Finalmente ha ocurrido lo que muchos nos veíamos venir desde hace bastante tiempo. Las circunstancias obligaron a la falsa izquierda, encarnada por el PSOE, a mostrar su auténtico rostro ante sus propios militantes y ante la ciudadanía en general. En vez de intentar una coalición progresista, los «socialistas» primero se fueron a los brazos de […]
Finalmente ha ocurrido lo que muchos nos veíamos venir desde hace bastante tiempo. Las circunstancias obligaron a la falsa izquierda, encarnada por el PSOE, a mostrar su auténtico rostro ante sus propios militantes y ante la ciudadanía en general. En vez de intentar una coalición progresista, los «socialistas» primero se fueron a los brazos de lo que ellos mismos denominaron las nuevas generaciones del PP, Ciudadanos, para a continuación intentar forzar a Podemos a asumir su programa neoliberal y presentarlo hipócritamente ante la opinión pública como el responsable de que no haya un gobierno progresista. Luego, fracasado este intento, decidieron (sin dar voz a sus militantes) permitir el gobierno de Mariano Rajoy. La gran coalición ha tomado por fin forma. La duda para muchos ciudadanos no era si se iba a constituir una gran coalición o no, sino cuándo y cómo. Se ha intentado cansar a la gente con muchos meses de demora, e incluso repetición de elecciones, para justificar la decisión que tenían tomada desde hace mucho tiempo las élites. «Por el interés del país», «para desbloquear la situación», el partido «socialista» quiere presentar ante la opinión pública su decisión como algo inevitable y doloroso, cuando en verdad nunca se planteó seriamente la posibilidad de mirar a su izquierda. Y es que la falsa izquierda sólo puede mirar a la derecha. El objetivo principal ha sido siempre para las élites oligárquicas (poder económico en la sombra y sus lacayos de los partidos políticos prosistema) evitar que Podemos entre en cualquier gobierno, o bien que lo haga renunciando a su razón de ser, tal como hizo Syriza en Grecia. Es por tanto la hora de Unidos Podemos. Esta formación política deberá explotar al máximo estos elocuentes acontecimientos. Tanto para atraer a votantes socialistas desencantados, como a ciudadanos que nunca han votado al PSOE y están desencantados en general con la clase política.
En esta nueva transición, en la que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, Unidos Podemos debe prepararse concienzudamente para alcanzar el poder político a medio plazo. Tal vez aún no estaba del todo preparado, como es lógico, pues es muy difícil pasar de la inexistencia como formación política a ostentar la responsabilidad del gobierno de un país en tan poco tiempo. Toca ahora ejercer una contundente oposición, pues ha quedado claro que es la única alternativa, a día de hoy, en España. Unidos Podemos debe, por un lado, terminar de organizarse internamente y construir una base social muy activa, dar todo lo posible el protagonismo a sus bases, a los círculos, e integrar eficazmente la máquina electoral con el activismo popular, para que cuando llegue al poder pueda contar con el único aliado real que tendrá: las clases populares. Y, por otro lado, debe prepararse seriamente para la inmensa labor que podría tener a medio plazo, como es gobernar un país hecho trizas. En particular, habrá que refinar todo lo posible el programa electoral, previendo las dificultades que se tendrán y buscando distintas alternativas, planes B. Evitando así el tremendo error que cometió Syriza. El peor error sería llegar al gobierno para hacer prácticamente lo mismo que han hecho los viejos partidos.
Los acontecimientos de los últimos meses son muy esclarecedores para la gente. Pero, dado que los partidos prosistema cuentan con el poder de su lado, con una gran experiencia en la manipulación de las masas, con la complicidad de los grandes medios de desinformación, con todavía una gran parte de la ciudadanía alienada, despistada, desorientada, con miedo a lo desconocido, habrá que recordarle al pueblo, cuantas veces sean precisas, las lecciones que hemos aprendido de todo lo acontecido en estos últimos meses. No olvidemos nunca que demasiadas personas tienden a olvidar y a dejarse comer el coco por quienes practican la vieja estrategia propagandística de repetir mil veces una mentira hasta que se convierte en verdad. Debemos contrarrestar esta propaganda, pero con la verdad, pues los hechos están de nuestro lado. Nuestra gran aliada es la coherencia. Además de todo esto, el sistema dispone de muchos resortes para intentar reconducir la situación. Indudablemente, está tocado, pero todavía muy vivo. Nunca debemos subestimarlo.
