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Impunidad

Fuentes: laRepublica.es

En los años del tardo franquismo, aquellos en los que si bien ya no se fusilaba en las tapias de los cementerios ni en las cunetas de las carreteras se condenaba al garrote vil a partir de juicios manipulados e incompletos, se dieron infinidad de ataques a personas y entidades consideradas traidoras y «rojas», tal […]

En los años del tardo franquismo, aquellos en los que si bien ya no se fusilaba en las tapias de los cementerios ni en las cunetas de las carreteras se condenaba al garrote vil a partir de juicios manipulados e incompletos, se dieron infinidad de ataques a personas y entidades consideradas traidoras y «rojas», tal vez como reacción a la llamada «apertura» del régimen: ataques con bomba a restaurantes con nombre extranjero, a librerías donde se podían encontrar libros de historia no oficial, o a instituciones educativas y ayuntamientos que se sumaban a la «apertura» convencidos de que así aceleraban la llegada de la democracia.

Han pasado más de treinta años, tenemos democracia, solventamos nuestros problemas en el Parlamento a través de los representantes que libremente hemos elegido y llamamos terroristas a los que no aceptan la democracia y violentan la sociedad para dar a conocer una posición política que, según creen, no pueden transmitir ni defender en el parlamento de la nación. Todos los conocemos y todos deseamos que se integren en el debate democrático que la inmensa mayoría de los españoles apoya.

Pero ¿qué pasa con la extrema derecha valenciana que actúa con total impunidad utilizando los mismos métodos que sus antepasados del régimen fascista, y por supuesto, esgrimiendo los mismos motivos de encono que entonces?

En las últimas semanas esta extrema derecha ha cometido en Valencia cinco agresiones brutales, violentando la entrada, destrozando bienes, colgando pintadas insultantes y amenazando al público en la Librería «Tres i Quatre» (maltratada desde tiempo inmemorial por «roja»), en la casa de Joan Fuster acusándolo en pintadas con tinta roja de «nazi» (siempre cree el ladrón…), en la Librería de la Universidad volcando anaqueles y malbaratando muebles y libros, y en los cines donde se pasa la película «Salvador», sin que aparecieran ni se manifestaran en contra ni el Delegado del Gobierno en Valencia, ni las fuerzas del orden,ni la Alcaldía, ni la Generalitat Valenciana.

¿Acaso Salvador Puig Antich no fue asesinado por el brutal sistema del garrote vil? ¿Acaso no tenemos derecho a opinar y a escribir en defensa de lo que creemos, a vender libros publicados en este y otros países y a enseñar en las escuelas y universidades la historia tal como ocurrió?

La violencia, bien lo sabemos, es la forma en que manifiestan su temple tiránico y despótico quienes ni aceptan la derrota ni la diversidad de convicciones e ideas. Y curiosamente son los que siempre mienten.