Mientras que los cultivos transgénicos siguen siendo objeto de arduas polémicas y resistencias en todo el mundo, al tiempo que se acumulan cada vez más datos sobre contaminación, fallas de rendimiento, aumento de uso de agrotóxicos e impactos a la salud y el ambiente, nuevas amenazas se abren en el horizonte, con la presión creciente […]
Mientras que los cultivos transgénicos siguen siendo objeto de arduas polémicas y resistencias en todo el mundo, al tiempo que se acumulan cada vez más datos sobre contaminación, fallas de rendimiento, aumento de uso de agrotóxicos e impactos a la salud y el ambiente, nuevas amenazas se abren en el horizonte, con la presión creciente de las empresas para introducir árboles transgénicos. El motor principal de la industria es producir materia prima más barata para papel y celulosa para etanol, a costa de aumentar los fuertes impactos que ya tienen los monocultivos forestales en el ambiente, los bosques, las comunidades indígenas, negras y campesinas.
Frente a esta presión, y en función de los potenciales impactos sobre la biodiversidad, la octava Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica, que se reunió en Brasil en marzo de 2006, tomó una resolución donde se invita a los países a «aplicar el enfoque de precaución a la utilización de árboles genéticamente modificados». Pese a que la resolución es tímida, fue suficiente para que la industria movilizara sus baterías para prevenir por todos los medios que el Convenio avance hacia una recomendación más contundente en su próxima reunión en mayo de este año, en Bonn, Alemania. Pero también las organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo se están movilizando activamente, y frente a la reunión del cuerpo técnico-asesor del CBD, que se acaba de reunir en Roma a mediados de febrero, 138 organizaciones de los países donde se están realizando investigaciones con árboles transgénicos, incluyendo ambientalistas, campesinas, indígenas y otras, suscribieron una carta abierta donde expresan sus principales preocupaciones.
En primer lugar, explican, este tipo de investigación se realiza para «consolidar y expandir un modelo de monocultivos de árboles que ya ha demostrado resultar en graves impactos sociales y ambientales en muchos de nuestros países». Analizan a continuación los impactos que tendrían los diferentes tipos de investigación que se están realizando.
Las investigaciones que apuntan a lograr árboles de crecimiento más rápido significarán una absorción mayor de nutrientes del suelo, agotándolos más rápido, y al mismo tiempo un impacto más grave sobre el agua del que ya han demostrado causar los monocultivos de árboles. La investigación para árboles manipulados genéticamente para resistir bajas temperaturas, con el objetivo de avanzar sobre regiones más frías y zonas más altas de montaña, erosionará nuevos ecosistemas y el sustento de comunidades en zonas que aún no han sido afectadas por los actuales monocultivos. Los árboles con propiedades insecticidas, podrían resultar en la mortandad de una cantidad de otras especies de insectos no objetivo, con los consiguientes impactos sobre las cadenas alimenticias de la fauna local. Los árboles con resistencia a herbicidas, implicarían impactos sociales y ambientales aún mayores, destruyendo flora y fauna local [WINDOWS-1252?]-en el lugar de la plantación y aledaños, ya que la fumigación necesariamente es [WINDOWS-1252?]aérea- y sobre la salud de los habitantes en esas regiones. Finalmente, argumentan las organizaciones firmantes, los árboles manipulados para facilitar el procesamiento de celulosa, con menor contenido de lignina [WINDOWS-1252?]-componente que les da fuerza estructural a los [WINDOWS-1252?]árboles-, creará árboles débiles y enfermizos, que los hará susceptibles a daños graves al entorno, frente a tormentas y fenómenos climáticos cada vez más extremos.
A todo esto, hay que sumar el hecho de que la contaminación transgénica producida por el polen de los árboles puede alcanzar cientos de kilómetros y llegar a los bosques naturales ya que a diferencia de los cultivos agrícolas que se plantan por una estación, los árboles permanecen emitiendo polen durante décadas o siglos. Por esta razón tampoco tiene sentido (sentido común, aunque sí en la lógica de lucro de las empresas) «experimentar» con árboles transgénicos, ya que la contaminación sería de un rango tan extenso, que los propios investigadores afirman que sería imposible intentar estudios de impacto ambiental, ya que la zona a cubrir sería imposible de abarcar.
Pero en la lógica perversa de las empresas, esto se podría «solucionar» agregando a estos árboles genes «Terminator» para que sus semillas sean estériles. De paso, justificar que se «legitime» esta tecnología suicida, abriendo la puerta para aplicarla también a las semillas agrícolas. Científicos como la doctora Ricarda Steinbrecher, han mostrado que si en los cultivos agrícolas, esta tecnología nunca podría funcionar completamente (sumando entonces los problemas de la contaminación a los problemas de la esterilidad), en los árboles sería aún más riesgoso, porque nadie puede prever los cambios metabólicos y mutaciones que puede sufrir un árbol durante toda su vida, a causa de cambios en el clima, el suelo o el ecosistema, haciendo imprevisible como expresarán los árboles estos constructos genéticos.
Quizá lo más paradójico de esta nueva amenaza que nos quiere imponer las industrias de plantaciones y biotecnológicas, es que más de las tres cuartas partes del uso de papel que se produce con estos árboles, será para empaques y propaganda de las cadenas transnacionales, que no serían necesarios si se apoyara la soberanía alimentaria y el consumo local y descentralizado. Abordaremos este aspecto en un próximo artículo.
*Investigadora del Grupo ETC
(La carta citada y otros documentos se pueden ver en el sitio del Movimiento Mundial de Bosques wrm.org.uy)
http://www.jornada.unam.mx/2008/03/01/index.php?section=opinion&article=021a1eco