Primero se ocuparon de forma masiva las plazas, luego viviendas vacías, bancos e incluso supermercados. ‘La desobediencia civil se está convirtiendo en una práctica cada vez más común y empieza a recuperar el espacio público’, asegura Esther Vivas, activista e investigadora en movimientos sociales. «Más pobreza, más paro, más hambre, más recortes, más desahucios, más […]
Primero se ocuparon de forma masiva las plazas, luego viviendas vacías, bancos e incluso supermercados. ‘La desobediencia civil se está convirtiendo en una práctica cada vez más común y empieza a recuperar el espacio público’, asegura Esther Vivas, activista e investigadora en movimientos sociales.
«Más pobreza, más paro, más hambre, más recortes, más desahucios, más indignación, más malestar y… más desobediencia como respuesta en la calle. Frente a estas leyes y prácticas injustas, la única opción que queda es desobedecer». Con esta contundencia se expresa Esther Vivas, una comprometida activista social, licenciada en periodismo y sociología, y autora de varios libros sobre movimientos sociales y agroecología.
Precisa e incisiva, reconoce que para cambiar las cosas hace falta paciencia: «los tiempos no siempre son iguales, se aceleran o se comprimen y no sabes cuál será la gota que colme el vaso».
-¿Crees que se dan los elementos suficientes para un movimiento de desobediencia civil en el Estado español?
-Las practicas de desobediencia civil se han instalado en nuestra vida cotidiana. La ocupación de plazas por parte del movimiento 15M era un acto de desobediencia civil masivo, y a partir de ahí hemos asistido a una serie de acciones que desobedecen leyes y prácticas injustas: la Plataforma de los Afectados por las Hipotecas (PAH) ocupando viviendas, movimientos relacionados con las estafas de las preferentes ocupando los bancos, la entrada del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en un supermercado para llevarse sin pagar alimentos de primera necesidad para luego darlos a los necesitados, etc. Lo más importante respecto a épocas anteriores es que estos actos de desobediencia civil han conectado con amplios sectores de la sociedad, que no se movilizan pero sí se sienten representados por estas acciones y las apoyan.
-Dices que se trata de algo cada vez más cotidiano, en cambio, la sensación a través de los medios de comunicación es que se trata de hechos aislados.
-La realidad es muy distinta. A todo lo que te comentaba antes podemos añadir, en el caso catalán, saltarse los peajes en la autopista, negarse a pagar el aumento de tarifas en el transporte público y el euro por receta… Frente a políticas y leyes injustas surgen acciones como éstas, que son ilegales pero que resultan legítimas. En el Estado español, donde cada día se desahucia a 532 personas y a la vez hay entre tres y seis millones de pisos vacíos, ocupar una vivienda y darle un uso social es ilegal pero es considerado legítimo por amplios sectores de la sociedad. Lo mismo se podría decir con las acciones del SAT este verano en los supermercados. Lo que sí debería ser ilegal es que los supermercados cada día tiren toneladas de comida, mientras un millón de personas en este país pasa hambre. Ilegal debería de ser la estafa de las preferentes, especular con las viviendas y dejar a miles de familias en la calle. Dar comida a quien lo necesita o exigir justicia en relación a las prácticas de la banca es del todo legítimo, aunque a veces implique acciones ilegales.
-¿Qué influencia ha tenido el 15M en este tipo de respuestas ciudadanas?
-Ha sido determinante. Marcó un punto de inflexión. Ha permitido mantener la confianza en el ‘nosotros’, en que ‘si queremos, podemos’ y ha desenmascarado la estafa de la crisis. Cuando el movimiento empezó a ocupar plazas se decía: «no es una crisis, es una estafa», «no es una crisis es el capitalismo», «no somos mercancías en manos de políticos y banqueros». Estos eslóganes que señalaban las causas profundas y estructurales de la crisis, hoy son compartidos por amplios sectores de la sociedad. El discurso del 15M y sus prácticas ha puesto en entredicho las «verdades absolutas» que defiende el sistema y que nos repite: ‘habéis vivido por encima de vuestras posibilidades». Nos dice, sois culpables y cómplices de esta crisis, debéis de aceptar las consecuencias, pero esto es mentira. El 15M ha dado la vuelta a este discurso y afirma que quien ha vivido por encima de sus posibilidades es la élite política y económica de este país, y eslóganes como ‘esto no es una crisis es una estafa’ hoy son compartidos por muchos. Se ha caído la careta al sistema y se presenta como es: con la cara de la usura, la avaricia, la corrupción y la estafa.
