Sharknado es una saga de películas de serie B cuyo argumento podría considerarse ridículo. Se resume en la siguiente idea: Se producen una serie de tornados que acaban engullendo a tiburones del océano. Los escuálidos, altamente violentos, atacan a la gente en las ciudades y se producen una serie de catástrofes ante las cuales hay que dar una respuesta. En la primera entrega de la saga deciden acabar con los tiburones tirando bombas dentro de los tornados. En la segunda, deciden matarlos con descargas eléctricas, y así, en cada una de las películas van sucediéndose sinopsis a cada cual más absurda. Pero ¿Y si lo que hoy consideramos estrafalario se parece más al futuro de lo que imaginamos? ¿Y si lo imprevisible y lo inimaginable fueran lo que caracterizará al futuro debido al cambio climático y sus graves consecuencias?
De hecho, la pandemia que estamos viviendo puede ser solo una precuela de un tiempo que se antoja descabellado. Como pasó anteriormente en la crisis de 2008, que hizo caer a Lehman Brothers, había voces que alertaban sobre una posible pandemia que pondría en jaque a los sistemas sanitarios de las naciones y que tendría graves consecuencias a nivel social y económico. Un documento de la OMS de 2019 alertaba de que entre 2011 y 2018 ya se habían producido 1.483 brotes epidémicos en 172 países. Es decir, los brotes y epidemias se estaban produciendo cada vez a intervalos de tiempo menores. Todos recordamos el SARS, el ébola o el zika. Todas estas epidemias se pudieron contener y pudieron encontrarse maneras para enfrentarse a ellas en poco tiempo. Sin embargo, como decían algunos expertos, era preocupante el ritmo con el que se estaban dando estos acontecimientos. Solo era cuestión de tiempo que apareciera una pandemia como la de SARs-Covid2. No podemos decir que no se hubiera hablado de ello. No fue una tragedia inesperada para los virólogos y epidemiólogos que habían alarmado ya sobre lo que podría ocurrir.
En otro orden de tragedias, el 11-S fue una de esos eventos que parecía inaugurar una nueva época. Ese tiempo espectacular, de dinamismo exacerbante, de inmediatez, actualidad y sensación de irrealidad en el que hoy vivimos. Ese día se inauguró un nuevo modo de concebir las catástrofes. Ahora son tan virtuales que no parecen reales. Se encadenan las tragedias y se superponen en la dictadura de la actualidad. Y es aquí donde el cambio climático y el 11-S pueden estar unidos por una línea que los conecta. En un punto de esa línea podemos aducir que existe una sensación de irrealidad causada por la bulimia informativa que padecemos, de esta manera concebimos el cambio climático como una especie de ficción futurista que no tiene repercusión en el presente. En el otro punto de la línea hay un preocupante déficit de imaginación. Según el informe de la comisión encargada de investigar por qué se produjeron los atentados del 11-S se llegó a una conclusión interesante: la principal causa de esa catástrofe fue un déficit de imaginación de las autoridades. ¿Cómo las autoridades encargadas de prevenir atentados y ataques no se habían imaginado que podría haber un secuestro simultáneo de varios aviones y que fueran a atacar el corazón del mundo financiero? Lo cierto es que ya había habido un atentado en el aparcamiento de la torre norte en 1993. Pero, ¿se puede imaginar lo inimaginable? Como decía Hume, solo podemos tener conocimiento de las impresiones. Sobre el futuro no tenemos impresión alguna. Por ello la ciencia sobre el futuro es una cuestión de probabilidades.
Volvamos al cambio climático. La ciencia es probabilística. No tenemos una bola de cristal, pero tenemos miles de estudios, documentos oficiales y no oficiales y observaciones científicas que apuntan a que el cambio climático tendrá consecuencias desastrosas si se superan los dos grados de temperatura en el 2100. Pero el cambio climático tiene lugar ahora. Ya podemos ver sus consecuencias. No se trata de una ficción. Los ecosistemas, sistemas biológicos generados a lo largo de millones de años, y los climas que los acompañan se están alterando a una velocidad que conlleva un riesgo enorme para la habitabilidad del planeta por parte de la especie dominante. Una especie que, no lo olvidemos, ha producido extinciones masivas por donde ha pisado. Y que no ha dejado de hacerlo por miedo a su propia desaparición. De hecho, es conocida la célebre obra de Jared Diamond Colapso, en que nos habla de cómo diferentes civilizaciones emprendían el viaje hacia su propia extinción en una esquilmación y una sobreexplotación de recursos que cualquiera hubiera podido predecir. Esto nos lanza un mensaje claro: Ha ocurrido otras veces en el pasado. Simplemente ahora ocurre a escala mundial.