No podemos descartar, por ejemplo, que toda esta aparente división interna del PSOE que ha provocado la abstención en la investidura de Rajoy sea un simple paripé, una operación de marketing destinada a vender la idea de que dicho partido se renovará en unos meses y luego pedirá perdón por sus errores para intentar recuperar la confianza de su electorado. Si el PSOE en bloque, sin divisiones internas, hubiera apoyado unánimemente la abstención en la investidura entonces hubiera cavado su propia tumba. La única salida que le quedaba para sobrevivir era aparentar una división interna para que sus votantes o militantes aún tuvieran la esperanza de que es posible recuperar la senda perdida. A mí me hace mucha gracia ver a unos cuantos dirigentes de ese partido escandalizarse ahora por dejar gobernar al PP cuando ellos mismos no movieron un solo dedo en su día para evitar que Zapatero le pusiera la alfombra roja a la derecha para poder hacer todo lo que ha hecho, véase la vergonzosa reforma express de la Constitución a espaldas del pueblo para dar prioridad al pago de la deuda sobre todo lo demás, gracias a la cual se han podido hacer todos los recortes que se han hecho, gracias a la cual se ha intensificado la destrucción del Estado de bienestar. No podemos confiar en personas que «casualmente» se escandalizan ahora de las actuaciones que lleva años realizando el partido al que pertenecen. A saber: la corrupción, las políticas neoliberales, el decir que se es de izquierdas mientras se ejercen políticas de derechas, el bloquear cualquier reforma democrática,… Todo esto no impide que pueda haber verdaderas divisiones internas, pero no nos engañemos, si es que realmente las hay, son respecto a las estrategias a seguir para no perjudicar al partido, respecto a cómo seguir la farsa que llevan haciendo desde hace muchos años. Por supuesto que habrá militantes honestos que se sientan traicionados por sus dirigentes. Aunque, francamente, creo que han sido, como mínimo, muy ingenuos, hace tiempo que no ven o no quieren ver lo que ha degenerado su partido. Así que, probablemente, asistiremos en los próximos meses a una catarsis del PSOE, a una supuesta y, una vez más, falsa renovación del partido para seguir engañando a muchos votantes. Yo sospecho que nos están vendiendo la idea de que una parte de ese partido puede volver a sus orígenes socialistas, de que el «socialismo» español encarnado por el PSOE aún tiene salvación. Habrá que estar muy alerta e intentar desenmascarar a ese partido, auténtico maestro en el arte de engañar a la ciudadanía. Hay demasiados ejemplos prácticos, recientes y no tan recientes, que imposibilitan confiar en esa formación política.
Las lecciones que hemos aprendido estos últimos meses y que no debemos olvidar son: 1) el PSOE prefiere gobernar con la nueva derecha o permitir que la vieja siga gobernando antes que ni siquiera hablar seriamente con Unidos Podemos, antes incluso que dar voz a sus propios militantes; 2) las encuestas son, como mínimo, muy engañosas; 3) el cambio real nunca está garantizado, hay que movilizar siempre a la ciudadanía, nunca hay que relajarse; 4) las bases deben tener todo el protagonismo posible; 5) ante los ataques hay que defenderse siempre contundentemente (especialmente hay que defender la idea de por qué no se apoyó la coalición PSOE-Ciudadanos porque este hecho es el único «argumento» que han tenido los «socialistas» para intentar justificar su abstención frente a la investidura de Rajoy); 6) el enemigo a combatir es la gran coalición formada por los tres principales partidos a nivel estatal del régimen, PP, PSOE y Ciudadanos; 7) Ciudadanos nació (a nivel estatal) primordialmente para evitar que Podemos entre en el gobierno (como incluso sus dirigentes han reconocido públicamente); 8) es imperativo dotarse de suficientes cuadros para tener interventores en todas las mesas electorales del país para evitar posibles pucherazos en los comicios; 9) hay que hablar sobre todo de las políticas concretas, que es donde la izquierda real es alternativa, que es el debate que quieren evitar las fuerzas neoliberales; 10) se deben evitar los personalismos y las etiquetas, y hablar sobre todo de contenidos, de ideas, de lo verdaderamente importante. En suma, hay que ejercer una demoledora oposición contra todos esos partidos y defenderse de los grandes medios de «comunicación» que intentarán desinflar el «fenómeno Podemos» de mil maneras, que nunca descansan en esta labor. Habrá que defenderse, pero también tomar la iniciativa, poner en evidencia las contradicciones de nuestros enemigos ante la ciudadanía. Cuantas veces sean necesarias, insisto. Todavía queda mucha labor de concienciación por hacer, como demuestra el hecho de que el PPSOE sea aún la formación más votada, a pesar de la crisis y de la corrupción generalizada. Lo que es obvio para muchos ciudadanos todavía no lo es para otros muchos.
