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Crónica de la proyección del documental La mirada interior. Los fusilados de San Lorenzo

Honor y gloria para todos aquellos que cayeron en la lucha contra el fascismo

Fuentes: Rebelión

Con un poderoso ¡¡Viva la República!! coreado por varios cientos de personas que abarrotaron hasta la primera fila de una sala del Cine Monopol, de Las Palmas, terminaba ayer la proyección del documental La mirada interior. Los fusilados de San Lorenzo, dirigido por Carlos Reyes, en el que se resumen los hechos acontecidos en esta […]

Con un poderoso ¡¡Viva la República!! coreado por varios cientos de personas que abarrotaron hasta la primera fila de una sala del Cine Monopol, de Las Palmas, terminaba ayer la proyección del documental La mirada interior. Los fusilados de San Lorenzo, dirigido por Carlos Reyes, en el que se resumen los hechos acontecidos en esta isla entre el 18 de julio de 1936 y el 29 de marzo de 1937, fecha del fusilamiento de cinco antifascistas por haber intentado detener el golpe militar franquista.

Juan Santana Vega (Alcalde de S. Lorenzo)

Antonio Ramírez Graña (Secretario municipal)

Manuel Hernández Toledo (Jefe de policía)

Francisco González (Sindicalista)

Matías López ( » )

Estos son los nombres de los cinco ciudadanos que, acusados de «rebelión militar», caían en la madrugada de aquel infame día de septiembre de 1937, en el campo de tiro de Ingenieros, en La isleta. Otro vecino, Domingo Valencia, de 15 años de edad, detenido también en aquel día de julio, tras numerosas palizas, fue condenado a la pena de 16 años de prisión, posteriormente rebajada a 6 años -en el transcurso de los cuales ingresaría en el PCE-.

Es de reseñar también que, en los registros llevados a cabo en los domicilios de los detenidos, dada la brutalidad de los falangistas que intervienen en las detenciones y registros, estos arrojan contra el suelo a un bebé, produciéndole graves heridas, de las que fallecerá días después.

El documental recoge testimonios de familiares que recuerdan los hechos o que, de forma oral, fueron recopilando información de la suerte que corrieron sus familiares respectivos en las horas de aquella caza indiscriminada, simplemente por sospecharse de ellos que eran portadores de armas, que podían volar un puente…

Vale la pena reseñar que en estas tierras no hubo guerra, propiamente dicho. Aquí no se produjo ningún incendio de iglesia, como en Madrid; no se conoce ningún caso de persecución religiosa ni de ninguna otra índole, a partir del triunfo de la República; tampoco ningún desmán tras conocerse el triunfo de las izquierdas en las elecciones de febrero del 36. Así pues, cabe destacar que, en este archipiélago, tras el levantamiento militar del 18 de julio, lo que se produce es una sistemática persecución y la consiguiente eliminación de cualquier ciudadano que sea sospechoso de apoyar al Frente Popular; cualquiera que, desde las ideas, los hechos o cualquier otra forma de acción, pueda ser un punto de resistencia contra el fascismo emergente -incluyendo aquí a la católica Iglesia-, así como evitar a toda costa la organización obrera que responda a la esclavitud, la explotación y el régimen de caciquismo y analfabetismo que impera en estas siete islas.

Lo que aquí se produce a partir de aquel infausto día del levantamiento, al igual que donde quiera que éste triunfa, de una manera u otra en el resto de España, es una eficaz y sistemática persecución de sindicalistas, de anticlericales, de liberales, de dirigentes e ideólogos del marxismo; cualquier forma, organizada o no, de respuesta a un sistema de valores que viene determinado por la religión católica y por el capitalismo. Todo ello, supervisado por la poderosa maquinaria del ejército y de la policía franquista, tiene que tener su cauce, y si éste no es el del sindicato vertical y la corporación falangista, cualquiera puede ser enviado a prisión, por el solo hecho de poseer una multicopista en su domicilio o por el simple hecho de cuestionar la «divinidad» del Jefe del Estado, ascendido a la gloria de El Pardo «por la gracia de Dios». Si es caso, el diputado comunista Eduardo Suárez, junto con el delegado del Gobierno de la zona norte de la Isla de Gran Canaria, lo único que pretende en aquellas mismas horas es volar un puente para detener el avance del ejército -que se ha rebelado contra el poder constitucional-, algo por lo que ya debería haber merecido un amplio reconocimiento si, en lugar de triunfar los golpistas, hubiese prevalecido el régimen republicano. Pero los hechos son los que son y este diputado y el delegado del Gobierno serán fusilados aquel 6 de agosto de 1936, por el mismo delito que tantos lo fueran en aquellos terribles días: «ayuda a la rebelión militar«. Algo que hay que repetírselo uno una y otra vez para alcanzar a comprender hasta qué punto se puede pervertir el lenguaje y subvertir un sistema de valores, para luego morir en el cargo de Jefe del Estado, contra toda lógica y con el apoyo incondicional de todos los Estados y gobiernos del Planeta; con la sumisión -por qué no decirlo- de un pueblo que no logró sacarse el terror de encima hasta que no desaparece el cerebro y brazo de aquella inmensa cacería que se había iniciado un remoto 17 de julio de un lejano 1936, y que sentó las bases para esta triste España del 2011, sofocados los ardores revolucionarios de los años treinta y reducidos los sueños de una democracia auténtica, tras el restablecimiento de ésto a lo que confundimos con la democracia, pero que no es otra cosa si no un reflejo de la triste maldición de la casta de políticos que nos representa y gobierna.

Es de destacar también, durante la llamada «semana roja», en la isla de La Palma, el destacado papel que determinados izquierdistas tuvieron en las horas que siguieron al levantamiento militar, que culminó con la eliminación de todo sospechoso que pudiera apoyar cualquier intento de oponerse al nuevo régimen. También es interesante conocer el procedo de represión que siguió a aquellas horas en la isla de Tenerife, donde, del mismo modo que en Gran Canaria, se abrió un dispositivo represor que culminó con la apertura del campo de concentración de Fifíes, donde fueron conducidos, y fusilados, tantos y tantos antifascistas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.