Rahman, habitante de una deprimida provincia de Pakistán, instaló en el patio de su casa pequeños invernaderos para proporcionar algunos alimentos a su familia y obtener ingresos extras. La FAO lo puso como ejemplo de las oportunidades que se abren para los microhuertos en todo el mundo. Foto: Seema Ghazi/FAO
ROMA, 28 may 2020 (IPS) – La agricultura no convencional, de microhuertos y huertos verticales, se revaloriza como recurso para acceder a los alimentos, con menores costos y mayor frescura, ante las restricciones a la movilidad impuestas en gran parte del mundo para tratar de contener la covid-19.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) difundió el ejemplo de Rahman, quien avanza como productor de quimbombó, calabacines, melones y tomates en una de las regiones con más inseguridad alimentaria de Pakistán, la noroccidental provincia Jaiber Pastunjuá.
Rahman construyó a comienzos de este año dos sencillos invernaderos en el patio trasero de su casa, con algunos tubos de acero, cubiertas de plástico y conductores para el riego, y aseveró que “son un alivio ahora que los mercados y los transportes no funcionan debido a la pandemia”.
Está muy contento de proveer a su familia alimentos más nutritivos, y de obtener ingresos extras para compensar que los precios del arroz y el trigo, básicos en la dieta pakistaní, se dispararon por las interrupciones en las cadenas de suministro. Decenas de sus vecinos en la localidad de Aka Jel están siguiendo su ejemplo.
La FAO señala que aunque producir localmente no sea siempre la respuesta a las crisis, la desatada por el covid-19 subraya que cada pequeño detalle ayuda a reducir la inseguridad alimentaria.
Los pequeños huertos “ofrecen beneficios adicionales en comparación con la agricultura a campo abierto, entre ellos reducir el uso de agua, limitar la aplicación de plaguicidas y producir durante todo el año”, destacó Rémi Nono Womdim, director adjunto de la división de producción vegetal de la FAO.
En ciudades y con técnicas avanzadas se han desarrollado huertos verticales y pequeños huertos. En muchas ocasiones sirven a restaurantes o producciones exclusivas basadas en la hidroponía, pero también en el más sencillo aprovechamiento comunitario de algunos espacios urbanos no construidos.
En países del Norte industrializado hay empresas que se especializan en desarrollar “huertos de interior para cultivos de precisión” y producir verduras sin pesticidas, con luz artificial y cerca de los consumidores, replicando las condiciones para cultivos sofisticados como la albahaca de Italia o la fresa Omakase de Japón.
Pero la FAO advierte que “la agricultura vertical no es solo una tendencia de los países desarrollados”, y pone como ejemplo a Kibera, un asentamiento informal de un millón de habitantes en Nairobi, donde las familias hacen huertos con sacos de sisal para cultivar cebollas y espinacas, sin bloquear las callejuelas.
En Kampala hay comunidades que cultivan coles apilando cajones de madera alrededor de una cámara de compostaje central, y utilizan botellas de agua de plástico viejas para un sistema de riego de precisión, por goteo.
En Dakar, miles de familias participan en un programa de microhuertos, basado en estructuras de un metro cúbico realizadas con fibra de coco, para facilitar el cultivo sin tierra.
“Es ideal para cultivos hortícolas de ciclo corto y de gran valor, como los hongos y las especias”, comentó Nono Womdim.
El experto dijo que solo en África y América Latina la agricultura urbana y periurbana abarca a unos 360 millones de personas. Por sus huertos destacan las ciudades latinoamericanas de La Habana, Managua, Quito, Belo Horizonte y el pequeño estado insular Antigua y Barbuda, en el Caribe.
Los huertos urbanos y las cadenas de suministro de alimentos más cortas “subrayan además cómo la seguridad alimentaria depende del acceso a alimentos nutritivos. Y entre los beneficios adicionales se incluyen reducir el desperdicio de alimentos y minimizar el envasado”, dijo Nono Womdim.
Los cultivos urbanos pueden contribuir al ornato y a la resistencia ante los rigores del clima. En algunos edificios de El Cairo, huertos desarrollados en azoteas logran reducir hasta en siete grados la temperatura de los edificios que los albergan.
La FAO insta a los gobiernos para que formulen políticas que faciliten acortar las cadenas de suministro y que añadan sostenibilidad, inclusión y valor nutricional a los alimentos que llegan a sus poblaciones.
En su mensaje, la organización dijo que “en las tierras altas de Jaiber, Rehman está de acuerdo”, pues ya no debe ir muy lejos para conseguir ingresos extras con los cuales sostener a su familia. Incluso asesora a sus vecinos. “Ahora estoy muy motivado”, resumió al terminar de instalar su tercer invernadero.
A-E/HM