Para que no se entienda lo que no quiero señalar. No he perdido el juicio político. No son tres en uno ni son tres personas distintas y un sólo ser verdadero. Aznar es mucho Aznar, incluso para un país tan maltratado por la Historia y sus secuaces como es España. González fue y sigue siendo […]
Para que no se entienda lo que no quiero señalar. No he perdido el juicio político. No son tres en uno ni son tres personas distintas y un sólo ser verdadero. Aznar es mucho Aznar, incluso para un país tan maltratado por la Historia y sus secuaces como es España. González fue y sigue siendo el González otánico, el hábil orador de pseudoizquierda que tanto daño ha causado a las izquierdas ibéricas y a las ciudadanías trabajadoras. El ex secretario general del PCE fue, además del líder del PCE en la transición, el secretario general del principal partido de la oposición antifranquista. A veces se le nota.
Los tres, eso sí, desde diferentes ámbitos y con coordenadas no afines, siguen interviniendo en la plaza pública con discursos y orientaciones que producen rechazo y a veces estupor.
El sábado 12 de junio fue excarcelado Ariel Sigler Amaya. «El régimen de los Castro (sic) ha querido evitar una nueva muerte en prisión, después del escándalo mundial que provocó en febrero la de Orlando Zapata Tamayo» [1]. De esa manera han hablado varios medios españoles de la puesta en libertad del, digamos, singular ciudadano cubano. Ariel Sigler Amaya estaba hospitalizado desde mediados de agosto de 2009, habiendo sido condenado previamente en 2003 a 20 años de cárcel por actuar a las órdenes de Estados Unidos. Todo pareció indicar que las prácticas políticas de Ariel Sigler Amaya y las actividades mercenarias no eran clases disjuntas. Durante su protesta, como ha sido reconocido por todos, Ariel Sigler no ha estado abandonado a su suerte ni ha carecido de asistencia médica.
Lunes, 14 de junio, Cadena Ser, programa dirigido por la señora Gemma Nierga. Se entrevista a un hermano de Ariel Sigler Amaya quien aprovecha la ocasión para lanzar una proclama incendiaria contra el gobierno cubano a quien afirma «no tienen nada que agradecer» por la liberación de su hermano. Interviene a continuación, preguntado por la señora Nierga, Santiago Carrillo, el ex secretario general, señalando la enorme distancia entre el discurso del gobierno, creo que también usó la palabra «Régimen» y la oposición… Interrupción de la señora Nierga: «Que está toda (sic) en la cárcel». Ex secretario general: «Pero es que está la oposición, el gobierno cubano o Miami». Nueva interrupción de la señora Nirega: «Pero allí, en Miami, reina la libertad cosa que no ocurre en el interior de la isla». El ex secretario: «Ya, ya, pero…» Siguiendo por los caminos transitados de siempre. Ni un toque de atención a la presentadora, ni un comentario crítico ni una explicación sobre lo que es Miami y sobre la situación cubana. La señora Nierga habla por convicción, envuelta en su pscismo pijo, o siguiendo los dictados anticomunistas de la dirección de la cadena en la que trabaja, y el señor Carrillo, el amigo de Martín Villa presidente de Sogecable, no es capaz de decir esta boca es mía. Todos son risitas y admiraciones mutuas. Primer asalto.
Luego salió el tema de la contrarreforma laboral presentada como reforma laboral necesaria y urgente. Comentario del ex secretario: yo no abono ni apoyo esta reforma, desde luego… pero veo que tanto sindicatos, por una parte, como la patronal por otra se oponen por razones opuestas. Muy probable inferencia del oyente: el gobierno está en el centro, distante de ambos extremos, no está al dictado o actúa presionado por las finalidades de «los mercados» y sus poderosas instituciones sino que mantiene una posición centrista. Ni con unos ni con otros.
¡Matices de todo un ex secretario general del PCE que a pesar de sus noventa y tantos años se mantiene con una cabeza en perfecto estado de salud y revista! Definitivamente, las amistades peligrosas -los Martín Villa y compañía, los ropajes que envolvieron la transición y sus pactos, el despliegue de los encantos seductores de la cultura burguesa- han jugado una mala pasada al que fuera dirigente comunista Santiago Carrillo.
El señor Felipe González, que milita actualmente en el mismo partido del ex secretario general, después de los GAL, las reconversiones industriales salvajes, el desprecio a la oposición comunista, la farsa del «De entrada no», el referéndum pro-otánico, la corrupción aléfica y los pactos voluntarios, no forzados, con CiU para iniciar la primera gran contrarreforma laboral, después de asesorar a la principal ricachón del mundo, al señor Carlos Slim (¿en qué asuntos pudo asesorarle?), después de incrementar sustantivamente sus rentas y posesiones e intervenir en altos asuntos de la política europea, ha vuelto con brío renovado a la arena pública española para insuflar ánimos a su Partido y acaso con alguna finalidad complementaria que se desconoce por el momento. Su idea básica, la posición que mantiene con entusiasmo causando admiración incluso entre gente tan razonable con Ian Gibson [2]: el partido, el PSOE, hace lo que debe hacer, hay que reformar leyes, la realidad es la que es y un político y un partido son serios cuando actúan, cuando se ensucian las manos, no sólo cuando hablan y apuntan hacia hermosas quimeras imposibles. Lo real es lo real, lo diga Agamenón o se queje el portero.
