El pasado 22 de abril, los cubanos celebraron el quinto aniversario del «rescate» de Elián González, el niño balsero que fue salvado del mar cuando sobrevivió a un naufragio el 22 de noviembre de 1999 cuando su madre, Elizabeth Brotons, y otras personas intentaron llegar a las costa de Florida en una embarcación. Algunos parientes […]
El pasado 22 de abril, los cubanos celebraron el quinto aniversario del «rescate» de Elián González, el niño balsero que fue salvado del mar cuando sobrevivió a un naufragio el 22 de noviembre de 1999 cuando su madre, Elizabeth Brotons, y otras personas intentaron llegar a las costa de Florida en una embarcación.
Algunos parientes lejanos del niño residentes en Miami y los exiliados anticastristas se negaban a devolver a Elián a Cuba junto a su padre y comenzó una batalla legal y política entre Estados Unidos y la Isla. El 5 de diciembre de 1999 se inició, en la plaza frente a la Oficina de Intereses de Estados, toda una cadena de manifestaciones públicas y marchas con las que el pueblo cubano libró lo que llamó una batalla «legal y moral» para lograr el retorno del niño náufrago. Finalmente, el 22 de abril de 2000 el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos cumplió la decisión judicial de devolver al niño a La Habana junto a su padre.
Busqué sin sugerencia de nadie al padre de Elián, Juan Miguel González, el día anterior de este aniversario. Juan Miguel fue una pieza clave en el conflicto. Este humilde trabajador hostelero residente en Matanzas, al conocer la presencia de su hijo en Miami, escribió una carta al ministro de Exteriores Felipe Pérez Roque pidiéndole ayuda para recuperarlo. Los sectores anticastristas sabían que si lograban la adhesión del padre y éste decidía abandonar Cuba estarían dando un golpe moral a la isla y ganando una gran baza mediática en el mundo. Sólo debían ofrecerle a cambio dinero y a su hijo, ambos en sus manos.
Este trabajador de Matanzas tuvo que viajar obligado a Miami junto con su nueva esposa e hijo, perder el contacto con los diplomáticos cubanos y someterse en público y en privado a los chantajes y presiones de anticastristas y autoridades norteamericanas para que renegara de Cuba y pidiera la residencia norteamericana. A cambio, una lujosa residencia, un flamante automóvil, mucho dinero y… su hijo.
Pero Juan Miguel González nunca aceptó que estar junto a Elián tuviese que ir unido a abandonar la Isla. Tampoco le interesó el oro de Miami.
Hoy, cinco años después el padre y el hijo viven juntos en Matanzas. Apenas pude hablar unos minutos con Juan Miguel, pero vi todo lo que necesitaba saber. Para conocerlo tuve que ir al restaurante donde estaba trabajando en Varadero. Vestido de cocinero, salió a saludarme. Seguía en su mismo trabajo de siempre, en Cuba nadie le chantajeó con riquezas y privilegios. El cubano que no quiso abandonar su país por todo el dinero y lujos de Miami sólo disponía de unos pocos minutos porque en el restaurante se celebraba una boda y estaban cocinando la cena para muchos comensales.
Ni Juan Miguel ni el gobierno cubano se han interesado en utilizar su gesto como medio de propaganda. Los medios de comunicación del mundo sólo se hubieran interesado por el padre de Elián si éste se hubiera quedado en Miami criticando a Cuba rodeado de riquezas materiales. Conocí a un hombre modesto y noble, como ese hombre feliz cuya camisa buscó el rey como tratamiento a su tristeza y resultó que no la tenía, porque su riqueza no se hallaba en los bienes materiales.
Veinticuatro horas más tarde, decenas de miles de cubanos le estaban aplaudiendo a Juan Miguel González en la Tribuna Antiimperialista José Martí. Al día siguiente, Juan Miguel volverá a la cocina de su restaurante y el niño Elián a su colegio de Matanzas. El hombre feliz que sigue creyendo en Cuba no necesita la riqueza de Miami, tiene el calor del pueblo que no se paga con dólares.