Ante todo, agradecer a Marcos Roitman su deseo de compartir conmigo la presentación de este libro, pero fundamentalmente agradecerle haberlo escrito. En los tiempos que corren, uno se pregunta cómo los norteamericanos aceptan que su presupuesto se dedique a asesinar a iraquíes mientras sus colegios públicos se caen por falta de fondos, o por qué […]
Ante todo, agradecer a Marcos Roitman su deseo de compartir conmigo la presentación de este libro, pero fundamentalmente agradecerle haberlo escrito.
En los tiempos que corren, uno se pregunta cómo los norteamericanos aceptan que su presupuesto se dedique a asesinar a iraquíes mientras sus colegios públicos se caen por falta de fondos, o por qué los españoles votan a José María Aznar, quien ha conseguido que el número de militares muertos en su política contra el «terrorismo» mundial supere a las víctimas de ETA. ¿Por qué alemanes o nórdicos asisten impasibles al desmantelamiento de su Estado del Bienestar?. Imagínense qué pensaría Gurb, ese personaje extraterrestre inventado por Eduardo Mendoza, si en una de sus escapadas a nuestro planeta viese a los españoles indiferentes, practicando surfing en las playas de Cádiz mientras yacen en la arena los cadáveres de inmigrantes que intentan cruzar el estrecho de Algeciras.
¿Por qué la opinión pública internacional acepta silenciosamente el desmantelamiento de la legislación internacional en la invasión de Iraq, la violación del derecho humanitario en Guantánamo o el final de la legitimidad de las Naciones Unidas?. Como será el nivel el grado de aceptación de la opinión pública internacional, que para evitar que se repitan críticas como las de Guantánamo, EEUU ha hecho desaparecer a miles de presos iraquíes. Nadie pregunta dónde están, en qué condiciones de encarcelamiento, bajo que jurisdicción, con qué acusaciones y con qué defensa jurídica. Y cuando digo nadie, incluyo con el silencio de la sociedad, de las Naciones Unidas, de los gobiernos aliados de EEUU o de las organizaciones de derechos humanos. No existe ningún comunicado ni de Amnistía Internacional ni de Human Rights.
A todas estas preguntas intenta responder el libro de Marcos Roitman. Por que estos ejemplos nos dibujan el paisaje de sumisión y conformismo que se divisa entre la población. Durante siglos los pueblos han luchado por mejorar sus condiciones de vida, en la búsqueda de una sociedad más justa y desigual. En esa causa, millones de seres humanos dieron su vida enfrentándose a crueles dictaduras. Hoy, sin necesidad de esa represión, en los países desarrollados se asume la pérdida de derechos sociales conquistados y no se atisba un movimiento crítico de contestación a los atropellos de los poderosos.
Eso es lo que analiza el sociólogo Marcos Roitman explicando lo que denomina el «pensamiento sistémico» o «social-conformismo». Asistimos a «un rechazo hacia cualquier tipo de actitud que conlleve enfrentamiento o contradicción con el poder legalmente constituido». La guerra, la explotación y la competitividad, elementos todos ellos aberrantes de cualquier modelo de convivencia, son aceptados masivamente.
Como ha escrito otro buen amigo mío, Vicente Romano, resulta lacerante cómo «los trabajadores y empleados de las empresas de multimillonarios famosos leen encandilados cómo éstos dilapidan en los casinos o les regulan a sus amantes el dinero que ellos han producido». Es escandaloso cómo han conseguido que la ciudadanía asuma el insultante status quo de las clases altas a su costa. Fíjense en esta anécdota. Una de las críticas que se hacen al sistema cubano, por ejemplo, es que los pescadores de langostas no se las pueden quedar, puesto que son comercializadas por el Estado, lo que interpretan como un ejemplo más del yugo comunista. No importa que esas langostas se comercialicen para turistas con el objetivo de conseguir divisas con las que pagar, por ejemplo, la gasolina que necesita un autobús escolar. Esas mismas personas indignadas ven normal que tampoco en nuestros países, el conserje del Palace nunca pueda alojarse en ese hotel, ni el albañil que hace chalets en el barrio residencial de La Moraleja pueda nunca vivir en las viviendas que construye, ni el camarero de la marisquería Corinto podrá invitar a su mujer a ese restaurante. Eso está aceptado. Las limitaciones y las desigualdades, por lacerantes que sean, consecuencia de las diferentes poderes adquisitivos están felizmente asumidas. Y lo que es más extraño, es que sean mínimos los trabajos y estudios que, como éste, se ocupen de este fenómeno.