Por ahora las élites han ganado la batalla, como mínimo, han ganado tiempo. Incluso cabe esperar que suavicen algo las políticas neoliberales, temporalmente, sobre todo cuando se acerquen nuevas elecciones, para que la gente vuelva a confiar en los viejos partidos. Van a intentar aprovechar cierta recuperación económica, por débil que ésta sea, inclusive venderán insistentemente la idea de que la recuperación es «sólida», de que ya hemos salido de la crisis. Todo con tal de espantar el fantasma del poder popular, de la verdadera democracia. Todo con tal de no perder el control de la sociedad. Su objetivo esencial es evitar la llegada de Podemos y sus confluencias al poder político. Esta nueva legislatura servirá también para que la oligarquía y sus cómplices intenten contraatacar. Sin embargo, lo tienen difícil, sus contradicciones e incoherencias son tan burdas que muy mal tendría que hacerlo la oposición real para no aumentar notablemente su apoyo popular en los próximos meses. No obstante, como la experiencia ha demostrado, nunca hay que dormirse en los laureles. Las élites han ganado tiempo, pero también las fuerzas del cambio para prepararse mejor para gobernar y para que el pueblo español madure y se decida de manera más clara por lo nuevo, por el cambio real.
Para disipar las dudas en cuanto a la posibilidad de gobernar, Unidos Podemos deberá, a mi modo de ver, no sólo adoptar un discurso duro en el fondo pero exquisito, moderado, en las formas, sino que también dotarse de una serie de cuadros que transmitan confianza a la ciudadanía, personas expertas en las distintas materias necesarias para gobernar un país que deberán visibilizarse públicamente para espantar la imagen de excesiva juventud que tiene dicha formación. Yo creo que mucha gente está de acuerdo con sus postulados pero recela de su inexperiencia. Es hora, desde la oposición, de prepararse seriamente para gobernar. Podemos logró derrotar al derrotismo que existía en amplias capas populares, en la izquierda real. Consiguió que por fin ciertas ideas alternativas tengan cierta difusión. El cambio por fin se vislumbró en el horizonte. Lo más difícil ya se logró, meter la cabeza en el sistema para intentar cambiarlo también desde dentro. Se empezó a caminar en la dirección correcta. Pero todavía queda mucho camino por delante. Ahora hay que conquistar al conjunto de la ciudadanía, no sólo a los jóvenes sino que también a los mayores, convencer a la gente de que se está preparado para gobernar. Éste es el gran reto al que hay que enfrentarse a corto plazo.
La alternativa real tiene que sonar al mismo tiempo transformadora y realista a la mayoría del pueblo. Sin olvidar nunca que el objetivo no es sólo gobernar, sino hacerlo para cambiar radical, aunque gradualmente, las cosas. El objetivo supremo es conseguir un país mejor, una sociedad nueva donde la libertad y su hermana gemela la igualdad sean reales para todas las personas. La alternativa real es cambiar el sistema. Esto llevará mucho tiempo, pero desde el principio habrá que gobernar con ese objetivo prioritario en mente, sin renunciar a él, demostrar con hechos concretos que hay alternativas, dotándose de (y desarrollando continuamente) la imprescindible herramienta para lograrlo: la democracia real, el poder popular. La lucha será muy larga y dura y hay que prepararse bien para ella.
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