Este es el epílogo de la heroica intervención de las Brigadas Internacionales durante la guerra (civil) de España (1936-1939)
El «Duce» Mussolini y el Fuhrer Hitler apoyaron la conspiración golpista promovida por los generales traidores Sanjurjo, Mola y Franco con el fin de expandir su poderío.
La República Española necesitaba ayuda urgente para enfrentar el monstruo del fascismo. Ante su total indefensión tuvo que recurrir a la ayuda de la Unión Soviética. Stalin y la Internacional Comunista le encargaron al dirigente francés André Marty que organizara Brigadas Internacionales para evitar enviar unidades del ejército rojo. Algo que hubiera supuesto una mayor escalada del conflicto bélico. Marty habló con el presidente Largo Caballero quien autorizó la llegada de los voluntarios y les concedió la base aérea de los Llanos en Albacete como su cuartel general. Entonces se emitió una llamada de socorro por la prensa y la radio para captar voluntarios a nivel mundial. Había que salvar a España del zarpazo mortal del fascismo y es así como miles de combatientes internacionalistas (comunistas, socialistas, anarquistas y republicanos) se alistaron en la Brigadas decididos a empuñar las armas en defensa de la libertad y la democracia. «Nosotros somos voluntarios dispuestos todos a morir frente al fascismo mercenario» Desde las tierras más lejanas (54 países) se enrolaron jóvenes y también mujeres-dedicadas a las labores de logística y enfermería- bajo el mando de Kléber, Mate Zalka, Bert Acosta, Stern, Zaisser, Komar, Galicz o el general Walter.
Delmer Berg un joven californiano de 19 Años fue uno de los que se apuntó como voluntario en las filas de la de la Brigada Lincoln para ayudar a la República Española. Viajó en barco desde New York hasta Francia con el fin de entrar clandestinamente por los Pirineos. En su pasaporte se leía una clara advertencia de su gobierno: «prohibido para viajar a España» Delmer Berg combatió en el frente de Teruel, Cataluña y Valencia. Murió en Columbia (California) el 28 de febrero del 2016 a los 100 años de edad.
Antoine Piñol había nacido en Palamós (Girona) en 1915 pero fue criado en Francia por su abuela al quedarse huérfano. Este joven revolucionario en el momento en que comenzó la guerra en España se unió al batallón italiano Garibaldi con los que cruzó la frontera por Cataluña. Lo empujaban sus ideales republicanos y el amor de la libertad. Luchó en la defensa de Madrid, el Jarama y Guadalajara. También estuvo en la batalla del Ebro en la que Antonie fue comandante de la 3 compañía del 2 batallón. Cuenta la leyenda que marchaba con la camisa abierta por delante de sus hombres desafiando el fuego enemigo. Cuando el nazismo invadió Francia de inmediato se sumó la resistencia donde se distinguió por su valentía y arrojo. El pasado 2 de septiembre de 2016 murió en la ciudad francesa de Agen a los 101 años.
Stan Hilton, otro romántico e idealista de origen británico, tras escaparse del barco en el que trabajaba en el puerto de Alicante se unió a la 15 Brigada Internacional del Batallón Británico en noviembre de 1937. El pueblo español necesitaba ayuda y él no podía permanecer indiferente, según sus propias palabras. Luchó en la batalla de Teruel y también en Aragón y Cataluña. Él es uno de esos primeros soldados británicos en enfrentar a Hitler y Mussolini. Falleció el 21 de octubre del 2016 a los 98 años en Ocean Grove, Melbourne (Australia) donde emigró en 1956.
Miles de jóvenes internacionalistas se batieron valientemente en primera línea de fuego contra un enemigo que contaba armas y efectivos muy superiores. Se calcula que entre 9.000 y 10.000 brigadistas perecieron en la contienda.
La Sociedad de las Naciones -ante el fracaso del Comité de No Intervención– quiso poner fin a la guerra de España. Juan Negrín para darle un voto de confianza anunció ante la Asamblea General que la República Española iba a retirar todos los combatientes extranjeros esperando que los franquistas realizarán un gesto reciproco. Mussolini repatrió unos 10.000 soldados, pero siguieron en activo algo más de 30.000.
