Hay un hecho, cada vez más trascendente que está condicionando (casi) todo el panorama político-electoral e institucional, presente y del inmediato futuro, en un marco global problemático: el carácter del próximo Gobierno y las estrategias a implementar por las izquierdas. El debate gira en torno al agotamiento del ciclo político e institucional de progreso, el posible cambio derechista y reaccionario y la división de la izquierda del Partido Socialista y su impacto. Se trata de abordarlo con rigor.
La incógnita del carácter del próximo Gobierno
Desde prácticamente el primer día, el Gobierno de coalición progresista ha sido desacreditado por la oposición sistemática de las derechas de PP y Vox, que lo han tachado de ilegítimo, contrario a España y su ciudadanía. Pero, además, machacan la idea de que iba a ser breve y, cada poco tiempo, reclaman elecciones generales anticipadas, pensando en ganarlas y abrir una nueva etapa de involución derechista.
Ya se ha pasado la mitad de la legislatura y el presidente del Gobierno insiste en que convocará elecciones en el año 2027, con la consiguiente frustración de las derechas y su ansia de recambio del poder gubernamental, que suponen al alcance de su mano. No obstante, dada la composición parlamentaria, las derechas estatales no tienen capacidad para ganar una moción de censura y los socios de investidura -de momento- tampoco están interesados en hacer caer al Ejecutivo.
La decisión de adelantar las elecciones generales está en manos del presidente Pedro Sánchez. Y éste solo las va a convocar si tiene posibilidades de ganarlas, o si la gobernabilidad se hace insostenible, tal como promueven las derechas políticas, mediáticas y judiciales. Es decir, según indiquen los datos demoscópicos sobre el bloqueo institucional, la (des)legitimación gubernamental y su expectativa electoral, que confluyen en la decisión presidencial de anticiparlas (o no).
Necesidad de un impulso reformador
Existen dificultades para la gestión gubernamental y la aprobación legislativa, incluyendo los Presupuestos Generales para el año 2026 y, ya veremos, para el año 2027. Con una situación económica que, según su diagnóstico, comparativamente con otros países, no es demasiado problemática, el Gobierno utiliza unos presupuestos prorrogados algo expansionistas y los fondos europeos vigentes para todo el año 2026. Parece que para ellos no es imprescindible adelantar los comicios en el caso probable de su no aprobación; e incluso tampoco aunque se vayan paralizando las reformas legislativas, incluidas las políticas sociales y la reducción de jornada, sobre lo que se resiente más su izquierda.
El punto débil, a efectos de legitimidad ciudadana y malestar social de fondo, es el estancamiento de la impotencia gubernamental en asuntos cruciales para las mayorías sociales: dificultad del acceso a la vivienda; deterioro de los servicios públicos; amplia segmentación laboral y precariedad social, en particular hacia la inmigración; persistencia de fuerte desigualdad, incluida las brechas por sexo/género; limitada capacidad adquisitiva de los sectores populares…
La inercia continuista gubernamental choca con la necesidad de impulsar avances sociales y evitar recortes públicos. Junto con la necesaria agenda democratizadora contra la corrupción, de los aparatos del Estado y la articulación territorial -incluida la financiación autonómica-, así como frente al rearme y por la solidaridad con Palestina, constituyen factores fundamentales para reactivar a la ciudadanía progresista y superar la desconfianza y la desafección hacia su representación política.
Son dinámicas de reformas concretas y reales que se deben potenciar; no son suficientes los gestos simbólicos o el simple emplazamiento discursivo confrontativo, que aparecen como sustitutos del proceso reformador. La propaganda o la pugna cultural contra los discursos y las políticas de las derechas son positivas y sirven algo para mostrar su carácter regresivo y autoritario. Pero son insuficientes para contrarrestar sus políticas, frenar la dinámica conservadora y ultraderechista y responder a las demandas sociales y democráticas. Hay que implementar mejoras reales y reafirmar el contrato social con la ciudadanía con una trayectoria coherente hacia un cambio sustantivo de progreso.
