Traducido por Diana Vela-Almeida y Melissa Moreano
Estamos viviendo una verdadera crisis ambiental global y la sensación de urgencia aumenta con cada nuevo relato de desastres climáticos, límites sobrepasados y records alcanzados en distintos lugares del mundo.
A inicios de diciembre, representantes mundiales se reunieron en la 25ª Conferencia de las Partes (COP25) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Madrid para discutir las acciones inmediatas para enfrentar la crisis climática.
Unas pocas semanas antes de la COP25 se publicó una serie de alarmantes informes sobre el desastroso impacto del aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En septiembre, la activista sueca Greta Thunberg se unió al escritor y activista ambiental británico George Monbiot para producir un video titulado #NatureNow, con el fin de promover el potencial de las soluciones basadas en la naturaleza (nature-basedsolutions en inglés) «para reparar nuestro clima fragmentado» aprovechando los procesos y funciones de la naturaleza. Tales soluciones incluyen la reforestación y la restauración de bosques, humedales y manglares.
En el video Thunberg y Monbiot acertadamente reconocen que el gasto global en subsidios a los combustibles fósiles es 1.000 veces mayor que el apoyo monetario a las soluciones basadas en la naturaleza. Afirman entonces que lo que se necesita es «proteger, restaurar y financiar a la naturaleza».
En este texto proponemos que si bien la necesidad de una acción urgente frente al cambio climático es clara, debemos estar atentos y atentas a las formas en las que se proponen estas «soluciones» y a qué intereses favorecen.
Las soluciones propuestas en la COP25 deben reflejar las demandas de los pueblos. No está claro que éste sea el caso. Por ejemplo, la COP25 debía realizarse en Santiago, Chile, pero se mudó a Madrid para evitar las protestas que ocurrían (y continúan ocurriendo) a nivel nacional contra las políticas económicas que benefician a los más ricos a expensas de la mayoría; esas mismas políticas económicas que son responsables de la destrucción ecológica. Hay mucho en juego y el tiempo se está agotando, es urgente hacer los vínculos entre estos dos problemas.
El diablo está en los detalles
Somos un grupo de investigadores/as y profesionales comprometidos con explorar los modos en que se implementan las soluciones basadas en la naturaleza. Desde esa experiencia, queremos llamar la atención sobre algunos de los silencios en el video de Thunberg y Monbiot. Queremos dejar muy en claro que nuestra intervención aquí apunta a promover su trabajo y esfuerzos, pero creemos que es crucial hacer preguntas que suelen pasarse por alto.
Para empezar, planteamos que en lugar de promover una retórica de «todos estamos en el mismo barco», en referencia a que el cambio climático es un problema global, debemos abordar el asunto profundamente político de quién gana y quién pierde y de qué naturalezas se habla cuando se proponen soluciones basadas en la naturaleza.
Decimos esto pensando en corporaciones globales como Coca-Cola, Shell, Bayer y BP que dependen cada vez más de que su imagen sea más ecológica para mantenerse socialmente viables. Pensando también en algunas ONG ambientalistas que han sido acusadas de aceptar donaciones de corporaciones y de imponer una visión de conservación de la naturaleza que vuelve compatible las industrias extractivas con el cuidado de la naturaleza. Estas ONG ambientalistas deberían rendir de cuentas por estas acciones.
En cambio, proponemos que cualquier transformación estructural debe fundarse en la justicia ambiental, enfatizando las intersecciones de la conservación de la naturaleza con la justicia migratoria, la conservación comunitaria desde abajo y el reconocimiento de la propiedad colectiva de la tierra de las poblaciones locales.
En sintonía con lo anterior, la activista estadounidense Isra Hirsinos recuerda que la lucha por la acción climática tiene menos que ver con enfoques que caracterizan a la naturaleza como «un profundo amor por los espacios abiertos» y mucho más que ver con apoyar a las comunidades locales cuyo aire y agua están siendo contaminados.
Si queremos que una transformación significativa ocurra no podemos permitir que el mismo viejo sistema, con una cara más verde, coopte las voces de cambio que emergen en las calles.
¿Proteger qué y para quién?