El 25 de octubre de 1938 los Brigadistas fueron homenajeados en Les Masies (cerca de L’Espluga de Francoli) bajo el lema de: «Caballeros de la libertad del mundo: ¡buen camino!» En este simbólico acto estuvieron presentes Negrín, Rojo, Marty, Modesto, Lister. «Cumplisteis como héroes en la lucha por la libertad del mundo» «Nosotros tenemos un deber que cumplir y triunfaremos» -declaró Negrín-. El 28 de octubre recibieron una emocionante despedida en olor a multitudes (250.000 personas) en Barcelona al que asistieron Azaña, Negrín, Companys, Vicente Rojo y Dolores Ibárruri. La Pasionaria pronunció un emocionante discurso. «Hasta pronto, hermanos, un sentimiento de angustia, de dolor infinito sube a nuestras gargantas. Angustia por los que se van, soldados del más alto ideal de redención humana» «vinisteis a nosotros como hermanos nuestros y en los días más duros de nuestra guerra cuando la capital de la República Española se hallaba amenazada. Fuisteis vosotros bravos camaradas de las Brigadas Internacionales quienes contribuisteis a salvarla con vuestro entusiasmo combativo y vuestro heroísmo y espíritu de sacrificio».
«Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando, cuando el recuerdo de esos días dolorosos y sangrientos se esfume en un presente de libertad, cuando los rencores se vayan atenuando y el orgullo de la patria libre sea igualmente sentido por todos los españoles hablad a vuestros hijos, hablad de estos hombres, de estas mujeres de las Brigadas Internacionales. La causa de España es la causa de toda la humanidad«.
Con motivo de cumplirse los 80 años de la creación de las Brigadas Internacionales fuimos a visitar a Josep Almudéver -el último superviviente- quien reside en el pueblo de la Tour du Crieu, cerca de Pamiers (Occitania) Él nos recibe muy cordialmente aunque un poco molesto pues interrumpimos su sesión diaria de bicicleta estática. Josep prepara un café y lo sirve en la mesa de la cocina y a continuación empezamos una larga entrevista. Antes de iniciarla le muestro un recorte de periódico en el que se anuncia la muerte de su camarada Stan Hilton. Josep me mira fijamente y me dice -ya somos menos. Yo le contestó que él es último. Josep se pone bastante afligido y sus ojos se encharcan de lágrimas. «Soy el último. Bueno, quien lo iba a decir. Me siento muy solo, se han ido todos mis compañeros. Pero acuérdate que voy a cumplir cien años y no vamos a ser eternos». Lo increíble es que muchos ancianos como él estarían en un hogar de jubilados viendo la televisión o jugando las cartas a la espera de que Caronte el barquero se los lleve al más allá. Pero Josep, como buen combatiente revolucionario, ha decidido plantarle cara al paso inexorable del tiempo.
-Aquí estamos en pie hasta el final -añade impertérrito. Este noble brigadista gracias a que tiene una salud de hierro se dedica a presidir actos republicanos y a pronunciar conferencias en los institutos y universidades de media España. Este es un insólito caso de un anciano albañil de profesión e historiador empírico que a pesar de su avanzada edad todavía es capaz de dictar cátedra. Además hace gala de una asombrosa lucidez que nos deja perplejos. Vídeo: https://youtu.be/Gt_TRayaSvA
Desde luego que él está decidido a mantener vivo el espíritu de entrega y lucha solidaria de tantos hombres y mujeres brigadistas que no pueden caer en el olvido. «Por encima de todo tenemos que reivindicar la memoria de aquellos héroes que vinieron a dejar el pellejo en España». Estamos en una época en la que el fascismo rebrota con renovado ímpetu tanto en Europa como en los EE.UU. «Aunque tenga 97 años no puedo bajar la guardia». Algunos dicen que hay que pasar página y dejar que las heridas cicatricen. Que la guerra de España ya hace parte del pasado. Él responde que hay hechos irrefutables que demuestran lo contrario. Los franquistas siguen en el poder y encima bendecidos por un rey que eligió el dictador. «Yo luché contra el fascismo para que las futuras generaciones disfrutaran de libertad y democracia».
La serpiente venenosa del nazi-franquismo logró astutamente mimetizarse disfrazándose de demócratas. Primero se llamaron UCD, luego AP, y por último PP. Hoy son los que dominan el poder político, judicial, económico, militar y religioso del reino de España. En una España donde jamás se aplicó un proceso de desnazificacion como si se llevó a cabo en otros países europeos.
