La autopista española AP7 en sentido norte suele ser fluida y fácil de transitar, pero el pasado 27 de agosto puso a prueba mi paciencia, porque tenía una cita en los Pirineos franceses con Gilad Atzmon y la avalancha de veraneantes europeos que regresaban a sus países multiplicó el tráfico de tal manera que en […]
La autopista española AP7 en sentido norte suele ser fluida y fácil de transitar, pero el pasado 27 de agosto puso a prueba mi paciencia, porque tenía una cita en los Pirineos franceses con Gilad Atzmon y la avalancha de veraneantes europeos que regresaban a sus países multiplicó el tráfico de tal manera que en vez de llegar a las dos de la tarde le estreché la mano tras la puesta del sol. Por suerte, me había esperado.
Nacido en Israel, Gilad Atzmon se educó en el judaísmo laico. Hizo el servicio militar obligatorio durante la guerra del Líbano (1982), una experiencia que lo volvió muy escéptico sobre el sionismo y sobre la política israelí. Diez años después abandonó su país natal sin billete de regreso. En el Reino Unido estudió Filosofía, pero después de graduarse escogió la música en vez de una carrera académica. Vive en Londres y se considera un exiliado.
Hasta el momento de nuestro encuentro nos conocíamos únicamente a través de breves mensajes de correo electrónico, desde el día en que empecé a traducir al español algunos de los artículos que publica sin cesar en su sitio web (www.gilad.co.uk) contra los Aparatos Institucionales del Estado de Israel. Siempre me ha impresionado por la forma intelectualmente estructurada con que suele criticar lo que considera política racista del sionismo y ha puesto su arte al servicio de una causa: la liberación del pueblo palestino. Si he mencionado el arte es porque Atzmon es, por encima de cualquier otra cosa, un artista que utiliza sus muchos instrumentos (el saxofón, el clarinete, la flauta… y el ordenador portátil) para interpretar música, escribir libros y artículos activistas. Su anterior disco, EXILE, recibió en 2003 el Premio de la BBC al «Mejor Álbum de Jazz del Año» y ahora acaba de sacar uno nuevo, musiK, ambos grabados con su propio grupo, una banda multiétnica denominada The Orient House Ensemble. También ha publicado dos novelas, traducidas a diecisiete lenguas (A Guide to the Perplexed [en castellano, Guía de perplejos, Editorial Planeta, 2003] y My One and Only Love). Lo que sigue es una parte de la larga conversación que mantuvimos hasta separarnos al amanecer, cuando él siguió camino de Roma y yo regresé en dirección al sur. Signo de los tiempos, nuestra charla continuó más tarde a través del chat.
MANUEL TALENS Y GILAD ATZMON (FOTOGRAFÍA: MPH)
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Manuel Talens: ¿Quién es usted, señor Atzmon?
Gilad Atzmon: Buena pregunta, probablemente soy el último en saberlo. Asumo que soy un músico de jazz convencido de que debo reinventarme. Para ello he de hacerme preguntas sobre mí mismo. Una buena pregunta para empezar es quién puedo ser. La mayor parte de mis escritos y de mi crítica del sionismo y de la economía global se alimentan de mi tendencia a entender quién soy y a ponerme en tela de juicio.
MT: Juguemos al psicoanalista y al psicoanalizado: deduzco que si tiene que reinventarse es porque no se siente feliz con lo que es. Dígame, por favor, si le causa algún problema ser judío.
GA: Siempre digo que las entrevistas me ahorran el dinero que podría gastar en psiquiatras. Creo que la necesidad de reinventarse no es necesariamente una fuga. Es más bien la búsqueda de una esencia auténtica. De hecho, el proceso de reinvención adquiere su poder de un claro asalto contra el ego. Uno empieza a funcionar cuando deja de pensar. En lenguaje lacaniano podríamos decir que «uno es donde no piensa». Puede que parezca curioso, pero hoy sé que fue mi amor por el jazz lo que me volvió cada vez más crítico de la identidad judía y del sionismo. A los dieciocho años, cuando lo lógico hubiera sido convertirme en un soldado supremacista judío, me enamoré de Coltrane y de Bird. Entonces comprendí que la cultura que me inspira (afroamericana) no tenía nada que ver con la cultura por la que estaba destinado a luchar.
MT: Pero eso no responde a mi pregunta, al menos no para el objetivo que tengo en cartera. Déjeme recordarle que esta conversación se dirigirá en principio a un público de lectores gentiles -es decir, no judíos- de habla hispana no necesariamente informados sobre la idiosincrasia del pueblo judío. Necesito saber si se siente confortable bajo su piel como judío -considerando el hecho de que nadie escoge sus orígenes-, y he de saberlo porque algunas de mis preguntas se ocuparán de cuestiones tan delicadas como el antisemitismo y el odio que algunos judíos supuestamente se profesan a sí mismos. Se lo repito: ¿Le causa algún problema ser judío?
GA: De ninguna manera, porque no me considero judío. Dicho lo cual, simpatizo con los judíos creyentes y con cualquier grupo espiritual o fe religiosa, pero mucho menos con la identidad laica judía. Sostengo que una vez que se despoja a la judeidad de su contenido espiritual, lo que queda es mero racismo. Ya lo ve, no soy ni judío religioso ni laico, por eso no puedo considerarme judío.
MT: Vaya, no esperaba una declaración tan directa. Para serle sincero, si aceptamos el concepto semiótico de que la lengua es el mundo interior en que vivimos, un mundo que no es nunca neutro y que estructura nuestro modo de pensar, después de haberlo visto y escuchado hablar hebreo con su mujer y sus hijos me figuraba que usted se sentiría cómodo -aunque crítico, desde luego- dentro del ambiente lingüístico en el que creció. No olvidemos que el hebreo no es una lingua franca más o menos desnacionalizada como el inglés o el español, sino la lengua resucitada de los judíos israelíes. De manera que si lo educaron como judío laico, pero niega serlo ahora ¿qué es usted, un hombre aculturado?
GA: De hecho, me considero un palestino de lengua hebrea. Mi lengua es el hebreo y mi patria es Palestina. A diferencia de Israel, que es un aparato político racista y nacionalista, Palestina es un trozo de geografía. Palestina es auténtico y genuino e Israel es artificial e impuesto. Sabe, cuando siento nostalgia voy a un restaurante libanés en vez de a uno israelí que sirva falafel. Sin embargo, no tengo inconveniente en confesar que he tratado de asimilarme a más de un grupo nacional o social y déjeme decirle que no me preocupa en absoluto. Mi inglés es malo y mi acento descubre mi origen a los pocos segundos. He aprendido a aceptarlo. Nací y crecí en un lugar determinado y no puedo hacer nada por evitar que así sea. Pero creo realmente que la compasión y la empatía son cualidades humanistas universales. Para mí, liberarme de lo judío es convertirme en un ser capaz de sentir empatía. Ése es mi objetivo y disfruto del itinerario.
MT: Dígame por qué arguye que la judeidad laica es una forma de racismo. Hay tantos millones de personas honradas de origen judío que no son religiosas en absoluto y que, sin embargo, se sienten y se consideran judías que una afirmación como ésa me sorprende. ¿Puede explicarla? Y al mismo tiempo no olvide aclarar con palabras sencillas qué es el sionismo: tenga presente que está usted dialogando con gentiles occidentales, cuyos genes culturales -los denominados memes- son cristianos y que a menudo se sienten perdidos ante nociones como el sionismo, el semitismo o sus antónimos antisionismo y antisemitismo.
GA: Vale, lo aclararé. No es el origen judío lo que hace que uno sea racista; lo que puede hacerlo es más bien la aceptación de una identidad judía laica. Como dije antes, una vez que le sustraemos el contenido religioso a lo judío sólo nos queda el concepto de sangre judía. De hecho, el sionismo es una percepción nacionalista que equipara lo judío con la raza en vez de con una fe religiosa. Como tal, el sionismo es la creencia de que Sión (Palestina) es la patria nacional del pueblo judío. Esa extraña creencia se basa en una promesa bíblica. En otras palabras, los sionistas transforman el texto espiritual (la Biblia) en un acto notarial. Pero entonces hay que preguntarse quién es el pueblo judío. Desde una perspectiva sionista, los judíos son de raza judía. De hecho, el sionismo antecede al nazismo. Los primeros sionistas hablaban de sangre judía y de eugenesia racial cuando Hitler estaba aún en pañales. El problema es que mientras que el sionismo se inició como un movimiento político esotérico marginal y fue sumamente criticado por la mayor parte de la escuela de pensamientos ideológico y religioso judíos, ahora es la voz oficial del pueblo judío. Tiendo a argumentar que muchos judíos, y esto incluye incluso a los supuestos «judíos antisionistas», de hecho no son otra cosa que criptosionistas.