-¿Qué opinión te merece el proyecto de reforma del código penal que incluirá como delito la convocatoria de concentraciones no autorizadas a través de la red?
-La otra cara de la política de recortes y de las tijeras es la política represiva y de la criminalización. Así que cuando no se pueden aplicar medidas de ajuste por las buenas como pasa ahora, y surgen movimientos en contra en la calle, las imponen por las malas. Esta estrategia intenta estigmatizar al movimiento calificándolo de antisistema, de ‘perroflauta’ y cuando no consigue el objetivo, lo criminaliza. En este sentido, Catalunya ha ido a la cabeza .Por ejemplo cuando el conseller de interior Felip Puig puso en marcha una página web para delatar a manifestantes, cuando se han detenido en Catalunya a más de cien personas a raíz de la huelga general del 29 de marzo, o imponiendo multas exorbitantes. Se ha producido una gran escalada represiva.
-Mucha de la gente que se manifiesta en la calle son personas mayores. ¿Este movimiento afecta a todo el mundo?
-La crisis y las políticas de ajuste impactan de forma dramática en la gente joven. La tasa de paro afecta en estos momentos al 50% de la juventud pero, en el otro extremo, otro de los grandes afectados por la crisis es la gente mayor, que padecen en primera persona los recortes en sanidad y el copago sanitario. La crisis es tan profunda que cada vez golpea a más sectores sociales y ante ello, a la gente no le queda otra opción que movilizarse y luchar por sus derechos. Por eso, aunque se ha intentado estigmatizar al movimiento tachándolo, por ejemplo, de ‘perroflauta’, la opinión pública ve por la televisión la pluralidad de la gente que protesta y ya no se cree las mentiras que defiende el sistema.
-¿Y qué pasa con esa ‘mayoría silenciosa’ de la que hablaba el presidente Mariano Rajoy?
-Después de que Mariano Rajoy agradeciera a esa ‘mayoría silenciosa’ que se quedaba en casa y no protestaba durante las acciones del 25S Rodea El Congreso, El País publicó el resultado de una encuesta que mostraba que un 70% de la opinión pública estaba de acuerdo con dicha protesta. Es decir, esa mayoría silenciosa estaba más de acuerdo con quienes protestaban y desobedecían que con quienes recortaban.
-La corrupción es el cuarto problema que más preocupa a los españoles, según el último barómetro del CIS. A las distintas manifestaciones que ya hay en la calle, se suman ahora las de ciudadanos frente a las sedes del PP ¿Hay un incremento del movimiento ciudadano?
-La respuesta en la calle frente a la corrupción hay que verla a corto y a medio plazo. Hoy la corrupción no es interpretada y percibida igual que ayer. La profundidad de la crisis hace que la corrupción sea una gota más que se añade a un vaso a punto de rebosar. Cuando la gente no llega a final de mes, no puede pagar la hipoteca, se desahucian cada vez más familias… y, por otro lado, hay quienes se enriquecen a costa de la mayoría, esto genera mucha indignación. Porque, además, son los mismos que han dado lecciones de austeridad los ahora se demuestra han vivido en el derroche y la opulencia. Frente a esto, hay una respuesta social en la calle, frente a las sedes del Partido Popular y éste se enfrenta a un desgaste muy grande. Habrá que ver cómo evoluciona la situación. Cuando emergió el 15M nadie esperaba algo así. Los movimientos son cíclicos y éste supuso el inicio de un nuevo período de movilización en un contexto de crisis profunda. Por lo tanto, la respuesta social indignada es algo imprevisible. Cuando se dan los ingredientes adecuados, estalla.