Se dibuja un elemento decisivo para no dar por finalizado este ciclo político y reeditar una etapa progresista: la credibilidad de las izquierdas sobre una agenda transformadora real y su fuerte compromiso para continuarla en la próxima legislatura. Ello permitiría la activación social y electoral progresista y la disminución de la tendencia abstencionista o desafecta de izquierdas, considerando que hay muy poco trasvase electoral hacia las derechas. La cuestión es que esa dinámica de progreso solo va a ser posible si, al mismo tiempo, se genera una amplia reactivación cívica por una agenda social y democrática, como ha demostrado el masivo movimiento solidario con Palestina y contra el genocidio del Estado israelí. La solución vendrá más del campo sociopolítico y cultural, no tanto del ámbito institucional.
Una campaña preelectoral prolongada
Para el presidente Sánchez -y la dirección socialista-, se vuelve determinante la expectativa de un resultado electoral que le permita continuar con un Ejecutivo de progreso, enfrentado a las derechas estatales y con el apoyo del resto de fuerzas progresistas y nacionalistas. Por tanto, diseña toda una estrategia de precampaña electoral prolongada para garantizar una mínima posibilidad de ganar las elecciones generales.
La hipótesis y el plan socialista, dada la relación de fuerzas parlamentarias y su dependencia de los poderes estructurales, económicos e institucionales, se basa en un continuismo socioeconómico e institucional, con leves reformas y un discurso confrontativo con las derechas. Es dudoso que sea suficiente para activar su electorado y, especialmente, es limitado para articular y reforzar a su izquierda social y política, imprescindible para garantizar el próximo Gobierno de progreso y asegurar su labor reformadora.
Aquí, es cuando cobra relevancia el análisis demoscópico de la opinión pública, con rigor y garantías, sobre el impacto social legitimador de esa estrategia y la decisión sobre el momento oportuno para convocar los comicios con posibilidades de no perderlos. Pero la cuestión es que los propios estudios electorales, empezando por el CIS, también están condicionados, cada vez más, por las pretensiones ganadoras de cada bloque político y no son muy fiables. Habrá que esperar a comprobar los resultados de las elecciones autonómicas en Andalucía y Castilla y León, esta primavera.
No obstante, los estudios sociológicos nos proporcionan ciertas claves indicativas para evaluar las posibilidades de sus resultados electorales, con su impacto estratégico para la siguiente etapa política. Son necesarios para definir el tempo y la gran decisión sobre el anticipo (o no) de la convocatoria.
Podemos decir que las élites políticas y la ciudadanía, en general, mantienen cierta incertidumbre sobre esas expectativas. Aquí, esta palabra tiene un significado ambivalente, positivo y negativo. Por una parte, genera inquietud por el futuro. Por otra parte, significa que el futuro está abierto. La derecha, a pesar de todos los augurios, no tiene la completa seguridad de tenerlas ganadas; las izquierdas y fuerzas democráticas mantienen la esperanza de no perderlas (o no salir demasiado derrotadas). No hay certezas claras. No todo está perdido para las izquierdas… ni ganado para las derechas. Genera ansiedad y, al mismo tiempo, acelera la competencia política y la polarización discursiva como medios (dudosos) para vencer.
La pugna mediática se centra en la falta credibilidad de las élites partidistas contrarias, poniendo el foco en aspectos ilegítimos de su actuación, sin valorar el conjunto de su trayectoria. La finalidad de la política, como gestión del bien común, queda relegada por el interés partidista -corporativo-, con un cansancio en la sociedad al disociarse del sentido del interés público. Es el marco de la desconfianza social en la clase política y de la tensa y permanente campaña preelectoral por lograr legitimidad ciudadana.
La dirección socialista, con todos los datos demoscópicos y de análisis político, deberá acertar en el momento y las condiciones de la convocatoria adelantada (¿otoño de 2026?). Tendrá que combinar su diagnóstico sobre el agotamiento de la legislatura con sus expectativas electorales, así como con el análisis de la tendencia ascendente o descendente de la legitimación -entre la sociedad y los poderes establecidos- de su gestión política, comparada con la de las derechas. Y ello, hasta la fecha obligatoria de julio de 2027. Difícil pronóstico, aunque los criterios interpretativos son evidentes.
