Lo he leído y releído entre diez y quince veces. No sabía nada. Juan Carlos Escudier me ha despertado de mi pueril y dogmático sueño [1]. No me lo podía creer, sigo sin poder creérmelo. El Consejo de Ministros del pasado viernes 1 de abril, el consejo de ministros de un gobierno que dice seguir […]
Lo he leído y releído entre diez y quince veces. No sabía nada. Juan Carlos Escudier me ha despertado de mi pueril y dogmático sueño [1]. No me lo podía creer, sigo sin poder creérmelo.
El Consejo de Ministros del pasado viernes 1 de abril, el consejo de ministros de un gobierno que dice seguir siendo socialista, ha nombrado al responsable de una comisión que asesorará al Gobierno sobre temas de competitividad que no de competencia. De nuevo, la cosmovisión neoliberal en estado puro (Vale la pena leer sobre ese nudo la entrevista con el físico teórico Álvaro de Rújula del pasado jueves en Público).
¿Saben en quien han pensado? Lo han adivinado: en el ex ministro de Economía de don Felipe-amigo-de-Carlos-Slim, en el responsable de aquella salvaje reconversión industrial y de una no menos irresponsable política de alquileres, en aquel vicepresidente que no dijo ni pío-pío ante el terrorismo de Estado de los Gal, en el amigo posterior del señor Aznar y de sus políticas económicas, en el que, según cuenta Escudier, ha tenido la delicadeza de afirmar recientemente que él apostaría por la energía nuclear que, en su informada opinión, sólo asusta a los ignorantes (¿Qué dirá después de Fukushima? No yerren: lo mismo dentro de cinco meses).
Sus recetas de la hora presente: recorte de la plantilla de funcionarios, reducción de las cuotas empresariales a la Seguridad Social, paro para los mineros del carbón y fuerte reducción de las subvenciones a las empresas fotovoltaicas. Así se generará la competitividad de la economía española.
Marx, que también era humano y daba una cabezadita de cuando en cuando, se equivocó en el 18 brumario: la historia puede repetirse y siempre como tragedia. ¿Cómo es posible que un gobierno aupado con votos de más de diez millones de ciudadanos españoles que se reconocen en los valores de la izquierda pueda tomar decisiones tan abyectas? ¿Dónde se ubica el límite de la infamia? ¿Será acaso que quieren recodar de nuevo, por aquello de la competitividad de la economía china, aquel slogan de Deng Xiaoping, hijo por cierto de un terrateniente, tan del gusto de don Felipe González-Gas Natural y sus amiguetes de gobierno, por el que lo importante era cazar ratones sin importar procedimientos ni cautelas morales y sociales? ¿Cómo se puede llegar a un piso del subsuelo tan profundo?
¡Indignémonos, gritemos, vociferemos! Si no nos oyen, pensemos en algo más contundente porque, sinceramente, no tienen arreglo. ¡Regreso al pasado: Miguel Boyer cabalga de nuevo!
Nota:
[1] Juan Carlos Escudier, «El regreso del hijo pródigo». Público, 2 de abril de 2011.
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