Recomiendo:
2

La aridificación del clima, una silenciosa pero implacable amenaza global

Fuentes: The Conversation

El pasado mes de diciembre se celebró en Riad (Arabia Saudí) la 16 Conferencia de las Partes (COP) de la Convención de las Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación, en la que se presentó el informe The Global Threat of Drying Lands: Regional and Global Aridity Trends and Future Projections, en cuya elaboración participamos los firmantes de este artículo.

En el informe se analizan, por un lado, las tendencias pasadas en el índice de aridez (cómputo del ratio entre la precipitación y la evapotranspiración potencial) sobre la superficie terrestre y las proyecciones para escenarios futuros de cambio climático. Y se sintetiza, por otro lado, la literatura científica disponible hasta la fecha sobre los impactos que el incremento en la aridez climática tiene sobre los ecosistemas, las poblaciones y la sociedad en general.

Un clima se considera árido cuando la precipitación no llega al 75 % de la demanda evaporativa de la atmósfera (o evapotranspiración potencial), condiciones que limitan la disponibilidad de agua para el desarrollo de la vegetación y, por tanto, para los ecosistemas y sociedades. De ese valor para abajo se establecen diferentes niveles de aridez, hasta los climas hiperáridos, caracterizados por sus paisajes desérticos.

Un mundo cada vez más árido

Los resultados del informe indican que entre 1990 y 2020 el 70 % de las tierras emergidas experimentaron condiciones de mayor aridez que en las décadas anteriores y el 30 % restante condiciones de mayor humedad. Además, se incrementó en un 3 % (4 millones de km², el equivalente a la mitad de Australia) la extensión del territorio categorizado dentro de los tipos de clima áridos.

Las regiones que experimentaron un mayor incremento de la aridez se sitúan al oeste de los Estados Unidos, la península de Yucatán, el noreste de Brasil, la región Mediterránea, el Sahel y el Rift Valley en África, el sudeste de Australia y grandes extensiones de China y Mongolia.

Esta expansión de los climas áridos, unida al aumento demográfico, significa que en las últimas tres décadas se ha duplicado la población mundial que vive bajo condiciones de aridez, pasando de 1 200 millones en 1990 a 2 300 millones de habitantes en 2020. Las proyecciones climáticas a futuro indican que esta cifra podría subir hasta los 5 000 millones y que otro 3 % de las actuales regiones con clima húmedo pasarán a tener un clima árido a finales de siglo.

Una consecuencia del cambio climático

El cambio climático antropogénico está detrás de buena parte de esta tendencia a la aridificación del clima.

Un principio básico de la termodinámica indica que la cantidad de vapor de agua que puede contener el aire se incrementa a medida que aumenta la temperatura de este (un 7 % más por cada grado). En lenguaje técnico, se incrementa el déficit de presión de vapor, lo que en términos coloquiales equivale a decir que conforme aumenta su temperatura, más “sediento” se vuelve el aire.

Tanto las observaciones como las simulaciones climáticas sobre una atmósfera cada vez más cálida corroboran este fenómeno que hace incrementar la evaporación de las superficies, contribuyendo a aumentar la aridez de los climas terrestres, a pesar de que se estén registrando mayores precipitaciones en algunas regiones. En concreto, el informe estima que la aridificación de 1.5 millones de km² está directamente relacionada con el calentamiento global derivado del incremento de gases de efecto invernadero en la atmósfera por la actividad humana.

El incremento en la aridez climática tiene unos efectos lentos, pero sostenidos y estructurales, sobre los ecosistemas y las poblaciones humanas. El descenso en la disponibilidad de agua incrementa el estrés hídrico de las plantas, afecta al ciclo de nutrientes, a la microbiota y a la fertilidad del suelo. Ello deriva en un descenso en la productividad vegetal y en la biodiversidad, contribuyendo a una degradación sistémica de la cubierta vegetal y del suelo, proceso conocido como “desertificación”.

Más incendios, erosión y problemas de salud

Una atmósfera más sedienta y una vegetación más seca contribuyen asimismo a incrementar el riesgo de incendios, como tristemente se está observando en las regiones con clima mediterráneo. Un ejemplo son los devastadores incendios recientes en California.

La degradación de la vegetación y los suelos incrementa su exposición a la erosión por los agentes atmosféricos, aumentando asimismo el riesgo y la peligrosidad de las inundaciones o las tormentas de arena.

El descenso en la productividad afecta igualmente a los cultivos y los pastos, comprometiendo en gran medida la seguridad alimentaria de países con gran dependencia en el sector primario, e incrementando las tasas de pobreza de las poblaciones que dependen directa e indirectamente de una agricultura y ganadería basadas en escasas y erráticas precipitaciones o en sistemas de regadío poco sostenibles.

En casos extremos la escasez de alimentos, de agua y el incremento de la pobreza contribuyen, junto a otros factores socioeconómicos, a potenciar los movimientos migratorios en masa como los que afectan desde hace décadas al Sahel.

En última instancia, la escasez hídrica, la infraalimentación, el peligro de incendios o las tormentas de arena, derivados de la aridez climática, están relacionados con un incremento de la morbilidad, en un amplio rango de afecciones a la salud humana –incluyendo problemas cardiorrespiratorios, digestivos y musculoesqueléticos– o generando muertes directas e incrementando la mortalidad infantil.

Todos estos impactos, que suceden de forma escalonada y con complejas interacciones, han sido documentados en el informe, y demuestran la amenaza global que supone la aridificación del clima.

¿Qué podemos hacer?

La constatación de esta realidad climática y sus efectos urge a la implantación de medidas de mitigación, como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, aunque a corto plazo no servirían para revertir la tendencia al aumento de la aridez. Por ello, el informe recomienda fortalecer la gobernanza e impulsar políticas que favorezcan la inversión pública y privada en la implementación de medidas de adaptación.

Estas medidas deben integrar tanto el conocimiento tradicional de las poblaciones que se han adaptado históricamente a estas condiciones –por ejemplo, adecuando las técnicas y especies de cultivo o de pastoreo–, como soluciones que apliquen las nuevas tecnologías, por ejemplo, en un uso más eficiente del agua.

Se recomienda igualmente incrementar el conocimiento y la información de las poblaciones afectadas con programas educativos, con sistemas de información climática y monitoreo de la aridez, desarrollando programas de evaluación de impactos y guías de buenas prácticas e integrando a las comunidades más afectadas en los procesos de toma de decisión. Es un reto, se concluye, que debe implicar transversalmente a todos los sectores de la sociedad.

Enrique Morán Tejeda. Profesor de Climatología , Universitat de les Illes Balears

Sergio Vicente Serrano. Profesor de Investigación. Climatología, Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC)

Fuente: https://theconversation.com/la-aridificacion-del-clima-una-silenciosa-pero-implacable-amenaza-global-250969