Durante el tiempo que fui diputado provincial, a pesar de que no tenía sueldo, algunos conocidos me echaban en cara que yo dispusiese de un anticuado ordenador portátil y un teléfono móvil para las llamadas oficiales, algo que consideraban un privilegio. En cambio no les indignaba que los altos cargos de sus bancos o los gerentes de sus empresas se pasearan con coches de lujo y chofer por cuenta de la empresa.
Como yo soy menos academicista que Marcos Roitman, diré que el social-conformismo es eso por lo cual cuando nuestros ciudadanos cuando se cruzan con uno de esos multimillonarios famosos se derriten por pedirle un autógrafo cuando a mí lo que me apetece es escupirle a la cara.
Marcos analiza desde diferentes perspectivas el origen del social-conformismo. El grado de satisfacción del individuo al ver simplificada así su existencia le otorga la tranquilidad y confianza necesaria para buscar el placer y huir del estado mental que le obliga a pensar y reflexionar. El individuo crítico es socialmente sancionado. La facultad de pensar puede considerarse un signo de inadaptación al medio. Es el síndrome de «perro verde» que se adueña de cualquier individuo crítico. ¿Para qué escribes si no te pagan me dicen muchos?. En cambio comprenden al periodista becario que también escribe gratis con la aspiración de que alguna vez lo contraten, a pesar de que el escribe las estupideces que le mandan y yo, quizás también estupideces, pero las que quiero.
¿Y qué pinta la política en todo esto?. El origen de este pensamiento lo sitúa Roitman en los ochenta «al confluir dos corrientes de pensamiento antes antagónicas: exanticapitalistas y poscapitalistas». Nuestros modelos políticos se fundamentan en la construcción de una ciudadanía desligada » de la participación en los procesos de toma de decisiones colectivas». La política se restringe a «una actividad profesional tendiente a garantizar la gobernabilidad y el funcionamiento de las instituciones». Los partidos políticos «pasan a ser un objeto más de consumo en el mercado, y los políticos se transforman en cazadores de movimientos sociales y creadores de organizaciones no gubernamentales». La política «pierde todo su contenido transformador en tanto acción social». Es fundamental el «lenguaje políticamente correcto, cuyo reconocimiento no afecta las relaciones sociales de explotación, exclusión y dominio del capitalismo». Ya, hasta los carteles electorales de Izquierda Unida parecen un anuncio de Benetton. Resultó subversivo que el diputado aragonés Labordeta mandara literalmente a la mierda a los diputados del Partido Popular porque no se callaban cuando el intervenía en el debate sobre la guerra de Iraq.
