de
 las legislaciones menos malas de Europa, con la figura del arraigo, que
 es pionera.
¿Cómo está el Consejo de Europa en cuanto a la representación de comunidades y pueblos racializados?
Falta
 mucha presencia. Creo que necesitamos políticas activas que nos 
incluyan. También es verdad que somos comunidades muy precarizadas, con 
pocas personas que tengan la capacidad de costearse llegar hasta allí. 
Yo misma lo hice a través de becas. Hay una necesidad de crecimiento de 
nuestras capacidades materiales, necesitamos mejoras económicas para 
también poder ocupar esos espacios que están muy elitizados. Aunque 
también te diré que cada vez hay más personas que lo consiguen y hay más
 afirmación positiva para la entrada de personas racializadas.
¿Qué hiciste después de acabar tu etapa en el Consejo de Europa?
En
 esos momentos estaba ya haciendo el máster, me especialicé en seguridad
 porque durante mi etapa académica me centré mucho en el conflicto en El
 Sahel, más concretamente en Malí. Durante mis prácticas en el 
Ministerio de Asuntos Exteriores, hice un mapeado de todos los ataques 
terroristas por año en todos los pueblos y regiones, lo que me hizo 
tener que leer en todas las bases de datos que había. Eso me llevó a 
preguntarme cómo se podía terminar con la guerra en Mali y, en parte, 
realicé el máster para responder a esa pregunta. A su vez, en 2020 fundé
 una entidad, “Puerta de África”, e intentábamos generar una imagen 
positiva de África a la vez que promovíamos la participación juvenil. 
También representaba al Consejo de Juventud de Barcelona en UCLG, que 
aglutina a municipios de todo el mundo y agencias de la ONU, y estábamos
 trabajando en un pacto para el municipalismo.
¿Cuáles crees que son las causas de la guerra en Malí?
Hay
 muchas causas. Hay un catalizador que es la caída de Gadafi y la vuelta
 de los tuaregs armados al norte del país, pero realmente Mali había 
tenido levantamientos armados desde los años 60, siempre por una mala 
redistribución de la riqueza. Luego hay una cuestión de cambio climático
 que está cambiando todos los patrones migratorios internos.
Entonces empiezan a producirse conflictos intercomunitarios y, en un momento determinado, con ese catalizador pero con una base social muy pauperizada y con muchas violaciones de derechos por parte de las autoridades civiles y militares del Estado, en un momento en el que prácticamente tenías que pagar para acceder a la justicia, los conflictos quedaron irresueltos. En realidad, hay muchas dinámicas. También influye la enorme presencia de tropas francesas, que ha generado muchas críticas en la población. Todo esto desemboca en un levantamiento militar acompañado de levantamientos populares.
Ahora eres diputada por Sumar, una de las más jóvenes del Congreso.
Sí, entré en febrero y soy la más joven de mi grupo parlamentario.
¿Por qué y cuándo empiezas a vincularte con Sumar?
Como
 activista había tenido contacto con los Comunes y otros partidos para 
tratar de incidir en la política pública, pero en esa época no me 
planteaba todavía la militancia política. Pertenezco a una generación 
que está muy desencantada con la política, así que no era una opción 
lógica en principio y menos desde la comunidad afro. Hubo un momento en 
el que se me pidió que coordinara el proyecto de país sobre migraciones 
del proceso de escucha de Yolanda Díaz y me pareció una muy buena forma 
de incidencia para asentar algunos de los puntos que permitiesen mejorar
 la política migratoria del país que, a pesar de no ser mi 
especialización académica sí que era a lo que yo dedicaba prácticamente 
todo mi tiempo libre. Tomé ese reto y, digamos, que el proceso de 
escucha fue evolucionando hacia un proceso político.
En las 
municipales se presentó un compañero en la lista de Ada Colau y quise 
darle apoyo. A raíz de eso se me llamó, pues al día siguiente de las 
municipales Pedro Sánchez convocó las generales, y con más dudas que 
seguridades me embarqué en las elecciones. No salí escogida y han sido 
dos años en los que he seguido dedicada al activismo y he empezado a 
militar en los partidos. De golpe, un día me llamaron para informarme 
que Gala Pin iba a dejar su escaño, una activista muy potente de 
Barcelona muy vinculada a la causa de la ILP de Regularización Ya y que 
ha apoyado mucho a las hermanas putas. Yo entré a raíz de su renuncia.
