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Un libro de Raúl Fornet-Betancourt

Justicia con las tradiciones olvidadas

Fuentes: El viejo topo

Raúl Fornet-Betancourt, Modelos de teoría liberadora en la historia de la filosofía europea. Editorial Hiru, Hondarribia, 2009, 367 páginas. Traducción de Juan José Vélez.

Modelos de teoría liberadora en la historia de la filosofía europea está dividido en una introducción y tres capítulos: la concepción de la filosofía que mueve el estudio, la teoría de la filosofía que sustenta la investigación, con un destacado apartado crítico sobre la concepción hegeliana de la historia de la filosofía, y algunos ejemplos de teoría liberadora en la historia de la filosofía europea. Los siguientes: Aspacia de Mileto o la tradición desacreditada; el cinismo o la tradición «ex céntrica»; Pedro Abelardo o la tradición fracasada; Johann Benjamin Erhard o la tradición olvidada; la filosofía popular o una tradición que hay que rehabilitar, y María Zambrano o la «otra» tradición española.

Una afirmación que muestra la atalaya desde que el autor realiza su propuesta: «…me parece importante observar que con mi planteamiento no sólo contradijo la teoría hegeliana de la historia de la filosofía, sino también la concepción marxista-leninista, sobre todo cuando intenta reducir la historia de la filosofía a la lucha entre materialismo e idealismo y consecuentemente se eleva esa lucha la categoría de hilo conductor de la totalidad del desarrollo filosófico» (p. 312) y un preciso apunte sobre su noción de filosofía propia, que sigue la línea de la concepción kantiana del filosofar como un pensar por sí mismo: «Quien filosofa, debe en realidad procurar darle a su reflexión la categoría de un presente de la filosofía» (p. 33).

La finalidad del libro del profesor Raúl Fornet-Betancourt es ofrecer una contribución, no el paisaje definitivo, a la reconstrucción, que el autor estima necesaria y urgente, de la historia de la filosofía europea. Intento de reconstrucción alejado de disputas escolásticas interminables, visto como lugar dialéctico «de un proceso de pensamiento y acción que es a su vez expresión del esfuerzo constate por articular y realizar esas otras tradiciones que se generan desde la preocupación central de fundamentar y hacer realidad la liberación teórica y práctica de los seres humanos» (p. 7), tradiciones estas últimas que en su opinión son malinterpretadas, marginadas, cuando no desacreditadas con sarcasmos e injustificada prepotencia teórica, desde instancias acomodadas y seguras de sí mismas, que reflejan por otra parte la versión dominante y «normalizada», sin atisbo de duda y cuestionamiento, de la historia de la filosofía.

Cabe centrarse en esta reseña en la concepción de la filosofía que sustenta el trabajo, temática del primer capítulo del libro. Tres notas esenciales la singularizan:

1.Contra Platón, contrA Aristóteles, y sus conjeturas excluyentes sobre el origen admirativo del filosofar, Raúl Fornet-Betancourt sostiene que los seres humanos comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos no sólo por la admiración sino también por la afección: el momento fundacional de las tradiciones filosóficas europeas no se debe con exclusividad a la capacidad humana de asombro teórico y epistemológico; en el origen de la reflexión filosófica europea están también muy presentes problemas sociales y políticos (libertad, justicia, igualdad, vida buena).

2.La filosofía, sin pretender con esta consideración una reducción sociopolítica, no es mera crítica de textos, no es simple y autoalimentada hermenéutica textual, sino que es también crítica de la época y de la realidad circundante. Es, en síntesis, confrontación crítica con la historia y con la realidad, y con y por ello los textos filosóficos deben ser vistos como reacciones a contextos. Las propuestas y teorías filosóficas no son en absoluto, ni deben ser, especulaciones aisladas, autocentradas y autosuficientes.

3. Consecuencia lógica, en palabras del propio autor, de los dos rasgos anteriores: la orientación crítico-práctica, praxeológica acaso hubiera escrito Sacristán, es parte fundamental de la reflexión filosófica y con ello la filosofía debe «ser crítica activa y efectiva de la situación existente» (p. 22). Contra Hegel, señala el autor, la filosofía no es el propio tiempo aprendido con el pensamiento, no consiste sólo en pensar el mundo, puesto que con ello podría delimitarse su papel a colaboradora de la realidad y no, por el contrario, a observadora ilustrada y expectante en el proceso de formación de esa misma realidad. La filosofía debe mancharse las manos, no sólo construir registros coherentes del mundo.

En las observaciones finales que cierran el volumen, Raúl Fornet-Betancourt delimita los contornos de su propuesta e investigación: su libro no ha sido concebido como un trabajo cuya intención primaria fuese contribuir a la ampliación de la historia de la filosofía en Europa recordando nombres olvidados o corrientes marginalizadas que no marginales, sino que, señala con énfasis, el sentido de su trabajo «supera el interés de la historiografía filosófica tradicional en cuanto que dicha tarea se comprende aquí como una condición indispensable para que la filosofía europea, justo mediante ese diálogo autocrítico con su propio desarrollo histórico, haga justicia a sus tradiciones oprimidas y tome conciencia de la pluralidad de su historia» (p. 299).

No se ha alcanzado con este estudio ninguna meta. Se ha apuntado y argumentado la necesidad de un proceso de autocrítica por el que la filosofía asuma su pluralidad y corrija, con ello, su forma de concebirse y presentarse. Y con ello, esté en mejores condiciones de establecer un diálogo intercultural, otra de las tareas de la hora señaladas por Raúl Fornet-Betancourt, con las filosofías de otras tradiciones.

No es baladí, desde luego, la tarea que este doctor en filosofía, catedrático honorario de la Universidad de Aachen y profesor de filosofía de la Universidad de Bremen, nacido en Cuba, nos propone. Como señala en la introducción de estos modelos liberadores, el desafío implícito en el tercer rasgo esencial de su concepción de la filosofía y el filosofar no es otro «que el de la ‘continuación’ creativa de la tradición que, recurriendo a Marx, potenciaron «pensadores de aurora», como Ernst Bloch, José Carlos Mariátegui o Sartre, por nombrar solo a algunos» (p. 25). Su concepción de la filosofía apuesta por contribuir a desarrollar un programa para la formación de una filosofía verdaderamente universal: un movimiento filosófico de búsqueda que, partiendo de la contextualidad del pensar, inicie la comunicación entre las distintas perspectivas locales buscando su equilibrio para superar las unilateralidades regionales y ayudar a desmontar las ambiciones de dominación de perspectivas parciales no siempre reconocidas ni vividas como tales.