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Indignados ante la injusticia y el dolor

Fuentes: Rebelión

El gol. Desde que uno nace, en Uruguay, es común escuchar que el gol es el cambio táctico por excelencia. El director técnico de un equipo puede planificar mucho un partido, pero si a los dos minutos del primer tiempo te metieron un gol, lo planificado no sirvió para nada. Algo similar ocurre cuando uno […]

El gol. Desde que uno nace, en Uruguay, es común escuchar que el gol es el cambio táctico por excelencia. El director técnico de un equipo puede planificar mucho un partido, pero si a los dos minutos del primer tiempo te metieron un gol, lo planificado no sirvió para nada.

Algo similar ocurre cuando uno dicta cursos o brinda conferencias. Podemos llevar una presentación excelente, con los mejores gráficos y videos divertidos, podemos estar guionados y con la lección aprendida desde la primera a la última palabra, pero cuando finalizamos la exposición y se ingresa al espacio de preguntas de los estudiantes, todo puede pasar.

Hace algunos días me invitaron a dictar una clase en una maestría de una universidad madrileña. El pedido concreto era exponer sobre las campañas electorales en América Latina, con énfasis en mis experiencias personales en el continente. Menuda tarea que no se puede resumir en tres horas. Por lo tanto la clase comenzó con la aclaración que las campañas de América Latina no pueden entenderse como si se tratara de las de un único país, pues tienen idiosincrasias ciudadanas diferentes, partidos y actores políticos con características distintas y por si fuera poco reglamentación electoral que varía en cada nación.

Finalmente, luego de hacer un rápido recorrido «campañero» que fue desde Tierra del Fuego hasta Tijuana, culminó la exposición y llegó la ronda de preguntas. Todo venía bien, hasta que fue el turno de una chica española que había trabajado muchos años en América Latina.

¿Qué es lo que hace que los latinoamericanos participen más activamente de la sociedad civil organizada que los europeos? ¿Por qué nosotros no somos tan fuertes en los movimientos sociales y no tenemos la incidencia que tienen América Latina?, preguntó la estudiante. Luego de meditar unos segundos respondí: la indignación, la injusticia y el dolor.

No sé si existe algún material científico que pruebe la afirmación en la que se basó la pregunta de la chica, pero si analizamos rápidamente cuáles son las organizaciones sociales más fuertes de España nos vamos a encontrar, por ejemplo, con la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca).

No existe ningún tipo de duda que la vivienda es un gran problema en España, fundamentalmente en Madrid y Barcelona. Los alquileres son abusivamente caros y hay muchos pisos en manos de bancos y fondos buitres, lo que hace que los costos -ante la falta de oferta- siguen in crescendo. Además los desahucios están a la orden del día. La solución ciudadana es organizarse ante este problema.

Por lo tanto, ante la indignación, la injusticia y el dolor al ciudadano no le queda más remedio que unir esfuerzos para buscar soluciones, y no existe ninguna duda que en América Latina hay otro tipo de carencias que en Europa. Esta situación hace que los pueblos se rebelen, junten fuerzas, se organicen y busquen incidir en la política.

Los movimientos campesinos, colectivos de trabajadores, estudiantes, indígenas, diferentes mal llamadas minorías, los sin tierra, los sin techo, los ambientalistas, etc., solo son una muestra de ello; personas indignadas, unidas, que se rebelan ante el dolor y la injusticia.

Pero… siempre hay un pero. Esta teoría no se aplica en el campo de los derechos humanos, en la memoria histórica de los pueblos y en los delitos de lesa humanidad. No puede decirse que los países latinoamericanos hayan sufrido más las dictaduras cívico-militares de lo que España padeció el franquismo, sería injusto siquiera esbozarlo, pero ante estímulos que pueden tildarse de similares las sociedades reaccionaron diferente.

En España no existe una Marcha del Silencio como la uruguaya, en la que cada 20 de mayo millares de personas se manifiestan pacíficamente aún reclamando justicia; ni tampoco colectivos como las Abuelas de Plaza de Mayo, que más de treinta años después de finalizada la dictadura continúan buscando -y encontrando- a sus nietos raptados por la represión; ni colectivos de derechos humanos, como en muchísimos de los países de la región, que luchan por llevar ante la Justicia a (algunos de) los responsables de los atroces delitos cometidos en dictadura.

La indignación, la injusticia y el dolor sin dudas nos rebelan y son un factor fundamental para organizarnos en movimientos sociales, pero al igual que en las campañas electorales y en la vida, las fórmulas exactas no existen, o al menos aún no las conocemos.

Marcel Lhermitte es consultor en comunicación política y campañas electorales. Periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster en Comunicación Política y gestión de Campañas Electorales. Ha asesorado candidatos y colectivos progresistas en Uruguay, Chile, Francia y España fundamentalmente. @MLhermitte

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.