El sistema educativo y los medios de comunicación tienen sin duda alguna su responsabilidad en la conformación del pensamiento sistémico, asistimos a una educación fundamentada en «acatamiento y la disciplina a la dinámica interna del sistema». «Periodistas informados pero no formados, sociólogos sin sociología, historiadores que desconocen la historia; todos eso sí, creadores de opinión pública, editorialistas y divulgadores. Usted debe ser un receptor de mensajes para el consumo». Hace una semana yo repasaba las noticias de un informativo de televisión y las comparaba con ese poema de Bertolt Brecht titulado «Preguntas de un obrero ante un libro». El informativo abordaba tres noticias. En primer lugar, los enfrentamientos de los trabajadores de los astilleros andaluces con la policía. Detallaban los «combates» entre tornillos de trabajadores y pelotas de goma de la policía, los varios intentos policiales de entrar en la fábrica hasta que lo consiguieron y el número de heridos. La segunda noticia, sobre la huelga del personal de la limpieza en hospitales andaluces y madrileños. Amplias imágenes de la basura amontonada a lo largo de pasillos y consultas, y declaraciones de profesionales y usuarios indignados. La última aborda la cuestión de los niños soldados en el mundo. Religiosas españolas detallan la crueldad de la participación de menores en los conflictos y el deterioro madurativo que supone para ellos. Todo ello, con imágenes de archivo escalofriantes. Una vez que hemos asistido a las noticias anteriores, no sabemos qué piden los trabajadores de los astilleros ni cuáles son las razones de la empresa para decretar los cierres. Tampoco sabemos por qué está en huelga el personal de la limpieza de los hospitales, si piden mejoras salariales o garantías laborales y, mucho menos, las posiciones de las empresas para poder valorar si es justa o no su huelga. En cuanto a la noticia de los niños soldados, malamente citan algunos países, pero no nos dicen quiénes gobiernan en ellos y qué políticas aplican, ni cuáles son las reivindicaciones de los grupos insurgentes. No sabemos siquiera, si los niños son reclutados por los ejércitos gubernamentales o los regulares. Una buena pregunta que se me ocurre, es quién fabrica y vende las armas que empuñan esos niños. Tampoco nos dicen a qué se podrían dedicar en ese país esos niños si no fuesen soldados y si podrían comer
Es la misma metodología de desinformación que denunciaba Bertolt Brecht en 1934. El escritor alemán se interrogaba entonces sobre las auténticas realidades ignoradas en los libros, donde sólo los reyes y emperadores eran los protagonistas. «¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?» en la construcción de la ciudad de Tebas. «El joven Alejandro conquistó la India. ¿El solo?». Las pirámides las hicieron los emperadores, ¿no les ayudó nadie?. Las enciclopedias dicen que Felipe II erigió el monasterio de El Escorial, ¿no le echó una mano ningún albañil?. Hoy, setenta años después, los sistemas educativos y los medios de comunicación siguen ocultando las razones y orígenes de las noticias y de la historia impidiendo que conozcamos la realidad.
El social-conformismo incorpora tiene un componente filosófico: «La búsqueda del placer inhibitorio de conciencia reorienta los deseos hacia los objetos. La máxima felicidad es la que emana de la posesión de objetos para aumentar el grado de placer «, afirma Roitman.
En nuestra sociedad, «pensar se resuelve en el deseo de comprar. La vida es un continuo ir y venir desde y hacia el mercado. (…) El ser humano se transforma, en esta dinámica, en un animal de compañía para el mercado».
Como pueden ver, Roitman aborda todos los factores que pueden influir en el socialconformismo que, al mismo tiempo, influyen en él. La colaboración de Marcos en el gran reto de desentrañar los orígenes de esta trágica forma de pensar y actuar es fundamental.
Los que durante años hemos apostado por el periodismo alternativo creíamos que unas de las claves del dominio social de los poderosos era el engaño y la ocultación de la verdad. Pero creo haber observado que la realidad es mucho peor. Por ejemplo, hoy, y por primera vez, la práctica totalidad de la ciudadanía sabe que las razones esgrimidas para invadir y masacrar un país eran mentira. Saben además que el verdadero móvil era apropiarse del petróleo. Las mentiras del poder, en esta ocasión, única ocasión quizás, no han triunfado. La versión de quienes estábamos en contra de la guerra, que no había armas de destrucción masiva y que lo que se pretendía era saquear Iraq, es sin duda la predominante entre la población. No nos ha servido de nada. El social-conformismo que analiza Roitman está por encima de la verdad, de la justicia y de la vida de los inocentes.
Analizarlo, diseccionarlo y combatirlo se ha convertido en el único modo de dignificar al género humano. Este libro se dedica a ello. Como para no venir a presentarlo y pedirles que lo lean.