Las derechas creen en su victoria
Veamos los datos demoscópicos más significativos, sin entrar a valorar los múltiples acontecimientos en marcha o por venir y su previsible impacto electoral. Partimos de la hipótesis de que hoy, con fuentes contradictorias, no hay un claro bloque ganador, y los resultados van a depender de los acontecimientos venideros y la estrategia de cada cual.
Todos los estudios electorales privados, promovidos o publicados por medios de las derechas, en las últimas semanas (Demoscopia y Servicios -Libertad Digital-, NC. Report -La Razón-, Sigma Dos – El Mundo-, Sociométrica -El Español- y Gad3 -ABC), ofrecen una amplia ventaja a las derechas estatales (PP y Vox), en estimación de voto y distribución de escaños, con un promedio de mayoría absoluta, cercana a los 200 escaños (140 + 58) y en torno al 50% de votos (33% + 17%), y con un ascenso significativo de la ultraderecha a costa del Partido Popular (SALT no llega al 2% y sin escaño).
Las izquierdas estatales (PSOE, Sumar y Podemos) descienden a un entorno de unos 122 escaños (108 + 10 + 4) y 38% de voto estimado (27% + 7% + 4%). Además, el bloque nacionalista (de izquierdas -ERC, EH-Bildu y BNG- y de derechas -Junts, PNV, CC) se mantiene estable en torno a 30 escaños, sin llegar al 10% de voto estimado.
La sentencia, desde las derechas, está clara: las derechas estatales tendrían ganadas las elecciones generales, su estrategia pasa por el acoso profundo y duradero al Gobierno de coalición, especialmente, a su Presidente y el sanchismo, y exigen adelantarlas cuanto antes. Solo se ventilaría su reequilibrio interno, con la imposibilidad de un Ejecutivo en solitario del PP -que lo acaricia-; o sea, con su inevitable alianza con Vox y el condicionamiento ultra.
Las izquierdas pueden ganar
Como contraste, están los resultados demoscópicos de los dos estudios que se consideran más favorables para el Gobierno, especialmente, para el PSOE: el CIS (público) y 40dB (El País y la Ser), recientemente publicados. En el siguiente gráfico expongo los últimos datos de septiembre y la tendencia desde el 23/J/2023.
Ambas encuestas no ofrecen distribución de escaños, pero se pueden entrever. Tienen una muestra más amplia: de cuatro mil y dos mil entrevistas, con error muestral del +/-1,6% y el +/-2,2%, respectivamente, mientras las privadas de derechas suelen quedarse en las mil encuestas, con menor transparencia técnica, su correspondiente sesgo político y con un margen de error muestral de hasta más del +/-3%.
Fuente: CIS y 40dB, con elaboración propia
No obstante, especialmente respecto del CIS (dirigido por Tezanos), hay que constatar un sesgo político claro favorable a las izquierdas gubernamentales (PSOE-Sumar). A la hora de confeccionar la muestra, la selección de las entrevistas, según el porcentaje del ‘recuerdo de voto’ en las últimas elecciones generales del 23/J/2023, no corresponde con el porcentaje real conseguido por cada fuerza política sobre el censo (que pongo entre paréntesis): PP: 18,70% (21,77%); PSOE: 28,82% (20,87%); Vox: 9,46% (8,15%); Sumar: 10,26% (8,12% -con Podemos incorporado-).
Como se observa, en el caso de PSOE y de Sumar hay una sobrerrepresentación en la muestra de más de una cuarta parte respecto del recuerdo de voto de 2023, y más de la décima parte en Vox; todo ello en detrimento de la representación del electorado votante del PP, que está infrarrepresentado en un 16%, junto con una hipotética reducción de la abstención.
Además, el CIS ha solido sobredimensionar en sus muestras la categoría de la clase alta y media-alta. Pero, en esta ocasión, también lo ha hecho 40dB, que la sitúa en el 45% de la población, cuando no debería suponer más del 20%; el resto lo constituye la clase media (media) -25%- y, sobre todo, la media-baja y baja -29,5%-, que queda infrarrepresentada, cuando se trata de la típica clase trabajadora que conforma, al menos, la mitad de la población (más, si incorporamos la población inmigrante, sin derecho a voto en las generales).
