“Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos”.
En este instante del año 2020, distante ya de más de 60 años del triunfo de la Revolución, Cuba sigue atacada y amenazada por un país vecino que casi desde su mismo nacimiento, según lo demuestra la historia pasada y presente, resultó ser avieso y hostil y se convirtió para la patria y el mundo en la Roma americana, denominaciones todas en las ideas de José Martí, nuestro Héroe Nacional.
Ante las medidas recientes para arreciar el bloqueo de todo tipo, la última barrabasada de incluir a Cuba en la lista espuria de países que auspician el terrorismo, la campaña verbal y mediática contra la colaboración médica solidaria, la ignorante, estúpida y risible declaración de Pompeo al calificar a Cuba como un país imperialista, el silencio cómplice del gobierno estadounidense ante el ataque terrorista a la embajada en Washington, uno pudiera sentirse perplejo al hecho cierto de que después de más de dos siglos, la actitud del gobierno de Trump siga los mismos derroteros y aplique la misma o similar política que todos sus antecesores y, además, que tengan a su lado aquí y acullá a fieles sabuesos ultrayanquis, bien conocidos como bésalos pies o lamebotas, según términos usados por Martí..
Al analizar tanta villanía del imperialismo estadounidense, sería deseable que algún periodista sugiera a Pompeo y a Trump alfabetizarse al respecto, ya que el término imperialismo tiene un significado relacionado con el surgimiento de los imperios, y fue recogido por primera vez en un Diccionario en 1853, y seguramente mucho antes ya era de uso común. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua lo incorporó en 1925.
Las manifestaciones imperialistas fueron recogidas y denunciadas muchas veces por Martí en sus escritos, y entre las muchas que son verdades como soles y que aún están vigentes, vale citar esta por lo que implica de defensa a ultranza de la soberanía de las naciones: …”el único modo de vencer el imperialismo en los pueblos mayores, y el militarismo en los menores, es ser todos soldados”. (1889). En esa misma época alertaba: “De mí no le diría más que quejumbres, sobre todo ahora que estoy fuera de mí, porque lo que desde años vengo temiendo y anunciando se viene encima, que es la política conquistadora de los Estados Unidos, que ya anuncian oficialmente por boca de Blaine y Harrison su deseo de tratar de mano alta a todos nuestros países, como dependencias naturales de este y comprar a Cuba.”
En este siglo XXI ¿acaso no es visibles y ostensible esa política conquistadora de EE.UU no solo contra nuestra América, sino contra todos los países del mundo, violando cuanta legalidad internacional llegó a establecerse en el seno de las Naciones Unidas y otras organizaciones e instituciones mundiales?
Si
alguien duda de los vaticinios de nuestro Apóstol, lea y relea bien
la siguiente afirmación del 22 de septiembre de 1994:
”De
nuestra sociología se sabe poco, y de esas leyes, tan precisas como
esta otra: Los pueblos de América son más libres y prósperos a
medida que más se apartan de los Estados Unidos.”
Y finalmente, en este mundo que vivimos, tan convulso y amenazado por la existencias de fuerzas poderosas criminales y hasta genocidas, es valioso recordar esta alerta para todos: “Duerma con los ojos abiertos, porque ya sabe que en el mundo eso es necesario, y anda uno entre trampas y redes; pero conserve esa pureza de corazón.”
En conclusión, estimados lectores, muchas otras cosas se pudieran reflexionar sobre problemas diversos de nuestra actualidad y también otras muchas sobre las ideas de José Martí que pudieran servir de guía y compañía en el enfrentamiento a las fuerzas oscuras que amenazan y agreden a la humanidad.
Aunque breves sirvan las ideas esbozadas como un digno homenaje a aquel patriota visionario que cinco años antes de su muerte expresara:”…el corazón me sangra por mi tierra, y yo quiero que ella vaya, salvándose y salvando, por donde nuestra América va. Este no es interés mío, sino americano.” Y que el 19 de mayo de 1895, cayera durante su primer y último combate, con el grado militar de Mayor General, en un lugar denominado Dos Ríos, de la provincia de Oriente después de cumplida la misión mayor de su vida: desatar la definitiva guerra necesaria para la independencia de Cuba.