En uno de mis últimos textos (www.gilad.co.uk/html%20files/3rd.html) afirmo que quienes se denominan judíos pueden dividirse en tres categorías principales: 1. Los que practican el judaísmo; 2. Los que se consideran como seres humanos de origen judío y 3. Los que sitúan su judeidad por delante de todas sus otras características. Obviamente, no tengo ninguna dificultad con las dos primeras categorías, pero la tercera es bastante problemática. La tercera incluye, por ejemplo, a un judío que vive en Estados Unidos (en vez de a un estadounidense de origen judío), a un judío que toca el saxofón (en vez de a un saxofonista de padres judíos), a un judío antisionista (en vez de un antisionista de ascendencia judía). Para el judío de la tercera categoría, la pertenencia racial es una cualidad primaria y ésa es, de hecho, la propia esencia del sionismo. Por eso, nacer judío es algo inocente, pero ser judío no lo es necesariamente. Todo depende de la categoría en la que uno se incluya. A menos de pertenecer a las dos primeras categorías, no se es necesariamente inocente.
MT: Perdone mi obstinación, pero quiero que sea usted sumamente preciso. Para mí, ese «no se es necesariamente inocente» que acaba de mencionar sugiere que es posible pertenecer a la tercera categoría sin ser un racista. ¿Es eso lo que ha querido decir?
GA: Sólo porque estoy tratando de ser cortés.
MT: Insisto: ¿Está dispuesto a aceptar que esos judíos antisionistas que, según usted, son criptosionistas, es decir, sionistas ocultos, pueden ser seres humanos maravillosos, en absoluto racistas?
GA: Verá usted, todos somos «racialmente conscientes», pero ser racista es algo muy distinto. Seré muy claro en este punto. Ser un judío laico y considerar que la propia judeidad constituye una cualidad primaria es una clara manifestación de una tendencia racista. Muchos de los judíos antisionistas simplemente no son conscientes de los problemas que conlleva su orientación racial. Ésa es la razón por la que he intentado dialogar con ellos y hacerles comprender el error de su concepto racial. Les pido que olviden su orientación antisionista exclusivamente racial y se unan a un movimiento universal. De más está decir que muchos judíos lo comprenden por sí mismos. Mi argumento es que si el sionismo es algo categóricamente erróneo, la pertenencia racial o étnica de alguien es irrelevante.
MT: Si lo he entendido bien, sus flechas retóricas sólo van dirigidas contra algunos individuos judíos (más expresamente, contra algunos individuos judíos que pertenecen a la tercera categoría), no contra el pueblo judío como grupo.
GA: La respuesta es sí, yo no procedo a una crítica de grupo, porque los judíos no son ni un grupo ni un «pueblo». Y, sin embargo, es muy importante mencionar que la tercera categoría no está solamente constituida por un puñado de individuos esporádicos. En términos prácticos, la tercera categoría forma una identidad muy sólida con un claro objetivo global. Asimismo afirmo que dentro de la tercera categoría es posible encontrar polaridades políticas e incluso oposiciones metafísicas. Hay en ella colonos sionistas radicales de Brooklyn así como marxistas revolucionarios judíos de Londres. No podemos criticar a los judíos como grupo porque no forman un pueblo, una continuidad racial ni tampoco una entidad étnica o cultural. Las diferencias culturales entre los judíos sefarditas y asquenazíes son manifiestas, pero la cosa llega aún más lejos. Los antropólogos nos dirán que los judíos no son una raza: de hecho, los estudios genéticos han demostrado recientemente que mientras que los judíos sefarditas y los palestinos comparten un origen canaanita común, los asquenazíes o al menos la gran mayoría de ellos no tienen nada que ver con Canaán…
MT: Perdone, pero algunos lectores podrían perderse si no vuelve a los conceptos básicos y les explica la diferencia entre judíos sefarditas y judíos asquenazíes.
GA: Desde el punto de vista tradicional, los judíos sefarditas (Sefarad significa España en hebreo) son de origen oriental (Oriente Próximo, Balcanes, Arabia, etc.) Los judíos asquenazíes son en gran parte de origen europeo. Pero de nuevo la cosa se complica ligeramente, porque muchos de nosotros sabemos que los asquenazíes son de hecho kazarios. Sus antepasados se convirtieron al judaísmo en torno al siglo IX. Dicha realidad es bastante embarazosa para los sionistas, porque si esto es así, entonces para la mayor parte de los judíos asquenazíes su «patria» original es la tierra del antiguo reino de Kazar (situado en algún lugar entre el Mar Caspio y el Mar Negro). No tienen nada que ver con Palestina. De hecho, es una cuestión muy interesante. Yo tiendo a creer que todos los asquenazíes son kazarios . Hace tiempo Marcel Charbonnier me envió un ensayo académico que había traducido sobre el origen del yíddish, la lengua de los judíos centroeuropeos . Según aquel ensayo, la estructura gramatical del yíddish es similar a la del kazario . Pero la verdad es que no quiero insistir en eso, porque estoy lejos de ser un experto.
MT: Sólo por curiosidad, es usted de origen asquenazí?
GA: Mi padre es sin duda un judío asquenazí, así que probablemente soy de origen kazario.
MT: Bueno, continúe, por favor.
GA: Pero a pesar de que los judíos no constituyen una raza, los de la tercera categoría están racialmente motivados. Yo estoy en contra de la motivación racial. Usted, que conoce bien mis escritos, sabe que soy el último en juzgar a la gente por su pertenencia racial, de hecho estoy totalmente contra dicha orientación. No hay ni una sola referencia racial en ninguno de mis escritos críticos. En la práctica, mi crítica de los judíos y de la judeidad se centra de la identidad de la tercera categoría. Como puede comprender, la mayoría del pueblo judío coquetea con la filosofía de la tercera categoría. Los sionistas obviamente se encuentran en el mismo centro de la percepción supremacista y los «judíos antisionistas» sólo un poco más abajo.
MT: Me alegro de que haya clarificado esto, porque desde mi perpleja perspectiva de gentil no acabo de entender que a usted, Gilad Atzmon -un ser humano de origen judío según sus propias palabras, que confiesa su simpatía por los judíos religiosos y que aborrece el racismo- lo acusen agriamente los sionistas y algunos defensores a ultranza de Israel de ser un racista, un antisemita y un judío que se odia a sí mismo. ¿Qué sentido tiene eso? ¿No será que estamos ante una guerra de propaganda que usa la palabra racista deliberadamente amputada de su significado semántico original?
GA: Por supuesto, es algo deliberado que llevan a cabo con suma inteligencia. La identidad contemporánea judía se compone de tres elementos principales: religioso, nacionalista y racista. Los sionistas están interesados en que los tres elementos se mantengan lo más confundidos entre sí que sea posible, lo cual es un fraude intelectual. Si uno ataca su política nacionalista ellos lo acusan de ser un racista, si ataca sus tendencias racistas dicen que todo se debe a su inocente religión. Mi modelo de la tercera categoría establece una plataforma para atacar el sionismo y la judeidad como visión tribal del mundo, exclusiva y supremacista.
MT: Le haré ahora dos preguntas escuetas para cerrar este tema y situar definitivamente su posición. Por favor, conteste solamente sí o no. ¿Es usted un antisemita?
GA: No, desde luego que no. Mi tesis es que una vez que Israel se estableció explícitamente como el Estado del pueblo judío a costa de los palestinos nativos, cualquier acción de guerra realizada contra los judíos puede entenderse en términos de «lucha política». Esto no quiere decir que dicho acto sea legítimo.
MT: ¿Es usted un antisionista?
GA: Sí, claro. Pero tiendo a ampliar la definición de sionismo. Para mí, cada judío de la tercera categoría es un sionista o un criptosionista. Mi opción representa un serio desafío a la identidad judía. He leído muchas cosas escritas sobre mí, pero nunca me he encontrado con un argumento contrario que se tenga en pie. Empiezo a preguntarme si no será que no existen tales argumentos. Y si no los hay, que es lo más probable, no tendré mucho más que decir sobre el asunto. Puede que entonces me dedique a escribir sobre flores y pajaritos.
MT: Mientras investigaba sobre usted para esta entrevista me topé por casualidad con un increíble sitio web sionista que incluye lo que ellos denominan una lista de la mierda (shit list, acrónimo formado por las palabras inglesas «lista de auto-odio o amenaza contra Israel», http://masada2000.org/list-A.html), que de hecho no es más que una lista negra pública de «enemigos». Por supuesto, usted está incluido en ella con una larga diatriba. Muchas de las opiniones que se expresan allí son bastante ofensivas y probablemente punibles ante la ley, pero dejando de lado las implicaciones morales de estos inventarios malévolos o el peligro físico que imponen sobre las vidas de tantas personas, lo que quiero resaltar aquí es que se halla usted en compañía de varias personas a quienes los gentiles les profesamos un alto grado de respeto: Woody Allen, Noam Chomsky, Nadine Gordimer, Harold Pinter, Naomi Klein o incluso el extraordinario poeta y humanista Natan Zach. ¿Tiene algo que comentar sobre esto?
GA: Me siento muy feliz y honrado de estar en una lista como ésa. Además, pienso que la lista de la mierda es un maravilloso escaparate de las tácticas que utiliza la tercera categoría de judíos contemporáneos. Pero lo absurdo es que algunos activistas judíos de la izquierda que están incluidos en ella se dediquen a publicar listas similares de sus adversarios. Mi consejo es que se olviden de la filosofía kosher y se unan al movimiento de solidaridad palestina local y global.