Los datos expresados en el gráfico reflejan un resultado diferente entre los dos estudios; pero, sobre todo, exponen un panorama distinto al de las agencias privadas de derecha: el CIS refleja la victoria amplia del PSOE respecto del PP, que baja casi nueve puntos desde el barómetro anterior de diciembre pasado. Así, las izquierdas gubernamentales (PSOE-Sumar) suman un porcentaje alrededor del 40% (32,7% + 7,9%), similar al de las derechas estatales (PP-Vox: 23,7% + 17,3%). Aparte quedarían Podemos y los nacionalistas -de izquierda y de derecha-, que dejarían de serles tan imprescindibles para gobernar y estarían sometidos a la conveniencia socialista de los pactos de geometría variable.
Paisaje idílico para Sánchez, si se consolidase esa hipótesis de primacía desahogada; tendría despejada la convocatoria electoral adelantada, de forma inmediata. Pero, como hemos comentado, su base objetiva es frágil y, probablemente, no es suficiente garantía (o sí) para Sánchez como para anticipar las elecciones ahora, sin grandes riesgos de perderlas.
Como se ve, 40dB es más prudente y realista; a esas izquierdas gubernamentales les da algo más del 34% (27,7% + 6,6%) frente a más del 48% de esas derechas estatales (30,7% + 17,7%). O sea, el diagnóstico se acerca más a la experiencia de hace dos años, en el 23/J, con ascenso derechista, especialmente de Vox, pero con posibilidades de victoria de las izquierdas, aunque con su necesidad de alianzas con nacionalistas y Podemos. Todo ello, siempre que los acontecimientos y su estrategia gestora y comunicativa les sean favorables al Ejecutivo, y desfavorables para las derechas. En todo caso, habría partido, cosa que tensa la política, pero abre expectativas para las izquierdas.
La división de la izquierda del PSOE y su impacto
Ahora pasamos a analizar la división de la izquierda del Partido Socialista y su impacto político y electoral. Además de la incertidumbre sobre la relación de fuerzas entre las derechas estatales y las izquierdas y fuerzas progresistas o democráticas, tratada anteriormente, existe otra gran dificultad para garantizar la continuidad de la gobernabilidad de las izquierdas: la división de la izquierda del Partido Socialista, particularmente entre Sumar y Podemos, que anuncian su presentación electoral por separado, con pretensiones de su respectiva primacía. Casi todas las encuestas ofrecen un porcentaje, entre ambas formaciones, algo superior al 10%, es decir, solo un poco inferior al conseguido, de forma compartida, el 23J (12,3%); incluso el último CIS les da ese mismo porcentaje.
A pesar de las tensiones y la división en ese espacio de izquierdas diferenciado de la socialdemocracia, y tras los tres millones de votos conseguidos en las últimas generales, a lo largo de estos dos años todavía mantienen, con un nivel de participación similar al de 2023, según el conjunto de encuestas, un suelo de más de dos millones y medio de votantes. Ese campo electoral parece consistente y se resiste a ir hacia el PSOE, la izquierda nacionalista o la abstención, aun con una bolsa significativa de votantes indecisos. La distribución aproximada y duradera de ese electorado básico es de más de millón y medio para el conjunto de Sumar y en torno a un millón para Podemos, o sea, en una proporción de seis y medio a tres y medio, aunque en escaños aumentaría la distancia.
La transferencia de votos entre las izquierdas
Es conveniente analizar las transferencias de votos y la relativa estabilidad de los totales en estos meses, con algunos matices entre el CIS y 40dB, que saltan a la vista, en especial con relación al saldo de las transferencias desde y al PSOE, así como desde y a la abstención o la indecisión (cuyos indicadores no son claros y homogéneos).
