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Historias de un viaje que no fue, dejándome hilachas de dolor

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Historias de un viaje que no fue, dejándome hilachas de dolor Lamento decepcionar a quienes esperan leer en esta carta sobre las curvaturas y cuadraturas del género, de las amplias teorías sobre el género como construcción social o puramente un destino biologicista. Siguiendo las premisas feministas que sostienen que lo personal, lo intimo, es político […]

Historias de un viaje que no fue, dejándome hilachas de dolor

Lamento decepcionar a quienes esperan leer en esta carta sobre las curvaturas y cuadraturas del género, de las amplias teorías sobre el género como construcción social o puramente un destino biologicista.

Siguiendo las premisas feministas que sostienen que lo personal, lo intimo, es político iniciaré mi relato. Desde muy temprana edad, a través del ejercicio del poder de padres, me intentaron conducir a lo que las reglas marcaban como natural, hegemónico: mi destino heterosexual. Sin embargo, jamás acepté ni aceptaré que la biología sea mi destino. Todas las violencias me fueron aplicadas por transgredir, o dicho de manera más sencilla, no aceptar que mi destino se ajustara a ella. De allí que me surgieran estos interrogantes: ¿quién o quienes determinan el feminismo? ¿la anatomía de un cuerpo? ¿una práctica? ¿la deconstrucción de lo patriarcal?.

Llena de ilusiones empecé a armar mi valija para participar en el Xº encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe que se realizará en San Pablo, Brasil, del 9 al 12 de octubre de 2005. En mi maleta ponía todo lo necesario y lo innecesario que solemos poner para un viaje, pero por sobre todo la llené de ilusiones, de ganas de encontrarme con amigas muy queridas, compañeras que admiro, luchadoras que enfrentaron o enfrentan las distintas situaciones de pelea y de violencias, que nos impone el sistema neoliberal. Sistema que cotidianamente muestra sus múltiples caretas de opresión en las que clase, etnia, apariencia personal o edad y, por supuesto género, se articulan, aún al interior de nuestros propios colectivos.

Estaba segura de que este iba a ser un espacio de aprendizaje de realidades muy diversas, pero más segura aún de todo lo que podía aportar para la construcción de un mundo sin jerarquías, sin un derecho de admisión, regulado por incomprensibles reglas que sólo se ajustan a determinar quien debe estar o no estar en la repartija de derechos. Estaba y estoy segura que el feminismo fue y es una política emancipatoria antidiscriminatoria que no se retuerce sobre si misma para reproducir lo que excluye.

Todas estas palabras son un mero juego que me permite dar vueltas para no decir lo más sencillo, lo que realmente me pasó; como si el llorar, el haber sentido rabia hasta el extremo de la furia, el sentir que nuevamente se intentaba situarme en un lugar de origen del cual pareciera no se puede escapar. El sentir que nuevamente -como lo hace la ciencia, los legos, la iglesia y el poder- me ponían en un lugar preestablecido sin considerar el valor de mi propia palabra, del propio lugar que deseo ocupar.

Jamás aceptaré ni someteré a consideración mi feminismo, esta herramienta aportó en mi vida no sólo el entendimiento de las y los demás sino que me habilitó un diálogo conmigo misma, con mi cuerpo, con mi historia, con mi dolor. Por favor, quítenme el corset de la normalidad otorgado por aquellos y aquellas que configuran la política en el silenciamiento.