MT: Me permito explicar para los lectores la palabra hebrea kosher. De hecho, kosher hace alusión a las leyes dietéticas judías y determina lo bueno y lo malo, lo que está dentro y lo que está fuera. Originalmente significa genuino, connota todo lo que se refiere a los requisitos de la ley judía para la preparación de los alimentos, pero también se utiliza como sinónimo de lo judío. Sigamos:
Louis Althusser acuñó el concepto de «Aparatos Institucionales del Estado», según el cual cualquier estado, a diferencia de los pueblos en general, siempre impone y perpetúa intereses particulares de clase mediante instrumentos represivos expresamente creados a tal efecto, como son la policía, las leyes, el derecho de recurrir a la violencia o incluso matar, etc. Dígame en primer lugar si está usted de acuerdo con esta noción marxista y, si es así, aplíquela al Estado de Israel y haga algún comentario sobre dónde cree que se sitúa el centro de la política sionista.
GA: De nuevo, las cosas son ligeramente más complicadas cuando se trata de Israel y la judeidad. Estoy de acuerdo con Althusser. En la práctica, Israel es un instrumento político que está ahí para servir y apoyar la hegemonía de la elite asquenazí. Esto puede cambiar en un futuro próximo. Una vez que los judíos sefarditas comprendan que la filosofía expansionista asquenazí rompió sus lazos históricos con sus vecinos árabes, Israel podrá convertirse en Palestina.
Veamos ahora la otra parte de su pregunta. Ignoro dónde se encuentra el centro de la política sionista. ¿Está en el gabinete de Sharon? ¿Está en Wall Street? ¿Es todo el entramado neoconservador otra práctica pragmática sionista global? Pero creo que eso no es lo importante. Prefiero imaginar el sionismo como una «red de operaciones» en la que cada miembro, y sólo él, es totalmente consciente de su función. Si esto es así, entonces habría que considerar que Israel y el sionismo son un aparato colonialista particular dentro de un movimiento global mucho mayor.
MT: Ahora que ha mencionado la globalización, dígame qué opina sobre los estrechos lazos, casi conyugales, del Estado de Israel con el programa imperial de Estados Unidos y no se olvide de analizar desde su propia perspectiva el papel que juega en tales lazos la izquierda institucional israelí.
GA: Al principio Israel debía servir los intereses globalizados estadounidenses e ingleses. Obviamente, esto ya no es así. Estados Unidos ahora lucha (con poco éxito) contra los últimos bastiones de resistencia árabe (al colonialismo sionista). En cuanto al papel de la izquierda israelí dentro de este canallesco asunto global sugiero que seamos bastante cuidadosos. Tradicionalmente, la izquierda israelí se asoció con el Partido Demócrata estadounidense. En los años ochenta el Likud creó un lazo muy fuerte con los republicanos radicales de derecha. Esta asociación es ahora tan sólida que los soldados yanquis están dispuestos a morir por intereses estratégicos israelíes (por ejemplo, la invasión de Irak). Pero si insiste usted en hablar de izquierda institucional israelí tendré que asegurarle que, de hecho, la izquierda israelí no es más que una entidad verbal. No hay nada debajo. La razón es muy sencilla. Si Israel es el Estado del pueblo judío, entonces cualquier pensamiento de izquierda dentro de un entorno político nacionalista de ese pelaje debe entenderse como «nacionalsocialismo judío» (estoy seguro de que le suena a algo). Dicho lo cual, hay unos pocos izquierdistas en Palestina de origen judío. Todo el mundo sabe que nunca se definirían a sí mismos como israelíes o sionistas de izquierda, sino más bien como «palestinos de lengua hebrea», «palestinos judíos» o algo por el estilo.
MT: A usted lo han acusado de muchas cosas en la red, pero quizás los dos cargos más serios son la negación del Holocausto y la incitación a la quema de sinagogas, ambas cosas punibles por la ley. ¿Tiene algo que replicar?
GA: Creo que usted mismo lo ha dicho. A pesar de que esas acusaciones son punibles por la ley, nunca he pasado por una comisaría… Obviamente, se trata de acusaciones hueras que están allí para servir una causa política específica, principalmente dentro de la comunidad de la tercera categoría. En caso de que le interese, le daré una dirección de internet en la que hay una lista parcial de las mentiras que se han dicho sobre mí, seguida de mis respuestas: www.gilad.co.uk/html%20files/1001lies.html.
Pero está usted en su derecho de exigirme que sea más específico. Mientras que la acusación de incitaciones a la quema de sinagogas es una mentira indignante, mi posición sobre el Holocausto es más complicada. Yo no niego el Holocausto o el judeocidio nazi. Únicamente insisto en que tanto el Holocausto como la Segunda Guerra Mundial deberían tratarse como un acontecimiento histórico más que como un mito religioso. La historia de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto está llena de discrepancias y contradicciones. Hay preguntas importantes que todavía están por contestar. ¿Por qué los estadounidenses no bombardearon Auschwitz? ¿Por qué esperaron hasta junio de 1944 antes de desembarcar en las playas de Normandía? ¿No fue sólo porque Stalin avanzaba en la Europa central? ¿Por qué los aliados bombardearon ciudades alemanas en vez de instalaciones logísticas y objetivos militares? ¿No sería porque no deseaban impedir que el ejército de Hitler se enfrentara a Stalin? ¿Por qué los estadounidenses lanzaron bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki? ¿No fue porque los rojos acababan de declarar la guerra contra Japón y hubieran podido interferir con la política que tenían prevista en el Pacífico? Está claro que un escrutinio histórico de la Segunda Guerra Mundial revelaría el hecho de que desde la perspectiva angloestadounidense, Stalin era el auténtico enemigo en vez de Hitler. El discurso del Holocausto está ahí para ocultar esta interpretación bastante convincente.
La pregunta fundamental que hay que plantearse es por qué a nadie se le permite tratar ese capítulo histórico aplicando métodos académicos. La respuesta es muy sencilla. Hoy en día la mayor parte de los judíos, los estadounidenses y los ingleses consideran el Holocausto como la nueva religión occidental.
MT: ¿Quiere decir como un dogma, un principio considerado indiscutible?
GA: Sí, pero el Holocausto es más que sólo un simple dogma religioso. Lo que convierte a cualquier religión en artículo de fe es la aceptación de un relato no realista. La fe es el resultado de una aceptación ciega de lo sobrenatural. La fuerza de la religión del Holocausto se debe a su carácter no realista. El discurso del Holocausto está estructurado como una pesadilla: es la metamorfosis de un hombre que se convierte en una máquina de matar. Dicho lo cual, si aceptamos que el Holocausto es la nueva religión liberal angloestadounidense también deberíamos permitir que la gente no creyese en ella. Pero de algún modo somos mucho menos comprensivos con los que no creen en la religión del Holocausto. Esa falta de fe ha entrado incluso en el Código Penal de algunos países, lo cual es un hecho que refuerza la profunda intención política de este dogma artificialmente sacralizado desde arriba: el hecho de no creer en el Holocausto es hoy un delito punible por la ley.
MT: Sabe, la criminalización de la ausencia de fe me resulta familiar. La Iglesia católica está llena de dogmas curiosos, como el de la Santísima Trinidad o el de la virginidad de María a pesar de su maternidad y hace unos pocos siglos a uno lo podían quemar en la hoguera por no creer en ellos.
GA: Sí. Cuanto más fantástico es el relato más profunda es la fe. El valor de verdad del acontecimiento pierde su relevancia, ya que a nadie le importa en absoluto si María era virgen o si el episodio bíblico de Moisés y el arbusto ardiente son hechos históricos reales. Creer es aceptar ciegamente. Y, sin embargo, la religión siempre tiene un propósito: la religión del Holocausto está ahí como núcleo del discurso democrático liberal. Su función es mantener el vínculo entre el colonialismo sionista y el expansionismo occidental. En otras palabras, la validez del Holocausto como acontecimiento histórico pierde su importancia. Aquí es exactamente donde yo interfiero. No soy historiador y no voy a discutir la cuestión histórica de si hubo 6 millones o 2,5 millones de víctimas judías. Para mí esa cuestión aritmética es poco pertinente, por no decir estúpida, porque el asesinato es siempre asesinato, tanto si se mata a una persona como a muchas. En cambio yo mantendría que incluso si se hubieran asesinado «sólo» unos miles de judíos o gitanos debido a su origen étnico o a su sangre impura, el hecho es lo bastante trágico como para establecer un capítulo histórico traumático principal. La cuestión sigue en pie: ¿qué es lo que transforma un discurso histórico en una religión?
