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El fraude fiscal

Jose María Bravo de Liechtenstein

Fuentes: Rebelión

El 15 de febrero José Elorrieta habló claro a sus compañeros y compañeras de ELA en el polideportivo La Casilla de Bilbao: «El lehendakari Ibarretxe, el presidente Sanz, los tres diputados generales de la CAPV están seducidos, se puede pensar que hasta abducidos por grupos de presión económica. Una parte de los equipos de gobierno […]

El 15 de febrero José Elorrieta habló claro a sus compañeros y compañeras de ELA en el polideportivo La Casilla de Bilbao:

«El lehendakari Ibarretxe, el presidente Sanz, los tres diputados generales de la CAPV están seducidos, se puede pensar que hasta abducidos por grupos de presión económica. Una parte de los equipos de gobierno trabajan directamente al servicio de estos grupos de presión económica, vienen de sus entornos y volverán a sus entornos tras su paso por el sector público, en el que en realidad están en comisión de servicios. Destrozan todo lo público que pueden. Lo que es claro es que mandan los empresarios, para ser más precisos, una élite empresarial. Mandan en la política fiscal; mandan en la política industrial; controlan hasta el más mínimo detalle… Esto explica que, aunque las rentas salariales representen sólo el 48% del PIB, aportan el 85% de todo el IRPF. Esto es verdaderamente un escándalo. Es un escándalo que quienes se apropian del 52% de la renta sólo pagan el 15% del impuesto. Este es el resultado derivado también de un enorme fraude fiscal, consecuencia de una política de inspección que ligeramente rebasa el 1% de los contribuyentes de rentas no salariales. En Hego Euskal Herria la presión fiscal es baja. Estamos a la cola; siendo rigurosos, hay que decir que por debajo nuestro sólo está Irlanda…».

Esto explicaría también que el caso de José María Bravo, quien fuera director de la sucursal de Hacienda de Irún y principal imputado en el gran fraude fiscal al erario público, haya tenido por ahora tan pocas consecuencias políticas, empresariales y fiscales, al igual que, por citar un ejemplo, lo tuvo el tema de las tragaperras del PNV. Antes y ahora en estos casos empresarios y gobierno cierren filas, controlan fuentes, tapan agujeros y acechan a funcionarios por si alguien osa irse de la lengua. Diríamos que el gran fraude fiscal es práctica común en nuestro sistema. Sin duda alguna que estos defraudadores son, al menos en parte, fontaneros consentidos de partidos, a los que contribuyen con un x% importante a la financiación del aparato. «No es una frase, decía Elorrieta, es una síntesis: En Euskal Herria sólo pagan impuestos los trabajadores y trabajadoras».

Es lo que le ocurre también estos día al gobierno alemán con la evasión de impuestos a Liechtenstein: ahora se dan cuenta hipócritamente que sus bancos y filiales, sus grandes empresarios, las fortunas de la nación… evaden impuestos y defraudan al fisco. ¡Pero de qué se escandalizan, si ellos mismos, los partidos políticos (SPD, CDU y SPD, la Democracia cristiana, el partido socialista y el partido liberal) hace años que vienen haciendo lo mismo! ¿O no recuerdan el famoso escándalo «Flick» o el soborno a estos tres grandes partidos por parte empresarial? ¿Acaso no recuerdan el fraude fiscal y el señor Franz Josef Strauss, presidente de Baviera, o el caso del señor Mölleman, por citar tan sólo algunos, implicados todos ellos en grandes fraudes a las arcas públicas? ¿Y en nuestro mundo qué decir de Ibarra y el BBB o el señor Botín y el Banco Santander? ¿Y qué decir de estos bancos y la financiación de los partidos? ¿De la contratación de productos franceses a cambio de entrega de presos? Hoy, en nuestro sistema, el no evadir impuestos es signo de idiotez, torpeza e ignorancia. El espabilado y con posibilidades defrauda: ¡sólo pagan impuestos los trabajadores y trabajadoras! Los demás defraudan en mayor o menor medida. Aquí ocurre como con la firma de convenios de derechos humanos y la práctica de la tortura, la defensa de la paz y el envío de tropas a Afganistán o Líbano o el silencio sumiso ante las ilegalidades y bestialidades de gobiernos asesinos, como Israel o Estados Unidos, por citar tan sólo dos gobiernos.

Liechtenstein es un paraíso fiscal archiconocido, al igual que lo es el fraude fiscal -esta vez denunciado por ELA- llevado a cabo en nuestra Hacienda pública con el visto bueno y el consentimiento-participación de las haciendas forales: «Una parte de los equipos de gobierno trabajan directamente al servicio de estos grupos de presión económica, vienen de sus entornos y volverán a sus entornos tras su paso por el sector público, en el que en realidad están en comisión de servicios».

«El saqueo fiscal de las rentas de trabajo es sobre todo una decisión política de quienes tienen instrumentos como el Concierto y el Convenio, que junto con la lucha contra el fraude fiscal podrían y deberían dar resultados bien distintos, mucho más equitativos, socialmente mucho más justos». Y, hoy por hoy, el fraude empresarial en nuestra tierra va año tras año en aumento con el silencio cómplice de partidos y haciendas forales. El Gabinete de Estudios de ELA ilustra con datos en su folleto «Por una fiscalidad al servicio del Binestar Social».