Estás
 recién llegada, pero, ¿cómo ves el Congreso de los Diputados y qué 
crees que puedes aportar en tanto que mujer joven y racializada?
Soy
 una persona muy trabajadora, con visión política desde muy joven, 
organizada desde los 14 años y con una visión del mundo que se alinea 
muy bien con las de la coalición Sumar, aunque un poco más 
reivindicativa, que es también lo que creo que aportamos las personas 
jóvenes, que vemos que se puede empujar aún más fuerte. Así que creo que
 puedo aportar esas ganas de empuje, pero también mucho curro y buenas 
ideas que se han tenido dentro de la comunidad, tanto en materia de 
migraciones y antirracismo como en “cosas de blancos”, ya que sigue 
pareciendo que nosotras no podemos hablar de asuntos importantes.
También creo que puedo poner encima de la mesa todo lo que está sucediendo en el sur global. Tengo en Sumar la portavocía adjunta de cooperación internacional, que creo que me da margen para poner sobre la mesa los grandes retos que precarizan a las poblaciones del sur e intentar, como mínimo, empezar por el reconocimiento de esas realidades. Habrá cosas para las que podamos destinar fondos, porque creo que ahora mismo hay crisis importantísimas, como en Sudán o en El Congo, de las que tenemos que asegurarnos que se hacen públicas y que se destinan fondos para paliar el sufrimiento humano que está habiendo. Yo estoy comprometida con hacerlo, pero, claro, todo empieza con el reconocimiento y de ahí a que se haga justicia y se produzcan reparaciones… Quizás van a ser otras Viviane las que lo lleven a cabo. Pero sí que vamos a sentar las bases, siendo muy conscientes del trabajo que han hecho las que nos han precedido, intentando dejar un camino más fácil para las que vengan después.
¿Cuál es la postura de Sumar con respecto a la ILP de Regularización Ya y qué posibilidades ves de que salga adelante?
Nuestra
 postura ha sido defenderla desde el primer momento. De hecho, soy 
también ponente de esa ILP. Somos dos en Sumar y hay ponentes en todos 
los partidos. Nosotros abrazamos la ILP y hemos estado trabajando en 
ella desde la recogida de firmas. Se cedieron espacios de los distintos 
partidos que integran Sumar para llevar a cabo esa recogida y hemos 
liderado las negociaciones dentro del Congreso. Hemos visto que no tiene
 apoyo de todos los partidos, pero nosotros seguimos negociando, vamos a
 continuar haciéndolo y trabajaremos para aprobarla,  aunque no sea 
fácil.
¿No te dan miedo, en el espacio de la política formal, todas las cuchilladas y la política sucia que hay?
Yo
 no entro en esos juegos. No los he visto y no entro en ellos. Yo voy a 
hacer mi trabajo, a poner encima de la mesa las cosas que se tienen que 
poner, trabajar por los temas que hay que trabajar, visibilizar las 
preocupaciones de la comunidad, las necesidades de la juventud y lo que 
hagan otras personas, si es que lo hacen, no es mi responsabilidad. 
Mi única responsabilidad es que en el momento en que acabe mi etapa en el Congreso o mi etapa en la política, sienta que he empujado el máximo para mejorar la vida de la comunidad negra, de las comunidades migrantes, de la juventud y, si puedo, de toda la población del Estado español. O sea, esa es mi responsabilidad y es en lo único en lo que me quiero centrar.
¿Y la instrumentalización y la tokenización de las personas negras en la política? ¿Te da miedo sentirte utilizada?
No,
 creo que es necesaria nuestra entrada y vamos a sentar las bases para 
que se nos escuche hoy y mañana. Tenemos que estar presentes, tenemos 
que hacer escuchar nuestras reivindicaciones y, de la misma manera que 
el antirracismo un día va a tener más peso, también lo tendrá el 
ecologismo. Es decir, no todas las reivindicaciones de todos los 
colectivos que están representados tienen el mismo peso en los mismos 
momentos y creo que lo hay que hacer es trabajar para que lo tengan. Si 
yo hoy tengo menos peso político del que van a tener mis hermanas 
mañana, bienvenido sea porque de esto se trata.
Creo que somos un movimiento con muchísimos años de historia y con muy pocas victorias políticas. Ya entramos en política con este conocimiento. Pero también hemos tenido algunas victorias, no solamente en el Estado español sino alrededor del mundo. He visto también grandes movilizaciones y de lo que se trata es de empujar, resistir y transformar. Creo que hay muchos hermanos que antes trabajaron en la sombra, la cuestión no es que tú seas la persona más relevante sino cimentar las bases para que nuestras reivindicaciones acaben teniendo un peso en este Estado.