Tras la caída del muro de Berlín y el entierro del comunismo en la Unión Soviética ya no existe ningún contrapeso que detenga la expansión del imperialismo capitalista. En Francia incluso el Partido Comunista ha tenido la desfachatez de quitar la hoz y el martillo de su bandera -se queja Almudevér-, seguramente le daba vergüenza exhibir esos símbolos anticuados y caducos que le restan votos. «La Europa capitalista de los banqueros y empresarios ha aplastado a los obreros y trabajadores. Esta Europa es un fiasco. Ahora las masas de proletarios no son más que consumidores». Josep es un combatiente nato que no se amedrenta ante los contratiempos. Fue expulsado del ejército republicano por insubordinación al denunciar la pasividad de sus superiores en el campo de batalla. (estuvo con las JSU en el frente de Teruel y fue herido en Corbalán) Evacuado a la retaguardia tras recuperarse decidió ingresar en las Brigadas Internacionales ya que la batería italiana Carlos Roselli se hallaba acuartelada en una arrocera cerca de Silla (a unos cuantos kilómetros de Alcàsser donde residía).
Ilusionado se presentó ante el comisario de la Brigada y gracias a su partida de nacimiento en la que certificaba que era de Marsella pudo ingresar en sus filas. (Los españoles tenían vedada la participación) Se le reconocía como francés pero realmente era valenciano de Alcàsser.
De este modo se convirtió en el enlace ante a las autoridades españolas ya que dominaba el español, el valenciano y el francés.
La Brigada estaba acantonada en un molino de arroz en Silla que era blanco de constantes ataques de la aviación fascista. Como empeoró la herida que había recibido en la espalda al estallarle una granada de mortero (en una trinchera en Corbalán) tuvieron que operarlo en un improvisado quirófano sobre unas cajas de madera que se utilizaban para apilar las naranjas.
El 1 de noviembre lo trasladaron a Puebla Larga para que ingresara en el Estado Mayor del grupo franco-belga. (Comuna de Paris) Solo permanecían en España las agrupaciones de Centro y de Levante que en ese momento se encontraban bloqueadas por las tropas franquistas.
En cumplimiento del acuerdo alcanzado en la Sociedad de Naciones la República Española, como «gesto de buena voluntad», retiraba las Brigadas Internacionales. -Definitivamente el Comité de No Intervención ha sido el causante de la derrota de la República –añade Josep amargo-.
Las unidades a las que estaba adscrito fueron los últimas en salir desde el puerto de Valencia con destino a Barcelona. Los embarcaron a media noche en un acorazado francés pintado de negro con el fin de burlar a la aviación fascista. En Barcelona los alojaron en el cuartel Carlos Marx en el Tibidabo donde Almudéver tuvo la oportunidad de saludar a Negrín quien personalmente le agradeció su espíritu de sacrificio. Al cabo de unos días y tras una discreta despedida fueron trasladados en tren hasta Francia. Al pasar la frontera los gendarmes lo enviaron a Marsella que es la ciudad donde nació accidentalmente mientras sus padres trabajaban en un circo. Pero él estaba decidido a continuar la lucha en esos momentos tan álgidos en que la República se batía en retirada. Entonces sin pensarlo dos veces se presentó en el consulado de España a ver si le facilitaban los medios para regresar. Siguiendo las consignas de André Marty (portavoz del Partido Comunista) que dio la orden de retomar las armas. Los voluntarios antifascistas seguían empeñados en venir a España pero el gobierno francés bloqueó la frontera.
Por suerte en esos días salía un buque inglés con dirección a Valencia y el capitán del mismo le dio permiso para que hiciera parte de la tripulación. Eran los últimos días de marzo de 1939 y a pesar del bloqueo impuesto sobre el puerto de Valencia lograron romperlo y atracar sin novedad. Almudéver se presentó a las autoridades republicanas que le dijeron que la situación era dramática. Además le recriminaron tan osada actitud «aquí has venido a asistir a tu propio entierro». Preocupado se dirigió a su pueblo Alcàsser a saludar a sus padres, que lo creían muerto pues los franquistas había mandado una carta a la Alcaldía anunciando su fusilamiento en Castellón el 18 de enero de 1939. Franco para sembrar la zozobra utilizó esta táctica de guerra psicológica.
Cuando se dirigía hacia su casa muchos vecinos creyeron ver un fantasma y presas del pánico corrían a esconderse. A sus padres casi les da un ataque cuando se presentó en su casa. «¡Hijo, estas vivo! ahora ya podrás quedarte en Alcàsser. Olvida esas revoluciones», su madre le dijo llorando mientras lo abrazaba. Pero él no se amilanó pues estaba decidido a incorporarse a la escuela de aviación pensando que aún la República podría salvarse. Hitler tenía intenciones de invadir Polonia y si esto sucedía a los aliados no les hubiera quedado más remedio que apoyar al gobierno republicano. Pero justo el día que iba a presentar los papeles en la base aérea un vecino de Alcàsser le advirtió que los fascistas ya estaban desfilando por las calles de Valencia. Sin perder un minuto escapó junto a su padre y otros compañeros rumbo a Alicante puesto que lo más seguro es que si les echaban mano, serían ejecutados. (Tal como había sucedido en otras zonas de España con los sospechosos de simpatizar con en el «ejército rojo»).