No hay sorpresa. González, sabido es, siempre ha hablado aconsejado por Agamenón; los porqueros están para otras cosas. En opinión del asesor de grandes fortunas, el gobierno de JLRZ debe hacer caso de lo que «los mercados» dictan, debe tomar nota sin observaciones críticas y debe actuar en consecuencia. Sin que le tiemble el pulso, sin oír los cantos sindicales de las sirenas ingenuas. La responsabilidad política es eso: hacer aquello que los que mandan sugieren hacer. Aplausos, más aplausos, rostros emocionados, lágrimas en los ojos. Lo mismo, exactamente lo mismo, que hace décadas con sus discursos prootánicos ante poblaciones obreras y sus proclamas dulces y patrióticas que justificaban el terrorismo de Estado. Los viejos «políticos realistas» nunca mueren; el mundo está lleno y cansado de ellos. Mi memoria de ciudadano entradito en años ha acuñado bien esta moneda.
De Aznar lo mejor es hablar poco. No sólo por su tono abyecto, su misma presencia de caballero franquista, su bigote falangista, sus pseudoargumentos paleolíticos vestidos con aires de postmodernidad sino por esa seguridad sonambúlica de extremísima y peligrosa derecha con la que suele hablar. La última que se le ha oído: no basta sólo con señalar en la arena pública que se está en contra del terrorismo, dice el máximo que no único responsable de la intervención española en la guerra imperial de aniquilación y muerte en Iraq, al que desde luego jamás se le ha oído condena pública alguna de los crímenes del terrorismo de Estado franquista, sino que además, señala con voz tronante, hay que defender ideas que no generen procedimientos que atenten contra la democracia. Es decir, cualquier posición política, use los procedimientos que use, que intente superar lo establecido (esto es para el señor Aznar «la democracia»), sea el capitalismo neoliberal o la actual configuración estatal española por ejemplo, debe ser objeto de persecución policial y marginación política. ¿Queda claro? Fuera los independentismos y las posiciones transformadoras socialistas de la arena política «democrática». A la cárcel, con ellos. Todo sea por la pasta y el poder de los mercados.
Mayor Oreja, ese político neofranquista de extremísima derecha aun en activo, al lado de su colega, con voz comedida y estudiada, ha señalado el corolario: ETA está a la ofensiva, está pactando en secreto con el gobierno (tiene la «seguridad moral» de ello) y los efectos de esos acuerdos están irrumpiendo ante nuestros ojos: la futura consulta independentista en Catalunya. El eurodiputado del PP no quiere entender, o acaso sí entiende, que una de las razones por las que el independentismo catalán, que muchos no abonamos, se nutre fuertemente de proclamaciones políticas como las que él lanza lunes sí, domingo también. Es posible la convivencia con «políticos españoles» d’aquesta mena, de esta vieja naturaleza, preguntan. La respuesta es inmediata, obvia como un postulado geométrico: no, no es posible. Adéu, Espanya. Y la verdad, intentando ser justos, aunque la pregunta es retórica y sesgada y olvida discursos catalanes y catalanistas extremistas (los de Duran i Lleida, no sólo los de Josep Anglada, son ejemplos conocidos), no les faltan razones. No es posible una España federal que reconozca sus lenguas y pueblos diversos, como quería Espriu, con gentes así.
Por si faltara poco, dos golpes más. Ernest Maragall, el peor conseller de Educación de Catalunya en estas tres últimas décadas, el peligroso abanderado del neoliberalismo en educación, ha declarado que estaría encantado de repetir como conseller. ¡No, horror! ¿Qué quedaría de la enseñanza pública tras ello?. Por su pare, el molt honorable José Montilla, en un descuido, en un instante de valor y sinceridad, ha apuntado que Duran i Lleida representa los intereses de la patronal. El señor diputado ha protestado y el president, todo un president de la Generalitat catalana, ha tenido que pedir disculpas a pesar de la obvia veracidad de su afirmación y decir que donde dijo diego quería decir abracadabra abracadabrante. Suena igual, es casi lo mismo. Se confundió.
Notas:
[1] Blog del autor: http://jmalvarezblog.blogspot.
[2] Véase su columna del pasado lunes, 14 de junio, en Público: «FG + JLRZ». ¡Un horror impropio del excelente estudioso de García Lorca y Antonio Machado!
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