¿Cómo
 ves la ola reaccionaria que se alza en el mundo? No solamente en Europa
 sino a nivel global. ¿Qué retos le plantea ese neofascismo que llega a 
la comunidad afro, al antirracismo y a la izquierda?
Sabemos que 
se está usando a las personas migrantes como cabeza de turco desde la 
internacional del odio. Es un reto para todas las personas que viven en 
nuestro país, no solamente para las personas migrantes y racializadas, 
para las mujeres, para la comunidad LGTBIQ+ y para muchas otras 
comunidades. Es un reto global que tenemos y como tal hay que tomarlo, 
desde la consciencia de que las tesis neoliberales y fascistas que se 
están poniendo sobre la mesa nos afectan a todos y que necesitamos una 
alianza del sur en el norte y del norte con el sur. Creo que existe una 
conciencia de que hay que trabajar en unidad para evitar que estas tesis
 cojan más relevancia y creo que es lo que estamos haciendo.
Estamos intentando consolidar derechos, como, por ejemplo, con la propuesta de reforma constitucional para el aborto, y sentar unas bases fuertes para garantizar que esta ola reaccionaria no nos haga demasiado daño. Es un reto para todos y todas independientemente de nuestro origen étnico-racial y sabiendo que para nosotras lo es mucho más y por eso también hay que estar presentes.
¿Cómo ves la ola reaccionaria que se 
alza en el mundo? No solamente en Europa sino a nivel global. ¿Qué retos
 le plantea ese neofascismo que llega a la comunidad afro, al 
antirracismo y a la izquierda?
Sabemos que se está usando a las 
personas migrantes como cabeza de turco desde la internacional del odio.
 Es un reto para todas las personas que viven en nuestro país, no 
solamente para las personas migrantes y racializadas, para las mujeres, 
para la comunidad LGTBIQ+ y para muchas otras comunidades. Es un reto 
global que tenemos y como tal hay que tomarlo, desde la consciencia de 
que las tesis neoliberales y fascistas que se están poniendo sobre la 
mesa nos afectan a todos y que necesitamos una alianza del sur en el 
norte y del norte con el sur. Creo que existe una conciencia de que hay 
que trabajar en unidad para evitar que estas tesis cojan más relevancia y
 creo que es lo que estamos haciendo.
Estamos intentando consolidar derechos, como, por ejemplo, con la propuesta de reforma constitucional para el aborto, y sentar unas bases fuertes para garantizar que esta ola reaccionaria no nos haga demasiado daño. Es un reto para todos y todas independientemente de nuestro origen étnico-racial y sabiendo que para nosotras lo es mucho más y por eso también hay que estar presentes.
Antes me has comentado que una
 de tus motivaciones cuando eras estudiante era recalar en la Unión 
Africana, ¿es algo que sigues teniendo en mente?
Sí, tengo muy 
claro que tengo una vocación de trabajar con y en África. En esta etapa 
vital lo estoy haciendo desde Europa, desde España, desde el Congreso y 
también desde los movimientos sociales y desde la sociedad civil en la 
medida en la que me dejen colaborar ahora que tengo otro tipo de papel. 
Cuando se termine esta etapa espero poder cumplir mis sueños porque mis 
sueños siguen siendo poder hacer una gran contribución al país de mi 
padre y conseguir que más jóvenes en él puedan tener las mismas 
oportunidades que he tenido yo. Esto es algo que siempre me ha motivado.
 Yo he tenido muchas oportunidades y quiero que mucha más gente las 
tenga. Ahora estoy en un momento de lucha por los derechos de la 
comunidad aquí y cuando termine este periodo de lucha espero poder 
seguir trabajando en mi otro país, en mi otro continente y aportar lo 
máximo que pueda allí.
¿Cuáles son los errores que no debería  repetir la Unión Africana con respecto a la Unión Europea? ¿Cuál debería  ser su diferenciación específica?
Conseguir que,  independientemente de los intereses de sus Estados miembros, se respeten  siempre los derechos humanos. Ese creo que tiene que ser el gran  objetivo de la Unión Africana, ser un estandarte de presión y de trabajo  para que los derechos humanos estén protegidos.