Se me ocurre una respuesta: los palestinos, por ejemplo, son las últimas víctimas de Hitler. El hecho de que estén viviendo en campamentos de refugiados desde hace casi seis décadas es el resultado directo del judeocidio nazi, porque el sionismo estableció el Estado de Israel en su territorio como consecuencia del Holocausto. Por eso, yo diría que la historia de la Segunda Guerra Mundial les pertenece a los palestinos tanto como a los judíos o a los demás. Pero aquí es exactamente donde empieza el problema. Una vez que el Holocausto se convierte en una religión deja de ser un capítulo histórico. Los judíos son las víctimas supremas y los palestinos son sólo víctimas de segunda categoría, es decir, «víctimas de las víctimas». Una vez que el Holocausto se convierte en una religión, a nadie se le permite hurgar en lo que hay debajo. Tiendo a creer que el discurso oficial del Holocausto es en realidad una creación de los angloestadounidenses victoriosos. Y está ahí para servir a su auténtico propósito. Estoy de acuerdo con muchos historiadores en que la industria ritual de las víctimas judías empezó a partir de 1967 y que los amos decidieron que el Holocausto debe estar al servicio del colonialismo occidental.
MT: ¿Y qué me dice de Hitler?
GA: En ningún caso significa esto que Hitler era inocente. Hitler era sin duda un asesino despiadado, pero no fue el único. Yo atribuyo una parte importante de la culpa a los estadounidenses. Los mismos que arrasaron Dresde y Hamburgo liquidaron a los habitantes de Hiroshima y Nagasaki. No sorprende en absoluto que sean los mismos que dejaron dos millones de muertos en Vietnam y que devastan América Latina desde hace seis décadas. Y tampoco que quienes ayudaron a los israelíes a encerrar a 1,3 millones de palestinos en la franja de Gaza sean los mismos que ahora destruyen Bagdad, Faluya, Mosul y Tikrit. Y, por si fuera poco, han sido los mismos que hace sólo unas semanas no se precipitaron para ayudar a los negros pobres de Nueva Orleans. Estados Unidos es sin duda una mala noticia. Francamente, ya ni siquiera es noticia. Por decirlo en pocas palabras, si aspiramos a un mundo mejor tendremos que reescribir la historia del siglo XX. Más vale que exijamos que se detenga esta matanza en nombre de la «libertad» y la «democracia». Es nuestro deber examinar nuestra propia historia y ponernos a la tarea de revisarla. Es nuestro deber asegurarnos de que el replanteamiento histórico (revisionismo) encuentre su camino en el centro de nuestro discurso de izquierda. Yo afirmo que la historia oficial de la Segunda Guerra Mundial está ahí para ocultar algunos crímenes capitales a una escala asombrosa. Hitler fue derrotado hace sesenta años. Estados Unidos ganó aquella guerra sangrienta, pero desde entonces no ha dejado de lanzar bombas sobre civiles inocentes. Para liberarnos debemos reorganizar el siglo XX y cuanto más pronto lo hagamos, mejor. Y si el Holocausto es ahora oficialmente un acontecimiento ex histórico, si es una mera religión, entonces insisto en que se permita tratarlo teológicamente. De hecho, eso es lo que yo hago.
MT: ¿Cuál es su plan ideal para una justa resolución de ese al parecer interminable conflicto israelopalestino?
GA: Sólo es posible una salida, a saber, «un Estado único». Como usted probablemente sepa ya, no creo en una solución pacífica, es decir, la paz entre Israel y los palestinos. Esa salida no resuelve la causa palestina, es decir, «el derecho a regresar a su tierra», pero en realidad es mucho más profunda. La noción de paz es totalmente extraña a la psique hebraica. Sharon ha dicho últimamente que Israel quiere la paz (shalom), pero insiste en «determinar sus términos y condiciones». Está claro que para Sharon la paz es una decisión pragmática, producto de una reflexión más que de una conformidad con el concepto de compasión y reconciliación. La declaración de Sharon revela un importante choque cultural judeocristiano. Básicamente, la diferencia entre los judíos y los cristianos podría resumirse en una frase: los cristianos son judíos que aman a su prójimo. La pregunta que hay que hacerse es si eso es cierto. Pero una cosa está clara, el pensamiento occidental valora la compasión y el amor al Otro, y ésta es la razón por la que los judíos no han podido nunca integrarse de manera masiva en el ambiente cultural occidental. La judeidad es una celebración de la negación. Los judíos (sobre todo los asquenazíes) siempre se han encerrado a sí mismos entre los muros de un gueto. Por eso no sorprende que ahora apliquen la misma táctica del muro en Israel. Esta clase de identidad aislacionista nunca puede apoyar la auténtica paz.
Incluso dentro de los círculos políticos de la clase obrera, los judíos organizaron células separatistas (como el Bund en el interior de los soviets y otras organizaciones izquierdistas exclusivamente judías). Eso hace que una solución pacífica sea inconcebible. Por lo tanto, para alcanzar cualquier forma de reconciliación entre los dos pueblos, primero hay que derrotar a la identidad hebrea y esa derrota se logrará principalmente desde el interior de ésta. Tenemos que ayudar a los israelíes a des-sionizarse. Eventualmente, una vez logrado esto deberemos asegurarnos de no olvidar des-sionizarnos nosotros mismos… y me refiero aquí principalmente a la Gran Bretaña de Blair y a Estados Unidos. Yo diría que la des-sionización de Palestina es un elemento clave en el proceso de nuestra liberación global.
MT: La identidad aislacionista que acaba de describir me ha recordado el muro que han construido, pero la excusa oficial para éste que es que deben defenderse del terrorismo.
GA: El hecho de llamar terrorismo a un acto de «lucha por la libertad» es sintomático del nuevo discurso occidental sionificado. Obviamente esto se aplica a Israel, pero también a los estadounidenses y a los británicos. Está claro que los iraquíes tienen derecho a enfrentarse a las fuerzas extranjeras invasoras, de la misma forma que los palestinos tienen el deber moral de luchar por la liberación de su territorio.
MT: Ahora que ha mencionado la lucha por la liberación ¿qué opina de la ética que subyace a la creación de Israel en 1948 por parte de las Naciones Unidas en un territorio ya habitado por los palestinos? ¿Y de la posterior expulsión de aproximadamente 750 000 de éstos?
GA: La creación de Israel y la expulsión de los palestinos de su territorio suscitan una nueva pregunta. ¿Cómo pudieron los judíos cometer una atrocidad de tal calibre sólo tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial? Se trata de una pregunta muy pertinente y siento decir que nadie hasta ahora la ha respondido con claridad. Se me ocurren dos posibilidades para la respuesta: 1) Los hombres o las mujeres hebraicos están lejos de ser seres humanos capaces de sentir empatía. Para ellos el dolor de los demás carece de significado. Esto podría ser el resultado del código supremacista judaico. También podría explicar el hecho de que tras sesenta años de opresión israelí no haya habido ni una sola voz sionista que se haya alzado para expresar cualquier forma de arrepentimiento por ese pecado original mencionado antes. 2) Los hombres y las mujeres hebraicos de 1948 estaban lejos de ser judíos traumatizados. En otras palabras, para ellos el Holocausto no era todavía un acontecimiento principal. Tal como en la actualidad nos enseñan Segev y Finkelstein, se necesitaron muchos años para que los judíos interiorizaran y le dieran forma al discurso colectivo del Holocausto, por no mencionar el trauma. Al parecer, el sabra de 1948 (es decir, el israelí que había nacido allí) despreciaba al judío de la diáspora. Los palestinos ayudaron al sabra a redimirse de la humillación que le había impuesto la imagen débil y desesperada del judío indefenso de la diáspora. Este modelo psicológico es fundamental para entender la política israelí. El hecho de matar árabes siempre une a los israelíes en torno a sus líderes.
MT: Durante los últimos años los medios convencionales de comunicación de España han publicitado la experiencia de Barenboim-Said, a la que califican de instrumento musical para la paz: la West Eastern Divan Orchestra, integrada por jóvenes músicos israelíes y palestinos, cuya sede está en Sevilla. A pesar de que no me opongo de ninguna manera a lo que pueda traer armonía social en cualquier lugar, no deja de sorprenderme que mientras Barenboim dirige a sus pupilos en auditorios europeos ante públicos extasiados, en la franja de Gaza o en Tel Aviv las bombas siguen explotando. De algún modo esta impotencia me recuerda la vieja pertinacia de la Iglesia católica, que envía misioneros a hacer caridad (lo cual es hoy digno de elogio, pues éstos llevan a cabo un magnífico trabajo humanitario que de otro modo nadie haría), pero no se enfrenta al auténtico problema, la injusticia política y económica del mundo y, mucho menos, a los causantes de dicha injusticia. ¿No le parece que tales actitudes dirigen ingenuamente la atención hacia lo anecdótico y mantienen el statu quo? ¿Qué opina del trabajo de Barenboim como «misionero» de la paz desde dentro del sionismo?
GA: Estoy de acuerdo con usted hasta cierto punto y, por si fuera poco, con frecuencia critico a Barenboim por ser sionista y por propagar el mensaje del sionismo. Y, sin embargo, creo que Barenboim está haciendo un gran trabajo. En primer lugar, cruza la línea divisoria. En segundo, les da a los músicos jóvenes de la región la oportunidad de trabajar con un genio absoluto de la música (el propio Barenboim). Pero lo más importante es que se las arregla para irritar a los israelíes y pone al descubierto su actitud reaccionaria. Sólo tiene que pensar en Barenboim convertido en persona non grata por haber interpretado a Wagner en Jerusalén. ¿No es maravilloso? Creo que Barenboim ilumina los rincones más patéticos de la psique judía. Por eso mantengo que si tenemos en cuenta los diferentes aspectos de la actividad de Barenboim, su contribución al movimiento de solidaridad con Palestina es más que positiva.