Inundaciones en Alemania y Bélgica, en India y en China. Miles de muertos y desaparecidos. El número de muertos debido a acontecimientos vinculados al cambio climático va creciendo en medio de una pandemia mundial. Pandemia que, según apuntan algunos estudios, ha sido producida por la eliminación de barreras naturales que nos separan de virus y bacterias conocidas y desconocidas anteriormente. Y aún así seguimos apostando por el hipercrecimiento y el consumo extenuante de recursos. El día 29 de julio de 2021 consumimos ya todos los recursos que el planeta podría regenerar en un año. Los cinco meses restantes de año estamos consumiendo recursos que el planeta no podrá regenerar. Necesitaríamos dos planetas Tierra para seguir consumiendo a este ritmo. Pero no paramos las máquinas. Todo lo contrario. Los niveles de CO2 en la atmósfera no han dejado de aumentar. Por ello se deben tomar medidas inmediatas si no queremos perecer en el intento de ser una especie un poco más inteligente de lo que somos. La corona de la creación corre el riesgo de autodestruirse. Tenemos las pruebas científicas de que eso puede ocurrir.
¿Y qué podría ocurrir? Por ejemplo: un tsunami en el sudeste asiático golpea una central nuclear, contamina toda una zona de cultivos sin que las autoridades alerten de ello, las personas empiezan a morir por contaminación radioactiva, esto aumenta la desconfianza en los productos básicos y todo el mundo quiere consumir productos de otras zonas. Escasea la comida. Mueren miles de personas debido a los alimentos en mal estado. Surge un virus, se extiende como la pólvora. Las personas intentan escapar a pie por la escasez de combustibles. Los que tienen caballo tienen suerte, pero tampoco hay alimento para ellos, así que aunque ganan unos días de ventaja acaban teniendo problemas graves. Además, no contaban con la inundación que se ha producido debido a los huracanes y precipitaciones provocados por los cambios bruscos de temperatura. Esto ha producido cortes de luz y las personas ni siquiera pueden cargar sus teléfonos móviles. Así que la comunicación es imposible. ¿Demasiado catastrófico?
La única alternativa a que constantemente vivamos en un estado de excepción donde las crisis climáticas se sucedan una a otra generando consecuencias impredecibles es parar las máquinas. Romper con la ideología que pregona el hipercrecimiento insostenible y constante, la competición omniabarcante y el turbocapitalismo digital. No podemos continuar así. Es un hecho objetivo. La hipótesis Sharknado implica que como pasa en un avión cuando tiene un accidente puedan sucederse varios desastres consecutivos que no podemos llegar a imaginar. ¿Se van a tomar medidas realmente efectivas para intentar parar esto? No existen mecanismos articuladores efectivos a nivel internacional que obliguen a los estados a tomar decisiones necesarias para garantizar nuestro futuro. España puede tener una ley de cambio climático, pero no servirá de nada si otros países no reducen drásticamente sus emisiones. En este sentido, uno se pregunta por lo que tiene más cerca, ¿qué pasará con las plantas bajas en zonas inundables?, ¿Qué ocurrirá con edificios cuyas estructuras no puedan aguantar huracanes o tornados? ¿Y si una futura crisis pandémica nos pilla a todos en el exterior debido a la capacidad de contagio del virus y nos vemos sometidos a las inclemencias del tiempo?
Nos es difícil imaginar la capacidad destructiva del cambio climático. Por ese déficit de imaginación tan humano. Por ello, el argumento de película de serie B más absurdo puede servir para ilustrar lo que puede llegar a pasar. Esa es la hipótesis Sharknado. Les animo a que imaginen el terror. Yo solo les daré los ingredientes, ustedes conjeturen: centrales nucleares, volcanes, extinción de abejas, pandemias, huracanes, tornados, DANAS, desertificación, lluvia ácida, contaminación de los mares, ríos, acuíferos, escasez de recursos fósiles, apagones, escasez de alimentos, dinero que pierde su valor, auge de ideologías extremas, fanatismo religioso. Si con estos ingredientes no son capaces de cocinar un plato terrorífico les invito a que vean la serie Colapso en Filmin. Puede que la pandemia del COVID sea tan solo una precuela de lo que sucederá. La ficcionalización del mundo en la que estamos inmiscuidos puede no ayudar a pensar como real lo que sin duda llegará a pasar. Somos capaces de negar la realidad a la que apuntan todas las probabilidades de los estudios científicos con el ánimo de mantener nuestro modo de vida. Pero ¿Qué pasará cuando no exista ese estilo de vida y solo podamos hablar de supervivencia?
El cine se imagina continuamente el futuro como una distopía. Nos regodeamos viendo series y películas de catástrofes futuras como si eso estuviera muy lejos. La realidad nos hace perder la noción de la ficción en la que vivimos. Pero estamos en la frontera. Al borde de cruzar un punto de no retorno. Tendremos que usar toda nuestra imaginación para resolver problemas que no nos imaginamos. En Sharknado tiran bombas en los tornados o utilizan descargas eléctricas contra los tiburones. ¿Serán tan importantes los mercados cuando tengamos que tratar de imaginar cómo salir de un atolladero de imposibles? ¿Habrá acabado la religión del crecimiento económico perpetuo? Esta vez no será un libro el que cambie el mundo como ocurrió con Marx y Engels y su manifiesto comunista. Esta vez será el mundo el que pondrá límites al espejismo en el que vivimos. El capitalismo es una utopía. Porque es imposible. Es solo un sueño que precede a la pesadilla que está por venir. O despertamos o jamás volveremos a dormir tranquilos. Los tiburones aguardan, los tornados se acercan. Sharknado está a punto de ocurrir.
Carlos Saura León. docente y músico. Twitter: @CarlosSauraL
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.