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Heidegger: cartas de furia nazi

Fuentes: El Mundo

  Heidegger, en 1961, en Tuebingen. IMAGNO La correspondencia del pensador con su hermano agrava su adhesión al Reich, que fue fruto de una pasión visceral Martin Heidegger (1889-1976), el filósofo alemán más admirado del siglo XX, y también su peor desastre moral, cayó definitivamente en desgracia hace tres años, el día que se publicaron […]

 

Heidegger, en 1961, en Tuebingen. IMAGNO

La correspondencia del pensador con su hermano agrava su adhesión al Reich, que fue fruto de una pasión visceral

Martin Heidegger (1889-1976), el filósofo alemán más admirado del siglo XX, y también su peor desastre moral, cayó definitivamente en desgracia hace tres años, el día que se publicaron sus Cuadernos negros, un libro de notas personales que contaba la historia de su adhesión a los nazis. Su juicio se agrava ahora con la difusión de parte de la correspondencia que Heidegger mantuvo entre 1930 y 1946 con su hermano Fritz, cinco años menor que él, su gran confidente.

La lectura de las cartas seleccionadas por la editorial Herder para completar las 448 páginas del libro que acaba de publicar con el título Heidegger y el antisemitismo. Posiciones en conflicto. Con cartas de Martin y Fritz Heidegger es contundente. El autor de Ser y tiempo no reflexionaba ambivalente y solitario sobre el nacionalsocialismo, como se podría haber pensado después de leer Cuadernos negros. No cayó en el horror por un error trágico.Al contrario, era un nazi visceral, obsesionado con la «germaniedad» y fascinado con «el instinto político y excepcional» de Hitler, según una carta con fecha del 18 de diciembre de 1931. «No se trata de pequeña política partidista sino de la salvación o el colapso de la cultura europea occidental. Quien no comprenda eso merece ser aplastado en el caos», escribe a su hermano Fritz, empleado de banca en la ciudad de Messkirch, donde el padre de había ejercido como sacristán.

Heidegger da muestras en esta correspondencia de estar muy al tanto de cuanto sucedía a su alrededor y de tener formada una opinión monolítica sobre los judíos, las mujeres y del autor de Mein Kampf, obra que hizo llegar a Fritz con la idea de sumarle a la causa, sin éxito.

«No sé hasta que punto han evolucionado tus opiniones políticas… pero supongo que no formas parte de los admiradores de Brüning y dejas el Zentrum a las mujeres y a los judíos como refugio«, escribió Heidegger desde Friburgo el 27 de julio de 1932, dando por hecho Fritz no apoyaba al Partido Católico de Centro (Zentrum) del canciller Heinrich Brüning, que había tratado de prohibir las organizaciones paramilitares.

Tampoco le gustaba Franz von Papen, quien, como Brüning, intentó frenar a Hitler, creando un ministerio anti-nazi fuera del control del Parlamento. «Una conspiración judía», escribió Heidegger, que deja igualmente constancia de la repulsa que le produce que los judíos «se entreguen progresivamente a la atmósfera de pánico».

El 28 de octubre de 1932 mandó a Fritz «el último discurso de Hitler para que veas que, a pesar de todos los excesos desagradables es necesario apoyarle» y el 13 de abril de 1933, cuando el dictador ya estaba en el poder, escribió: «El mundo de nuestro pueblo y del Reich se transforma y cualquiera que tenga ojos para ver y oídos para oír, además de un corazón para obrar, se siente llevado por este impulso y transportado por una auténtica exaltación. Estamos ante una gran realidad, y al mismo tiempo nos enfrentamos a la necesidad de construir esta realidad de manera que ocupe su lugar en el mundo espiritual del Reich y en la misión secreta de la germanidad».

El 4 de mayo,Martin Heidegger anunció que se había afiliado al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán: «Ayer me inscribí por convicción interna y por la creencia de que es la única manera de lograr la purificación y la clarificación de todo el movimiento. Si no estás convencido por ahora, te aconsejaría que te prepares sin preocuparte lo más mínimo de las cosas poco regocijantes que puedan pasar cerca de ti».

Sólo tenía una queja: el trabajo acumulado tras el despido de tres colegas judíos. También en julio de 1945, poco después de la guerra, su descontento era con «la gente salida de los campos» -supervivientes del Holocausto- que fue alojada en su casa. «No resulta agradable».

Y resume su interrogatorio con la comisión de depuración creada por los aliados: «Todo ha ido bien. Lo que hagan los franceses no está aún claro. Pero no parece que tengan la intención de hacer que renuncie a mis funciones. La principal caza de brujas es la de los políticos del Zentrum, ésos contra los que se levantaron los teólogos y toda la gente razonable. Pero todo es siniestro y peor que en la época nazi».

En Messbkirch, cuidad natal de Martin Heidegger, el más conocido de los dos hermanos era Fritz.

El pequeño de los hermanos era cajero de banco, un hombre dicharachero, aficionado a las cartas, a los bares y muy avispado con los números. Hans Dieter Zimmermann, autor de un libro sobre los Heidegger, afirma que Fritz era tan original que en el pueblo aún se cuentan sus andanzas. Y muchas tienen que ver con su tartamudez, un problema que lo obligó a abandonar su sueño de entregarse a la palabra de Dios y le hizo muy popular en Messbkirch tras los pregones de carnaval que dio en 1934, 1937 y 1948.

Fritz y Martin eran, según Zimmermann, agua y aceite. Se veían poco y Fritz nunca mostró especial respeto por su famoso hermano. Cuenta el autor como anécdota la cena con la que Heidegger fue homenajeado Messebkich con motivo de su 80 cumpleaños En los postres, alguien se levantó y dijo solemne «Señor profesor le hemos visto en televisión y escuchado su impresionante discurso», a lo que Frizt respondió en voz alta «no tenéis que creeos todo que dice este tipo, está viejo y gaga». Fritz fue guardián de los manuscritos de su hermano desde 1938, cuando éste le pidió poner su obra a salvo de una posible guerra. Nunca sintió atracción por el nacionalsocialismo y la figura de Hitler. Su interés nunca estuvo en la política sino en la religión. A partir de su jubilación en 1959, se dedicó de lleno a lectura de la Biblia, obras de Teología, liturgia católica y a poner sobre el papel todo lo que se le pasaba por la cabeza y recordaba de su hermano. Hasta que se cansó.

Fuente: http://www.elmundo.es/cultura/2017/01/04/586a982e46163f91758b45d1.html