Thunberg y Monbiot aclaran que las soluciones basadas en la naturaleza solo pueden funcionar si dejamos los combustibles fósiles en el subsuelo. Tienen, por supuesto, toda la razón. Pero olvidan preguntarse, ¿qué sucede con las personas que viven en los lugares donde se sugieren estas soluciones basadas en la naturaleza?
Para mucha gente, la naturaleza es más que una herramienta o una colección de árboles que absorben dióxido de carbono del aire. El sustento de muchas personas y pueblos forma parte de los bosques tanto como los insectos y las copas de los árboles.
Necesitamos romper con las concepciones de una naturaleza prístina y dejar en claro, y sin ambigüedades, que los ambientes están formados por personas y pueblos que moldean la naturaleza de un modo que refleja sus formas de vida.
También es cierto es que si no cuestionamos la idea de crecimiento económico infinito, la naturaleza simplemente será convertida en una nueva fuente de riqueza extractiva en la cual la biodiversidad y la inversión en conservación se vuelven un gran negocio, usadas estratégicamente por corporaciones nocivas con ansias de presentar una imagen verde.
Del mismo modo, al poner valores monetarios a la naturaleza para justificar su protección se corre el riesgo de imponer un lenguaje de valoración particular (occidental), al tiempo que aliena las relaciones que las personas y distintos pueblos tienen con el mundo vivo, reduciendo diversas formas de relacionamiento a transacciones orientadas a la ganancia. Además, centrarse exclusivamente en el carbono cuando se habla de la protección y restauración de los bosques corre el riesgo de ignorar otros significados y valores relacionales que los bosques tienen para las personas y los pueblos.
Desinvirtamos, descolonicemos y resistamos
Desinvirtamos. Necesitamos ser conscientes de los peligros del llamado crecimiento verde, que se refiere a la idea de hacer crecer la economía y, así, mantener el modelo extractivo inalterado. Si bien no hay una definición única de crecimiento verde, aquí lo entendemos como una economía descarbonizada a través de mejoras tecnológicas y de asignar valores de mercado a ciertas funciones de la naturaleza.
Pero promover el crecimiento verde no es lo mismo que responder a la urgencia climática. Para dar una respuesta justa al cambio climático deberíamos asegurarnos de que cualquier financiamiento para proteger la naturaleza no será utilizado para promover intereses privados en el desarrollo de los mercados de carbono, sino para experimentar con alternativas de desinversión centradas en detener la industria de combustibles fósiles, la sobrepesca y la expansión de la frontera del agro-negocio.
Restauremos … ¡pero vamos más allá! Reconozcamos a los y las cuidadoras originales de las tierras y las aguas y aprendamos de ellas acerca de la naturaleza. La naturaleza no es un paisaje idílico y pasivo dispuesto para nuestro consumo. Las imágenes lavadas de verde, que muestran una naturaleza donde la gente está convenientemente ausente, nos impiden ver la supresión violenta de las voces que históricamente han llamado hogar a esos lugares.
Descolonicemos nuestra visión de la naturaleza para que podamos verla en todas partes a nuestro alrededor y no en algún lugar «allá afuera» y externa a nuestras comunidades humanas. Necesitamos deconstruir las ideas persistentes de la naturaleza como un bien global, que vuelven invisibles las concepciones, las necesidades y las demandas locales sobre la tierra.
También debemos resistir al apoyar las luchas de millones de personas y pueblos marginalizados en todo el mundo, despojados de sus tierras, sus bosques, sus aguas y sus formas de vida.
Esto va mucho más allá de simplemente acudir al llamado de un ambientalismo abstracto. Cuidar la naturaleza significa resistir la mercantilización de la naturaleza y hacer frente a la injusticia ambiental. También significa conocer las luchas y aspiraciones de los y las defensoras ambientales y de los habitantes de los bosques, entender contra quiénes luchan y cómo podemos ayudarlos desde donde nos encontramos.
Para ello es crucial movilizarse y organizarse políticamente, unirse en solidaridad con una lucha que es de largo alcance. Reconocemos que los y las jóvenes que se organizan en torno al llamado de Thunberg son un punto de inflexión sorprendente en la política global. Aprovechemos el momento y no nos quedemos cortos en nuestras demandas y sueños.
Autoras y autores: Diana Vela Almeida, Catherine Windey, Gert Van Hecken, Melissa Moreano, Nicolas Kosoy, Vijay Kolinjivadi