En particular, 40dB, aparte del flujo proveniente de la candidatura compartida de Sumar en el año 2023, cercano a 0,8 millones, la cuarta parte, similar al dato del CIS, le da a Podemos una transferencia desde el PSOE y las personas que no votaron, de más de 0,46 millones, casi el doble del que recibe el actual Sumar -0,24 millones-.
Transferencia de voto desde 23/J/2023 (según voto estimado)
DE SUMAR A | CIS-sept.2025 |
| 40dB-sept.2025 | |
| TOTAL (miles) | % | TOTAL (miles) | % |
SUMAR | 1.331 | 43,8 | 1410 | 46,4 |
PODEMOS | 760 | 25,0 | 796 | 26,2 |
PSOE | 380 | 12,5 | 210 | 6,9 |
Izda. Nacionalista | 115 | 2,7 |
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PP | 40 | 1,3 |
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Otros-n/s-Abst. | 431 | 14,2 | 617 | 20,3 |
TOTAL | 3.057 | 99,5 | 3033 | 99,8 |
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A SUMAR y PODEMOS |
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(Total en miles) | CIS-sept.2025 |
| 40dB-sept.2025 | |
| A SUMAR | A PODEMOS | A SUMAR | A PODEMOS |
DE PSOE | 281 | 117 | 414 | 164 |
DE NO VOTÓ | 222 | 123 | 128 | 294 |
TOTAL | 503 | 240 | 542 | 458 |
Fuente: Barómetros del CIS y 40dB de septiembre de 2025, con elaboración propia.
Con una reducida abstención progresista, según el CIS, Sumar podría alcanzar hasta 1,9 millones y Podemos más de 1,2 millones, similar a los datos globales de 40dB, manteniendo casi la misma proporción de 65% a 35%, sin llegar a dos tercios y un tercio -aunque alguna encuesta les da un empate-.
La fuerte participación de la gente de izquierdas, junto con la unidad electoral de esa izquierda alternativa, aunque sea solo con un programa mínimo consensuado y a efectos de sortear la penalización normativa a las listas minoritarias, aparecen como claves para asegurar la continuidad de un gobierno de coalición progresista con credibilidad transformadora y evitar la gobernabilidad más regresiva y autoritaria de las derechas.
No obstante, hay que recordar que, desde los años 2015/16 ese espacio alternativo, desde los seis millones de votos en las elecciones generales -en las municipales y autonómicas era menor-, pasando por la fase intermedia del año 2019, ha reducido su electorado a la mitad. Hasta el año 2023 se había producido un trasvase de más de dos millones de votos hacia el PSOE, con otra parte hacia la izquierda nacionalista (sobre todo a BNG y EH-Bildu, especialmente, en las autonómicas) y la abstención. Esas fugas de voto se han frenado y están compensadas por la tendencia contraria. El suelo del 10% y los dos millones y medio de votos parece estable, aunque con una preocupante bolsa de indecisión y desafección, a revertir.
El declive de representatividad electoral de la izquierda alternativa continúa desde 2023. La particularidad es que, aunque estos dos años el descenso en estimación de voto no es muy pronunciado, en caso de listas separadas sí que puede disminuir fuertemente el número de escaños conseguidos. Deriva de la constricción de la adjudicación provincial de escaños, con la dificultad de la no conversión del voto en escaños en la docena de provincias medianas a las que se tuvo acceso en 2023. Es el clásico problema de la ‘utilidad’ del voto para el acceso institucional que, seguramente, utilizará el Partido Socialista (y la izquierda nacionalista) a su favor, y que puede hacer mella en una parte indecisa o posibilista.
La reducción de escaños, en caso de división electoral
Según todas las estimaciones, con ambas formaciones por separado, obtendrían una media de escaños en torno a la mitad (unos 14: 10 + 4; ahora suman 31: 27 + 4); algo más en el caso del CIS, aunque sin superar la veintena. Su representación quedaría circunscrita, prácticamente, a cuatro provincias.