Pero si he de responder a su pregunta, está claro que Barenboim no puede evitar que los israelíes lancen bombas. Ser israelí es adentrarse en una negación homicida, pues para los israelíes y, en cierto modo, para el judío postalmúdico, ser es odiar. El día que los israelíes dejen de lanzar bombas y de odiar al mundo dejarán de ser israelíes para convertirse en «palestinos de lengua hebrea». Le aseguro que eso pasará, es un cambio demográfico inevitable. Quienes apoyamos a Palestina sólo tenemos un deber, que es ayudar a los palestinos a sobrevivir durante los próximos veinte años. Debemos detener la limpieza étnica que está ampliamente en marcha. Debemos llevar la esperanza a las calles palestinas. Nuestro deber es desenmascarar a los israelíes y sus planes sionistas. También podemos presionar a los políticos y a la sociedad de Israel. Eso es lo que está haciendo Barenboim. Ese hombre ofrece esperanza a través de la belleza, porque la belleza es su arma y creo que la utiliza a la perfección.
No es fácil ser judío y ayudar a los palestinos, porque uno cae de inmediato en la trampa sionista, se convierte en un buen judío. Cuando uno es judío está siempre atrapado en una doble moral, siempre sale ganador. Sabe usted, ser judío es muy complejo: si uno se pone a favor de los derechos de los palestinos lo que hace es probar que los judíos son «grandes humanistas». Si se pone en contra de los palestinos no es por maldad, sino porque uno es una «víctima desesperada de dos mil años de persecución sin fin y lo único que quiere es vivir en paz de una (jodida) vez en su (jodida) patria». Como ve, si uno acepta el estandarte judío lo que hace es permitir que gane el sionismo. Haga uno lo que haga es siempre a favor del sionismo, como ángel o como víctima. No le quepa la menor duda de que recibo gran cantidad de metralla por poner al descubierto esa complejidad. Ésa es la razón por la que he abandonado por completo la identidad judía. Soy un ex judío. Mi bondad o mi maldad no tienen nada que ver con ningún grupo, sino conmigo mismo (yo, mí, mío). Pero no puedo exigirle a nadie que haga como yo. Sólo puedo sugerir, a Barenboim y a otros, que esta vía puede ser interesante.
MT: Antes de pasar a ocuparnos de Gilad Atzmon como músico y escritor déjeme recordarle que Noam Chomsky, un hombre a quien supongo usted respeta, ha dicho que el hecho de discutir sobre la solución de un Estado único es algo «completamente abstracto y no tiene ninguna relación con algo ni siquiera imaginable hoy» (www.zmag.org/content/showarticle.cfm?ItemID=5240). ¿Vale la pena empeñarse en seguir por ese camino?
GA: Ésa es exactamente la razón por la que cada vez desconfío más del último Chomsky. Es bien sabido que se define como sionista. Aunque admire su actividad anterior, yo diría que la opinión de Chomsky sobre el conflicto israelopalestino hace años que dejó de tener importancia.
Y ahora me centraré en lo otro: La solución de un Estado único no sólo no es abstracta en absoluto, sino que Sharon, en su reciente giro sionista hacia la izquierda, ha sido lo bastante inteligente como para comprender el desastre demográfico concreto que se le viene encima, debido a que los judíos ya no son mayoritarios en las áreas controladas por Israel. Ésa es la filosofía que se esconde tras la reciente retirada de la franja de Gaza. Los israelíes saben que los días del «Estado judío» están contados. El hecho de que Chomsky no logre ver eso es más que preocupante. Sabe usted, es muy curioso: mientras que los sionistas del ala derecha se dirigen hacia la solución de un Estado único, los de la denominada izquierda adoptan el concepto radical nacionalista de los dos estados.
MT: Yo no sabía que Ariel Sharon era un izquierdoso. Por favor, explíquelo.
GA: Para empezar, Sharon se crió en el corazón del sionismo laborista de la agricultura, pero dejemos aparte la historia personal por el momento. Hay dos corrientes ideológicas políticas principales dentro del movimiento sionista: las palomas (izquierdistas) y los halcones (derechistas). Las palomas creen que los judíos tienen derecho a una patria nacional a costa de los palestinos. Históricamente hablando, fueron las palomas quienes se quitaron de en medio étnicamente al 85% del pueblo palestino en 1948. Una vez que las palomas lograron crear un razonable lebensraum para el pueblo judío estuvieron dispuestas a lograr un «compromiso» con los palestinos. Oslo es la materialización de la filosofía de las palomas sionistas. Peres y Rabin se dirigieron a los palestinos y «generosamente» les ofrecieron estos humillantes términos y condiciones: «Nosotros (los israelíes) viviremos en las tierras y en las casas que ustedes dejaron en Jafo, Haifa, Jerusalén, etc. Y ustedes (los palestinos) se quedarán en sus campamentos de refugiados en el desierto o en la Diáspora». Como puede verse, las palomas siempre buscan la manera de llegar a un compromiso. El concepto de la solución de dos estados es una clásica táctica de las palomas. Rechaza por completo la causa palestina (es decir, el derecho al retorno). Claramente, las palomas no quieren vivir entre árabes, prefieren erigir en Palestina un gueto judío al estilo europeo. Por si algunos no lo recuerdan, la idea de un muro del apartheid se le ocurrió a Haim Ramon, que es una famosa paloma de los laboristas.
La filosofía de los halcones es ligeramente distinta. Para un halcón lo importante es la tierra en sí misma. Él o ella están dispuestos a luchar por el sagrado Eretz Yisrael, es decir, la Tierra de Israel, según la Biblia. El halcón insiste en redimir cada pedazo de tierra bíblica del «gran Israel». El halcón no está dispuesto al compromiso. El halcón insiste en que el derecho a Sión se basa en la Biblia. Para el halcón no existe diferencia alguna entre Tel Aviv, Gaza o Cisjordania. Ésta es la verdadera razón por la que el paradigma sionista de los halcones maduró más tarde en lo que ahora se conoce como «sionismo mesiánico» (el movimiento de los colonos). Ni que decir tiene que el halcón contemporáneo obedecería a un rabino antes que a un político laico. La lógica del halcón es simple y coherente: si Eretz Yisrael es de verdad un concepto divino, dejemos que lo maneje un hombre religioso mesiánico en vez de un judío ateo.
A lo largo de toda su carrera política y militar este feroz criminal de guerra ha coqueteado con la filosofía de los halcones. Durante años fue el mensajero político del movimiento de los colonos. Pero las cosas han cambiado recientemente. Por lo que se ve, Sharon se cambió la chaqueta. La retirada de la franja de Gaza es, de hecho, un giro político de 180 grados para Sharon. Ha regresado con sus auténticos compañeros, las palomas laboristas. Se ha dado cuenta de que controlar un estado judío con una enorme mayoría de palestinos está condenado al fracaso. Ésta es la lógica que se esconde tras la retirada de la franja de Gaza. Simplemente ha encontrado la manera de deshacerse de 1,3 millones de palestinos y ganar otros 5-7 años en el cada vez mayor problema demográfico al que se enfrenta. ¿Y por qué cambió de opinión? Porque, para Sharon, Eretz Yisrael no es tan sagrado como pretende hacernos creer. Sharon, el halcón sionista por antonomasia, se ha convertido en una paloma. No sólo es una paloma, sino que la paloma oficial Shimon Peres, siempre entusiasta a la hora de entrar en el gabinete de Sharon, acaba de salvarle toda su carrera política.
La moraleja de esta saga política está muy clara. Si dejamos aparte el movimiento de los colonos, en la política israelí la ideología significa muy poco. La izquierda no tiene nada que ver con la izquierda y la derecha es derecha siempre que resulte práctico.
MT: Disculpe mi siguiente pregunta, pero encuentro bastante extraño que no le reconozca ninguna cualidad positiva a la sociedad israelí.
GA: ¿Por qué dice eso? Por encima de todo creo que Israel es la quintaesencia de la falta de ética y de la conducta inhumana.
MT: Podría estar de acuerdo con usted en que una democracia que solamente sirve a los judíos, pero no al resto de la población que vive dentro de sus fronteras, es una democracia en cierto modo coja…
GA: Es mucho peor que eso. Es una democracia que está ahí no sólo para servir a sus ciudadanos judíos, sino a los judíos del mundo entero. Azmi Bishara, un valiente y adorable universitario palestino, que además es diputado en la Knesset israelí, ha iniciado una campaña («un Estado de sus ciudadanos») que se opone a dicha lógica. Según Bishara, Israel debe convertirse en una democracia de sus ciudadanos y dejar de ser una mera colonia de la judeidad planetaria. En Israel, un judío estadounidense de Brooklyn tiene más derechos que un palestino nacido en Jerusalén Este. Como ve, ésa es la realidad de la «democracia judía».