Las potencias habían decidido que Alicante fuera considerada «zona internacional» (algo que al final se incumplió) En su puerto se hacinaban miles de personas -mezcladas entre milicianos y población civil- esperanzados en embarcar en alguna nave rumbo al norte de África o a Francia. Las tropas nacionales rodeaban el puerto preparadas para detener a los «comunistas de la antiespaña». Las primeras tropas en entrar al puerto fueron las italianas -a las que los franquistas les habían encomendado la misión de realizar el trabajo sucio-. En ese instante muchos soldados republicanos prefirieron suicidarse antes que ser sometidos a la tortura y condenados al pelotón fusilamiento. Los mandos fascistas dieron la orden de trasladar a todos los prisioneros al campo de los Almendros y posteriormente al campo de concentración de Albatera. Allí fue a dar con sus huesos Josep Almudéver a quien los verdugos encerraron en las celdas de castigo al comprobar su nacionalidad francesa (amigo de la república española).
Almudéver fue condenado a treinta años y un día de prisión por un Tribunal Militar que lo encontró culpable de «auxilio a la rebelión». Pena que más tarde le seria conmutada por la de 15 años, hasta quedar finalmente en libertad condicional por falta de pruebas. Entonces regresó a Alcàsser a la casa de sus padres donde se dedicó a las labores del campo. Pero lejos de mantener una actitud prudente y reservada decidió sumarse a las filas de la Agrupación Guerrillera de Levante (1944-1947) -los maquis que continuaron en la clandestinidad la resistencia contra el dictador Franco-. Una delación hizo que varios de sus compañeros fueran detenidos y tras un juicio sumarísimo, fusilados. Alguien del ayuntamiento le comunicó que él sería el próximo en la lista. Gracias a la intersección de su madre -que era amiga del alcalde- logró conseguir un salvoconducto con el que pudo tomar un tren rumbo a Barcelona. Allí varios amigos del Partido Comunista le prestaron cobijo y ayuda. Al cabo de unas semanas lo condujeron a Olot desde donde tuvo que caminar cuatro días (Burlando las patrullas de la Guardia Civil) hasta cruzar la frontera francesa por los Pirineos en la zona de Prats-de-Mollo. Hambriento y desfallecido consiguió llegar al pueblo de Pamiers, en el Ariege, donde le estaban esperando sus hermanos -exiliados de la guerra en 1939- quienes le acogieron con los brazos abiertos. A partir de ese momento tuvo que asumir su condición de prófugo y desterrado. Sobre él pesaba una orden de búsqueda y captura (que se traducía en juicio sumarísimo y fusilamiento) así que no le quedó más remedio que resignarse a su suerte. Como tantos otros españoles republicanos tuvo que buscarse la vida; primero trabajó en una metalúrgica y posteriormente se convirtió en albañil como su padre. Ofició que desempeñó hasta su jubilación. Afiliado al Partido Comunista Francés (líder de la agrupación local) y a los sindicatos de izquierda, su máxima preocupación fue la de ejercer como el más ferviente opositor a la dictadura franquista.
A partir de la promulgación de la Ley de memoria Histórica -aprobada por el parlamento español en el 2007- Almudéver ha salido del ostracismo convirtiéndose en un testigo excepcional de la guerra española. En el año 2015 publicó sus memorias intituladas «Pacto de No Intervención. Pobre República». Es tal su fama que ahora es un conferenciante muy solicitado en congresos, colegios, institutos y universidades (un caso único pues ya está muy cerca de cumplir ¡100 años!). En el mes de octubre ha sido invitado a presidir los diversos actos de homenaje a los 80 años de la creación de las Brigadas Internacionales en Madrid, Guadalajara y Albacete. Josep Almudéver recoge el testigo como el último superviviente de aquellos 40.000 voluntarios que combatieron valientemente el nazi-franquismo.
Desde luego que las Brigadas Internacionales cuentan con un extraordinario representante comprometido a tiempo completo con la lucha solidaria internacionalista. Por último y para despedirse de nosotros -quizás queriendo demostrar que todavía goza de un envidiable estado físico- se marcó unos pasos claqué «De joven nadie me hacía sombra, ni siquiera el americano ese del Fred Astaire«.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.