Aquí la única lluvia fina que cae es la antidemocrática. La que cala cada día un poco más en la gente. El tema de la bandera a media asta en los centros oficiales, incluidos los militares, pasándose por el forro el reglamento de honores del Estado, no es un tema menor. De hecho lleva a […]
Aquí la única lluvia fina que cae es la antidemocrática. La que cala cada día un poco más en la gente.
El tema de la bandera a media asta en los centros oficiales, incluidos los militares, pasándose por el forro el reglamento de honores del Estado, no es un tema menor.
De hecho lleva a la inequívoca interpretación de la fusión del concepto Estado con el concepto religión, fuera de la Constitución y fuera de cualquier consenso parlamentario.
Podría pasar por una especie de serpiente de verano vacacional, pero el desprecio manifiesto del PP hasta las propias normas del sistema que él ha contribuido a crear, es prueba evidente de que, para ellos, la democracia es solo un decorado.
Pero lo desesperanzador es que la gente no perciba nada de lo que está sucediendo. Ni la bandera de España a media asta, esta antropofagia gubernamental devoradora de las libertades civiles.
Los símbolos de la identidad nacional, se convierten así en patrimonio exclusivo de un partido político y de una ideología cavernaria impuesta a los españoles por una ley electoral tramposa y la instrumentalización de todo el aparato del Estado puesto al servicio de una corporación de intereses mafiosa y, al paso que vamos, totalitaria.
El cuadro escénico de la bandera de España a media asta, rindiendo honores fúnebres al cristo de los católicos, concuerda escénicamente con los desfiles de Semana Santa escoltados por miembros de los ejércitos de tierra, mar y aire y las ceremonias retransmitidas por la televisión y la radio públicas, que remiten con descaro y sin disimulo a los tiempos esperpénticos del nacionalcatolicismo.
Esta práctica del talibanismo ultracatólico, incompatible con la obligada independencia aconfesional del Estado español, supone un ultraje a todas las demás opciones y no solo las no católicas, sino también las ateas y las agnósticas.
Hablamos de una situación que afecta a millones de españoles, que ven así vulnerados sus derechos constitucionales a vivir en un Estado aconfesional.
Ningún militar, en ninguna situación, con las ordenanzas en la mano, tiene obligación de rendir honores a la bandera española, cuando el motivo sea rendir honores o tener participación en ningún acto religioso, de ningún tipo.
Floren Dimas es Oficial (R) del Ejército del Aire, miembro de ANEMOI y miembro de la Asociación ACMYR
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