MT: El argumento habitual es que los judíos disfrutan de todas las ventajas que por lo general permiten las sociedades occidentales, es decir, la libertad de opinión y la disidencia…
GA: La libertad de opinión está ahí para vehicular una imagen de pluralidad. Pero esa falsa pluralidad se aplica únicamente a los judíos. De alguna manera, no se aplica nunca a los universitarios, artistas o políticos palestinos.
MT: ¿Nunca? Pero si acaba de mencionar la opinión disidente del israelí palestino Azmi Bishara…
GA: Déjeme añadir que a Azmi Bishara lo han despojado de su inmunidad parlamentaria por ser quien es (un árabe) y por defender lo que defiende. Creo que eso lo dice todo.
MT: Pero desde el exterior los gentiles ven que se tolera la oposición verbal y que los supuestos «traidores» pueden vivir y trabajar dentro de Israel sin que los metan en la cárcel…
GA: Amigo mío, ¿sabe usted cuántos palestinos están encarcelados en este momento en diferentes campos de concentración y cárceles ordinarias israelíes? ¡Vale!, déjeme decirle que los sionistas son cualquier cosa menos estúpidos. ¿Sabía usted que el gobierno israelí controla un instituto que se dedica a traducir la supuesta literatura «izquierdista» hebrea a lenguas extranjeras? De hecho, difunde a Amos Oz y a Edgar Keret. Es posible que le parezca extraño: un gobierno derechista israelí se dedica a traducir y a promover a escritores de «izquierda». Sabe, lo hacen para establecer la falsa imagen de un «estado judío que busca la paz». Y no es que Oz o Keret tengan algo que ver con el pensamiento ideológico de izquierda. No son más que típicas palomas sionistas. Pero el establishment derechista israelí los promociona. Según parece, los halcones judíos se han dado cuenta de que la causa sionista se beneficia con la imagen del judío honrado. Como acabo de decirle, los sionistas son cualquier cosa menos estúpidos, incluso se benefician de mis apelaciones en pos de su desintegración. Los judíos derechistas de la tercera categoría son rápidos como el rayo a la hora de ofrecer la lista de la docena de «judíos buenos». Basta que uno ataque el poder judío para que ellos le recuerden a los judíos humanistas y entonces uno se enterará de que están los Chomsky, Finkelstein, Leibovitch y asumo que mi nombre puede aparecer en algún momento. Ya lo ve, el sionismo se beneficia de sus oponentes judíos. El reto está en cómo hacerle frente a dicha táctica y ésa es otra de las razones por las que nunca actúo ni como ex israelí ni como un antiguo judío.
MT: Hablemos sobre el terrorismo en ambos lados. Trate de olvidar su opinión sobre Israel y piense sólo como un ser humano.
GA: Puede que ese olvido me resulte demasiado difícil [sonríe].
MT: ¿Cómo se sentiría si fuese un árabe y los soldados israelíes con órdenes superiores de disparar a matar asesinaran a su hijo durante una incursión armada? ¿Cómo se sentiría si un suicida palestino descuartizara a su hija en un autobús?
GA: Con todos los respetos, no quiero entrar en la «política victimista». Está bastante claro hasta qué punto esas circunstancias deben ser horribles, pero aún así creo que debemos aprender a distinguir entre el sentimiento personal y la crítica racional. Vivo en el Reino Unido desde hace más de diez años. Estoy criando a mis dos hijos aquí, en el Londres de los ataques con bombas. Y, a pesar de todo, soy muy consciente de que es Tony Blair quien ha convertido deliberadamente a mis hijos, a mí mismo y a toda la sociedad británica en rehenes de su desastrosa, por no decir criminal decisión. He de decirle que la mayoría del pueblo británico, y eso incluye a la propia esposa del primer ministro, comprendió de inmediato después de los ataques del 7 de julio que había sido la maldita política de Blair lo que hizo que aquellas bombas sangrientas cayeran sobre nosotros. Estoy tratando de decirle que la gente es capaz de diferenciar entre el dolor personal y la razón que provocó los ataques.
Si los sionistas se esfuerzan por desdibujar la distinción entre el dolor personal y el discurso racional no es por casualidad. Para poder mantener el trauma judío el dolor debe suprimir cualquier posibilidad de razonar. La razón está ahí para proporcionar un argumento explicativo. Sabe, una vez que el sionista comprendiera qué es lo que hay detrás del sufrimiento judío, los judíos dejarían de ser víctimas para convertirse en seres humanos ordinarios y responsables, capaces de sentir empatía. Mientras el dolor siga siendo el centro del discurso judío, el Holocausto será la historia de nunca acabar, con protagonistas intercambiables: Hitler, luego Stalin, Nasser, Arafat, Sadam, etc. Basta con trazar una línea divisoria entre el dolor y la razón para que uno empiece a buscar la causalidad. Uno estudia su pena en términos de causa y efecto y entonces se pregunta si es una coincidencia que todos esos desastres les pasen a los judíos. ¿Es una coincidencia que tantos jóvenes palestinos hayan dejado de aspirar a una vida mejor? Puesto que quiere saberlo, le diré que ésas son las preguntas elementales que deberían hacerse los israelíes después de un ataque suicida. Pero por alguna razón no lo hacen. Una vez que empiecen a hacerse esas preguntas dejarán de ser israelíes. Des-sionizar al israelí es introducir la razón en el trauma.
MT: ¿Regresaría a vivir en Jerusalén o Tel Aviv si formaran parte de un nuevo estado constitucionalmente limpio de cualquier referencia étnica?
GA: No sé si viviría, pero puedo considerar una visita o incluso dar allí un concierto.
MT: Permítame que resuma lo que deduzco de sus declaraciones anteriores: Usted es un ser humano nacido de padres judíos, pero considera que la judeidad es sólo un aspecto secundario de su Yo, no la noción principal que conduce su vida.
GA: Sabe, eso es algo más de lo que he dicho. Asumo que si me interesa lo judío no es por casualidad. No actúo como judío ni bajo ninguna bandera judía. De todos modos, continúe.
MT: Simpatiza con las personas religiosas, entre ellas los judíos. No es antisemita, sino más bien antisionista (no hay que confundir ambos conceptos). Combate el sionismo como ideología racial que aísla a sus miembros y controla un estado que se basa en premisas raciales. Defiende la liberación del pueblo palestino, el derecho de regreso de los palestinos que fueron expulsados de su tierra tras la fundación del Estado de Israel y la creación de un nuevo estado, Palestina, donde ambos pueblos vivirían sin ninguna referencia a su origen étnico. Está usted convencido de que el sionismo es parte integrante del colonialismo y el imperialismo occidentales. ¿Estoy en lo cierto?
GA: Sí.
MT: Al mismo tiempo es usted un artista que debe ganarse el pan a diario y sabemos que en el mundo que nos ha tocado vivir el «arte» está controlado por el capital (es decir, casas discográficas, editoriales, galeristas, etc.), lo cual significa que cualquier artista que combata los fundamentos del capitalismo occidental y que nade siempre a contracorriente de la política dominante se convierte por decreto en un paria. ¿Tiene usted problemas profesionales debido a que su arte es un arma estética de destrucción masiva dirigida contra el «pensamiento único» de las actuales democracias neoliberales?
GA: Claro, yo podría tener mucho más éxito si decidiese callarme. Pero déjeme asegurarle que nadie decide ser un jazzman por dinero. Lo hacemos por amor a la música y a su contenido espiritual. Adoro el jazz y mi música se beneficia de mi compromiso social, al menos eso es lo que pienso en este momento.
MT: Sólo conozco sus dos últimos discos, EXILE y musiK. Desde el primer tema de EXILE me impresionaron tanto la sensualidad de su sonido como los impetuosos berridos que en ocasiones les arranca a sus instrumentos, ya se trate del clarinete o del saxofón. Antes mencionó que Coltrane y Bird (Charlie Parker) cambiaron su vida y, de hecho, su fraseo muestra la influencia de ambos. ¿Qué es el jazz para usted?
GA: El jazz es la libertad en estado puro. Es tanto una llamada a la liberación como un desafío de las fronteras personales. Tocar jazz es buscar la liberación de uno mismo a sabiendas de que nunca se logrará.
MT: Su respuesta ha encendido una lucecita en mi memoria. ¿Ha leído el cuento «El perseguidor»?
GA: No.
MT: ¿No lo conoce?
GA: No.
MT: Es sobre Charlie Parker, aunque el personaje de ficción se llama Johnny, un artista a la búsqueda del arte. Se lo recomiendo vivamente, estoy seguro de que le encantará. En inglés se titula «The Pursuer» y su autor, el argentino Julio Cortázar, fue uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos. Pero sigamos con su poética de la música. Hace unos años traduje un brillante ensayo que usted escribió sobre el jazz como actividad revolucionaria. ¿Podría repetir aquí algunas de las ideas que desarrolló entonces?