En el caso de Sumar: Madrid, 3 escaños; Barcelona, 3; Valencia, 2; Sevilla (o Málaga), 2. Como se deduce, Más Madrid, podría aspirar a dos escaños; Catalunya en Común, a tres; Compromís, a dos; IU, a uno (o dos); pero Movimiento Sumar, con Yolanda Díaz, se supone que por Madrid, se podría quedar con solo uno (o dos), y se verían cuestionados su liderazgo y la capacidad de vertebración del conjunto. El más perjudicado, cualitativamente, sería Movimiento Sumar, además de Izquierda Unida. Son la fuente de las dudas que subyacen sobre el futuro de esa plataforma política, sobre la renovación, el carácter y el liderazgo de su proyecto, así como sobre su relación con Podemos, sin perspectivas de resolución.
Por otra parte, en el caso de Podemos, sus cuatro escaños se podrían alcanzar por las mismas provincias: Madrid, dos; Valencia, uno; Sevilla (o Barcelona), 1. Podemos y Movimiento Sumar estarían en abierta competencia entre sí y con el grupo territorial respectivo. En ese sentido, el plan morado de mantener una izquierda en pie, en confrontación con toda la operación de Sumar, vería cumplido su objetivo pírrico de superar electoralmente a Movimiento Sumar y debilitar su liderazgo en el conjunto del espacio alternativo, más desestructurado.
Consecuencias políticas controvertidas
El marco de sectarismo competitivo y división política y electoral, cada vez más acentuado -y si no se revierte-, además de desanimar a franjas de sus militancias y su electorado, dificultaría la victoria global de las izquierdas, aun con el acuerdo de los grupos nacionalistas. La consecuencia, aparte del perjuicio para las condiciones vitales y democráticas de la ciudadanía, es especialmente sensible para el Partido Socialista (y Sumar), por el desalojo gubernamental del Gobierno de coalición progresista, que se resiste a ese augurio. Sin embargo, no puede absorber otra parte significativa del electorado a su izquierda -salvo el impacto del voto útil-, está condenado a pactar con ella, y confía en que se recupere; eso sí, sin cambios estratégicos gubernamentales y con sus equilibrios estructurales, lo que lo pone difícil.
Para la dirección de Podemos, la composición gubernamental derivada de estas elecciones, de derechas o socialista, es una consecuencia irrelevante; según su hipótesis, tanto si gana un Gobierno de las derechas como si lo hace el actual gobierno de coalición, van a ejecutar, básicamente, las mismas políticas. Y lo que podría influir en la trayectoria política es su presión como izquierda consecuente, cuyo discurso y determinación, con la expectativa de un ascenso de la movilización popular a la que aspiran representar, esperan que pueda llegar a ser influyente. Enfrente estaría ese supuesto bipartidismo indiferenciado, a combatir desde la oposición, parlamentaria y social, en la próxima legislatura, mientras se refuerza como agrupación partidaria. No están interesados, por tanto, en la colaboración con el resto de fuerzas progresistas o democráticas, que consideran incoherentes o inconsistentes, y siempre con su prevalencia.
Para la dirección de Sumar es más decisivo su acceso a posiciones gubernamentales, en la creencia de que existen diferencias significativas con las derechas y que su gestión posibilista va a ser importante y útil para la gente y para su estatus político y su incremento electoral. No obstante, su liderazgo actual también es incapaz de articular de forma unitaria el conjunto del espacio, sin asumir su parte de responsabilidad en la fragmentación y la consecuencia de la probable debacle parlamentaria y gubernamental.
Ambas hipótesis y planes, más allá de su actual enconamiento discursivo y fáctico, y si no se modifican, se verificarán en las elecciones generales y sus efectos para la gobernabilidad y el sentido de su orientación. La verdad sociológica, también sometida a polémica, dará más luz sobre la realidad. El análisis concreto de la situación concreta habrá que realizarlo sobre las certezas de estas estrategias, sus consecuencias para la ciudadanía, las responsabilidades de sus equipos dirigentes y las enseñanzas a extraer para la próxima etapa.
