«Los gobiernos y los grandes medios de comunicación nunca muestran lo que realmente ocurre cuando dices ‘no’ al FMI o al Banco Mundial». Según los periodistas Katerina Kitidi y Aris Chatzistefanou, los directores de Deudocracia, el Inside Job griego, cuando los países se han decidido a ir a la quiebra ignorando las directrices del FMI, […]
«Los gobiernos y los grandes medios de comunicación nunca muestran lo que realmente ocurre cuando dices ‘no’ al FMI o al Banco Mundial». Según los periodistas Katerina Kitidi y Aris Chatzistefanou, los directores de Deudocracia, el Inside Job griego, cuando los países se han decidido a ir a la quiebra ignorando las directrices del FMI, lo que ha ocurrido no es esa gran hecatombe que todos adivinan en el horizonte sino que, más al contrario, «han experimentado un crecimiento espectacular. Los mercados tiene una memoria extremadamente corta y tienden a perdonar a aquellos que se atreven a seguir su propio camino». La otra posibilidad, «seguir obedeciendo a los tiburones del sistema financiero y a los prestamistas extranjeros, sí que nos lleva seguro a una catástrofe económica, política y social«. Según Kitidi y Chatzistefanou, la cuestión de fondo no es que se puedan encontrar soluciones fáciles a la crisis y que los gobiernos no las estén aplicando, sino que éstos «deberían trabajar para su pueblo y no para los mercados, como están haciendo».
Lo novedoso en esta postura no estriba sólo en la transmisión de un mensaje distinto del que los medios de masas suelen emitir, sino sobre todo en la forma de hacerlo. Kitidi y Chatzistefanou son periodistas que han buscado un modo de escapar a las presiones institucionales y corporativas contando historias desde la independencia. Deudocracia se financió gracias a las aportaciones de particulares, se colgó en internet de forma gratuita y ha conseguido una enorme audiencia en todo el mundo. Ha circulado por las redes de forma masiva, a pesar de su carácter local y de no contar con una distribución comercial consolidada.
Dado el gran éxito de su anterior trabajo, repetirán experiencia con su nuevo proyecto, Catastroika, para el que están recogiendo aportaciones de particulares, de sindicatos y asociaciones de estudiantes. «Les pedimos ayuda, asumiendo la obligación de una total transparencia en nuestras transacciones financieras. Invitamos a la gente de cualquier lugar a que nos done la cantidad que quiera a través de Paypal o de una cuenta bancaria. Quien contribuya se convertirá en coproductor y figurará en el documental, si así lo quiere«. El resultado final es un producto plenamente independiente, apoyado por espectadores «que apoyan a profesionales a realizar su trabajo de un modo que nunca podría llevarse a cabo en los medios de masas».
En defensa de las élites
Con Deudocracia transmitieron una reflexión muy apegada a la actualidad, dando cuenta de lo que estaba pasando en Grecia y en el resto de Europa, y que resultaba poco complaciente con las versiones oficiales. Un año después, las cosas parecen haber cambiado, pero a peor. En los meses que siguieron a la presentación del documental, aseguran Kitidi y Chatzistefanou, «el gobierno griego aumentó la deuda pública en casi un setenta por ciento al mismo tiempo que orquestaba un ataque sin precedentes contra los trabajadores, medidas con las que trataron de salir en apoyo de las élites financieras griegas y europeas. Recortaron los salarios mientras ganaban el tiempo necesario para deshacerse de los bonos griegos que tenían en sus carteras«.
La situación, por tanto, va más allá de una reacción coyuntural a un contexto difícil y está mucho más relacionada con una intención planificada de apropiarse de recursos que hasta ahora estaban en manos estatales. La venta de Grecia al mejor postor, señalan Kitidi y Chatzistefanou, tiene que ver con lo que llaman Catastroika, concepto que explicarán en su nuevo documental. Se trata de un término inventado durante los últimos años de la Unión Soviética pero cuyo significado ha cambiado desde entonces. «A principios de 1989 se le utilizó para describir el final del imperio soviético. En tiempos de Yeltsin, cuando en Rusia se desarrolló el experimento de privatización más grande y menos exitoso en la historia de la humanidad, un grupo de periodistas de The Guardian dio al término un significado diferente. Catastroika se convirtió en sinónimo de la destrucción total del país por las fuerzas del mercado, de la liquidación de los bienes de titularidad pública y del fuerte deterioro de los niveles de vida de los ciudadanos. La Catastroika implicó desempleo, empobrecimiento social, y disminución de la esperanza de vida, así como la creación de un nuevo elenco de oligarcas que asumió las riendas del país». Unos años más tarde, aseguran, un movimiento similar tuvo lugar en la Alemania unificada, «cuando se privatizaron las antiguas propiedades públicas creando millones de desempleados y provocando algunos de los mayores escándalos en la historia europea».
El traslado del trabajo a Asia
En la actualidad estamos viviendo algo similar. «Hubo quienes dijeron en 2007 que habíamos asistido al 1989 de Milton Friedman. Pero la doctrina neoliberal es hoy más fuerte que nunca, así como la tendencia a la privatización que yace en su núcleo. Especialmente en los países que, como Grecia, han perdido parte de su soberanía política y económica, estos programas de privatización masiva pueden tener efectos desastrosos para la sociedad«.
Y Europa es el lugar donde se está manifestando con más intensidad el nuevo rostro de la Catastroika. Para Kitidi y Chatzistefanou, la Unión Europea y la Eurozona no son viables en su forma actual, ya que «una unión monetaria sin una unión política está siempre abocada al colapso». La responsabilidad de este fracaso debe atribuirse «a las instituciones no democráticas de la UE, pero también a causas de mayor alcance, como es el traslado de la actividad económica hacia Asia. La Unión Europea supo cómo sobrevivir durante los buenos viejos tiempos de crecimiento económico, pero hoy carece de los arrestos necesarios para salir adelante en tiempos difíciles. Es obvio que esta crisis institucional y estructural tendrá consecuencias en el ámbito político que son difíciles de predecir. Esperemos que la nueva depresión no conduzca a la misma destrucción a la que llevó durante los años 30«.