GA: Dije que el jazz, en su estado más sublime, es de hecho una forma artística revolucionaria antiestadounidense. Está claro que los artistas del jazz -y me refiero principalmente a los del bop y el posbop– estaban implicados en la lucha de los negros por los derechos civiles entre el final de los años cuarenta y el final de los sesenta. El jazz era entonces un grito de libertad y, en sí mismo, un ejercicio en libertad. Fue entonces cuando el jazz era una música emotiva coherente.
Mientras que el jazz se hacía enormemente popular en Europa después de la guerra, en Estados Unidos a los gigantes del jazz aún se les seguía prohibiendo que entrasen en algunos clubs y en las salas de conciertos por la puerta principal. Siendo como es la única forma artística original nacida en Estados Unidos, el jazz se convirtió en un símbolo del racismo y la opresión estadounidenses.
A finales de los sesenta, la elite yanqui comprendió que el jazz puede ser útil como vehículo de propaganda. Fue entonces cuando se convirtió en «la voz de América». Fue también entonces cuando el jazz dejó de ser una forma artística revolucionaria y cuando se envió de manera mayoritaria a los estadounidenses negros a morir por los intereses globales yanquis en Vietnam.
La historia del jazz es la historia del desprecio estadounidense por su población negra. La asombrosa negligencia de Bush tras el huracán Katrina únicamente realza este argumento. Nueva Orleans, una de las grandes capitales del jazz, fue abandonada a su suerte y se ahogó junto con sus habitantes negros pobres. Cualquiera diría que Estados Unidos no ha aprendido nada. Una nación que se dedica a matar a diario a otras naciones no tiene más remedio que volver su espada algún día contra su propio pueblo.
MT: Le daré cuatro nombres, dos jazzmen y dos rockeros: Bird, Chet Baker, Jimi Hendrix y Jim Morrison. ¿Le inspiran alguna respuesta?
GA: Por supuesto. Bird fue el hombre que me hizo amar el jazz, Chet me enseñó lo que es el amor, Hendrix es existencial y Morrison… probablemente debería dedicarle más tiempo.
MT: Le resumiré en pocas palabras lo que recuerdo de su álbum anterior, EXILE. Se inicia de manera bastante extraordinaria con «Dal’Ouna On The Return», un diálogo entre su clarinete y la voz de la cantante palestina Reem Kelani sobre un inacabable fondo de bajo sostenuto. Pura belleza. De acuerdo con la nota incluida en el álbum, la segunda canción, «Al-Quds», es una melodía israelí que llegó a ser muy popular entre los judíos durante la Guerra de los Seis Días, aunque tiene un truco: su letra hebraica ha sido sustituida por un poema árabe que expresa la añoranza palestina por su patria perdida. La intención política no puede ser más explícita: todos los pueblos desposeídos comparten los mismos sentimientos y durante los pasados sesenta años los palestinos han vivido exactamente el mismo tormento que sufrieron los judíos a lo largo de dos milenios.
«Ouz» cuenta la historia de los insensibles colonos sionistas que colonizan de buen grado la tierra palestina previamente confiscada. Pero la melodía que recuerdo más vívidamente es «Exile», un tema instrumental de la tradición ladina, y no debido a mi amor por los ladinos (judíos de origen hispano que obstinadamente han mantenido el español como lengua durante los cuatro siglos pasados, desde que los genocidas Reyes Católicos los deportaron), sino al ritmo que utiliza el batería Asaf Sirkis, que es exactamente el mismo ritmo de las procesiones religiosas que se celebran durante la Semana Santa en mi Andalucía natal. De algún modo, «Exile» me devolvió a mi primera infancia. ¡Cada vez que la escuchaba me decía que cuánta razón había tenido el historiador Américo Castro al escribir que los españoles somos una mezcla de cristianos, moros y judíos! ¿Se le ocurre algún comentario?
GA: Sólo que su poético inventario de mi trabajo me ha llegado al corazón y se lo digo de verdad. Es evidente que me fascina mucho más la cultura ladina que el klezmer, que es un robo cultural asquenazí de algunas músicas gitanas y de la Europa del Este. A pesar de que llegué a dominar el klezmer nunca se me ocurrirá grabarlo, porque a diferencia de la apacible y emotiva música ladina el klezmer es siempre demasiado ruidoso, mal interpretado y carente de cualquier delicadeza. Dicho lo cual, hay un músico asombroso que ha logrado transformarlo en una forma artística y obviamente me refiero al maestro argentino del clarinete Giora Feidman. Desde el punto de vista musical el klezmer es una música básicamente gitana mal interpretada. Es tan malo que se ha convertido en un estilo. En cambio la música ladina es una expresión poética y auténtica. Si de verdad desea disfrutar la belleza de la cultura judía hágase un favor, acérquese el Día de la Expiación a una sinagoga sefardí y escuche la antigua música andaluza. Es la belleza en estado puro.
MT: ¿Conoce el flamenco?
GA: Claro.
MT: ¿Lo inspira?
GA: No forma parte del núcleo de mi inspiración, pero déjeme decirle que para mí la música ya no está dividida en compartimentos. La música es sólo música. Esos compartimentos, el flamenco, el jazz, el pop, el tango, el drum ‘n’ bass, el world, la música latina, el rock y así sucesivamente están ahí para servir a la industria de la música.
MT: musiK, su último álbum, incluye un tango lento («Joven, hermosa y triste», obviamente cantado en español por el argentino Guillermo Rozenthuler, supongo que otro «ser humano de padres judíos»)…
GA: Claro, todos los judíos con los que me llevo bien y a los que quiero son de la primera y de la segunda categorías.
MT: …luego un curioso popurrí («Re-arranging the 20th Century», con un tributo a Charlie Parker por parte de Robert Wyatt) y un impresionante tema instrumental («Liberating the American People»). Su concepción es más universal que el álbum anterior y para mí eso confirma que su evolución política y artística lo ha llevado a un entendimiento más global de los problemas locales. Si además tenemos en cuenta las palabras que usted firma sobre la connotación de la palabra musiK (músiKa, con K mayúscula en vez de una c) como música desprovista de su valor de mercado, la intención política izquierdista del artefacto final es bastante evidente, pero tengo algunas dudas ante otro de los temas, la versión jazzística de la canción alemana «Lili Marleen», que fue bastante popular durante la Segunda Guerra Mundial tanto entre los soldados nazis como entre los aliados. ¿Podría explicar más ampliamente el significado de MusiK y la inserción en él de «Lili Marleen»?
GA: La músiKa, contrariamente a la músiCa, es la búsqueda de la belleza. Mientras que músiKa se refiere a la estética continental, músiCa alude a la comercialización angloestadounidense de la belleza y a la reducción de la estética a una simple moda. «K» significa belleza y «C» la avaricia capitalista. Esta distinción se manifiesta bruscamente en la diferencia entre Kultur y Cultura. Si me permite ser grosero, le sugeriría que mientras que «K» se refiere a Kant (Emmanuel), «C» se refiere al «capullo» de Milton Friedman.
Me pregunta usted sobre «Lili Marleen» y le diré la verdad. No es una gran canción, pero incluso así logró que la gente dejase de disparar. Lo he estado intentando durante tres años. No he tenido éxito, pero sigo intentándolo.
MT: ¿Ha actuado alguna vez en América Latina?
GA: Sí, en Argentina y Uruguay. Me encantó. No tendría inconveniente en irme allí. No sé si sabe que el tango es mi gran amor.
MT: He mencionado América Latina porque en su calidad de patio trasero del imperio sus pueblos han sufrido la política de Washington durante más de un siglo y tal vez ésta sea la razón por la que la mayoría de los latinoamericanos «entienden» el tormento de los palestinos y son favorables a su causa contra Israel. También existe un paralelismo entre las contrastantes posiciones de los gobiernos latinoamericanos y sus ciudadanos con respeto a palestinos y cubanos, pues mientras que los gobiernos tienen tendencia a ser políticamente correctos y a mostrar mucha circunspección, es difícil encontrar a latinoamericanos pobres de a pie -la gran mayoría de la población del Cono Sur- que no admiren el coraje de estos dos pueblos, tan distantes en términos de cultura e historia y tan cercanos en su resistencia. ¿Le gustaría interpretar su músiKa en Cuba?
GA: Claro, desde luego.
MT: Seguro que también se enamoraría de la salsa caribeña.
GA: Es verdad, antes de que el Orient House Ensemble tuviera éxito me gané la vida tocando salsa y viajando con diferentes bandas cubanas.
MT: Hablemos un poco de sus libros. ¿Cómo decidió ser novelista?
GA: Nunca he decidido ser novelista. Sucedió que estaba escribiendo mi primer libro para los amigos y parientes cercanos. Escribí los dos o tres primeros capítulos y se los envié a Yaron Stavi, mi bajista durante los últimos catorce años. Le gustó; de hecho, fue su aprobación lo que me mantuvo escribiendo un tiempo. Entonces ocurrió un accidente: cuando el manuscrito estaba más o menos terminado el disco duro de mi ordenador de mesa se estropeó. No pude recuperar el archivo de mi libro. Supuse que aquello había sido un «signo». Por consiguiente, desistí de la idea de ser escritor. Esto sucedió en 1994, cuando preparaba el doctorado en el Reino Unido.