En definitiva, la consecuencia de la división o, dicho de otro modo, la incapacidad dirigente por articular de forma unitaria y plural el conjunto de la izquierda alternativa, junto con la izquierda nacionalista y el resto de fuerzas progresistas, debilita al conjunto del espacio alternativo y la capacidad de reactivación cívica, que pueda favorecer el campo democratizador. Igualmente, disminuye el condicionamiento político de progreso frente a las derechas y el continuismo socialista, y lastra las posibilidades de reeditar un gobierno de coalición progresista con una izquierda firme y potente.
De momento, por lo que se comprueba en estos dos años, en un contexto externo desfavorable, no hay suficientes mimbres políticos y organizativos en los liderazgos del conjunto de la izquierda alternativa, política y social, para evitar su declive representativo y de influencia reformadora, institucional y político-cultural. Son evidentes las dificultades para afrontar los retos políticos, estratégicos y orgánicos para remontar esa dinámica y levantar una trayectoria consecuente en beneficio de la mayoría social y generar nuevas perspectivas de cambio de progreso frente a la amenaza derechista.
Solo cabe, aparte de contar con la débil consistencia de las estructuras orgánicas existentes, la respuesta sociopolítica desde abajo y desde afuera, en la medida que se active una amplia movilización cívica, con el refuerzo de una estrategia transformadora, una regeneración cultural y democrática y la reestructuración plural de las élites asociativas y partidarias. Colectivamente, habrá que aprender de los errores y sus consecuencias, evitar un desgaste mayor y reconstruir el espacio alternativo y su representación. Los liderazgos se generan y se recomponen al afrontar las encrucijadas estratégicas y demostrar su capacidad articuladora. Estamos a las puertas de un cambio de ciclo. Las crisis también constituyen una oportunidad. Veremos.
Una reflexión final
En un mundo inseguro, como el actual, las personas tendemos a buscar y conseguir certezas. Los grandes actores políticos, sociales y mediáticos, en su función de representación, intermediación y socialización de la población, cada cual representando específicos intereses y discursos, expresan sus particulares perspectivas y líneas de actuación. Pretenden alcanzar suficientes apoyos sociales que faciliten la conquista cierta de su objetivo respectivo, definido en términos de bienestar y seguridad de la sociedad, con su trayectoria colectiva y sus (supuestos) mecanismos institucionales democráticos.
Hay muchos factores de crisis multidimensional, sin excesiva confianza popular en las respuestas convencionales ofrecidas, ni en las élites políticas y económicas que las gestionan. Existe mucho ruido y crispación que incrementa la confusión social y la desorientación ciudadana; no hay conversación razonada ni argumentación deliberativa. El diálogo y la elaboración participativa y compartida de la política y los proyectos de vida se desactivan. El autoritarismo ultra avanza, incluido el de apariencia neutra y tecnológica. El supremacismo racista y neocolonial se expande. El machismo se refuerza. La democracia, especialmente su componente igualitario, se debilita.
En ese contexto, se genera la pugna discursiva, la manipulación comunicativa y la tergiversación de la realidad, para aparecer cada núcleo de poder, o aspirante a tal, como el grupo garante de bien común, de seguridad -social-, de verdad absoluta.
En ciencias sociales solemos decir que los ‘hechos’ son los hechos, base de la objetividad y la verdad; contra ello se levantan los llamados ‘hechos alternativos”, basados en mentiras o medias verdades. La hegemonía cultural y el control de los medios de comunicación, incluido universidades e institutos de investigación, están a la orden del día, con ventaja para el poder económico y las derechas.
Desde el campo progresista hay que volver a la prioridad analítica y política de los hechos sociales, a la experiencia popular, a la democracia como expresión de los intereses y aspiraciones de las mayorías sociales, más cuando se trata de analizar el comportamiento político-electoral de la población y los procesos de legitimación ciudadana.
Es cuestión de levantar la mirada, ver las contradictorias tendencias sociales y reforzar la voluntad de transformar la realidad con los valores vigentes en estos siglos de las izquierdas democráticas y fuerzas progresistas: libertad, igualdad y solidaridad. Es lo que he pretendido hacer en este ensayo. Valorar, con rigor, uno de los eslabones fundamentales de esta encrucijada: la actual incertidumbre política y la perspectiva electoral.
Antonio Antón. Sociólogo y politólogo
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.