En el año 2000 un profesor libanés me pidió que presentase un trabajo sobre mis opiniones a propósito de Israel y la judeidad. Fui a buscar en mi viejísimo ordenador portátil y me encontré con la sorpresa de un archivo con el libro casi terminado. Empecé a leerlo y lo encontré convincente. Entonces se lo envié a un editor en Israel y le ofrecí cubrir los gastos de impresión. Menos de un día después el editor me llamó y me dijo que podía ahorrarme el dinero, porque les gustaba el manuscrito y estaban dispuestos a publicarlo. Como puede ver, me hice escritor a pesar de que nunca decidí serlo.
No me considero un escritor y ni siquiera entiendo lo que escribo. Por lo general, entiendo mis libros dos a tres años después de su publicación. Sólo en fechas recientes he logrado entender mi último libro publicado (My One and Only Love). Ahora comprendo que ese libro es una deconstrucción de la noción del trauma judío o incluso del trauma en general. Realmente entiendo ahora que mi libro trata del hecho evidente de que el trauma precede al acontecimiento traumático. El trauma del Holocausto precede al Holocausto tanto como el trauma de la violación precede a la violación real. En pocas palabras, el «trastorno postraumático por estrés» precede al acontecimiento traumático. Por muy extraño que suene, lo comprendo ahora, pero no lo comprendía así mientras escribía un libro sobre eso. Al parecer, los libros son un juego sin reglas dirigido por el inconsciente del autor.
MT: Bien, déjeme contarle que Gabriel García Márquez dijo una vez que los auténticos novelistas sólo escriben un libro, y ello incluso si publican muchos, lo cual quiere decir que los diferentes argumentos escogidos son variaciones de un «argumento único», profundamente arraigado en el inconsciente, que los obsesiona. De hecho, ni siquiera tienen la posibilidad de escoger, sino que más bien son escogidos por este argumento único. Me encanta que esté usted de acuerdo con este enfoque psicoanalítico, que nos ayuda a diferenciar a un novelista que escribe lo que no puede evitar del bestsellero que escribe lo que le llena el bolsillo.
GA: Sí. En cierto modo siento como si mis libros realmente se escribieran solos. Me sucede lo mismo con mi música. Soy una especie de catalizador, una extensión física de una persona que no logro conocer. Cuanto menos deliberadamente interfiero en mi literatura o en mi música, mejores son. Creo que la músiKa y la literatura se producen a sí mismas cuando muere el ego. Obviamente, no es fácil suprimir el ego de alguien. Además, el Pop Art trata del ego y el egotismo. Ésa es la razón por la que la literatura, la poesía y la músiKa caen derrotadas en la arena cultural de la democracia liberal.
MT: ¿Por qué utilizó para su primera novela el mismo título que la obra capital de Maimónides, Guía de perplejos?
GA: Para mí, Maimónides constituye el corazón mismo de la ideología supremacista judía y del odio hacia el Otro. Déjeme que cite al gran Israel Shahak: «La Mishnéh Toréh de Maimónides [está] repleta no sólo de los mayores preceptos ofensivos contra todos los gentiles, sino también de ataques explícitos contra el cristianismo y, sobre todo, contra Jesús».
Moisés Maimónides está considerado como el mayor filósofo y codificador de la historia judía. Veamos lo que aquel gran rabino dijo sobre gentiles, cristianos y judíos disidentes. En su Mishnéh Toréh Maimónides nos enseña que «si vemos que a un idólatra (gentil) se lo lleva el río o se está ahogando, no deberíamos ayudarle. Si vemos que su vida está en el peligro, no deberíamos salvarlo.» (Moznaim Publishing Corporation, Brooklyn, New York, 1990, capítulo 10 de la traducción inglesa, página 184). Pero no es sólo el gentil quien ha de ser castigado: «Es un deber religioso (mitzvah), dice Maimónides, «erradicar a los traidores judíos (minnim y apikorsim) y hacer que se despeñen en el pozo de la destrucción, ya que causan dificultades a los judíos y hacen que el pueblo se distancie de Dios, como hicieron Jesús de Nazaret y sus discípulos, y Tzadok, Baithos y sus discípulos. Ojalá se pudra el nombre de los malvados.»
Maimónides es un puro mensaje de odio y, sin embargo, dicho mensaje está bien instalado en el núcleo de la filosofía judía. Hace diez años, cuando escribí mi novela, buscaba demoler a Maimónides. Al principio había planeado que se titulase Guía de perplejos, versión revisada. Pero me lo pensé dos veces y comprendí que la única manera de que los judíos adopten una noción más universal del humanismo consiste en suprimir a Maimónides y erradicar su vergonzosa prédica.
Estaba seguro de que a los pocos días de la publicación de mi Guía, los libros de Maimónides desaparecerían. También estaba convencido de que mi novela se convertiría en la Biblia. Al parecer me equivoqué, pues en menos de dos semanas en realidad fue mi Guía la que prohibieron en Israel. De hecho, entonces me convencí de que nunca más debería perder el tiempo con los israelíes. En vez de dirigirme a ellos, ahora me dirijo al mundo para hablar de ellos. Puede que usted sepa que hoy es imposible encontrar mi Guía de perplejos en hebreo, pero sí en otras muchas lenguas. Me siento muy feliz de ello.
MT: Cuando empecé a leer lo que sabía que era su primera novela me impresionaron al instante su sentido del humor y su extraordinario ingenio. De hecho, y pasando por alto las enormes diferencias, me recordó otra primera novela igualmente brillante, El aprendizaje de Duddy Kravitz, escrita por otro afortunado morador de la lista de la mierda, Mordecai Richler. ¿Está usted de acuerdo en que el humor es sólo una fachada que oculta la tristeza y que los pueblos que más han sufrido son los más cómicos?
GA: No lo sé. Le repito que me niego a considerarme una víctima. Y, sin embargo, le diré que según mi experiencia las personas más divertidas de mi entorno son maniacodepresivas. De todos modos, yo no lo soy. La lucha contra el mal me divierte y la risa es una de mis armas.
MT: ¿A dónde cree que conduce el compromiso político de izquierda llevado hasta las últimas consecuencias cuando cualquier concesión a la derecha está excluida?
GA: Mi querido amigo, siento mucho decirle que la derecha no será derrotada, no puede ser derrotada. Pero tampoco la izquierda.
Mi opinión filosófica sobre el asunto es bastante simple: Mientras que el pensamiento ideológico de derecha se preocupa por la pregunta «¿qué es el hombre?», la intelectualidad crítica de izquierda trata de contestar la pregunta «¿qué debería ser el hombre?». En otras palabras, la derecha es existencial y la izquierda es normativa. La tragedia humana se debe a las restringidas condiciones de los seres humanos, ni lo existencial ni lo normativo pueden comprenderse por completo. Lo existencial está muy cerca de realizarse y lo normativo es fantasmático: se trata de una ideología estructurada bajo la forma de un sueño. La tragedia de la condición humana consiste en que está atrapada entre lo existencial y lo normativo.
Ya lo ve, lo normativo (la izquierda) y lo existencial (la derecha) no son factores opuestos, sino cualidades humanas bastante complementarias. Pero es algo todavía más profundo. El humanismo y la compasión pueden entenderse tanto en términos existenciales como normativos. La bondad, por lo tanto, no pertenece ni a la izquierda ni a la derecha. La bondad pertenece a la humanidad y, sin embargo, la humanidad está perdida a la búsqueda de un vínculo unificador.
Como sabrá, no soy un político y no tengo ninguna intención de llegar a serlo. Soy un artista y mi único deber es navegar por encima del discurso e intentar integrar las dos facultades humanas elementales. Lucho para combinar el «ser» con la «fantasía». Mi deber es simplemente asegurar el triunfo de la músiKa, que prevalezca la Kultura. Estoy aquí para luchar contra el sionismo y Estados Unidos con el arma de la belleza. Puede que parezca estúpido, pero ésa es mi guerra, una guerra que me encanta luchar y que, permítame decirle, gano cada noche.
MT: Ha sido un placer, señor Atzmon.
GA: [amplia sonrisa].
Manuel Talens es novelista, traductor y columnista español (www.manueltalens.com).
La versión original de la primera entrega de esta entrevista en dos partes ha aparecido publicada en el número 202 (diciembre de 2005) de la revista mexicana de política y cultura MEMORIA (http://www.memoria.com.mx/).
Traducción inglesa de Manuel Talens, revisada por Mary Rizzo
(http://peacepalestine.blogspot.com/2005/12/gilad-atzmon-interviewed-by-manuel.html)
http://www.redress.btinternet.co.uk/gatzmon14.htm
(http://www.aljazeerah.info/12%20o/Beauty%20as%20a%20Political%20Weapon,%20Three%20in%20One%20Gilad%20Atzmon%20Interviewed%20by%20Manuel%20Talens.htm)
Traducción francesa de Marcel Charbonnier (http://www.quibla.net/alire/gilad3.htm)
Traducción italiana de Miguel Martínez (http://www.kelebekler.com/occ/talens.htm)
Todas las traducciones están publicadas en copyleft a través de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected] )